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viernes, 8 de diciembre de 2017

Outrage 2, el camino del samurai



Título Original Outrage Beyond/Autoreiji Biyondo (2012)
Director Takeshi Kitano
Guión Takeshi Kitano
Reparto Beat Takeshi, Toshiyuki Nishida, Tomokazu Miura, Ryo Kase, Hideo Nakano, Yutaka Matsushige, Fumiyo Kohinata, Katsunori Takahashi, Kenta Kiritani, Hirofumi Arai, Sansei Shiomi,  Akira Nakao, Shigeru Koyama





Después de lo que se conoció como la "Trilogía Surrealista" formada por Takeshis', Glory to the Filmamaker y Aquiles y la Tortuga en la que reflexionaba sobre su estatus como cineasta de culto, persona pública o pintor frustrado el nipón Takeshi Kitano volvió inesperadamente al género que le dio la fama y al que había criticado con mucha sorna en los films previamente citados, el yakuza eiga. Outrage regresaba a los terrenos de Violent Cop o Brother, pero eludía casi cualquier tipo de trascendencia formal o narrativa, esa que vimos en otras de sus producciones centradas en la mafia japonesa, pero en las que experimentaba con la mixtura de otros géneros como la comedia (Sonatine) o el drama (Hana-Bi: Flores de Fuego). De modo que el resultado fue una excelente propuesta 100% Takisha Kitano, pero con una clara inclinación por la comercialidad y la autocomplacencia alejada de todo tipo de riesgo o experimentación.




Posteriormente a su buena acogida en el festival de Cannes donde tuvo su puesta de largo internacional, el considerable éxito de taquilla y las buenas palabras de la prensa especializada en líneas generales Takeshi Kitano aprovechó para centrar su siguiente proyecto en rodar una secuela de esta Outrage de 2010. Evidentemente esta elección mostraba una, hasta ese momento, desconocida faceta comercial por parte del director de Dolls, aunque poco se le podía echar en cara después del triple salto mortal y suicidio artístico que habían supuesto los films que dieron forma a su ya citada trilogía de la pasada década. De este modo Kitano volvió a rodearse del reparto, superviviente, de la primera entrega y su equipo habitual formado por el director de fotografía Katsumi Yanagijma, el compositor Keiichi Suzukiy o el respaldo de Bandai Visual Company y su propia productora Office Kitano.




Lo interesante en este aspecto es que al hablar de un talento indomable como el de Takeshi Kitano no podemos dar nada por sentado y dentro de la autocomplacencia con la que abordó esta Outrage Beyond en cierta manera se desmarcó de la estructuración de la primera entrega para acercarse un poco más a algunos de los films que hemos mencionado previamente y en los que mezclaba otros géneros con el yakuza eiga. De este modo el autor de El Verano de Kikujiro daba continuación a un proyecto de naturaleza más liviana, pero acercándolo poco a poco a su discurso habitual en el que la mixtura de conceptos e identidades juegan un papel vital dentro de su personalidad como creador y esto es algo que se deja notar considerablemente en una secuela que en cierta manera quiete tomar una entidad propia que a su vez es coherente con el discurso de su ideólogo.




La trama tiene lugar cinco años después de lo acontecido en la primera Outrage con Otomo (Takeshi Kitano) habiendo sobrevivido a su intento de asesinato justo cuando entró en prisión a manos de Kimura (Hideo Nakano) quien, una vez los dos abandonen su encarcelamiento, se convertirá posteriormente en su aliado para devolver a las familias a las que ambos pertenecían la posición relevante que merecen dentro del submundo del hampa nipón. Pero la situación privilegiada de Kato (Tomokazu Miura) como padrino, con la ayuda de segundo al mando  Ishihara (Ryo Kase), las manipulaciones del corrupto detective Kataoka (Fumiyo Kohinata) y la guerra entre las familias Sanno-kai y Hanabishi convertirán el regreso de los dos ex yakuas en un juego de muerte, traiciones y pólvora en el que nadie está a salvo.




