"Estamos en el año 2015 después de Jesucristo. Toda la cartelera está ocupada por los superhéroes de Marvel…¿Toda? ¡No! Una película de animación en 3D protagonizada por irreductibles galos resiste todavía y siempre al vengador.”
El 29 de octubre 1959 el guionista René Goscinny y el ilustrador Albert Uderzo decidieron reescribir la historia de la invasión romana de las galias cuando editaron por capítulos en la revista Pilote lo que más tarde fue Astérix el Galo, el primer álbum de las aventuras de Astérix, Obélix, Idefix y el resto de habitantes de la famosa aldea que permanece imbatida frente al ejército romano de Julio César gracias a la fuerza sobrehumana que les confiere la pócima mágica creada por el druida Panoramix. Traducidas a una gran cantidad de idiomas y con un enorme éxito a nivel internacional las aventuras francesas de Asterix son, junto a las del Tintín de Hergé, posiblemente las historietas europeas más famosas jamás escritas o dibujadas dentro del viejo continente. Tras dieciseis álbumes llenos de humor, sorna, romance, folklore, tópicos utilizados como arma arrojadiza, cierta crítica social y mamporros a diestro y siniestro entre los que se encontraban clásicos como La Hoz de Oro, Astérix y Cleopatra, Astérix Legionario o Astérix y los Juegos Olímpicos la edición de La Residencia de los Dioses supuso uno de los momentos culminantes de la historia de las correrías del galo más famoso del mundo del noveno arte. Este álbum, número diecisiete, es el que ha servido como inspiración para la película homónima que se ha estrenado recientemente en las carteleras españolas, suponiendo el noveno film animado protagonizado por Astérix, Obélix y cia, así como el primero realizado totalmente con animación en 3D. En la siguiente entrada vamos a reseñar tanto el álbum de 1971 como la ya mencionada cinta de reciente factura que lo adapta dando forma a un especial dedicado a a creación de Goscinny y Uderzo mientras abrimos boca para la llegada del nuevo álbum de los personajes, Astérix y el Papiro del César, el segundo a manos del nuevo equipo creativo de la colección formado por el guionista Jean-Yves Ferri y el dibujante Didier Conrad que saldrá a la vente en Octubre del presente año.
Astérix: La Residencia de los Dioses de René Goscinny y Albert Uderzo
Tras aparecer por entregas en la famosa revista Pilote, La Residencia de los Dioses se publicó como un sólo albúm en 1971 convirtiéndose en el número diecisiete de la colección creada por René Goscinny y Albert Uderzo. Pronto Le Domaine des Dieux se convirtió en una de las historietas más emblemáticas protagonizadas por Astérix, Obélix y el resto de galos. La obra narra cómo Julio César, tras varios intentos por conquistar el entrañable pueblo de nuestros protagonistas, decide construir en las inmediaciones de la zona una serie de enormes edificios de apartamentos llamada la Residencia de los Dioses en la que los ciudadanos romanos podrán disfrutar de todo tipo de lujos y de cuya edificación se ocupará el arquitecto Anguloagudus para así obligar a la aldea gala rodeada por los infames campamentos de Babaorum, Acuarium, Laudanum y Petibonum a adaptarse a su entorno o desaparecer miserablemente. Toda la irónica crítica hacia temas de corte social extrapolados de la actualidad al año 50 antes de Jesucristo en el que se mueven los personajes galos y romanos toma una nueva dimensión con la inteligente puya al capitalismo, la globalización y el consumismo desproporcionado con el que los autores de despachan a gusto dando con ello base a la que e podría considerase como una de las mejores aventuras del grupo de irreductibles galos
La Residencia de los Dioses va más allá de ser una entrega ejemplar de Astérix, el guerrero galo, supone uno de los puntos culminantes de los niveles de calidad que llegó a alcanzar la dupla Goscinny/Uderzo cuando estaban en el máximo apogeo de sus respectivos talentos, amalgamando sus dos personalidades en una sola, un cohesionado todo artístico y narrativo, que ofrece uno de los mejores bande desinee de la historia del medio en Europa. Después de dieciséis entregas el microcosmos ya estaba asentado y la peculiar personalidad de los personajes más que definida, de modo que a ambos autores sólo necesitaban colocar las piezas en el tablero y jugar una de las más épicas partidas de ajedrez jamás ideadas por sus mentes. El diabólico plan de Julio César, habiendo asumido ya que por la fuerza no tiene manera de reducir el poblado galo, con el que quiere seducir con los cantos de sirena del lujo y el consumo a sus enemigos edifica (nunca mejor dicho) debajo de su aparente inocencia una crítica furibunda a temas como el imperialismo, la especulación inmobiliaria (muy de moda en el país vecino en aquel año 1971 en el que vio la luz el álbum) el ecologismo, el progreso mal entendido o el esclavismo con una sana incorrección política que queda más o menos oculta por un humor en apariencia totalmente blanco pero con el que guionista e ilustrador cargan sus tintas contra gobernantes, fuerzas fácticas y ciudadanos acomodados. Toda esta fauna le sirve a Goscinny y Uderzo para poner a sus criaturas en una de las situaciones más complicadas de su historia, ya que el enemigo a batir en esta ocasión no puede ser derrotado a base de golpes por el simple hecho de ser un ente abstracto que todo lo devora cuando su poder llega a cotas alarmantes de desproporción.
