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miércoles, 6 de diciembre de 2017

Liga de la Justicia



Título Original Justice League (2017)
Director Zack Snyder
Guión Chris Terrio y Joss Whedon, basado en los cómics de DC
Reparto Ben Affleck, Gal Gadot, Ezra Miller, Jason Momoa, Ray Fisher, Henry Cavill, Amber Heard, Amy Adams, Ciarán Hinds, J.K. Simmons, Jeremy Irons, Connie Nielsen, Robin Wright, Diane Lane,  Kiersey Clemons, Billy Crudup, Daniel Stisen, Jesse Eisenberg, Samantha Jo, David Thewlis, Joe Morton





Después de una producción muy accidentada el pasado día 17 de noviembre llegaba a nuestras carteleras Justice League, lo que podríamos considerar la cumbre del nuevo "Universo Extendido de DC" que abarca los largometrajes El Hombre de Acero (2013), Batman v Superman: El Amanecer de la Justicia (2016), Escuadrón Suicida (2016), Wonder Woman (2017) y la película que en esta ocasión nos ocupa. Con el abandono de Zack Snyder del desarrollo del film por culpa de una tragedia familiar Joss Whedon tomó su relevo para rodar el material que faltaba y así terminar el proyecto y Warner Bros, alentada por el éxito de una propuesta más luminosa como la película en solitario de Diana Prince, ordenó al director de Los Vengadores que incluyera en su incursión dentro de Liga de la Justicia pasajes más ligeros, luminosos y con cierta pátina de humor que alejara un poco la propuesta del tono más oscuro de algunos de las producciones previamente mencionadas.




Una vez estrenada la película las críticas negativas no se hicieron esperar, con una respuesta, en líneas generales, furibunda por parte de la prensa especializada que una vez más despertó el debate sobre si los medios especializados son más rígidos a la hora de evaluar los productos de DC Entertainment en comparación con los de Marvel Studios. Al que esto firma lo cierto es que le llaman la atención los excesivos halagos a una obra muy irregular como Thor: Ragnarok y la recepción exageradamente dura al largometraje de Zack Snyder que en no pocos aspectos me parece mejor que el film de Taika Waititi, pero ese debate lo dejaremos para otra ocasión. Liga de la Justicia es un proyecto con no más fallos y aciertos que cualquier pieza genérica dentro de las traslaciones cinematográficas de personajes de cómics al celuloide y por eso un servidor se encuentra entre los que la han disfrutado enormemente.




Justice League sigue los preceptos básicos dentro del género y asume con acierto las constantes habituales de los largometrajes protagonizados por grupos de superhéroes. Después de un arranque con cotextualiza espaciotemporalmente la trama el film se dedica a presentar a los personajes, dedicando más tiempo a los que al no tener películas en solitario no poseen el bagaje de Superman, Batman o Wonder Woman. Por eso el guión de Chris Terrio y Joss Whedon hace especial hincapié en definir con unas pocas pinceladas a Flash, Aquaman y Cyborg y sus identidades civiles tomando como base las mínimas imágenes que habíamos visto de ellos en los films previos del Universo Extendido de DC. Como es lógico la escritura también hace su parada en los protagonistas de El Hombre de Acero, Batman v Superman: El Amanecer de la Justicia y Wonder Woman, pero con menos ahínco debido a que estos ya poseen el necesario recorrido que los hace reconocibles para el público.




Una vez presentados los personajes la trama se centra en que los mismos interactúen entre ellos para ir modelando la Liga de la Justicia y en ese sentido la química no se hace esperar con pasajes en los que se irán definiendo las personalidades, tan unidimensionales como efectivas, de los protagonistas para que cada uno ejerza un rol definido dentro del grupo. Aquí se deja notar mucho la mano de Joss Whedon que, como sabemos, rodó bastante material de la obra aunque no haya sido acreditado como co director. No es difícil ver la mano del autor de Buffy Cazavampiros, Firefly o Los Vengadores en las secuencias compartidas por la plana mayor de DC Cómics, pero esta vez apelando a un tono más ligero y dinámico que se aleja en cierta manera de la oscuridad construida por Zack Snyder en sus dos films previos dentro de DC Enterteinment y que en obras posteriores como Escuadrón Suicida o Wonder Woman intentaron atenuar cuando los productores descubrieron que no era del agrado de gran parte del público y de una importante representación del fandom.




Aunque actualmente es causa de agria, e insulsa, polémica entre defensores y detractores para el que esto firma el cambio de tono de los films de DC no sólo era necesario, sino también algo que debía ponerse en marcha de manera inmediata si tenemos en cuenta que una película como Liga de la Justicia lo demandaba por su tono coral y más adscrito al sense of wonder. Centrándonos en ese aspecto la mezcla del estilo visual apabullante de Zack Snyder y la visión más cálida de Joss Whedon no sólo no desentona más allá de bigotes digitales y postizos capilares que delatan los reshoots, sino que da una personalidad bicéfala a la propuesta que recoge lo mejor de cada uno de los autores para entregarse al único fin establecido por una película de esta naturaleza, entretener a la platea juntando en el mismo relato a algunos de los mejores superhéroes de cómic de todos los tiempos para que hagan lo que mejor saben, ejercer como tales para gozo del respetable.




Por supuesto hay carencias en Liga de la Justicia y la mayor de ellas es ese mal endémico extendido por prácticamente todo el cine superheróico actual que consiste en construir unos villanos que están muy lejos de ser tan sólidos y eficaces como sus contrapartidas en viñetas. Es ineludible que el Steppenwolf que se enfrenta a los protagonistas no resulta amenazante más allá del plano físico, que no tiene un perfil definido ni unas motivaciones que le den un mínimo de dimensionalidad como el enemigo que debería ser y que los efectos digitales de Weta Workshop, que han estado mucho mejor en ocasiones previas, no ayudan a la hora de dar una fisicidad más orgánica al personaje que para colmo muchos no sabrán de dónde ha salido si no vieron la versión extendida de Batman v Superman: El Amanecer de la Justicia, montaje en el que se incluía una breve aparición protagonizada por él y que lo relacionaba con Lex Luthor.




En cuanto al reparto destaca una magnífica Gal Gadot ya completamente mimetizada con Diana Prince, Ben Affleck dando vida a un potente Batman/Bruce Wayne menos depresivo y nihilista y un Jason Momoa que devora la pantalla con el carisma que imprime a su Aquaman, dejando notar en todo momento que ha disfrutado enormemente poniéndose en su piel. En el otro lado de la balanza tenemos a Ray Fisher esforzándose en dar un poso dramático a su Cyborg, no consiguiéndolo en todo momento, pero afrontándolo con profesionalidad y a Ezra Miller tomando el rol cómico con su Flash, funcionando unas veces con más acierto que otras, pero despertando, hasta cierto punto de manera lógica, la ira de muchos fans del personaje en los cómics que no han visto con buenos ojos esta versión demasiado humorística de Barry Allen que casi con toda seguridad ha sido ideada por el director de Serenity, ya que muchos de los gags que protagoniza tienen su sello.




Pero en cuanto a trabajo actoral y adecuada traslación de personaje a la pantalla en Liga de la Justicia debemos mencionar indudablemente al Superman de Henry Cavill. La primera escena en la que aparece en pantalla y que termina cuando se dibuja en su boca una sonrisa al preguntarle un periodista qué es lo que más le gusta la humanidad capta la esencia del último hijo de Krypton mejor que El Hombre de Acero y Batman v Superman: El Amanecer de la Justicia en sus respectivas totalidades. Por suerte la tónica sigue el mismo trazo a lo largo del metraje y en los pasajes en los que Superman hace acto de presencia por fin vemos al héroe luminoso al que todos estábamos esperando desde hace casi cinco años, esa representación del lado más noble del hombre de a pie extrapolado a la figura de un ser sobrenatural que se siente tan humano como cualquiera de nosotros, ese que apela a la esperanza y la concordia y que no desentona en absoluto en una escena como la de la carrera con Flash.




