Título Original: Toy Story 3 (2010)
Director: Lee Unkrich
Guión:Michael Ardnt
Toy Story 3 no es nuestra genial ración anual de Pixar, ni siquiera es el cierre de una trilogía animada que marcó época en la historia del cine en la segunda mitad de la década de los 90, es por encima de todo una celebración, un cariñoso y cálido homenaje a todos aquellos espectadores que nos criamos con esta saga comandada por el vaquero Woody y el astronauta Buzz, juguetes infantiles llenos de vida y sentimientos tan humanos que nos permitían identificarnos plenamente con ellos. A Partir de aquí algunos spoilers importantes relacionados con esta tercera entrega de la franquicia.
Desde el minuto uno el director Lee Unkrich y sus colaboradores se ganan el corazón del espectador seguidor de la saga, no sólo con ese espectacular inicio, a todas luces genial y festivo, ni esos maravillosos a la par que sencillas concesiones al fanservice y la continuidad como la pegatina que Buzz ya no posee en el transmisor de su brazo izquierdo o ese nostálgico "Corre como el Viento Perdigón", que sale de boca de Woody, sino también al asistir a ese montaje de imágenes de Andy jugando con sus muñecos mientras va creciendo y madurando con el tema Hay Un Amigo en Mí sonando de fondo. No sé al resto de espectadores, pero a un servidor se le erizó el pelo de pies a cabeza con ese pasaje.
Por suerte no sólo de nostalgia vive Toy Story 3, ya que esta tercera entrega es un producto cinematográfico 100% Pixar, o lo que es lo mismo, una pieza brllante de una calidad incuestionable, diseñada por un grupo de profesionales del entretenimiento y la narración fílmica a años luz del resto de autores de cine animado occidental actual y en continuo estado de gracia. Porque la cinta que nos ocupa es mucho más ambiciosa que las anteriores, una odisea enorme, una aventura bigger than life de las que marcan época por su epicidad, entrañable sorna y cariño para con todo tipo de espectadores, desde el neófito que desconoce la saga hasta el fan incondicional que bebe los vientos por ella desde la primera entrega.
Momentos que se pueden catalogar entre lo mejor jamás salido de Pixar, muchos. Los juguetes captando la atención de Andy, la llegada a la guardería, todas las apariciones de los tres extraterrestres, ver que los secundarios siguen manteniendo la personalidad destilada en las anteriores dos entregas, los momentos del bebé gigantón, la interesante personalidad de Lotso, la historia de Sonrisitas, personaje que me hizo llorar de la risa sólo con aparecer en pantalla, el "Venid con Papá de Rex" y sobre todo esa escena en el vertedero que me las hizo pasar canutas para contener las lágrimas. De lo irregular destacar más bien poco, las golpes de humor referidos a Barbie y Ken y lo del reseteo de Buzz, que sin ser malas ideas sí me parecen lo menos redondo de un film que bordea en incontables momentos la excelencia.
Que nadie os engañe, Toy Story 3 sí habla de el paso de la adolescencia a la madurez, pero la misma está mejor retratada en los mismos juguetes que en su dueño humano. Una cosa me queda clara en ese precioso final que pone fin a un trilogía compuesta por tres indiscutibles obras maestras del cine con mayúsculas. Ese chaval que mira sus juguetes por última vez, y que divisa un pequeño pero importante trozo de su vida que debe quedar inevitablemente atrás, no es Andy. Somos todos y cada uno de los jóvenes, hoy maduros, que fuimos a ver aquella ya lejana Toy Story al cine, y descubrimos que otro mundo de fantasía era posible en pantalla grande, que lo digital, bien utilizado y dosificado, puede transmitir más calor que el mejor reparto de actores reales del mundo, que Pixar había nacido, que los juguetes podían tener vida y que llegar hasta el infinito y más allá era sólo el principio.