Sin contar algún disparo de arma de fuego aislado una hora de metraje tarda Outrage 2 en poner en escena su primera escena violenta, algo que la diferencia de la primera entrega, si tenemos en cuenta que aquella a los cinco minutos de arrancar ya estaba escupiendo balas y hemoglobina. Pero como es lógico a lo largo de esos sesenta minutos de metraje no paran de acontecer situaciones en la trama escrita por un Takeshi Kitano que va colocando inteligentemente las piezas en el tablero con manipulaciones, traiciones, mentiras y juegos de poder. De ninguna manera el cineasta nipón se entrega al tono contemplativo y lírico de Hana-Bi: Flores de Fuego, pero sí se toma tiempo para construir su historia centrándose en la interacción de unos personajes con otros para en el resto del metraje volar por los aires la olla a presión en la que se estaba convirtiendo el relato.




De este modo Takeshi Kitano se mantiene fiel tanto a la esencia del yakuza eiga en el que se especializó desde los inicios de su carrera como autor, deudor de maestros como Seijun Suzuki (Tokyo Driffter) o Kinji Fukasaku (Street Mobster), y a la saga Outrage que él había construido en la anterior entrega de 2010, pero añadiendo apuntes conceptuales y narrativos que se acercan en cierta manera a una vertiente más intima de su propia idiosincrasia como creador. En el proceso, y al igual que con la primera parte, se deja influenciar de nuevo por autores adscritos al celuloide mafioso occidental como Francis Ford Coppola o Martin Scorsese a la hora de retratar el modus operandi del crimen organizado desde sus mismas entrañas pero siempre recurriendo a sus propias señas de identidad con un tono lacónico y contenido, golpes de un humor y arrebatos de violencia que resquebrajan los pasajes de más calma.




Como suele pasar en este tipo de producciones Kitano tira de habituales en cuanto al apartado artístico y mientras recupera a varios de los actores de la primera entrega ficha a algunos nuevos que se mimetizan perfectamente con los roles a los que tiene que dar vida. Su personaje de Otomo ha evolucionado más bien poco en cuanto a personalidad con respecto a la primera entrega y no se diferencia en casi nada de los yakuzas callados y letales a los que ha dado vida desde hace décadas en sus producciones adscritas a este subgénero. Dentro de los secundarios cobra especial relevancia Hideo Nakano como Kimura, que tuvo un rol muy episódico en la primera película que aquí es explotado con sabiduría por el actor compartiendo momentos memorables con el de Kitano creando entre ambos personajes una dinámica muy interesante sobre honor, lealtad y redención que da un trasfondo impecable a la obra.




A la espera del estreno español de Outrage Coda, la última entrega que cerrará, aparentemente, la trilogía y de la que Media3 Estudio ha comprado los derechos de distribución, sólo nos queda afirmar que esta Outrage Beyond es tan buena y efectiva como su predecesora de 2010, ofreciendo un material muy parecido al de aquella, pero presentado de manera diferente para que su autor inyecte cada vez más su discurso autoral dentro de una saga que poco a poco va abandonando la autcomplacencia y el acomodo innecesario. Es de recibo mencionar también que antes rodar esa próxima tercera parte Kitano se embarcó en otro proyecto adscrito al yakua eiga llamado Ryuzo and his Seven Henchmen, pero desde el punto de vista del "humor geriátrico" y cuya reseña tendrá cabida también en Transgresión Continua.



domingo, 30 de junio de 2013

Aquiles y la Tortuga, paint it black



Título Original Achilles to Kame (2008)
Director Takeshi Kitano
Guión Takeshi Kitano
Actores Beat Takeshi, Kanako Higuchi, Yurei Yanagi, Kumiko Aso, Akira Nakao, Reo Yoshioka, Susumu Terajima, Nao Omori, Yûrei Yanagi






Durante la década pasada y tras su mayor éxito de público, Zatoichi, el director, guionista, actor, humorista, presentador y showman Takeshi Kitano decidió dejar un poco de lado su cine policíaco sobre la yakuza japonesa para adentrarse por medio de la metaficción y los juegos de espejos en el mundo de la creación. Con la felliniana Takeshis' dio el primera paso, diseccionando su propia fama como figura pública y profesional ofreciendo un producto atípico pero coherente con su naturaleza entomológica. Dos años después dio un paso más allá adentrándose aún más en la autobiografía con la irregular Glory to the Filmmaker donde ya analizaba su propia obra como cineasta de manera tan autocrítica como descacharrante en la primera mitad pero adentrándose en derroteros demasiado surrealitas y cómicamente fallidos en la segunda.




