sábado, 6 de junio de 2015

¡Bicho Malo!, the killer inside me



Título Original Bad Milo! (2013)
Director Jacob Vaughan
Guión Benjamin Hayes y Jacob Vaughan
Actores Ken Marino, Gillian Jacobs, Peter Stormare, Patrick Warburton, Stephen Root, Mary Kay Place, Jonathan Daniel Brown, Kumail Nanjiani, Toby Huss




En el año 1984 Gremlins se convirtió en todo un fenómeno a nivel mundial. El film producido por Steven Spielberg, escrito por Chris Columbus, dirigido por Joe Dante y protagonizado por el entrañable mogwai Gizmo y sus enemigos los malévolos gremlins sirvió como punta de lanza para una considerable ola de films protagonizados por monstruitos animatrónicos que acababan convirtiéndose en sagas de bastantes entregas como Ghoulies, Critters o Troll. Incluso el gran Roger Corman, avispado como siempre pero no muy acertado en esta ocasión, decidió subirse al carro de este tipo de celuloide con la inefable Munchies, que amalgamaba de mala manera todas las franquicias mencionadas. Varios años duró esta fiebre por bichos enanos que mezclaban, con mayor o menor tino terror y comedia para fruición de grandes y pequeños no muy impresionables.




Bad Milo!, cinta de 2013, retitulada de manera más bien pobre en España como ¡Bicho Malo! y estrenada por estas tierras sólo en dvd y directamente en videoclubs o centros comerciales, homenajea directamente a este tipo de cine en el que todo tipo de monstruitos sembraban el caos a su paso. Escrita por Benjain Haves y Jacob Vaugahn, dirigida por este ultimo y protagonizada por actores duchos en el mundo de la comedia como Ken Marino (Somos los Miller), Gillian Jacobs (Community), Peter Stormare (El Gran Lebowski) Mary Kay Place (No es Tan Fácil) o Patrick Warburton (Reglas de Compromiso) la segunda cinta en labores de dirección de este habitual montador se revela como una deliciosa muestra de nostalgia cinematográfica de Serie B que quiere ir más allá del género al que rinde tributo utilizando una idea bastante escatológica para hablar de un tema tan actual como universal. La ansiedad del hombre del Siglo XXI.




Duncan es un contable que convive con la presión de su vida profesional por culpa de un jefe corrupto y desalmado y la de su vida personal debido a no poder dar un hijo a su esposa Sarah, al noviazgo de su madre con un joven cuya sexualidad no parece tener barreras y a la nueva vida hippiesca de su padre. Todo este cúmulo de despropósitos producen en Duncan unos fuertes dolores intestinales que le obligan a pasar hasta hora y media en el retrete haciendo aguas mayores. Llegado un punto en el que la ansiedad es del todo incontrolable para el sufrido contable esta toma forma física y se transforma en un pequeño monstruo diminuto que sale de su recto para eliminar de manera salvaje y furibunda a los responsables de las desgracias a las que se ve abocado el pobre Duncan, que deberá confraternizar con Milo, nombre que da a la criatura, para impedir que siga eliminando a familiares y allegados del protagonista.




Este disparatado punto de partida que parece una mezcla entre una producción de la descacharrante factoría Troma fundada por el pirado de Lloyd Kaufman con la famosa saga gore Basket Case es la que vertebra todo el devenir de la historia que sustenta el desarrollo de ¡Bicho Malo! y es utilizada como metáfora o alegoría por parte de sus guionistas. Milo es la materialización física de los deseos ocultos en el subconsciente de Duncan, de ese lado oscuro que todo ciudadano de bien lleva dentro y al que si diéramos carta blanca acabaría matando de manera brutal a compañeros de trabajo, amigos, familiares, parejas, hijos y demás personas de nuestro entorno. El pequeño monstruo de origen anal hace todo aquello que el contable venido a menos no es capaz de llevar a cabo personalmente por culpa del miedo, el sentido común o la pura compasión, más para desconcierto y desgracia de su huésped que para el desahogo o tranquilidad de este,




Curiosamente esta idea argumental que podría dar pie a escenas escatológicas con explícitos primeros planos de anos enrojecidos, aerofagias estruendosas o rectos con capacidades desproporcionadas es abordada con una elegancia y sutilidad por Jacob Vaughan que se le agradece, ya que el grafismo con respecto a orificios corporales ya lo llevó a extremos hilarantes el hawaino Brian Yuzna en la divertidamente viscosa Society, no es necesario ir más allá. Por ello el guionista y director aborda con toda la austeridad del mundo, en el plano formal, la obra que está realizando. En Bad Milo! no hay lugar para el exceso, el grandgiñol, lo ruidoso, Vaughan utiliza una puesta en escena medida, obliga a sus actores a apelar a una contención (hasta Peter Stormare, maestro de la sobreactuación, está considerablemente apaciguado en su papel) que hace incluso más graciosas las desgracias en las que se ven implicados y todos los personajes son creíbles y cercanos a pesar de estar construidos desde la ironía y la sorna.




El diseño de Milo es pura artesanía ochentera, un muñeco de látex animado animatrónicamente que no tiene un sólo retoque digital a lo largo del metraje. Esta especie de Gizmo sin pelo y con colmillos se mueve entre la amenaza y la ternura, él es el núcleo de los momentos más descacharrantes de la obra tanto cuando asesina a sus víctimas como cuando debe salir o entrar en el orificio anal de Ducan, escenas que nunca se muestran explícitamente pero que se reflejan en el rostro desencajado de un Ken Marino que en ocasiones llega a transmitir al espectador los desproporcionados dolores que está sufriendo. El problema es que nuestro amigo Milo tiene pocas secuencias gore para lucirse, ya que una criatura tan salvaje y de naturaleza tan peculiar merecía más pasajes en los que las mutilaciones y las vísceras tuvieran más protagonismo. Por suerte el asesinato en el ascensor, sus caras de pena cuando Duncan le ofrece comida que no le gusta, esa cara de animal salvaje que muestra cuando le amenazan con las antorchas o su combate final con "Ralph" regalan a la platea suficientes escenas memorables como para quedar satisfecho en ese aspecto.




Esta parodia de Cromosoma 3 (The Brood) de David Cronenberg consigue adscribirse con acierto dentro de ese subgénero al que quiere homenajear de la manera más elogiosa posible. Lo curioso es que a pesar de su trama argumental del todo insulsa y disparatada como obra cinematográfica no podemos afirmar que sea una mala película, ya que está bien dirigida, escrita con acierto e interpretada con mucho convencimiento, algo que sucedía también con aquella otra muestra de cine trash, esta vez neozelandes y deudor de Peter Jackson , llamada Ovejas Asesinas (Black Sheep) dirigida por Jonathan King. Esta afirmación nos deja vislumbrar que ¡Bicho Malo! no es una cinta intencionadamente penosa cuyo único fin es hacer reir, ya que todos los profesionales implicados en ella abordaron la gestación del proyecto con un cariño notable, el mismo que hace de esta producción de 2013 una pieza divertida que nos recuerda a un tiempo en el que el cine de terror comercial era más modesto y cercano.


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