Soy consciente de sus fallos y carencias, por no mencionar que está lejos de ser una de las mejores muestras del género, pero está repleta de escenas espectaculares y memorables en las que vemos a iconos de nuestra infancia y adolescencia salvar vidas, derrotar a villanos y sobrevolar los cielos para asombro de los ciudadanos de Gotham, Metropolis o Central City. Aunque disfruto tanto de los films los de DC como de Marvel, siento predilección por los de la productora de Kevin Feige, pero para ser sincero debo admitir que esta vez la indiferencia y cierta decepción con la que acogí el estreno de Spider-Man: Homecoming y Thor: Ragnarok me incitan a inclinarme por esta Liga de la Justicia. Sólo lo hago porque me ha dejado más satisfecho que las últimas producciones cinematográficas adscritas a la Casa de las Ideas que no me han ofrecido el escapismo y entretenimiento que sí he encontrado en la obra que nos ocupa en esta entrada y de la que espero con ganas su segunda parte, si algún día llega a realizarse.


lunes, 27 de marzo de 2017

Buffy Cazavampiros, postales desde la Boca del Infierno



“En cada generación nace una Cazadora: una niña en todo el mundo, una elegida. Ella sola empuñará la fuerza y habilidad para luchar contra los vampiros, demonios, y las fuerzas de la oscuridad, para detener la propagación de su maldad y el aumento de sus números. Ella es la Cazadora”


El pasado día 10 de Marzo se cumplieron veinte años de la emisión del episodio piloto de una de las mejores series de tv de los años 90, Buffy Cazavampiros. Nacida antes del boom de la “Nueva Edad de Oro” de la televisión norteamericana impulsada mayormente por producciones de la HBO como Oz o Los Soprano y adscrita a los shows catódicos especialmente dirigidos a adolescentes la creación del guionista, productor, director y actor ocasional Joss Whedon (Los Vengadores, Firefly, Dollhouse) no tardó en demostrar que bajo su apariencia de serial juvenil repleto de vampiros, zombies, monstruos y demonios latía un verdadero corazón que encontraba su mayor fortaleza en un retrato de personajes interpretado por un grupo de actores nacidos para dar vida a sus alter egos y un equipo de guionistas que supieron ir más allá de la Serie B, las referencias vampíricas y el cine de artes marciales al que hacía referencia la serie cuando daba sus primeros pasos. A continuación vamos a dedicar una entrada a hablar de Buffy Cazavampiros, su trayecto catódico, añadiendo una lista con el perfil de los personajes más importantes, un Top con los siete mejores episodios de la serie (uno por temporada) y una reflexión final sobre el conjunto de la obra. Pero antes de adentrarnos en aquel día de Marzo de 1997, si queremos hablar del génesis de Buffy Cazavampiros, debemos retroceder cinco años antes de esa fecha, cuando las salas de cine de todo el mundo conocieron por primera vez a Buffy Summers, la Cazadora.


Buffy la Cazavampiros (1992) el origen en pantalla grande

Un por aquel entonces joven Joss Whedon, del que sólo se conocían colaboraciones como guionista en series de tv como Roseanne o Parenthood, veía cómo una historia nacida de su propia mente en la que una joven animadora de instituto llamda Buffy (Kristy Swanson) se convertía en “la Elegida”, una “Cazadora de vampiros” que bajo la tutela de su “Guardían” Merrick (Donald Sutherland) tenía que afrontar la misión de vencer a las fuerzas del mal comandadas por Lothos (Rutger Hauer) un vampiro que haría la vida imposible a nuestra protagonista y a su novio Pike (Luke Perry) era brutalmente adulterada, mutilada y descarecterizada hasta quedar reducida a una muy mediocre cinta para adolescentes que mezclaba con poco tino el cine de John Hughes con el de terror. Aunque hoy se la puede considerar, de alguna manera, una obra de culto y una cinta en la se vieron las caras jóvenes intérpretes que en un futuro más o menos inmediato se hicieron conocidos para el gran público (Hilary Swank, Ben Affleck, David Arquette) como producto de género era una estupidez que puso los pies en la tierra a un Joss Whedon que ya por entonces tuvo el primero de sus muchos encontronazos con los productores de sus trabajos.




Cuatro años después, cuando Buffy la Cazavampiros ya sólo parecía un sueño convertido en mal recuerdo, Joss Whedon dio un triple salto mortal sin red para vender a la cadena de televisión WB Television Network (conocida como The WB y propiedad de Warner Bros) la idea de llevar su película sobre cheerleaders y vampirismo al tubo catódico. Con la colaboración del matrimonio formado por Fran Rubel Kuzui y Kaz Kuzui (también implicados en el film primigenio de 1992) y tomando como base de operaciones su propia productora Mutante Enemy el director de Serenity consiguió sacar adelante el proyecto que le convertiría en uno de los autores de ficción más queridos y admirados por el fandom a nivel mundial. Como previamente hemos citado en 10 de Marzo de 1997 el mundo conoció a la mejor y más completa versión de Buffy Summers, a la que dio vida la por aquel entonces pujante estrella juvenil Sarah Michelle Gellar (Sé lo Que Hicisteis el Último Verano, Scream 2) acompañada por un variopinto grupo de secundarios entre los que podemos reconocer las caras de David Boreanaz (Bones), Alyson Hannigan (Cómo Conocí a Vuestra Madre), Anthony Stewart Head (Repo: The Genetic Opera) Nicholas Brendon (Coherence) entre otros y que dieron forma a uno de los repartos de personajes más entrañable y querido de la televisión reciente.


Buffy Cazavampiros (1997 – 2003) Welcome to Sunnydale, enjoy your stay!

Cuando el episodio piloto de Buffy The Vampire Slayer salió a la luz el 10 de Marzo de 1997 no fueron pocos los que vieron en esos primeros pasos algo muy parecido, puede que demasiado, a lo que ¿degustamos? cinco años antes en la pantalla grande. Joss Whedon volvía a contarnos la historia de una chica de instituto, habitante del ficticio pueblo de Sunnydale (lugar donde estaba localizada La Boca del Infierno, una puerta de acceso al averno), que descubría por la mediación de su “Guardían” o “Vigilante”, el entrenador físico y espiritual que la debería adiestrar, que su misión en la vida iba a ser luchar y derrotar a las fuerzas del mal por medio de sus dones especiales para el combate cuerpo a cuerpo y su astucia como líder nata. La equivalencia entre acción, comedia y pequeños apuntes de drama estaban mucho mejor ejecutados que en el film de 1992, pero esos primeros capítulos no iban más allá de desarrollar la trama central que haría enfrentarse a nuestra protagonista con “The Master”, el “vampiro jefe” (cuya estética recordaba profundamente a la de las distintas versiones de vista en cine de Nosferatu) con la ayuda de sus compañeros Willow, Xander, Cordelia, la intervención del misterioso Ángel y la supervisión de su ya mencionado Guardían, Giles. Por suerte Joss Whedon y su equipo de guionistas no tardaron demasiado en ofrecer las primeras muestras de que había algo más detrás de la historia de “La Cazadora”, ya que con el sexto episodio, The Pack, en el que tras la visita al zoo de Sunnydale Xander y otros alumnos del instituto comenzaban ofrecer comportamientos animales tras ser poseídos por el espíritu de unas hienas los espectadores pudieron ser testigos de que los personajes, su interacción mutua y los actos de los mismos serían los que marcarían el devenir de la serie.



Después de una primera temporada en la que Joss Whedon y sus colaboradores definieron la personalidad de los personajes (la tímida pero perspicaz Willow, el alocado pero comprometido Xander, la ególatra Cordelia, el sabio Giles) dieron a inicio a las primeras interacciones entre ellos (el romance entre Buffy y Ángel, que resultó ser un vampiro centenario) ofrecieron el tono al proyecto y pusieron varias semillas que darían su fruto en la segunda tanda de episodios. Esta nueva temporada en la que Ángel se convertía en el villano principal del núcleo narrativo de la trama sería la que confirmara que Buffy Cazavampiros no era una serie para adolescentes cualquiera y que sus creadores tenían aspiraciones mucho más concretas y terrenales en mente. El episodio diecisiete titulado Passion supone un fuerte puñetazo en la mesa por parte de los autores del show y el primero que tocó la fibra sensible de unos fans que veían cómo el amor de la protagonista se convertía en un ser desalmado capaz de cometer los actos de crueldad más aberrantes con la única intención de destruir psicológicamente a los que antes eran sus aliados. Desde este momento no hay marcha atrás, el director de Mucho Ruido y Pocas Nueces lo deja claro, ya que los vampiros, las escenas de acción, los monstruos deformes y la brujería son sólo excusas de género para contarnos la evolución de unos personajes que por muy adscritos que estén al terror, la comedia o la fantasía nos son cercanos, identificables y reconocibles.




En la tercera temporada, la más ceñida a la Serie B de las estrenadas hasta ese momento (el capítulo doble Graduation así lo atestigua con su “final boss” digno de la factoría Roger Corman) nuevos personajes se convierten en roles fijos como el lacónico y entrañable Oz de Seth Green, el desopilante Richard Wilkins (¿el alcalde más carismático de la historia de la televisión?) de Harry Groener y esa inolvidable Faith Lehane de Eliza Dushku que es una muestra quintaesencial de personaje genuinamente whedoniano. El rol de la protagonista de Dollhouse es una criatura llena de claroscuros, que se mueve peligrosamente entre el bien y el mal transmitiendo al espectador sentimientos contradictorios con respecto a sus actos y decisiones éticas y morales. La cuarta temporada supuso una importante transición en la serie, ya que David Boreanaz abandonaba el show para comenzar su propia aventura en solitario (el spin off Ángel que duró la friolera de cinco temporadas, alargando su vida más allá de la muerte de la serie que le dio origen) y su lugar lo ocupaba el Spike de un James Marsters que desde ese momento y hasta que acabara Buffy Cazavampiros en 2003 se convertiría en uno de los pilares más sólidos y uno de los “antihéroes” más recordados de la creación de Joss Whedon. También entró en escena Riley (Marc Blucas) el militar perteneciente a la organización secreta “Initiative” que se convirtió en la nueva pareja de Buffy una vez su historia con Ángel había llegado a su fin y por supuesto contamos con la presencia del cyborg Adam, que ejerció de villano principal (eso siempre que no contemos a la Doctora Maggie Walsh, verdadera instigadora de todo el caos que acontece en la temporada) y al que se enfrentaría Buffy en la season finale de la tanda de episodios.