Siguiendo esta senda abierta con los ya mencionados films pero abordando un tema distinto Kitano vuelve a hablar de sí mismo pero esta vez de una de sus facetas más desconocidas, la de pintor frustrado. El director de Violent Cop u Outrage ha sido desde su niñez un ferviente admirador de las artes pictóricas, pero sus dotes para la pintura son más bien escasas. Aunque nunca ha dejado de dedicarse a un mundo que incluso ama más que el catódico o el cinematográfico, es más, en la que sigue siendo su obra maestra como cineasta y para el que suscribe su mejor film, Hana-Bi: Flores de Fuego, cuadros salidos de su mano cobraban capital importancia en la trama central del largometraje. De modo que no era descabellado que algún día el nipón rindiera tributo a esta rama artística.




Machisu Kuramuchi lleva pintando desde que era un niño, pero el éxito nunca le ha llegado porque si bien su pasión por el arte de crear no tiene límites sus dotes como pintor no son las adecuadas para recibir el reconocimiento que busca desde su más tierna infancia. Pero ello nunca ha sido un obstáculo para Machisu, al que seguiremos a lo largo de toda su vida como pintor frustrado luchando contra familiares, marchantes aprovechados, profesores bohemios con ínfulas de genios o compañeros de estudio que llevan hasta límites insospechados su afán por el arte. Ya en su madurez nuestro protagonista encontrará complicidad en su mujer Sachiko que hará lo indecible para que su marido cumpla un sueño inalcanzable.




Aquiles y la Tortuga tiene varias lecturas como obra cinematográfica. La primera sería afirmar que es una carta de amor por parte de Takeshi Kitano al mundo de la pintura, pero en ese sentido más bien lo sería para los creadores, aquellas personas que dedican toda su vida al arte. Pero si miramos el cuadro desde lejos (el símil es adecuado, no lo neguéis) la antepenúltima cinta del director de Dolls es una oda universal a luchar por los sueños por muy inalcanzables que puedan llegar a ser. Pero hay una reflexión que va más allá, por que si bien el cineasta a pela a recurrir a la perseverancia, la paciencia y hasta la tozudez para llegar a metas determinadas su mensaje final es vitalista y positivo con respecto a las relaciones personales entre individuos más allá del tema central del film.




Hay a lo largo del metraje un cariño desmesurado no sólo por la pintura como concepto o por autores como los impresionistas franceses o las técnicas de expresionistas abstractos como el norteamericano Jackson Pollock o los trazos totémicos de su compatriota Jean-Michel Basquiat, también se aborda con una delectación de profundo lirismo los momentos en los que los artistas experimentan con las distintas maneras de crear arte por medio de lienzos, pinceles, utensilios o vehículos de todo tipo. Esta recurso visual (glorioso el plano cenital con el bate de beisbol destrozando los globos llenos de pintura) le sirven a Kitano para marcar una poética puesta en escena llena de planos de un acabado lógicamente pictórico que están dentro del cine más bello jamás rodado por el director de A Scene at the Sea.




Pero donde Aquiles y la Tortuga da lo mejor de sí misma como obra cinematográfica es cuando Kitano equilibra magistralmente el drama y la comedia por medio de una alternancia exquisita entre patetismo y comicidad desatada. Hay momentos en los que la carcajada es inevitable cuando vemos los métodos tan retorcidos que tiene Machisu para captar momentos cotidianos por medio de sus lienzos. Deberíamos destacar el del accidente, el del cuadro aplastado por el taladro del obrero de la construcción, el de la obra de matiz político sobre África con los huellas negras o el momento boxeador, pero me veo en la obligación de dar una mención especial a la secuencia de la bañera en la que el protagonista quiere poner su vida a límite para crear verdadero y espontaneo arte. Creo que hacía años, muchos años, que no me reía tanto con una escena de un largometraje, tanto como para estar casi al borde del ahogo, sólo ese pasaje ya hace que merezca la pena verse el film en su totalidad.




