Título Original Transformers: Age of Extinction (2014)
Director Michael Bay
Guión Ehren Kruger
Actores Mark Wahlberg, Nicola Peltz, Jack Reynor, Stanley Tucci, Kelsey Grammer, Sophia Myles, Victoria Summer, T.J. Miller, Han Geng, Li Bingbing, Brenton Thwaites, Cleo King, Titus Welliver, Teresa Daley, Michael Wong
Después de tomarse un respiro con aquella modesta Dolor y Dinero protagonizada por Mark Walberg y Dwayne “the Rock” Johnson que llegó a ser considerada por muchas personas con bastante criterio como una comedia de culto tan notable que podía pasar por una de los hermanos Joel Coen e Ethan Coen, Michael Bay vuelve con la cuarta entrega de la saga a la que lleva dedicando los últimos diez años de su exitosa y controvertida carrera como cineasta desde que Steven Spielberg le eligiera para llevar a imagen (más o menos) real las correrías de las figuras de acción de Hasbro que desde los años 80 llevan protagonizando series animadas de distinta índole, cómics en varias editoriales y videojuegos de todo pelaje entre otro tipo de mechandising millonario. La primera supuso la novedad, un blockbuster megalómano en su estética pero de una simpleza alarmante en su interior que triunfaba por apelar a los instintos más primarios de los espectadores y a la nostalgía de aquellos que disfrutaron durante su infancia de los productos en los que estaban basados los personajes. La segunda, Transformers: La Venganza de los Caidos, contenía en su interior unas pocas escenas bien ejecutadas que se perdían entre los pasajes más sonrojantes de la saga con un humor insoportable y momentos bochornosos como cuando Bumblebee orinaba por el salpicadero en plena cara de uno de los personajes humanos. La tercera recuperó en cierta manera la compostura con una historia más ambiciosa y escenas que se encontraban entre lo mejor jamás rodado por Michael Bay, pero su exceso de metraje y la aparatosidad de su interminable clímax convertía la experiencia de ver la recta final de Transfomers: La Cara Oculta de la Luna en un castigo bastante considerable para la platea. Ahora, pasado el ecuador de este 2014 nos llega la cuarta parte de la saga titulada Transformers: La Era de la Extinción que sirve tanto de secuela como de reinicio encubierto de la franquicia producida por la Paramaount Pictures. El resultado es más o menos lo esperado si conocemos la naturaleza del producto o lo que es lo mismo, no la peor entrega de la serie de largometrajes, ni la mejor, sólo una más y otra muesca en el revolver de un Michael Bay que revienta la taquilla cada vez que narra (y alarga) la interminable batalla entre Autobots y Decepticons.
Una vez más el productor Steven Spielberg, el guionista Ehren Kruger y el director Michael Bay unen fuerzas para narrar una historia que tiene lugar cinco años después de la batalla en Chicago a la que pudimos asistir en la tercera entrega y por la cual se instauró una ley en Estados Unidos para erradicar a todos los transformers independientemente de a qué bando pertenezcan a manos de una unidad de élite de la CIA comandada por el agente Harold Attinger (Kelsey Grammer) que actúa a espaldas de la Casa Blanca. Mientras, en Texas, un inventor llamado Cade Yager (Mark Wahlberg) compra en un cine abandonado un viejo camión que resulta ser el líder Autobot, Optimus Prime, que se mantenía escondido para no ser cazado por los hombres de Attinger comandados por James Saboy (Titus Welliver). Yager, junto a su amigo Lucas (TJ Miller), su hija Tessa (Nicola Peltz) y el novio de esta última, Shane (Jack Reynor) unirán fuerzas con Optimus y unos pocos Autobots para acabar con una empresa llamada KSI dirigida por Joshua Joyce (Stanley Tucci) que utiliza el transformiun, el material del que están creados los transformers, para crear los suyos propios tomando como base las cabezas de, entre otros robots alienígenas, la de Megatrón, líder Decepticon y enemigo jurado de Prime, convertido ahora en el evolucionado Galvatron, más peligroso que su anterior encarnación. La historia es esta y no da para más, Michal Bay y Ehren Kruger se alejan de la más ambiciosa trama (dentro de los cánones simplistas de las superproducciones hollywoodienses, claro está) de la tercera parte para volver a lo básico, o lo que es lo mismo, una batalla entre unos pocos Autobots y unos transformers de nueva hornada.