Para la quinta temporada Ángel y Cordelia ya habían abandonado la serie (ambos formaban la pareja principal del ya citado spin off protagonizado por David Boreanaz) y el lugar de esta última en el corazón de Xander lo ocuparía la ex demonio Anya (Emma Caulfield), Riley daba su relación con Buffy por perdida para que Spike se convirtiera en el principal, y tóxico, reclamo sentimental de la protagonista, Dawn (Michelle Trachtenberg) marcaba con su presencia un antes y un después en la serie con un personaje al que acabamos cogiendo cariño con el tiempo (en sus primeros pasos era insoportable) y Clare Kramer bordaba uno de los mejores y más recordados villanos del programa, esa Glory que se movía con facilidad pasmosa entre lo infantil y lo salvaje dejando algunos momentos para el recuerdo con su paso por la creación de Joss Whedon. Con la sexta temporada Whedon deja un poco de lado su labor de showrunner (por aquel entonces estaba implicado en la producción de esa maravilla salida de su mano llamada Firefly, de modo que le perdonamos el pecado) y hace que gran parte del peso recaiga en su habitual colaboradora desde los primeros tiempos de la serie, Marti Noxon, que se hace con los mandos de la máquina. Para el que esto suscribe esta sexta tanda de episodios es la más endeble de todo el serial, si bien es cierto que contiene algunos episodios míticos (Once More With Feeling, mismamente), el acertado tono oscuro de la relación sadomasoquista de Buffy y Spike y el homenaje a La Saga del Fénix Oscuro de los X-Men de Chris Claremont y John Byrne con todo lo relacionado con Dark Willow y su adicción a la magia Noxon suponían un cúmulo de acierto también cometió varios errores que hicieron perder el norte a Buffy the Vampire Slayer hasta llegar a cierta descaracterización bastante molesta.




En la séptima y última temporada Buffy vuelve a ser la serie que fue, Joss Whedon regresa con las pilas cargadas para el Canto de Cisne de su criatura y decide retroceder a las raíces, marcarse un back to basics de manual que funciona a las mil maravillas. “The First” es el enemigo a abatir, Spike sufre un cambio radical cuando recupera su alma y se rúune con el grupo de protagonistas, tenemos la incorporación de varios personajes nuevos como el director del instituto Sunnydale Robin Wood (D.B. Woodside), las “cazadoras potenciales” y asistimos al regreso de secundarios clásicos como una reformada Faith que se unirá a Buffy y sus compañeros en la batalla final. Para el que esto firma la séptima temporada es la mejor de la serie, ya que en ella Whedon y su equipo condensan toda la iconicidad e imaginería que hizo grande a la serie desde sus inicios. En su proceso podemos ver algunos episodios sencillamente brillantes como Lies My Parents Told Me, Showtime, Dirty Girls con ese enorme y terrible Caleb al que da vida un intimidante Nathan Fillion, Selfless (centrado en Anya) o el metarreferencial Storyteller y todo culminando con ese episodio final llamado Chosen que confirma y cierra con broche de oro esta declaración de amor a la valentía y fuerza intrínseca en el género femenino al que Joss Whedon siempre ha retratado con justicia y equidad en sus obras de ficción.




Tras siete temporadas, seis años en antena, un baile importante de actores en su reparto por distintos motivos, un cambio de canal (la serie pasó a emitirse en la cadena UPN tras la quinta temporada) y muchos problemas afrontados por su creador Buffy Cazavampiros se convirtió en una serie de culto, un proyecto que iba mucho más allá de ser un producto para un determinado grupo de espectadores como sí lo fue, por poner un ejemplo de la misma temática y origen, Embrujadas (Charmed) y la demostración palpable de que desde la pequeña pantalla se podían contar historias “bigger than life” dentro de la ficción de género. Tras su desaparición de la parrilla televisiva mundial el eco de Sunnydale siguió resonando hasta llegar a la actualidad por medio de libros, videojuegos, figuras coleccionables, cómics dentro de la editorial Dark Horse y cientos de derivados más que han extendido a otros medios el microcosmos creado por el productor ejecutivo de Agentes de SHIELD y que nació como una decepción allá por 1992 cuando un joven veinteañero trataba de abrirse paso en un Hollywood que hasta cuando ha conseguido sus mayores logros siempre le ha sido esquivo por ir a contracorriente con tal de imprimir su propio sello lleno de cariño y calidez a creaciones como esta Buffy Cazavampiros que nos ocupa.


Los Personajes, la Scooby Gang y sus miembros

Todo fan de Buffy Cazavampiros en particular y de Joss Whedon en general sabe que una de sus mayores fortalezas es el retrato de personajes que realiza en cualquiera de sus obras de ficción. La serie protagonizada por la actriz de Crueles Intenciones o El Grito no es una excepción a esa regla y durante siente temporadas el guionista de Astonishing X-Men mantuvo de manera ferrea esa idea, la de crear los personajes más realistas posibles dentro de una obra de ficción perteneciente a géneros como el terror y la fantasía. A continuación vamos a ofrecer un breve perfil sobre los habitantes más importantes de Sunnydale (miembros de la Scooby Gang, apodo que tiene la pandilla de Buffy a modo de homenaje a la que formaban los protagonistas de la serie animada Scooby Doo) que desfilaron a lo largo de los seis años de emisión del programa y aunque hemos dejado fuera algunos que merecen mención (Wesley, Jonathan, Andrew, Darla, Drusilla) hemos tratado de centrarnos en los más relevantes e icónicos de los 144 episodios que duró la creación de Joss Whedon.


Buffy Anne Summers, animadora, adolescente y la elegida dentro de su generación para convertirse en la Cazadora, una luchadora que deberá enfrentarse a las fuerzas del mal que quieren someter a la humanidad desde la Boca del Infierno, situada en la ficticia ciudad californiana de Sunnydale. Inteligente, experta en artes marciales y los enfrentamientos cuerpo a cuerpo el personaje de una magnífica Sarah Michelle Gellar encuentra sus mayores virtudes cuando muestra la vulnerabilidad que yace bajo su armadura, una personalidad que ira evolucionando a lo largo de la serie y que nunca será la misma tras algunos acontecimientos trágicos como el fallecimiento de su madre, Joyce, su historia de amor frustrado con Ángel (viéndose obligada a asesinarlo en el último episodio de la segunda temporada) o su peligrosa relación de atracción sexual y violencia con Spike, su antiguo enemigo reconvertido en aliado y amante.


El de Willow Rosenberg es uno de los personajes más queridos y recordados de Buffy Cazavampiros. Esta tímida y cándida bruja que guarda en su interior una hechicera de poderes descomunales es mucho más que la mejor amiga y confidente de la protagonista, ya que al igual que aquella ve como su personalidad queda profundamente marcada tras dos relaciones sentimentales como las que comparte con el Licántropo Oz y la también bruja Tara tornando ambas en fallida la primera y tragedia la segunda. Con el rol interpretado por Amber Benson una entrañable Alysson Hannigan forma una de las parejas homosexuales más interesantes y cercanas que ha dado la televisión reciente. Es de mucho mérito conseguir dichas cotas de realismo dentro de un producto dirigido, supuestamente, al público adolescente, en una cadena televisiva en abierto y localizando su historia en un show de género fantástico y de terror. Su conversión en Dark Willow y posterior redención son algunos de los mejores apuntes narrativos en las dos últimas temporadas del programa.


El que esto suscribe debe admitir que siente una especial predilección por el personaje de Alexander Lavelle Harris al que da vida un inolvidable, y hoy malogrado por distinto tipo de problemas personales, Nicholas Brendon. El rol de Xander es el que sintetiza con más destreza la muestra quintaesencial de lo que es el “humor whedoniano”, virtud que el que estas líneas escribe ha admitido siempre ser la más poderosa del director de Serenity. Xander es un personaje cómico, verborreico y socarrón que se lleva a lo largo de las siete temporadas algunos de los pasajes cómicos más destacados de la serie. Sin dejar de tener su pátina de dramatismo, traumas y heridas psicológicas por su relación con Buffy, Cordelia o Anya, Xander nunca dejará de ser la vía de escape histriónica y ligera del programa, aunque algunos de los pasajes de más calado emocional en los que se ve implicado (su enfrentamiento con Dark Willow) se encuentran ente los mejores de la producción.


El Rupert Giles al que da vida el que es sin lugar a dudas el mejor actor del reparto de Buffy Cazavampiros, el británico Anthony Stewart Head, es el “Guardián” que deberá velar por el bienestar y desarrollar las potenciales habilidades de la Cazadora convirtiéndose desde bien pronto en esa figura paterna ausente en la vida de la hija de Joyce Summers. Con un pasado rebelde y problemático (en la serie descubriremos el origen de su apodo “Ripper”) imperfecto a la hora de ejercer su labor como vigilante o cuidador (será destituido de su puesto y su autoridad será puesta en entredicho por la misma Buffy en la última temporada) y capaz de sacrificar su propia alma con tal de conseguir un futuro mejor para su protegida (inolvidable cuando mata a Glory/Ben para que su alumna no tenga que ensuciarse las manos en el episodio The Gift) este actor curtido en el teatro y el musical (mítica su interpretación de Behind Blue Eyes de The Who guitarra en mano) ofrece el perfil de un secundario rico en matices y claroscuros, un antihéroe genuínamente whedoniano.