Estos momentos se alternan otros más duros en los que vemos como Machisu no sólo deja de lado a su propia familia en favor de su pasión por el arte, sino que también es capaz (de manera consciente o no) de hacerla sufrir lo indecible con tal de llegar a cumplir su cometido como creador. La escena cumbre dentro de esta vertiente sería sin lugar a dudas la del maquillaje en la morgue que desarma a un espectador que hasta ese momento había disfrutado con momentos de poderosa comicidad y que en esa parte del metraje se enfrenta a una de las escenas más duras (conceptualmente, ya que no hay imágenes de impacto, Aquiles y la Tortuga carece por completo de la violencia explícita tan propia de su autor) y simbólicas que ha dado la filmografía de Takeshi Kitano.




La puesta en escena es la habitual del director. Un mirada lírica y contemplativa de ritmo mesurado que esta vez no es resquebrajado por momentos de brutal violencia sino por pasajes de una comicidad entre gamberra e inteligente que nos retrotraen al mítico programa creado por el mismo Kitano en los años 80 para le televisión nipona, Takeshi's Castle (Humor Amarillo aquí en España). Los actores entregados al humor desatado o el drama contenido si el cineasta lo requiere y el mismo director, guionista e intérprete dando vida a una de sus criaturas calladas, apocadas y con mirada de mapache triste que dice más con sus actos físicos que con su palabras, que son pocas o casi ninguna, recordemos que el mismo autor ha reconocido que es penoso para memorizar los textos, de ahí que sus personajes casi no hablen en sus largometrajes.




Con Aquiles y la Tortuga Takeshi Kitano una vez más se abre el pecho para hablarnos de sus glorías y miserias como creador e individuo aunque esta vez ahondando en una faceta que sus seguidores conocíamos sólo de oidas y que aquí es expuesta en una desnudez del todo encomiáble que convierte a esta producción de 2008 no en una de sus mejores obras (esta lejos de serlo teniendo que enfrentarse con cosas como El Verano de Kikujiro o Brother) pero sí junto a Takeshis' y Glory to the Filmmaker la más sincera y consecuente consigo misma y la más destacada de esa trilogía metatextual y autobiográfica que se sacó de la manga la década pasada cuando empezó a dudar de sus dotes como narrador cinematográfico, esas que un servidor sabe a ciencia cierta que dificilmente perderá algún día.


martes, 29 de enero de 2013

Outrage, pura formalidad



Título Original Outrage - Autoreiji (2010)
Director Takeshi Kitano
Guión Takeshi Kitano
Actores Beat Takeshi (Takeshi Kitano), Tomokazu Miura, Kippei Shiina, Ryo Kase, Soichiro Kitamura, Renji Ishibashi, Jun Kunimura






Son ilimitados los niveles de regocijo experimentados por un servidor al ver cómo Takeshi Kitano vuelve al cine que le dio la fama en labores de cineasta tras haberse reído en Takeshi's y Glory to the Filmmaker de que sus fans se lo pidieran hasta la extenuación. No se sabe si es una elección digna de un genio dentro de su carrera como director o un ejercicio de (auto)complacencia para dejar satisfechos a todos los que adoramos su visión de la yakuza japonesa (mafia del país nipón). Finalmente poco importa, para bien o para mal aquí está el Kitano más reconocible, el que le dio reconocimiento internacional y nos regaló films magníficos sobre el mundo del hampa en la tierra del sol naciente.




Alejado de los experimientos fellinianos de sus últimos trabajos Kitano vuelve al mundo de los criminales y asesinos que le vio nacer como cineasta. La trama es harto sencilla en esta mezcla entre su magnífica ópera prima Violent Cop y su reivindicable trabajo en Estados Unidos, Brother. Tres familias de la yakuza japonesa se enfrentan por ganar los favores del Padrino que controla los negocios sucios de la zona. Las rencillas, el honor, los lazos familiares, las traiciones internas y la muerte se cruzan en un mismo trayecto donde nadie es lo que parece y no hay lugar para las reglas o la compasión.




