Título Original Last Action Hero (1993)
Director John McTiernan
Guión Shane Black, David Arnott, Zak Pen, Adam Leef
Actores Arnold Schwarzenegger, Austin O'Brien, Charles Dance, Anthony Quinn, F. Murray Abraham, Robert Prosky, Art Carney, Noah Emmerich, Tom Noonan, Mercedes Ruehl, James Belushi, Bridgette Wilson, Ian McKellen, Joan Plowright, Karen Duffy, Sven-Ole Thorsen, Jean-Claude Van Damme, Robert Patrick, Tina Turner
En 1993 Arnold Schwarzenegger era el héroe de acción más grande del cine mundial, posición que había afianzado totalmente sólo dos años antes con esa genialidad llamada Terminator 2: El Juicio Final dirigida por James Cameron. John McTiernan se revelaba como uno de los mejores directores del género teniendo en su haber obras de culto como La Jungla de Cristal (Die Hard), Depredador o La Caza del Octubre Rojo y Shane Black por aquel entonces era un reconocido guionista dentro de esta vertiente cinematográfica que había escrito la primera entrega de Arma Letal de Richard Donner y esa macarrada de Tony Scott llamada El Último Boy Scout con Bruce Willis como protagonista. Aquel año estas tres personalidades del celuloide de entretenimiento se unieron para parir una de las más divertidas, desprejuiciadas e injustamente vilipendiadas cintas de acción de los 90. Last Action Hero, rebautizada de manera más o menos decente El Último Gran Héroe en España.
Danny Madigan es un adolescente que prefiere pasar el día en el antiguo cine de su barrio antes que en clase. También es un fan irredento de las películas del personaje Jack Slater, un rudo policía de métodos expeditivos interpretado por el actor austriaco Arnold Schwarzenegger encontrándose ya por su cuarta entrega. Un día antes del estreno de Jack Slater IV Danny asiste en exclusiva por mediación de Nick, el viejo proyeccionista del cine, a una sesión del largometraje sólo para él. Pero antes de empezar a disfrutar de la última aventura de su héroe de acción Nick ofrece a Danny una entrada heredada de su padre perteneciente al mago y escapista Harry Houdini, pertmitiendo esta a quien la posea atravesar la pantalla y formar parte del largometraje en proyección.
Mucho antes de que Sylvester Stallone impulsara con la saga The Expendables una reivindicación del action hero americano con una mirada entre glorificadora y paródica o de que Jean Claude-Van Damme mirara con ironía su propia vida y posición como icono del celuloide de mamporros con la magnífica JCVD Arnold Schwarzenegger ya había dado una visión ácída, metareferencial y cariñosa de sí mismo, del cine de acción y deel séptimo arte como máquina de sueños con este proyecto. El Último Gran Héroe es un thriller con toques de comedia llevado a cabo por un grupo de profesionales sabiendo en todo momento reírse de sí mismos y sus respectivas carreras como profesionales del entretenimiento.
Un argumento ideado por Zak Penn y Adam Leef sirvió para que Shane Black, con la ayuda de David Arnott en la escritura, ideara un guión para que Schwarzenegger protagonizara, y produjera, esta alocada pieza rodada por las expertas manos de un John McTiernan que entró en el proyecto para ponerse a los mandos del mismo financiándolo, en parte, y dirgidiéndolo. Pero 1993 no estaba preparado para esta mezcla entre Cobra: El Brazo Fuerte de la Ley, Ejecutor, ¿Quién Engañó a Roger Rabbit? y La Rosa Púrpura del Cairo. La broma, que siempre tuvo su gracia, no encontró ni al público, ni el respaldo de una prensa especializada que no supo ver más allá del envoltorio, quedándose fuera del juego propuesto por sus creadores.
Porque no hay palabra que defina mejor a Last Action Hero que esa, "juguete". Un juguete enorme, de tamaño mastodóntico, riéndose de todos los clichés de las buddy movies de los 80 y 90 sin perderles el respeto, venerándolos como un dogma que hay que seguir a pies juntillas para poder disfrutar adecuadamente este tipo de largometrajes. Desde ese arranque con el protagonista fumando un puro pasando por encima de los coches patrulla entre los gritos de sus superiores, arrojando su placa, aplastando walkie talkies con la mano y soltando frases lapidarias para finalmente enfrentarse a "El Destripador", el sádico criminal que tiene a un grupo de críos, entre ellos el mismo hijo de Slater), secuestrados en una azotea todo es una oda a ese cine de evasión de tono fascistoide que llenó horas y horas de ocio durante nuestra infancia y adolescencia.
Pero cuando acaba esa secuencia, con el enorme plano del hacha pasando por encima de Slater, tenemos la primera ruptura tonal del film al descubrirse que todo el entramado es a una película dentro de otra película vista por Danny, el protagonista del film. El personaje de Austin O'Brien (muy perdido este muchacho, habiendo participado en pocos proyectos con cierta regularidad aunque poco se sepa de él) será nuestro alter ego y guía cuando se adentre en la película de Jack Slater. Esta, al ser la cuarta entrega de la saga (esta vez el motivo de venganza del protagonista es el asesinato de "su primo segundo favorito", la ironía presente en todo momento) Danny, al igual que nosotros, conoce todo lo que va a pasar antes de que tenga lugar, porque conoce al dedillo todos los lugares comunes del cine de acción por el que siente devoción.