William “El Sanguinario” (apodo que consiguió no precisamente por su crueldad), también conocido como Spike, asesino de dos cazadoras, colaborador de la banda de Angelus (la versión sin alma de Ángel de la que hablaremos a continuación) e interpretado con fiereza y carisma por el actor norteamericano James Marsters. Spike debutó en la segunda temporada de la serie acompañado de su novia Drusilla, una demente vampiro interpretada por una enorme Juliet Landau (hija de Martin) y que gracias a la enorme aceptación que obtuvo por parte de la audiencia pasó de secundario ocasional a personaje fijo del reparto cuando en la cuarta temporada el grupo paramilitar secreto “La Iniciativa” implantó un chip en su cerebro que la causaba un insoportable dolor cuando intentaba atacar a seres humanos para alimentarse de su sangre. Su incorporación como rol de relevante dio lugar a una de las relaciones más interesantes del show, la que mantuvo en las tres últimas temporadas con Buffy en la que la pasión, el sexo salvaje (tanto como para derrumbar una casa en el episodio Crushed) el masoquismo y la dependencia sirvieron de interesante alegoría sobre la violencia de género y los romances tóxicos. Posiblemente el actor y personaje más admirado de la serie, en cierta manera el más torturado y por ello el más consecuente consigo mismo y sus actos.

Tras perder su estatus de demonio como Anyanka, Anya se convirtió en humana y pasó a formar parte de la banda de Buffy y del corazón de Xander tras la marcha de Cordelia de Sunnydale. El personaje de Emma Caulfield mantuvo una química brutal con el de Nicholas Brendon desde el primer momento, convirtiéndose la dupla en la pareja más divertida de la serie. Capitalista desproporcionada (su principal interés es hacer dinero) sin filtro alguno a la hora de dar su sincera opinión sobre cualquier tema por muy peliagudo o delicado que sea y con un miedo desaforado por los conejitos (en uno de los capítulos de Halloween se disfraza de uno porque afirma que ninguna criatura infunde más terror que esta en concreto) Anya se ganó el corazón de la audiencia y se reservó el protagonismo de algunos episodios brillantes como aquel Selfless de la séptima temporada en el que conocimos un poco más en profundidad su naturaleza demoníaca y pasado ejerciendo como tal.


El primer episodio de la quinta temporada de Buffy Cazavampiros (aquel paródico Buffy vs. Drácula) se cerraba con un último plano en el que la protagonista y una hermana pequeña llamada Dawn de la que no sabíamos nada hasta ese momento se encontraban e interactuaban como si tal cosa, dando a entender que siempre había formado parte de la vida de la Cazadora y su progenitora. Poco después descubrimos que el personaje de Michelle Trachtenberg es la corpoerización humana de una llave interdimensional, un cúmulo de energía cósmica, que busca la villana Glory. Dawn no tardó en convertirse en el personaje más odioso de la serie para los fans de la misma, sus actos infantiles, naturaleza rebuscada y tendencia a ser secuestrada y poner en peligro a sus allegados la convirtió en el punching ball del programa. Por suerte Trachtenberg fue creciendo como actriz y los guionistas le fueron dando cada vez más entidad y profundidad permitiéndole llegar a protagonizar momentos muy destacados en episodios tan míticos como Once More With Feeling o The Body.


Liam, convertido en Angelus tras transformarse en no muerto, fue el líder de un clan de sanguinarios vampiros que asoló Europa durante el siglo XVIII. Durante una de sus escabechinas Angelus fue maldecido por un clan gitano concediéndole un alma, obligándole por ello a ser torturado durante toda la eternidad por los asesinatos que cometió durante su vida delictiva y no permitiéndole conseguir la felicidad absoluta ya que de este modo acabaría perdiéndola. Esta excusa narrativa es la que convierte la relación sentimental del personaje de David Boreanaz y el de Sarah Michelle Gellar en la más interesante, relevante y trágica (por su imposibilidad de consumación) de toda la serie, desembocando en la reconversión del personaje en Ángelus durante la segunda temporada, asesinando a Jenny Calendar en el episodio Passion y siendo finalmente sacrificado por la propia Buffy. Aunque en la tercera temporada Ángel resucitó su vuelta a la serie duró poco, ya que al término de esta tanda de episodios el personaje se convirtió en protagonista de su propio serial catódico, aunque realizando algunas apariciones estelares en el programa señero en algunos capítulos concretos.


Joyce Summers, a la que puso voz y rostro Kristine Sutherland, se mudó a la ciudad de Sunnydale junto a su hija Buffy después de su divorcio. Allí ambas intentaron comenzar una nueva vida que se vio truncada en el mismo momento en el que su primogénita descubrió su naturaleza como luchadora contra las fuerzas del mal. Joyce es el personaje más mundano de la serie, durante varias temporadas no llegará a saber a qué se dedica su hija (aunque los métodos para que no descubriera el secreto bordeaban en ocasiones la insulsez desde el punto de vista narrativo) para más tarde serle revelado y aceptarlo del mismo modo que también lo hizo con Dawn a la hora de acogerla como segunda descendiente, aunque como previamente hemos mencionado no lo era. Junto a Giles es la otra piedra angular que da equilibrio a la atípica existencia de Buffy y su ayuda durante las no pocas crisis sentimentales de esta última serán de vital importancia para ella. Su muerte por causas naturales ejercerá de catalizador argumental del mejor episodio de toda la serie, The Body, en el que pararemos más adelante cuando hablemos del Top de mejores capítulos de la producción.


La engreida y altiva Cordelia Chase es una de las amigas más atípicas de Buffy y el primer interés amaroso de Xander en la serie, con el que mantuvo una interminable retahíla de ias y venidas sentimentales hasta que la relación terminó. El personaje de Charisma Carpenter y su carácter entre simplista y superficial, que hacía las delicias del respetable, se convirtió desde bien pronto en otro de los añadidos cómicos de la cosecha de Joss Whedon, y si bien no destiló con el de Nicholas Brendon la misma qúimica que este tuvo posteriormente con Emma Caulfield sí es cierto que compartió con él pasajes descacharrantes para la estantería del recuerdo. Cuando Cordelia comenzaba a madurar como persona abandonó a Xander y la serie para irse con Ángel/David Boreanaz al spin off homónimo tomando un rol completamente diferente que no dejaría de mutar a lo largo de las cinco temporadas que duró el serial del vampiro con alma.


La Tara Maclay de la actriz Amber Benson debutó con mal pie en Buffy Cazavampiros. Cuando la bruja que acabaría convirtiéndose en el amor más importante de la vida de Willow Rosenberg llegó a la serie parecía una chica torpe, tímida y balbuceante cuya malsana introspección llegaba a irritar a gran parte de la audiencia habitual. Poco a poco Tara fue mimetizándose más con sus compañeros, siendo protagonista de no pocos pasajes destacados en la serie (su intervención para intentar curar la adicción a la magia de Willow fue clave en dicha subtrama) y gracias a ello poco a poco consiguió ganarse el corazón de los fans que la vieron nacer como un secundario innecesario y abandonar la serie, de manera trágica, convertida en la mitad de una de las mejores parejas homosexuales de la televisión reciente.


Segunda debilidad para el abajo firmante. Oz, el licántropo guitarrista de rock, el silencioso y reflexivo primer amor de Willow en la serie a la que abandonó tras descubrir lo incontrolable de su naturaleza lupina (aunque su escarceo amoroso con otra de su misma especie a espaldas de su pareja también influyó para su marcha de Sunnydale) es uno de mis personajes favoritos porque detrás de su contrastado mutismo se encontraba una bestia descontrolada que durante los días de luna llena sembraba el caos allá por donde pasaba. Su interacción cómica con Xander, su inesperado humor socarrón y el simple hecho de que Seth Green es un actor que siempre cae en gracia fueron los alicientes perfectos para que Oz fuera recordado como uno de los secundarios más notables de la serie y su marcha de la misma, por diferencias creativas con Joss Whedon con respecto a su evolución, fue uno de los momentos más tristes de todo su recorrido, huyendo no sin marcarse un preciso tour de force con Alysson Hannigan antes de abandonar la nave a la que volvió en un memorable episodio de la quinta temporada (para la desgracia de la pobre Tara) y a modo de cameo en el mítico Restless que cerraba la cuarta temporada al que volveremos más tarde.


Tercera y última debilidad dentro de la lista y es que la Faith Lehane de una Eliza Dushku aporta mucho más que morbo y sexualidad a su Cazadora descarriada, ya que ella es la muestra más palpable de la inclinación por parte de Joss Whedon por retratar personajes tridimensionales que llegan a trascender el género al que están adscritos dentro de la ficción. Un asesinato involuntario será el detonante para que Faith tome el mal camino, aliándose con el alcalde Richard Wilkins y convirtiéndose en enemiga jurada de la banda de Buffy. En la séptima temporada (y algunos episodios de Ángel) Faith se redimirá y acabará uniendo fuerzas con la elegida y sus compañeros para luchar contra la amenaza que supone “El Primero” y adheriéndose definitivamente al lado del bien como aliada de sus antaño rivales. Como nota curiosa un servidor siempre afirmó que Eliza Dushku hubiera sido mejor Buffy que la misma Sarah Michelle Gellar, pero eso es algo que nunca sabremos.