Outrage es una de las cintas más autocomplacientes de la filmografía de Kitano, porque si bien una vez más la mafia de su país es la protagonista del largometraje nada de la experimentación de argumento en off de la fallida Sonatine o del lirismo pictórico de la magistral Hana-Bi (obras que también nos narraban vivencias de miembros de la yakuza) hay en ella a lo largo de su metraje. En su penúltima producción el director de Kids Returns va a lo sencillo, una thriller criminal sin trasfondos filosóficos ni florituras argumentales directo y a la yugular, inteligentemente planteado, ejecutado y con su inconfundible sello autoral.




En Outrage están las constantes habituales que son marca de la casa de los trabajos de la productora Office Kitano. Violencia explícita irrumpiendo en pasajes de serenidad total; un tempo llevado con buen pulso; planos largos en cuyos encuadres suceden más cosas de las que parecen a primera vista; unos actores que parecen nacidos para realizar este tipo de papeles porque saben mostrarse en pantalla como asesinos de gatillo fácil engreídos y con comportamientos dignos de psicópatas y un Takeshi Kitano como protagonista que vuelve a recurrir a su inexpresividad habitual (aquella que le venía de serie y no de su grave accidente de motocicleta como algunos piensan, aunque este la acentuó) y escasos diálogos. Recurso que muchos han tomado como reivindicación de los héroes callados y solitarios de Jean Pierre Melville pero que tiene una explicación menos cinéfila y más realista. Beat Takeshi es pésimo para aprenderse sus propiso guiones.




Con aquella ya lejana Violent Cop que puso a Kitano en el punto de mira del cine internacional abordando un tipo de cine con personalidad propia (de la que se alimentarían realizadores como el norteamericano Quentin Tarantino para dar forma a sus producciones cinematográficas) Outrage comparte el retrato bastante duro y políticamente incorrecto de las fuerzas de la ley japonesas. Los agentes de policía que retrata el director son individuos entregados a una corrupción total y que negocian con la yakuza para sacar un copioso sobresueldo dentro de puestos que se heredan de unos oficales a otros, recibiendo estos con toda la normalidad del mundo los chantajes de los capos mafiosos.




Aunque esta vez también se despacha a gusto Kitano con la yakuza japonesa, ya que Outrage es la película en la que peor imagen da de estos hampones de ojos rasgados de métodos expeditivos y crueldad inhumana. En ese sentido hay ecos de Brother, pero en aquella había una visión más idealizada del mundo del crimen organizado, en cambio en la obra que nos ocupa no sucede así. No hay más que ver los pasajes en los que los mafiosos llevan a cabo sus "ajustes de cuentas" en los que el director nipón muestra algunas de las escenas más duras de su filmografía, que no pecaban precisamente de blandas en ese sentido. Momentos como el de la ortodoncia improvisada, el de los palillos chinos, el del cutter o el de la cuerda y el coche dan muestra cristalina de que esta gente son sádicos desalmados que no se andan con juegos a la hora de mantener su aposentado pero peligroso estilo de vida y Kitano lo muestra en toda su crudeza a la hora de extrapoolarlo a la pantalla.




Con un sello 100% Kitano, pero con un cierto aroma que recuerda a cineastas clásicos dentro del cine mafioso americano como Martin Scorsese o Francis Ford Coppola, Outrage es la mejor película de su director en mucho tiempo, pero también la más cómoda artísticamente hablando, por no arriesgar nada como producto cinematográfico, pero lo cierto es que tras sus tres films anteriores no se le puede echar esta afirmación en cara al cineasta, sería una hipocresía. El director de Dolls deja de momento la experimentación en fondo y forma de la última parte de su filmografia para volver a sus ráices con una obra que le ha ido lo suficientemente bien como para rodar tras ella la primera secuela dentro de su carrera, Outrage Beyond, de la que dicen que supera a la cinta que nos ocupa. Próximamente daré fe de si tal afirmación es cierta o no.