René Goscinny recurre a su verborrea incontrolable, juegos de palabras tan simples como efectivos, referencias cosmopolitas y a ese subtexto con el que denunciaba todo aquello que según él y su compañero de armas consideraban injusto, inadecuado o criticable en manera alguna, como el hecho de que el capitalismo o el consumo sean capaces de devorar las arraigadas tradiciones de la aldea gala, convirtiendo a sus habitantes en comerciantes avariciosos con una insaciable avidez de dinero. La idea de que el imperio romano consiga vencer por fin a Astérix, Obélix y sus paisanos no por medio de la violencia o la estrategia militar sino gracias a una desproporcionada globalización con la que los comerciantes de la galia puedan sacar cada vez más sextercios a sus conciudadanos da una nueva dimensión al concepto de enemigo imbatible que suponga un reto a la altura de nuestros protagonistas. Por otro lado Albert Uderzo se encontraba en su momento de mayor pericia con los lapices, algunas viñetas destilan brillantez, dinamismo y un acabado que el dibujante dejó atrás hace años. Dentro de las páginas más brillantes destaca el prólogo que abre la obra con César explicando su plan, la viñeta a página completa con todos los habitantes de la aldea asaltando la Residencia de los Dioses y esa pequeña obra maestra que supone la doble splash page en la que vemos con todo detalle, como si en nuestras propias manos lo tuviéramos, el “prospecto implegable” en el que se describen todas las bondades que implican pasar un día en dicho emplazamiento, llenado de publicidad maliciosa y ácida esas dos páginas en las que ambos autores dan lo mejor de sí mismos como narradores de arte secuencial.
La Residencia de los Dioses sacia completamente el apetito goloso hasta de los fans de la rama más dura de Astérix, una obra memorable en la que todo funciona. Desde los secundarios episódicos como el detestable Anguloagudus (uno de los mejores y más patéticos villanos de la historia de la colección) el esclavo negro Duplicatha, cuyas negociaciones con respecto a su propia libertad o el esclavismo añaden una visión bastante lacerante a la hora de abordar dicho tema o las memorables incursiones del centurión Plantígradus que sabe como pocos lo que es enfrentarse a Astérix y Obélix. Por el camino Goscinny y Uderzo hacen historia del cómic europeo lanzanda dardos contra todo y contra todos, transmietiendo un mensaje tan escurridizo que no sabemos si critica el capitalismo o el progresismo, pero sin dejar títere con cabeza gracias a sus hallazgos tanto narrativos como visuales, a su afán por ir un poco más allá con respecto a historias pretéritas protagonizadas por los galos, pero siempre con un ojo en la antigüedad y otro en esa actualidad que siempre supieron retratar con luminosidad y ligereza o sátira y picaresca. Tras ella todavía llegaron siete álbums entre los que se encontraban piezas tan destacables como Los Laureles del César o La Gran Travesía, pero por desgracia Astérix en Bélgica supondría la última entrega en la que participaría directamente un René Goscinny que falleció durante su proceso creativo. Después Uderzo siguió con la colección en solitario manteniendo el tipo con varias historias que nacieron de ideas de su tristemente desaparecido compañero y adentrándose poco a poco en una gradual decadencia con el paso de los años que tuvo su hecatombe con el inenarrable ¡El Cielo se Nos Cae Encima! que cerró la segunda etapa de historia de estos galos para dar inicio a una tercera con los recién estrenados autores Jean-Yves Ferri y Didier Conrad que vienen para mantener el espíritu de estos personajes que forman desde hace décadas parte de la vida de millones de lectores.