Cuando Ángel abandonó la serie para volar en solitario los guionistas tardaron más bien poco en buscarle un nuevo interés sentimetal a Buffy. Riley Finn, el nuevo novio de la Cazadora, resultó ser un soldado que pertenecía a una organización paramilitar secreta llamada “La Iniciativa” cuya misión era capturar a todo tipo de monstruos o demonios para realizar con ellos experimentos en nombre del gobierno de Estados Unidos. Con un rostro tan impertérrito como el del mismo David Boreanaz el actor Marc Blucas se vio en la complicada tesitura de tener que sustituir a un personaje de tanto peso como el de Ángel, por suerte los guionistas se pusieron de su lado, consiguiendo desarrollar su personalidad, pasando de militar con fe ciega en sus superiores a un miembro más del grupo de Buffy concienciado con las malas artes de los altos mandos de la organización a la que pertenecía, y dando hondura a su perfil, pero nunca llegando a sentirse totalmente integrado como uno más de los miembros de la Scooby Gang y por efecto dominó como actor del mismo reparto de la serie.


Top 7 Mejores Episodios, los grandes éxitos de la Cazadora

Al igual que cualquier serie norteamericana de la televisión en abierto Buffy Cazavampiros pecaba de contener a lo largo de sus temporadas no pocos capítulos de relleno. De modo que cuando un espectador néofito decidía acercarse por primera vez al programa eligiendo un episodio al azar en ocasiones se encontraba con cosas como Beer Bad o Doublemeat Palace (el peor de toda la serie, con diferencia, por mucho homenaje a la factoría Troma que tuviera en su metraje) lo lógico era que huyera despavorido y confirmando, de manera equívoca, los prejuicios que siempre han acompañado a dicha producción, como su naturaleza para adolescentes y sus supuestas tramas intrascendentes. En cambio si aquel aventurero que decidía degustar el programa con un episodio aleatorio se encontraba con alguno de los escritos y dirigidos por Joss Whedon era raro que no acabara enamorándose de las aventuras de Buffy Summers. Aunque no todas las mejores muestras de calidad de Buffy The Vampire Slayer salían de la mano del autor de Fray sí es cierto que sus incursiones audiovisuales son las que mejor puesta en escena, construcción narrativa y dirección de actores tenían. A continuación vamos a incluir un Top 7, totalmente subjetivo, de los que al que esto firma le parecen los mejores capítulos de la serie elegidos por su calidad e importancia en el devenir de la misma y a los que sumaremos las necesarias menciones de honor que se han quedado fuera del ranking.


1×06 The Pack La primera llamada de atención por parte de Joss Whedon y su séquito con respecto a que bajo la piel de Buffy Cazavampiros yacía algo más que acción, humor y terror llegó con The Pack (La Jauría, en España), el sexto episodio de la primera temporada. La excusa narrativa en la que una visita al zoo de Sunnydale implica a Xander, y otros alumnos del Sunnydale High School, en una posesión grupal por parte del espíritu de unas hienas de origen sobrenatural sirve a los guionistas Matt Kiene y Joe Reinkemeyer o el director Bruce Seth Green para despertar el lado más primario y oculto del joven Harris, llegando incluso a intentar agredir a Buffy (recordemos que por aquel entonces el personaje de Nicholas Brendon se sentía atraído por el de Sarah Michelle Gellar) liberando así sus instintos animales más básicos y peligrosos. Este tema sobre la “bestialización” de la personalidad de algunos de los protagonistas del programa se convertiría en recurrente a lo largo de la serie.


2×17 Passion “La pasión es la fuente de nuestros mejores momentos, la alegría de vivir, la claridad del odio y el éxtasis del dolor. A veces duele más de lo que podemos soportar. Si pudiéramos vivir sin pasión tal vez encontraríamos algo de paz. Pero estaríamos vacíos. Habitaciones vacías, destartaladas y húmedas. Sin pasión estaríamos realmente muertos”. Este monólogo recitado por Angelus, la versión diabólica y sin alma de Ángel, supone el eje central de Pasión, el episodio que confirmó definitivamente las nada pueriles aspiraciones temáticas y conceptuales de Joss Whedon a la hora de ir construyendo su criatura catódica. La reconversión de Ángel en el villano de la velada que asesinaba a sangre fría a Jenny Calendar para destruir pscológicamente a su pareja, Giles (ningún fan de la serie puede olvidar a Anthony Stewart Head rompiendo el precinto policial de su casa en el último pasaje del capítulo) y por efecto dominó mermar las fuerzas de Buffy y compañía supuso un punto de inflexión en la segunda temporada. En este momento de la serie ya no había vuelta atrás, Buffy Cazavampiros abandonaba definitivamente sus aspiraciones genéricas y revelaba sus metas a largo plazo, ser un relato de personajes realistas con los que empatizar a niveles impensables en un producto televisivo de esta temática.


3×13 The Zeppo Todo el humor, toda la sorna, toda la autoparodia y la ironía propiamente whedoniana convergen en The Zeppo, el mejor episodio cómico de toda la serie que está centrado, como no podía ser menos, en el personaje de Xander. Mientras sus compañeros se enfrentan al enésimo advenimiento del Apocalipsis el alter ego televisivo de Nicholas Brendon se ve envuelto de manera paralela y en solitario en un enorome sinsentido de situaciones mundanas y terrenales que le impiden formar parte de la encarnizada batalla que están librando sus amigos. Con apuntes de guión tan brillantes como desopilantes y un afán por enaltecer la figura de los outisider, los perdedores, aquellos “mediocres” a los que bendecía Antonio Salieri en la obra maestra que supuso el Amadeus de Milos Forman y Peter Shaffer, Zepo puede considerarse uno de los puntos álgidos de Buffy Cazavampiros y la carta de amor hacia un personaje con el que más de un hombre nos hemos sentido identificado en algún momento de nuestra existencia.


4×10 Hush Silencio supuso el homenaje de Joss Whedon a Michael Ende y su célebre obra literaria Momo.La llegada de unos monstruos vestidos de etiqueta llamados “The Gentlemen” que se dedican a robar la voz a todos los habitantes de Sunnydale es la excusa argumental para que el autor de Firefly ejecute un memorable y tronchante episodio mudo en el que los personajes deben comunicarse por medio de gestos (Giles explicando en el salón de actos del instituto, y por medio de diapositivas, el plan para eliminar a las criaturas causantes de dicha situación no tiene precio) rindiendo un cariñoso homenaje al cine silente. Un episodio a todas luces superlativo que lo hubiera sido incluso más si hubiese prescindido durante todo el metraje de los dialógos. Con todo hablamos de uno de los capítulos más recordados de Buffy the Vampire Slayer y otro de sus picos más altos a la hora de amalgamar comedia y terror.


5×16 The Body Con El Cuerpo, el episodio número dieciséis de la quinta temporada, llegamos no sólo al mejor de toda la serie, sino también al, con mucha diferencia, más destacado ejercicio de realización audiovisual de la filmografía de Joss Whedon. Joyce Summers ha muerto repentinamente y el modo en el que todos los personajes de la serie asimilan tal hecho sirve al guionista y cineasta para realizar un análisis rico en matices y control del tempo narrativo acerca de cómo afrontamos los seres humanos la pérdida en el sentido más amplio de la palabra. La conceptualidad y la idea no se quedan ahí, porque Whedon quiere ir más allá y adentrarse en terrenos del metalenguaje, incidiendo en cómo un personaje como Buffy jamás podría tener una vida normal debido a su “misión” como guerrera (sin siquiera poder enterrar en paz a su progenitora) atravesando los límites de la ficción narrativa reflexionando sobre toerías metafísicas o filosóficas. Por el camino tenemos una realización técnica minimalista, exquisita, sutil, con una puesta en escena medida, concienzuda, juegos de espejos brillantes y un último plano de una mano intentando tocar un cuerpo inerte que cierra una de las muestras de calidad televisiva más grandes que dio el siglo pasado. Una obra maestra con todas las letras.


6×07 Once More With Feeling Aunque la sexta temporada me parezca la peor de Buffy Cazavampiros sería una afirmación necia negar que contiene algunos episodios remarcables, uno de ellos, el séptimo, es considerado por el grueso del fandom aficionado a las correrías del personaje el mejor de todo el trayecto del show. Hablo como no podía ser menos de Once More With Feeling, el célebre “ecapítulo musical” en el que todo el casting del programa bailaba y cantaba. Evidentemente estando detrás de la idea un Joss Whedon en labores de guionista, director, productor y compositor o letrista el invento no iba a quedar en un simple episodio con temas y coregorafías pegadizas. De modo que el creador de la serie puso la alfombra roja (es el único capítulo rodado en formato panorámico y estética cinematográfica) para que, de manera totalmente justificada en la trama, sus actores dieran el do de pecho con temas inolvidables como I Walk through the Fire, Rest in Peace, Standing o I’ll Never Tell que no sólo definían la situación actual de los protagonistas en el mismo momento en el que las interpretaban, sino que también permitía a la trama evolucionar marcando un punto de no retorno importante en el devenir de la serie. Dentro del un reparto inusualmente dotado para el canto (se perciben los retoques en el estudio en varios temas, no lo podemos negar) debemos destacar el enorme talento de unos Anthony Stewart Head y Amber Benson a los que se les notaban las tablas previas y un Hinton Battle superlativo como el villano Sweet. Otra joya catódica con la que Joss Whedon rompió esquemas y ofreció un puñado de composiciones que incluso se recopilaron en un disco que se vendió bastante bien en su época.