martes, 2 de octubre de 2012

Glory to the Filmmaker, Kitano, 8½



Título Original Glory to the Filmmaker - Kantoku Banzai (2007)
Director Takeshi Kitano
Guión Takeshi Kitano
Actores Beat Takeshi, Toru Eromi, Kayoko Kishimoto, Anne Suzuki, Kazuko Yoshiyuki





Soy un gran admirador de Takeshi Kitano, como cineasta personal e intransferible, pero también como personaje público del que se podría sacar una interesante y muy amarillista TV Movie de esas que tanto nos gustan aquí en España. Adoro el grueso de su obra y su eclecticismo cinematográfico, trabajos como Hana-Bi: Flores de Fuego, El Verano de Kikujiro, Brother o Dolls me parecen piezas cinematográficas remarcables que en ocasiones bordean la magnificencia, aunque también me ha decepcionado con films como Sonatine o Boiling Point que no cumplieron las expectativas que deposité en ellos.




Kitano es un director que no se amilana con ningún tipo de cine. A pesar de haberse forjado una fama como magnífico realizador de cine sobre la yakuza japonesa no ha dudado en picotear en otros géneros como la comedia absurda (Getting Any?) deudora de su época como creador del programa Humor Amarillo (Takeshi's Castle) el cine adolescente (Kids Return, A Scene at the Sea) o las artes marciales (la inmensa Zatoichi). Pero algún cable se le cruzo en el año 2005 cuando estrenó Takeshi's, interesante experimento introspectivo, metareferencial y lleno de juegos de espejos en el que el mismo cineasta se analizaba a sí mismo como autor cinematográfico.




Dos años después llegó Glory to the Filmmaker, una coherente (al menos conceptualmente) extensión de Takeshi's que llegaba mucho más lejos que aquella aunque transitando la senda que la misma había abierto. Hay un problema con esta producción de 2007 y es su irregularidad. Kantoku Banzai dura 104 minutos exactamente, los primeros 44 son una desfile de humor incisivo, ironía y mala baba en los que Kitano se ríe hasta de su propia sombra. Pero en la hora restante el largometraje se entrega a un caos narrativo en el que el director y guionista mezcla todos lo géneros posibles sin sentido alguno, idea que no tendría porque ser mala si no fuera porque el buen humor de la primera mitad del largo se pierde durante esta segunda.




En esos primeros 44 minutos de Glory to the Filmmaker Kitano aporta una mirada autocrítica en la que no sólo se ríe de que sólo haya conseguido un éxito de taquilla en toda su carrera (Zatoichi), del hecho de que diga que nunca volverá a hacer cine de mafiosos para luego volver a él continuamente (qué genial la desgana de los actores interpretando en el pasaje del film que tiene que ver con este género tan abordado por el director) sino también de su falta de ideas. Es más, esa parte del proyecto, y siempre con una voz en off descacharrante como narrador, nos habla de que el creador de Violent Cop se queda sin ideas y trata de abordar todo tipo de géneros con los que aún no se ha atrevido, como el terror oriental, las cintas románticas intimistas o los dramas humanistas deudores de directores como Yasujiro Ozu, este último posiblemente el mejor momento del largometraje.




Pero cuando el Kitano personaje decide ya el tipo de film que quiere rodar (genial que el punto de partida sea el cine de catástrofes, para más tarde convertirse la producción en una comedia porque los asteroides que van a chocar con la tierra tienen la forma del rostro de las que luego serán las protagonistas la cinta de humor) y tras la surreal escena del restaurante con la secuencia de los luchadores de wrestling la narración sin sentido se hace con la historia. Cosa que no sería una mala idea, el cineasta nipón ha demostrado más de una vez sus dotes para la comicidad absurda, pero el problema es sus incontables gags son de un simplismo brutal y momentos como el de la parodia de Matrix, lo del club de karate, la vida en el campo o las aventuras de las dos chicas, en su mayor parte, no hacen gracia, ni interesan lo más mínimo al espectador.