En esa excusa narrativa es donde El Último Gran Héroe se hace fuerte, en su autoconsciencia cinematográfica, en saber como producto de ficción cuál es su naturaleza y finalidad, algo que Shane Black y sus colaboradores llevan hasta el paroxismo con una ingente cantidad de gags (Danny diciéndole a Slater que no se fíe del personaje de F. Murray Abraham porque "mató a Mozart" o pidiéndole la lectura una palabra malsonante sin poder hacerlo porque se encuentran en una película calificada moralmente como PG-13) secuencias pasadas de rosca que incitan a la carcajada, los perros guardianes de la casa de Tony Vivaldi, o una cantidad interminable de referencias socarronas al cine de acción como Anthony Quinn interpretetando a un mafioso que parece una parodia de su villano de Revenge, los juguetones agijonazos a Stallone o el verdadero Swarchezenegger retratado como un estúpido de pocas luces al que hasta su mujer tiene que llamar la atención en la premier de su film para que no haga el tonto promocionando su restaurante Planet Hollywood.
Porque la idea principal de la película de John McTiernan afirma de que el mundo ficticio habitado por Jack Slater es mejor que el real, en el que la gente muere de verdad, la delincuencia no está castigada y los "malos siempre ganan". Con esta idea la obra proclama su amor por el séptimo arte como medio creador de otras realidades, no sólo del de acción, también del clásico, sirva como ejemplo esa parodia del Hamlet de Laurence Olivier o ese apunte de guión sencillamente brillante en el que la muerte de El Séptimo Sello de Ingmar Bergman, interpretada por Ian McKellen, da la solución final a Danny para salvar a Jack devolviéndolo a su mundo lleno de villanos de opereta, persecuciones interminables y cosas explotando sin motivo aparente.
El proyecto fue de proporciones bastante considerables, de ahí que cuando se diera el batacazo en la taquilla el hecho se antojara tan sonado para la época, y muchísimos actores, en mayor parte amigos del actor de El Fin de los Días, se apuntaron a la broma para realizar numerosos cameos. Por eso podemos ver salir de esa enorme y festiva comisaría a la Catherine Tramell (Sharon Stone) de Instinto Básico, al T-1000 (Robert Patrick) de Terminator 2: El Juicio Final, a Tina Turner hacer de alcaldesa, a Jean-Claude Van Damme, James Belushi, Little Richard, con pinta de ir puesto de todo, y Chevy Chase apareciendo en el estreno de Jack Slater IV e incluso la presencia de la hoy ex mujer y por aquel entonces esposa del mismo Schwarzenegger, Maria Shriver apuntándose a la enorme broma protagonizada por el ex gobernador de California.
A John McTiernan todavía le quedaban lejos los cirujanos plásticos, el espionaje en Hollywood y la cárcel, de modo que aún le quedaba mucha munición que gastar como artesano irrepetible (su última gran película sería La Jungla de Cristal: La Venganza, estrenada dos años más tarde) y el oficio para el cine de acción se le notaba a kilómetros. Pocos directores han sabido rodar secuencias dinámicas como McTiernan y en Last Action Hero el tipo lo echó fuera todo lo que tenía dentro. Tiroteos, explosiones, persecuciones en sesión continua, todo rodado con un uso versátil de zooms, cámaras lentas, (contra)picados y un desfile de movimientos de cámara acentuando el tono descarado, exagerado y sardónico del conjunto de la obra.
Momentos memorables los hay desde el arranque con El Destripador hasta el funeral mafioso (con la genial presencia de Michael Vincente Gazzo, actor que diera vida al inolvidable Frankie Pentangeli en El Padrino II) pasando por la visita a la casa del Primo Segundo de Slater, la persecución con la introductoria de Danny en la película, la aparición de Bigotes, el viaje al mundo real tanto de Slater como de Benedict, brutal la escena en la que se critica cómo en "el mundo real" se puede matar impunemente a un ciudadano en medio de la calle sin que a nadie le importe o la policía haga acto de presencia, hasta el estreno multitudinario de Jack Slater IV en el que tiene lugar el clímax del largometraje lleno de referencias, gags, secuencias rodadas con mucho oficio y una narración circular qerrando el recorrido de un guión mucho más trabajado de lo que pueda parecer en principio.
El Último Gran Héroe era un proyecto que lo tenía todo para triunfar, un reparto descomunal encabezado por un Schwarzenegger más Schwarzenegger que nunca sin tomarse en serio a sí mismo, carismáticos villanos como Benedict, interpretado por el británico Charles Dance, El Destripador al que da vida Tom Noonan, un guión con momentos sencillamente brillantes gracias a la unión de metatextualidad, ironía y acción a todo trapo, una banda sonora resultona (Gun's & Roses, Megadeth, AC/DC, Anthrax) y sobre todo el cariño de un grupo de profesionales demostrando con este proyecto que amaban el cine fuera del pelaje que fuera. No voy a proclamar que Last Action Hero es una gran película, porque no lo es, pero sí merece el reconocimiento negado por haber sido una obra fuera de su tiempo Porque hoy, existiendo dentro del inconsciente colectivo una profunda pasión por lo kitsch, la autoparodia y la nostalgia Jack Slater y Danny Madigan hubieran encontrado el lugar que se les negó en aquel ya lejano 1993.
Dios que de añoss, mis felicitaciones señor Tamzarian, gran análisis para una cinta de evasión de las que ya no se hacen.
ResponderEliminarMuchas gracias, tenía una deuda pendiente con esta película, que merece ser recuperada y valorada debidamente.
EliminarUn saludo.
un clasico del cine no me aburro de verla
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