7×22 Chosen Un episodio llamado Chosen, sin artículo de ningún tipo delante, puso punto y final a la andadura catódica de Buffy Summers. Con esta última entrega escrita y dirigida, una vez más, por Joss Whedon se dieron la mano todas las señas de identidad que definieron Buffy Cazavampiros desde su arranque. La acción, el humor, el drama, las monstruosidades sobrenaturales, el amor, el odio, el sentimiento de comunidad y el trabajo en equipo para conseguir metas inalcanzables, todo el ideario del programa se condensó en estos poco más de cuarenta minutos que no hicieron más que confirmar el especial cariño que el autor pelirrojo siente por los personajes femeninos y su afán porque los mismos puedan ocupar puestos antaño sólo ejercidos por hombres. Mirando siempre al futuro, pero sin dejar de volver la cabeza hacia el pasado, la sonrisa en la boca de Buffy Summers nos despide de una obra que fue parte importante de la vida de aquellos que la seguimos religiosamente durante su emisión.

Evidentemente hay muchos más capítulos memorables en Buffy Cazavampiros y aunque he seguido estrictatamente la regla de seleccionar uno por temporada me veo en la obligación de mencionar otros que merecían también estar en el Top. Dentro de las menciones de honor tenemos las dos entregas de Becoming, que desembocan en el asesinato de Ángel por parte de Buffy, Amend en el que conocemos el origen vampírico del rol de David Boreanaz, el díptico formado por Graduation Day con la batalla final contra Richard Wilkins, Where The Wild Things Are y su trama central con Buffy y Riley manteniendo relaciones sexuales continuadas ajenos al horror que acontece a su alrededor, Restless, que supone uno de los mejores homenajes dentro de la ficción que se han hecho al universo de David Lynch (y con referencias divertidísimas a Apocalipsis Now con Xander ocupando el lugar del Capitán Willard de Martin Sheen) Fool For Love y sus flashbacks con Spike eliminando a dos Cazadoras de vampiros, The Gift, con la muerte de Buffy tras dar su vida después de vencer a Glory, Normal Again, en el que se dejaba vislumbrar que todos los hechos sobrenaturales acontecidos en Sunnydale eran producto de la imaginación de Buffy que se encontraba encerrada en una institución mental o Dirty Girls, posiblemente el episodio favorito de un servidor (escrito por el hoy muy cotizado Drew Goddard) con la presencia del brutal Caleb de Nathan Fillion y el combate en la bodega con el que destroza al grupo formado por Buffy, sus compañeros (la secuencia relacionada con Xander no se olvida fácilmente) y las cazadoras potenciales, podrían haber entrado con todo merecimiento en nuestro Top 7, pero hemos tratado de hacer criba, ya que de lo contrario nos habríamos encontrado una lista enorme de episodios recuperables y reivindicables.


Valoración personal y general

Como se habrá podido dilucidar a lo largo y ancho de este artículo siento un especial cariño por esta serie con la que Joss Whedon enamoró a todo tipo de espectadores, rompió tabúes hasta ese momento intocables en la televisión generalista americana dirigida a todos los públicos (homosexualidad, violencia de género, la pérdida de seres queridos) y todo sin hacer desaparecer el contexto de género en el que fue construyendo poco a poco un producto de culto cuya influencia sigue presente hoy día influenciando a otros shows televisivos y despertando recuerdos cariñosos por parte de todo su reparto este año en el que se ha cumplido el veinte aniversario de su nacimiento. Ya en el plano personal lo curioso es que Buffy he Vampire Slayer cambió mi vida en el sentido más amplio de la palabra, ya que debido a la afición que sentía por ella comencé a moverme por foros y webs relacionadas con la creación del autor de Los Vengadores: La Era de Ultrón y gracias a ello conocí a personas que han acabado siendo amigos indispensables en mi vida, compañeros con los que he compartido escapadas, quedadas, risas, llantos y altibajos dignos de la Scooby Gang formada por los personajes que poblaron la serie. Puede haberlas mejores, de más calidad o que hayan dejado incluso más huella dentro de la televisión contemporánea, pero ningún otro programa nacido en la pequeña pantalla me ha ofrecido tanto como aquel en el que Buffy Summers nos enseñó que no hay nada imposible con una pequeña ayuda de nuestros amigos.


martes, 23 de agosto de 2016

Mucho Ruido y Pocas Nueces, crazy little thing called love



Título Original Much Ado About Nothing (2012)
Director Joss Whedon
Guión Joss Whedon, basado en la obra de William Shakespeare
Actores Amy Acker, Alexis Denisof, Nathan Fillion, Clark Gregg, Reed Diamond, Fran Kranz, Jillian Morgese, Sean Maher, Spencer Treat Clark, Riki Lindhome, Ashley Johnson, Emma Bates, Tom Lenk, Brian McElhaney, Joshua Zar, Paul M. Meston, Romy Rosemont







Los que conocemos con un mínimo de profundidad la carrera del guionista, productor, cineasta y actor ocasional Joss Whedon sabemos de su predilección por rodearse de amigos cercanos a la hora de realizar no pocos de sus proyectos de ficción. A lo largo de los rodajes de series como Buffy Cazavampiros, Ángel, Firefly o Dollhouse el director de Serenity fue estrechando lazos con, sobre todo, actores como Alexis Denisof, Amy Acker, Nathan Fillion, Alan Tudyk, Sean Maher, Tom Lenk o Frank Krantz, varios de ellos presentes en el largometraje del que vamos a hablar a continuación que se rodó justo después de que su autor finalizara la producción de Los Vengadores revelándose como el lado opuesto de aquella superproducción auspiciada por Marvel Studios que se convirtió en una de las películas más taquilleras de la historia del cine.




El origen de Mucho Ruído y Pocas Nueces viene del año 2002, en aquella época Joss Whedon y su esposa Kai Cole invitaban a sus mejores amigos actores a casa para allí recitar algunas de las obras más famosas escritas por William Shakespeare por simple diversión. Esta fue la semilla de esta nueva adaptación de Much Ado About Nothing que es abordada por su autor de manera totalmente opuesta a como Kenneth Brannagh lo hizo con la suya en 1993. Durante aquellas sesiones el director de Los Vengadores: La Era de Ultrón percibió que los dos actores que mejor se desenvolvían con la prosa del bardo eran Alexis Denisof y Amy Acker, intérperetes que habían colaborado con él, principalmente, en la serie Ángel, el spin off de Buffy Cazavampiros protagonizado por David Boreanaz (Bones), de modo que ellos fueron los elegidos para dar vida a los Beatriz y Benedicto de esta revisión de la obra teatral al celuloide.




Don Pedro (Reed Diamond), su más destacado soldado Claudio (Frank Krantz) y su mejor amigo Benedicto (Alexis Denisof) vuelven a la ciudad de Mesina tras librar encarnizadas batallas, a ellos les acompaña Don Juan, el vil hermano de Don Pedro (Sean Maher) recientemente reconciliado con este. Allí son recibidos por Leonato (Clark Gregg) el gobernador de la ciudad, que vive con su hija Hero (Jillian Morgese) y su sobrina Beatriz (Amy Acker). Al poco de llegar al lugar Claudio comenzará a sentir un irrefrenable amor por Hero, a la que intentará conquistar, con modos más bien poco ortodoxos, para contraer matrimonio con ella y Benedicto comenzará a intercambiar hostilidades verbales con Beatriz con la que en apariencia no parece llevarse nada bien, pero de la que está locamente enamorado, sentimiento que ella comparte con él en silencio ya que previamente habían sido amantes de una noche. Mientras los allegados a los cuatro jóvenes tratarán de hacer lo posible para que las dos parejas tomen forma el malvado Don Juan ideará otros planes no tan altruistas para intentar abocar al fracasa tan felices gestas sentimentales.




Mucho Ruido y Pocas Nueces se adscribe a esas adaptaciones de escritos de William Shakespeare que se trasladan temporalmente a la actualidad. Ricardo III, Romeo + Julieta, Hamlet o más recientemente Coriolanus llevan la prosa del escritor inglés a la contemporaneidad y no siempre aciertan con ello, mismamente un servidor no soporta la cinta de Baz Luhrmann portagonizada por Leonardo DiCaprio y Claire Daines, pero en su momento se enamoró del Hamlet de Michael Almereyda interpretado por Ethan Hawke. Por suerte el tercer film como director de Joss Whedon elude la pompa y los grandes presupuestos para revelarse como una modesta cinta rodada en blanco y negro, en sólo doce días y utilizando la casa del director y su esposa como única localización. El resultado es una deliciosa adaptación de la obra teatral del autor de Macbeth u Othelo cuya sencillez en la puesta en escena y guión ágil permite que el elenco de intérpretes dé lo mejor de sí mismo para convertir la obra en una verdadera historia de personajes.