Está claro que en esta parte del largometraje Kitano fusiona mixturas, géneros y tonalidades distintas para transmitir el mensaje de que para convencer al mayor número de espectadores posible para que vean su cine debe moldear a una informe criatura cinematográfica que no tiene consistencia alguna narrativamente hablando. Pero el problema es que en el proceso el humor no funciona casi nunca, siendo aceptables más bien pocos pasajes. Esto es grave si tenemos en cuenta que en los ya mencionados primeros casi tres cuartos de hora de metraje el autor había regalado al espectador momentos divertidos, frescos y con muchísima mala baba. Hasta el uso, en principio gracioso, de ese muñeco que sustituye a al actor/director cuando se ve en problemas llega a resultar cansino en una trama en la que el realizador mete con calzador pasajes insulsos sin pasarlos por un filtro adecuado.




Glory to the Filmmaker tiene la misma cantidad de aciertos y fallos, pero su visionado merece la pena indudablemente. Cualquier autor cinematográfico de talla internacional, que ha ganado dos leones en el festival de Venecia, que ha puesto a la crítica internacional a sus pies durante años con gran cine, mientras en su país sigue siendo considerado un payaso de la televisión que hace películas que no dan dinero, no es capaz de reírse así de sí mismo, de su falta de ideas, de su incapacidad para volver a ser original como creador de ficción, y por qué no decirlo, del espectador también, no lo neguemos, y para colmo sacar de ello una obra con la que expía demonios internos o reflexiona sobre su posición en el mundo del séptimo arte mientras intenta buscar nuevas sendas por las que transitar y no repetirse demasiado.




Pero un servidor no puedo evitar que se le dibuje en la cara una sonrisa de oreja a oreja cuando recuerda que sus dos últimas cintas Outrage 1 y 2 vuelven a ser largometrajes sobre la yakuza japonesa, esos a los que se supone que no va a regresar nunca o que en su momento puso a concursantes de uno de sus programas a jugar a fútbol con unos prismáticos invertidos en los ojos, hasta llegó a mostrar en su momento tal odio por el mundo de los videojuegos que diseñó uno que era imposible de superar completamente y que por medio de imágenes y sonidos insoportables hacía que la experiencia de echar un partida en él fuera un calvario para el jugador. Takeshi, amigo, no te mueras nunca.



sábado, 10 de octubre de 2009

Takeshis', autoparodia, ironía y metalenguaje



Director: Takeshi Kitano (2005)
Guión: Takeshi Kitano
Actores: Beat Takeshi, Kotimi Kyono, Ren Osugi, Susumu Terajima, Akihiro Miwa




Kitano se abre el pecho con esta su antepenúltima (por lo menos) película. El japonés da un primer paso para seguir la senda que abrió Fellini con 8 y 1/2 y se deja llevar por un submundo pesadillesco al más puro estilo de David Lynch (las referencias a Carretera Perdida o Mulholland Drive son notorias) pero todo aderezado con el humor característico del creador de Sonatine o Violent Cop.



Takeshis' es el juguete de un genio, de un autor total que se reinventa en cada nueva cinta y que da su visión personal e intransferible del lenguaje cinematográfico con este cubo de rubik hecho de celuloide en el que el mismo Kitano se psicoanaliza y expía sus demonios internos mostrándolos en pantalla.




Todo ello impregnado de sus señas características, el film (1/3 del mismo según dice Kitano en los extras del dvd español de la película son hechos reales basados en su vida) es una amalgama de toda la obra cinematográfica del padre de Humor Amarillo, narrándolo todo con un toque autoparódico con el que se ríe de si mismo, de su condición de showman y director de culto, de sus orígenes humildes, del cine de yakuzas que le dio su status actual y de la fama de payaso que tiene en su japón natal.




Su pasión por la violencia impregnada de lirismo, los musicales, los tiempos muertos, el drama, la comedia surreal y absurda, su relación practicamente inexistente con las mujeres (la actriz que interpreta a la directora de casting y a la tipa de los 10.000 yenes está indudablemente inspirada en una de sus esposas) y su visión de lo que es la amistad, practicamente todos los actores que han trabajado previamente en las películas anteriores de Kitano tienen como mínimo un cameo en Takeshis,) son la seña de identidad de un microcosmos que ya le pertenece por derecho y que nos depara grandes sorpresas.