Desde el minuto uno el director Lee Unkrich y sus colaboradores se ganan el corazón del espectador seguidor de la saga, no sólo con ese espectacular inicio, a todas luces genial y festivo, ni esos maravillosos a la par que sencillas concesiones al fanservice y la continuidad como la pegatina que Buzz ya no posee en el transmisor de su brazo izquierdo o ese nostálgico "Corre como el Viento Perdigón", que sale de boca de Woody, sino también al asistir a ese montaje de imágenes de Andy jugando con sus muñecos mientras va creciendo y madurando con el tema Hay Un Amigo en Mí sonando de fondo. No sé al resto de espectadores, pero a un servidor se le erizó el pelo de pies a cabeza con ese pasaje.
Por suerte no sólo de nostalgia vive Toy Story 3, ya que esta tercera entrega es un producto cinematográfico 100% Pixar, o lo que es lo mismo, una pieza brllante de una calidad incuestionable, diseñada por un grupo de profesionales del entretenimiento y la narración fílmica a años luz del resto de autores de cine animado occidental actual y en continuo estado de gracia. Porque la cinta que nos ocupa es mucho más ambiciosa que las anteriores, una odisea enorme, una aventura bigger than life de las que marcan época por su epicidad, entrañable sorna y cariño para con todo tipo de espectadores, desde el neófito que desconoce la saga hasta el fan incondicional que bebe los vientos por ella desde la primera entrega.
Momentos que se pueden catalogar entre lo mejor jamás salido de Pixar, muchos. Los juguetes captando la atención de Andy, la llegada a la guardería, todas las apariciones de los tres extraterrestres, ver que los secundarios siguen manteniendo la personalidad destilada en las anteriores dos entregas, los momentos del bebé gigantón, la interesante personalidad de Lotso, la historia de Sonrisitas, personaje que me hizo llorar de la risa sólo con aparecer en pantalla, el "Venid con Papá de Rex" y sobre todo esa escena en el vertedero que me las hizo pasar canutas para contener las lágrimas. De lo irregular destacar más bien poco, las golpes de humor referidos a Barbie y Ken y lo del reseteo de Buzz, que sin ser malas ideas sí me parecen lo menos redondo de un film que bordea en incontables momentos la excelencia.
Que nadie os engañe, Toy Story 3 sí habla de el paso de la adolescencia a la madurez, pero la misma está mejor retratada en los mismos juguetes que en su dueño humano. Una cosa me queda clara en ese precioso final que pone fin a un trilogía compuesta por tres indiscutibles obras maestras del cine con mayúsculas. Ese chaval que mira sus juguetes por última vez, y que divisa un pequeño pero importante trozo de su vida que debe quedar inevitablemente atrás, no es Andy. Somos todos y cada uno de los jóvenes, hoy maduros, que fuimos a ver aquella ya lejana Toy Story al cine, y descubrimos que otro mundo de fantasía era posible en pantalla grande, que lo digital, bien utilizado y dosificado, puede transmitir más calor que el mejor reparto de actores reales del mundo, que Pixar había nacido, que los juguetes podían tener vida y que llegar hasta el infinito y más allá era sólo el principio.
Fíjate que la maravilla de la escritura y la narración de estas película nos ha hecho olvidar incluso su virguería técnica.
ResponderEliminarMiyazaki y Pixar son otra cosa.
Es que uno de los puntos más fuertes de las producciones de Pixar indudablemente son los guiones, eso las diferencia enormemente de las cintas de Dreamworks que rara vez pasan de entretenidas. Los de Lasseter juegan en otra liga.
ResponderEliminarHe llorado como un cria pequeña U_U,una obra maestra.
ResponderEliminarUn mes después debo decir que la reseña de la película me ha emocionado casi tanto como la película en sí. Bravo Arminio.
ResponderEliminarPues un mes después te digo yo que gracias por tu comentario y que me alegra que te haya gustado tanto la crítica, que la escribí más con el corazón que con la cabeza... por muy cursi que suene.
ResponderEliminarConsidero esta película el punto 0 donde se cierra el circulo. Pero no lo olvidemos, es un círculo, y uno muy melancólico, lo reconozco.
ResponderEliminarMe gusta esa parte que dice que e suna celebración, porque sí lo es. Es una celebración para los que crecimos viéndolas y es como cerrar un ciclo. La tuve que ver en HBO GO porque ni pude verla en el cine. Pero es recomendable para niños, pero más para los de la generación de los finales de noventas, principios del 2000.
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