Este largometraje de 2012 nadie diría que fue realizado como un producto entre colegas rodado en pocos días y con medios más bien escasos. La Much Ado About Nothing de Joss Whedon es una cinta elegante, un producto exquisito con unos actores en estado de gracia que consiguen sacar todo el partido a uno de los libretos más ágiles, divertidos y cómicos de Shakespeare.El reparto al completo se mimetiza al máximo con la elocuencia del guión y en ningún momento chirría el uso del tipo de lenguaje shakespiriano en pleno siglo XXI gracias a la naturalidad que todos saben imprimir a sus roles. En este sentido Joss Whedon puede explotar la que, junto a su timing para la comedia, es su mayor virtud como narrador, su excelente control de la dirección de actores. El guionista de Astonishing X-Men ama a sus intérpretes y ellos se sienten totalmente implicados con su visión, por eso esta pequeña pieza supuso un bálsamo para él después de realizar Los Vengadores una cinta en la que primaba la acción y los efectos especiales.




Pero no sólo a la hora de guiar a su equipo artístico por la senda más adecuada hace competentemente su trabajo Joss Whedon, ya que su puesta en escena, su manera de encuadrar y colocar la cámara en el lugar más adecuado (algo que en este caso nadie podía hacer mejor que él, si tenemos en cuenta que el rodaje tuvo lugar en su preciosa casa) se unen a otras labores ejercidas por él como el montaje, la composición de una sencilla pero efectiva banda sonora y por supuesto la escritura de un libreto terriblemente fiel no sólo al texto que toma como base sino al espíritu y la idiosincrasia del mismo. El cometido del co guionista de Toy Story en todos estos apartados de la obra es el que inyecta en la misma una exquisitez formal y conceptual que en todo momento se dejan notar en pantalla y que en última instancia el reparto lleva a niveles más altos gracias a su labor conjunta delante de las cámaras y a fe del que aquí suscribe que lo consigue.




Todos los actores de Mucho Ruido y Pocas Nueces están a la altura de las circunstancias, se nota que conocen la obra de Shakespeare y transmiten con verismo lo que este escribió en papel. Esto se deja notar en la excelente labor de Nathan Fillion y Tom Lenk como los descacharrantes Dogberry y Verges, la entrega de Reed Diamond o Frank Krantz como Don Pedro y Claudio, la malicia de Sean Maher como Don Juan, la dignidad de Clark Gregg como Leonato o la etérea belleza de la debutante Jillian Morgese dando vida a Hero, pero son los protagonistas los que hacen una labor mayúscula con sus roles. De Alexis Denisof un servidor poco puede decir más, sus trabajos como Wesley Wyndam-Pryce en Ángel o sus decacharrantes apariciones como Sandy Rivers en Cómo Conocí a Vuestra Madre nos muestran a uno de los actores más infravalorados y desaprovechados del Hollywood actual, pero lo de Amy Acker es toda una sorpresa, no sólo por el talento desatado que muestra recitando unos diálogos que en malas manos podrían ser el colmo de la impostura sino porque su desparpajo, bellaza natural y encanto dejan entrever una potencial actriz cómica y teatral que todavía no ha sido explotada.




Mucho Ruido y Pocas Nueces es una muestra más de la versatilidad de este hombre renacentista en pleno siglo XXI llamado Joss Whedon. Un autor que tan pronto caza vampiros, como surca la galaxia con un western al más puro estilo space opera o se codea con los héroes más poderosos del planeta nacidos en el seno de Marvel. La presente cinta nos confirma que también puede ser un excelente adaptador de la obra de Shakespeare amalgamando el estilo de este con la ligereza para la comedia de enredo propia de Woody Allen (no sé qué hace este hombre que todavía no ha llamado a Amy Acker para que protagonice una de sus cintas) pero marcando a fuego su impronta como uno de los creadores de ficción que más aman su trabajo en la actualidad. No hay más que ver cómo afirma en el audiocomentario del bluray de la obra que aquí comentamos que eligió a los dos actores protagonistas, entre otros motivos, porque quería darle a Wesley y Fred (los roles que ambos interpretaron en la serie Ángel) el final feliz que no tuvieron en aquel spin off de Buffy Cazavampiros. Joss siempre será uno de los nuestros y por suerte nada cambiará eso.



sábado, 9 de mayo de 2015

Los Vengadores: La Era de Ultrón



Título Original The Avengers: Age of Ultron (2015)
Director Joss Whedon
Guión Joss Whedon basado en los cómics de Stan Lee y Jack Kirby
Actores Robert Downey Jr, Chris Evans, Scarlett Johanson, Mark Ruffallo, Jeremmy Renner, Chris Hemsworth, Samuel L. Jackson, Cobie Smulders, Paul Bettany, Elizaberh Olsen, Aaron Taylor-Johnson, Anthony Mackie, Don Cheadle, Idris Elba, Andy Serkis, Thomas Kertschman, Haley Atwell, James Spader, Alexis Denisof, Josh Brolin, Claudia Kim, Stan Lee






Tres años después del descomunal éxito que supuso Los Vengadores, Joss Whedon vuelve a ponerse al mando de la nueva entrega de los héroes más poderosos del mundo para ofrecer el penúltimo producto fílmico (el último será Ant-Man, de Peyton Reed, que verá la luz este mismo año) de la Fase 2 del universo cinematográfico creado por la productora Marvel Studios. Poco más de una semana después de su estreno Los Vengadores: La Era de Ultrón ha batido records de taquilla a nivel mundial, aunque sin superar a su predecesora, y ha agradado considerablemente a la crítica, no sin motivo. Tratando de no incidiro mucho, en la medida de lo posible, la estúpida polémica sobre el supuesto sexismo de Joss Whedon en el largometraje y los problemas de este último con Marvel y Disney, un servidor va a tratar de abordar esta crítica en un plano estrictamente cinematográfico, hablando de las muchas virtudes y pocos defectos de la última entrega en pantalla grande de la Casa de las Ideas.




Aunque pueda parecerlo por tomar su nombre Los Vengadores: La Era de Ultrón no adapta la famosa saga escrita por Brian Michael Bendis y dibujada por Bryan Hitch o el español Carlos Pacheco entre otros, sino que, utilizando como enemigo principal de los protagonistas al famoso robot genocida, extrapola características de las historias más célebres protagonizafas por la creación de Hank Pym (Tony Stark en la trama del largometraje que nos ocupa) para condensarlas en la interesantísima visión que el creador de Buffy Cazavampiros o Firefly da del famoso personaje. Pero este sólo es uno de los sólidos pilares sobre los que se solidifica este nuevo monumento al celuloide de entretenimiento bien entendido realizado y ejecutado para dar al espectador casi dos horas y media de fruición cinematográfica de primer orden que sin abrazar ningún tipo de pretensión y teniendo en cuenta que forma parte de un restrictivo universo fílmico cada vez más cohesionado ofrece una muestra de lo que es capaz Joss Whedon como narrador hasta cuando trabaja bajo la presión de unos productores que en ocasiones eran más enemigos que aliados.




Los Vengadores: La Era de Ultrón no se anda con medias tintas ni paños calientes y se abre con el émulo en pantalla grande de lo que sería un número Giant Size de los personajes en cómics. El ataque al cuartel genera del Barón Von Strucker (Thomas Kertschman) que sirve de prólogo al largometraje pone las cartas sobre la mesa para que Joss Whedon nos meta en el ojo del huracán desde los primeros minutos de metraje con unas secuencias de acción brutales (lo de la moto del Capitán América es una deliciosa sobrada) que culminan con un travelling trucado protagonizado por todos los personajes principales que sirve como inmediata respuesta o contrapunto al que culminaba la batalla contra los chitauri en New York en la primera entrega. Este puñetazo en la mesa por parte del creador de Dollhouse nos deja claro que los Vengadores están de vuelta y con más fuerza que nunca.




Esta ejemplar presentación que no da respiro también tiene sus carencias ya que al comenzar el film de esta manera se obvian prácticamente todas las consecuencias del resto de films de la Fase 2 de Marvel Studios ya que no sabemos cómo vuelve Tony Stark a recuperar sus armaduras teniendo en cuenta que las destruyó en Iron Man 3 o en qué situación se encuentran el Capitán América y la Viuda Negra con respecto a SHIELD después de lo acontecido en Capitán América: El Soldado de Invierno. Este fallo, que podria acentuar el hecho de que la tijera ha trabajado horas extra en la sala de montaje del largometraje, da un tono muy de cómic al conjunto de la película para eludir tener que transitar caminos que puedan transmitir una sensación de retoricismo con el fin de aburrir o molestar a un espectador que al ya conocer a los personajes sólo los quiere ver interactuar los unos con los otros y enfrentarse a un enemigo a la altura.




El final del prólogo con la visión de Tony Stark (que recuerda considerablemente a la más mítica portada del crossover ochentero Inferno, protagonizado por los mutantes de Marvel) también confirma que, siempre dentro de un entendimiento total del sense of wonder de corte más superheróico, esta Los Vengadores: La Era de Ultrón va a ser una cinta considerablemente más oscura y crepuscular que su predecesora de 2012. Aquí entra en escena un personaje de vital importancia como Wanda Maximoff, la Bruja Escarlata (Elizabeth Olsen) sometida junto a su hermano Pietro, Mercurio (Aaron Taylor-Johnson) a experimentos inhumanos por Von Strucker. Dicho rol (mutante al igual que su hermano y ambos dos hijos de Erik Lensher, Magneto, algo que en el film que nos ocupa se obvia por derechos de autor) utiliza sus poderes de hechicería para intentar que todos los miembros de los Vengadores se enfrenten a los mayores temores de su pasado o futuro, excusa narrativa por parte de Joss Whedon que le permite ahondar un poco más en la personalidad de sus criaturas para que en pantalla vayamos conociendo algo más de sus traumas y fantasmas ocultos.