Sus siguientes películas Glory to the Filmmaker y Aquiles y la Tortuga ya ha recibido silbidos de los que las nombran el suicidio artístico definitivo de su autor y el aplauso continuo de los que las definen como sus obras maestras más perfectas y a la primera de ellas, parece ser un homenaje catárquico al medio cinematográfico, habrá que verlo.




Por ahora yo sólo puedo hablar de esta Takeshis' que es el primer y no lo negamos, en ocasiones titubeante, paso de un creador dispuesto a llegar a un nivel superior dentro del séptimo arte, al igual que Gilliam o Lynch, a Kitano dentro de poco se le quedará pequeño el cine como medio para expresar su mundo interior, esta cinta es una declaración tan egocéntrica como paradójicamente humilde de amor al mundo del cine y a la vida, enorme, tanto que ahora mismo se me hace imposible imaginar hacia donde se dirige el cine de este oriental que en su país sigue siendo visto únicamente como un cómico que hace programas de humor estúpido en la televisión nipona, Takeshi Kitano es un genio en vida y sus paisanos no quieren verlo... ellos se lo pierden

martes, 22 de septiembre de 2009

Hana-Bi, Flores de Fuego, el último samurai



Director: Takeshi Kitano (1997)
Guión; Takeshi Kitano
Actores: Beat Takeshi (Takeshi Kitano), Kayoko Kishimoto, Ren Osugi, Susumu Terajima





Takeshi Kitano es un director de cine japones reconocido en Europa como un gurú, un maestro con un talento ilimitado. En cambio en su Japón natal es considerado poco más que un bufón que hace películas que no dan dinero, que comenzó como humorista de monólogos con otro compañero formando el dúo Two Beat y que se hizo de oro con el programa de culto mundialmente reconocido Takeshi's Castle retitulado como Humor Amarillo aquí en España.




Kitano como director es experto en el cine yakuza o lo que es lo mismo de la mafia japonesa (Violent Cop, Sonatine, Brother) pero su talento es tal que se mueve con igual soltura en el drama puro (Dolls) la comedia disparatada (Getting Any) el humor clásico (El Verano de Kikujiro) el cine adolescente (Kids Return y A Scene at the Sea) o reinventando el cine de samurais y artes marciales con esa obra maestra llamada Zatoichi.




En 1997 Kitano ganó el León de Oro en el festival de Venecia con la que es a dia de hoy su mejor película, la septima en su filmografia como director, Hana-Bi. Esta obra condensa en sus 100 minutos de duración todos los rasgos caracteristicos del cine de Kitano. Tranquilidad llena de poesía y belleza que se ve quebrada por arrebatos de furiosa violencia, tiempos muertos, escenas carentes de diálogos con miradas que expresan sentimientos mas allá de las palabras, melancolía, un fino humor que sólo da la cara en las escenas que Kitano comparte con sus esposa y una maravillosa banda sonora compuesta por el gran Joe Hisaishi.




Beat Takeshi, nombre de Kitano cuando ejerce como actor, repite aquí su papel de antiheroe habitual en sus films, callado, violento, imperterrito e inexpresivo. Su dirección es soberbia con un control de la narración bestial como sólo los grandes saben hacerlo y un tempo narrativo falsamente calmado.



La actriz (Kayoko Kishimoto) que interpreta a la mujer de Kitano enamora a la cámara desde el primer plano y los habituales de la casa Susumo Terajima y Ren Osugi (este especialmente) están increibles. Kitano sabe rodearse de grandes secundarios que finalmente acaban formando parte de la nómina fija de sus colaboradores en el apartado artístico de sus films.




Hana- Bi es una obra maestra exultante de lirismo y fuerza pictórica, es la mejor película oriental de la decada de los 90, una impagable joya que muestra a Kitano como el más digno sucesor del gran Akira Kurosawa. La obra cumbre de un verdadero genio, un fuera de serie dentro del panorama cinematográfico mundial, un director al que gente como Quentin Tarantino admiran profundamente, un autor necesario para el cine contemporaneo y para el desarrollo de nuevas posibilidades narrativas dentro del medio.