Astérix: La Residencia de los Dioses, de Louis Clichy y Alexandre Astier
Si bien es cierto que a la hora de ver trasladadas sus aventuras a imagen real en pantalla grande con mediocridades como Astérix y Obélix Contra César (1999) o Astérix y Obélix: Misión Cleopatra (2002) o blasfemias como Astérix en los Juegos Olímpicos (2008) o Astérix y Obélix: Al Servicio de Su Majestad (2012) (en las que hasta tres Astérix diferentes recudidos a un mero secundario en todos los films, daban la réplica al memorable Obélix de Gerard Depardieu, acierto de casting que posiblemente sea la única virtud de dichos largometrajes) han hecho más daño que otra cosa a la obra de René Goscinny y Albert Uderzo plasmando infielmente sus historietas, es en el celuloide animado donde con más acierto se han extrapolado a los irreductibles galos creados en 1959. Desde aquella ya lejana Astérix el Galo de 1967 que tomaba como base el primer álbum del personaje editado tres años antes pasando por joyas como Astérix y Cleopatra, Astérix y la Sorpresa del César o aquella obra maestra, no basada en álbum alguno, titulada Las 12 Pruebas de Astérix que los mismos Goscinny y Uderzo se ocuparon de escribir y dirigir junto a Pierre Watrin, muchas han sido las cintas animadas que nos han devuelto el reflejo de unos personajes a los que reconocemos de las viñetas, al menos en gran medida. La última data del año 2014, está dirigida por Louis Clichy y Alexandre Astier, adapta La Residencia de los Dioses, acaba de llegar a las carteleras de Hispania y se revela como uno de los mejores largometrajes de la historia de Astérix, trasladando escrupulosamente el mundo de Goscinny y Uderzo y todo el mensaje, acabado artístico y narrativo del famoso álbum número diecisiete de la colección.
Astérix: La Residencia de los Dioses es dentro de la filmografía animada del personaje una obra considerablemente importante a pesar de su corta edad. Por un lado es la última cinta de los personajes desde aquella Astérix y los Vikingos de Stefan Fjeldmark y Jesper Møller que no fue muy bien recibida y por otro es la primera producción con los galos como protagonistas en 3D y animada íntegramente por ordenador. Sus directores son Louis Clichy, curtido en las filas de la productora Pixar de John Lasseter en abores de animador con obras maestras como Wall-E o Up y Alexandre Astier, creador de la serie cómica Kaamelott, que parodiaba los mitos artúricos, y realizador del largometraje David et Madame Hansen, protagonizado por la internacional Juliette Binoche. El resultado es una traslación escrupulosamente fiel a la historieta que toma como inspiración, pero añadiendo algunos detalles de cosecha propia (48 páginas son pocas para llenar 82 minutos de metraje, por mucho que las mismas estén repletas de imaginación e inventiva) que no sólo calzan perfectamente con las resoluciones conceptuales y narrativas de la obra sino que en ciertos aspectos hasta la enriquecen haciéndola ir un poco más allá de donde iban las viñetas en su afán por poner en peligro el futuro de la aldea de los protagonistas y su subtexto social y político repleto de mordiente aparentemente inofensivo.
El diseño de personajes de Astérix: Le Domaine des Dieux es brillante, tanto que nos regala la traslación al cine más fiel en fondo y forma que jamás se ha realizado sobre los personajes de Goscinny y Uderzo, algo parecido (pero ejecutado con más eficiencia) a lo que sucedió el año pasado con Mortadelo y Filemón Contra Jimmy el Cachondo, de Javier Fesser. Louis Clichy y Alexandre Astier (este último ocupándose también del guión de la película) hacen que cada diálogo, cada golpe de Obélix, cada ladrido de Ideafix o berrido de Asuracenturix nos retrotraiga inmediatamente a la verborrea incontrolada y jocosa de Goscinny o al encanto de la paleta de colores de Uderzo. Son ellos, los que conocemos desde hace años, y el encuadre se enamora de su humor físico, sus mamporros descontrolados, su apetito voraz y su sana intención de hacer mofa con el grueso del ejército romano. Por el camino ambos cineastas añaden ideas, personajes y pasajes de cosecha propia como la familia de Petiminus (había una parecida en las viñetas, pero su presencia era testimonial para dar pie a un par de gags) que es una concesión tanto comercial (la presencia de Jugo de Manzanus, Applejuice en la versión original en francés) como de correccion política (con ello los autores no hacen un retrato despectivo de toda la ciudadania romana) a la que poco se puede reprochar porque añade tres personajes memorables, el viaje del pueblo galo a la Residencia de los Dioses para alojarse permanentemente en sus instalaciones (enorme el uso del tema Sara Perchi te Amo, del grupo italiano Ricchi e Poveri en ese momento) o el asalto de ejército comandado por el centurión Plantígradus a la aldea en la que sólo Astérix aguanta el envite invasor y sin la ayuda de la poción mágica del druida Panorámix. Todas ellas perfectamente ensambladas en el núcleo argumental de la cinta que gana enteros gracias a dichos añadidos.