Esta idea tan efectiva como poco novedosa no sólo permite, como hemos mencionado, al guionista y director diseccionar un poco más la mente de sus personajes sino también abrir nuevas tramas para dar el primer paso con respecto a lo que en un futuro serán Thor: Ragnarok o Capitán América: Civil War, aunque ello haya producido al cineasta algún quebradero de cabeza con los jefazos de Marvel Studio. En este sentido y refiriéndonos a el estudio de personajes parece como si Whedon quisiera enmendar que en la primera entrega de los Vengadores Ojo de Halcón y la Viuda Negra fueron los personajes más arrinconados y aquí les da un peso más que considerable acentuando los dilemas por los que pasa Clint Burton al ser consciente de que es un simple humano rodeado de supersoldados, genios de la robótica o semidioses y regalando a Natashan Romanov una relación sentimental con Bruce Banner magníficamente llevada (el detalle de la nana es brillante y un homenaje a clásicos como King-Kong o Frankenstein) que la hace más cercana y humana, no dejando de ser nunca una guerrera que puede valerse por sí misma en la tradición de otros personajes femeninos de Joss Whedon como Buffy Summer, River Tam o Ech , aunque cierto sector del púbico tan ignorante como cerril no ha sabido o querido verlo.




Los personajes ya los conocíamos de anteriores films de Marvel Studios, pero Whedon todavía quiere alternar acción de primera calidad con escenas de dosificada introspección para que cuando más vulnerables veamos a los protagonistas aparezca ese Ultrón que entra por derecho propio al panteón de enemigos cinematográficos Marvel más letales para machacarlos física y psicológicamente. Los que conocemos a Joss Whedon sabemos que a la hora de perfilar personajes de villanos el resultado son roles llenos de carisma, crueldad y humor negro que en la mayoría de ocasiones eclipsan a sus némesis en pantalla grande o pequeña. El Ultrón del autor de Astonishing X-Men no es sólo una máquina homicida, es una entidad con ambición, capaz de sentir desconcierto, ira, dudas e incluso utilizar la ironía (lo de que no puede vomitar físicamente para hablar del asco que le produce Tony Stark me hizo carcajearme en el cine) o evolucionar recordando en términos conceptuales y estéticos al memorable robot militar Adam de la cuarta temporada de Buffy Cazavampiros.




Pero si en cuanto a personajes la aparición de Bruja Escarlata y Mercurio se revelaba como la gran novedad en cuanto a incorporaciones a los Vengadores es la no demasiada oculta inclusión en el grupo de la Visión la que ofrece algunos de los mejores pasajes de la velada. Con un génesis que varía considerablemente al de los cómics, pero con la misma rotundidad física y reflexión psicológica del personaje que habitaba aquellos, la versión que Joss Whedon y Paul Bettany dan del mítico robot creado y reinventado por el guionista Roy Thomas es de sobresaliente, exponiendo en pantalla a una inteligencia artificial de pureza casi mesiánica que cuando se convierte en un miembro más del equipo comandado por Steve Rogers ofrece algunos de los pasajes más intensos y técnicamente brillantes de un producto como Los Vengadores: La Era de Ultrón. El actor de Master and Commander o Dogville hace suyo al androide que todos conocemos de las viñetas aunque se tomen licencias con respecto a su historia e idiosincrasia y lo extrapola a la pantalla como pocos lo hubieran conseguido en su lugar.




Después de afirnar que a pesar de encontrarnos ante un blockbuster para reventar taquillas Joss Whedon se preocupa por sus personajes no vamos a eludir que los mejores momentos, las situaciones más destacadas y los pasajes que se quedan grabados en la retina del espectador al ver Los Vengadores: La Era de Ultrón son los de acción que una vez más son sencillamente avasalladores. Sirva como ejemplo el ya mencionada arranque del film que por muy bien ejecutado que esté palidece ante la brutal pelea entre Hulk y la armadura Hulkbuster, diseñada por el mismo Bruce Banner al alimón con Tony Stark y portada por este último. En esa frenética coreografía de caos y destrucción Joss Whedon y su equipo técnico dan lo mejor de sí mismos usando sabiamente un exceso de efectos digitales que en manos de otro director no hubieran transmitido nada más que vacuidad y que en las suyas exhalan solidez y realismo en todos y cada uno de sus fotogramas.




Pero como colofón en cuanto a secuencias de alto voltaje cabría mencionar el asedio al que el ejército de Ultrón somete a los protagonistas cuando tratan de evitar la caida de la ciudad de Sokovia una vez el villano la ha puesto en órbita. Allí debajo de la cúpula de la iglesia derruida, Joss Whedon ofrece la secuencia de acción más espectacular de todos los films de Marvel Studios, cohesionando prfectamente el uso de los CGI con un ballet de marcada fisicidad en slow motion en el que todos y cada uno de los personajes dan lo mejor de sí mismos y que tiene su culmen en el ataque a tres entre la Visión, Thor y Iron Man a Ultrón que parece una enorme splash page salida de la mano de ilustradores como Steve McNiven, Jerome Opeña o Stuart Immonen. Todo un derroche de técnica que el fan de los cómics disfruta como si volviera a tener diez años de edad y con el que queda totalmente extasiado.




Por el camino y a pesar de la presión de los productores en Los Vengadores: La Era de Ultrón podemos detectar, más que en la primera entrega, el sello de Joss Whedon, aunque considerablemente atenuado. Su sentido del trabajo en equipo sigue ahí, pero también su afán por diseccionar dicho grupo por mediación de los miedos e inseguridades de sus miembros, la presencia de, como hemos mencionado previamente, villanos carismáticos con los que en ocasiones hasta estamos de acuerdo  respecto a sus diabólicas intenciones, héroes caídos en decadencia por traumas del pasado, la sombra de organizaciones gubernamentales vigilando a los protagonistas (como la Iniciativa de la ya citada cuarta temporada de Buffy Cazavampiros, la Dollhouse de la serie homínima o la Alianza de Firefly y Serenity) y sobre todo el humor made in Whedon, que para el que suscribe siempre ha sido su mayor virtud como narrador y que en esta ocasión encuentra en las bromas de Tony Stark y la sorna de Thor sus mejores aliados.




Seamos claros, Los Vengadores: La Era de Ultrón es una entrega de Marvel Studios y como tal no puede meterse en terrenos inexplorados o experimentales tratando de ofrecer algo que los productores no quieren regalar a la platea, esa evolución a la que apela el mismo Ultrón en varias ocasiones durante el metraje. Al igual que los editores de los cómics de Marvel (y si me apuran también los de DC) no quieren que personajes que llevan décadas funcionando cambien un sólo ápice por si la sobreexplotada gallina de los huevos de oro deja de proporcionar dividendos. Por eso, y aunque algunos guionistas han tratado de cambiarlo, Spiderman siempre será un eterno adolescente y soltero, Batman un vigilante atormentado por la muerte de sus padres, los X-Men temidos y odiados, Superman el defensor inmaculado de la verdad, la justicia y el estilo de vida americano y los Vengadores los héroes más grandes del mundo.




Pero dentro de ese encorsetamiento formal y conceptual y al igual que la primera entrega de 2012 Los Vengadores: La Era de Ultrón es una muestra de lo mejor que puede ofrecer el cine comercial de Hollywood en pleno siglo XXI. Un producto de evasión dirigido a todos los públicos que ofrece diversión, frenetismo bien entendido, personajes creíbles dentro de un mundo paralelo al nuestro en el que todo puede pasar, comedia, romance, guiños al mundo de los cómics, actores de buen ver vistiendo sus mejores galas superheróicas y un director que sin poder ser él mismo al 100% ofrece un trabajo de orfebreria comercial que para sí lo quisieran los Zack Snyder, Michael Bay o Peter Berg de turno. Demostrando que es un enamorado de su trabajo y que idolatra a unos personajes de Marvel a los que considera suyos durante el tiempo en el que le dejan jugar con ellos.




Para finalizar y en un vano intento por conseguir que aquellos que van de progresistas y luchadores de causas importantes no se conviertan en radicalistas trasnochados que poco entienden de feminismo, misogionia o racismo (sí, también han llamado racista al director del largometraje) les recomiendo encarecidamente que traten de, no ya analizar, sino visualizar la obra previa a Los Vengadores: La Era de Ultrón de Joss Whedon. Allí conocerán a maravillosos personajes de ficción como Buffy Summers, Willow Rosenberg, Faith Lehane, Inara Serra, River Tam, Kaylee Frye, Zoë Washburn, mujeres hechas a sí mismas, que eligen qué hacer o no con su cuerpo y sexualidad o tomar las riendas de su vida sin depender de nadie para sentirse realizadas o sobrevivir. Mujeres adscritas a la ficción forjada en géneros como el terror, la ciencia ficción o la comedia que son un reflejo de todo lo que en el mundo real pueden llegar a ser nuestras madres, hermanas, sobrinas, abuelas, hijas, novias o esposas siempre desde la visión de un hombre que no entiende la igualdad como un concepto sino como una necesidad, como muchos otros de su mismo género pensamos y defendemos.