Por el camino los autores del largometraje no dan puntada sin hilo y llenan su producción de referencias que van desde 2001: Una Odisea del Espacio, King Kong o El Señor de los Anillos a otras producciones animadas de los galos como Astérix y Cleopatra con los esclavos moviendo con unasola mano gracias a la poción mágica las piedras que dan forma al edificio principal de la Residencia de los Dioses que remiten a cuando los egipcios comandados por Numerobis hacían lo propio para edificar las piramides en aquel film de 1968. El look visual insuflado a la cinta no da un respiro a la platea con acción a todo trapo, humor en sesión continua y un retrato de personajes sencillamente idéntico al que podemos disfrutar en el álbum destacando el esclavo Duplicatha y su peculiar sentido de la libertad y la negociación, el odioso Anguloagudus que es un calco milimétrico del de las páginas en papel y sólo renqueando la visión que se da de Julio César, que tanto en los BD de la colección como en el resto de obras animadas de Astérix, siempre destacaba por su elegancia, contención, inteligencia y honor con a diferencia del resto de romanos que se encontraban bajo su mando y que aquí es abordado con una personalidad demasiado histriónica y poseedor de una maldad plana típica de un villano de opereta cualquiera, aunque estos cambios no hacen mella en un producto al que no le faltan roles impagables como ese Asuracenturix brillante con el uso de sus “dotes vocales” o la batalla personal entre Esautomatix y Ordenalfabetix que es tan recurrente como descacharrante a lo largo del metraje, momentos de animación intachable y referencias que son indispensables en el microcosmos galo como los soldados romanos usados como punching balls, los juegos de palabras con el latín, las continuas peleas de los habitantes de la aldea o el banquete final en el que el ya incomprendido bardo rara vez toma parte.
De la misma manera que Astérix y los Pictos, el primer álbum escrito y dibujado por dos autores que no eran René Goscinny y Albert Uderzo, supuso un punto de inflexión en la historia en viñetas del galo más famoso de la ficción, esta adaptación a la pantalla grande de La Residencia de los Dioses lo hace con la ya longeva filmografía animada de dicho personaje y sus inseparables amigos. Por medio de un acabado técnico que poco tiene que envidiarle a las producciones americanas de Pixar o Dreamworks, un guión ágil, dinámico y tan fiel como reverencial con la historia original que nació en papel hace casi 45 años y la presencia de los Astérix, Obélix, Ideafix, Abraracurcix, Panoramix o Edadepiedrix más fieles a los cómics jamás visto esta producción de 2014 pone el primer menhir sobre el que edificar una nueva etapa audivoisual para los galos más cabezotas de la historia de la humanidad. Por suerte no podemos tener mejores noticias relacionadas con estos entrañables personajes ya que la llegada de autores como Louis Clichy, Alexandre Astier, Jean-Yves Ferri y Didier Conrad confirman la buena salud de este mito del noveno arte nacido en el viejo contiente, pero no arrastrándose por los suelos agonizante como cierta veterana (antaño mítica) serie televisiva protagonizada por una familia springfieldiana que se resiste a morir aún cuando los dobladores de sus personajes más importantes están abandonado un barco que lleva años hundiéndose sino por medio de nuevas historias o revisiones contemporáneas de las clásicas en distintos medios que destilan calidad, frescura, cariño por las criaturas que las pueblan y que confirman la buena salud de ese pueblo galo que ahora y siempre quitara el sueño al ejército romano en general y Julio César en particular. ¡Y por Tutatis que así sea durante muchos años!
Artículo escrito originalmente para la web Zona Negativa
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