Transformers: La Era de la Extinción es un producto 100% Michael Bay con todo lo bueno y malo que ello conlleva. Un largometraje de presupuesto desproporcionado y vacua grandilocuencia formal que no contiene prácticamente nada en su interior. Un divertido artificio simple y directo a la mandíbula de un espectador que debe aletargar un gran número de neuronas para poder disfrutar de una velada que realmente no aspira a nada más que ofrecer 165 (excesivos, pero en ningún momento aburridos) minutos de pura evasión veraniega. La única diferencia con respecto a las otras tres entregas curiosamente son sus mayores aciertos como el aire crepuscular y oscuro que es mucho mas notorio que en las anteriores películas y que nos regala una cacería descarnada de los transformers por parte de los humanos, unos servicios secretos (la CIA concretamente) retratados con bastante mala idea (aunque como hemos mencionado previamente se deja claro en todo momento que actúan a espaldas de su propio gobierno, God save America) y con inclinaciones a poner en práctica métodos expeditivos en aras de la “seguridad nacional” o una versión “Ultimate” de Optimus Prime en esta ocasión mucho más violento y vengativo. El humor es mucho más contenido, menos zafio y pueril, además de estar bien dosificado, es más, cuando creemos que esa comicidad de chulería de playa californiana (una vez más) va a estar presente a lo largo de todo el metraje, los autores del film toman la sabia idea de erradicarla de una tacada para suerte del espectador.
Pero en esencia estamos una vez más ante otra de las correrías de Optimus Prime y sus metamórficos aliados o enemigos. Cámaras lentas que encuadran helicópteros que aparecen en el horizonte de un campo de Texas, travellings laterales sobre personajes que miran con cara de pasmo enormes naves espaciales surcar los cielos, contrapicados para que los protagonistas se vean empequeñecidos ante los enormes robots alienígenas o los rascacielos localizados en las ciudades norteamericanas o chinas que les sirven como campos de batalla, espíritu castrense recalcitrante en el que se hace una hortera oda al honor, dar la vida por la patria (o en este contexto por la raza humana, el universo, el novio macarra de tu hija) o el estilo de vida americano, relaciones personales entre roles unidimensionales que tiran de tópicos o caminos mil veces transitados en todas las formas posibles, más cámaras lentas para captar al milímetro el matosdóntico bofetón en pleno rostro (metalizado) de un transformer a otro, Autobots que tienen barba y fuman puros o van vestidos como raperos y samuráis, pequeñas dosis de fandom para los conocedores de los personajes clásicos de los 80 como la presencia de los míticos Dinobots, aliados por la fuerza de los autobots comandados por Optimus Prime o la indispensable parcela para el lucimiento de Bumblebee, malvados agentes del gobierno esta vez liderados por un Titus Welliver (Perdidos, Hijos de la Anarquía) chulesco y con gafas de sol, secundarios cuya única misión es ser una vía cómica de escape como el Joshua Joyce al que da vida un Stanley Tucci que empieza muy contenido para seguidamente entregarse al exceso y la sobreactuación propia de los roles de relleno típicos de la saga cinematográfica que nos ocupa o chicas sudorosas y con los senos apretados encuadradas de todas las maneras posibles para realzar sus atributos, rol que esta vez recae en la joven Nicola Peltz, una de las actrices de la serie Bates Motel de la cadena de televisión por cable A&E.
Por el lado bueno la última película de Michael Bay no engaña a nadie, ya que ofrece más de lo visto previamente en las anteriores entregas aunque con un tono más crudo y con referencias que van en su arranque desde E.T o Encuentros en la tercera Fase de Steven Spielberg hasta las sagas de Alien, Terminator, Predator, Parque Jurásico e incluso la catódica Juego de Tronos en su segunda mitad. Por el malo el producto vuelve a ser una nadería rimbombante y frenética en la que los efectos digitales mueven y vertebran una endeble historia que en ocasiones está tan recargada de CGI que hasta llega a hacernos pensar que estamos asistiendo antes a la elaborada intro de un videjouego de última generación que a una pieza cinematográfica que seguramente tuvo una post producción mucho más elaborada que el propio rodaje. Un trabajo ejecutado en cadena de montaje tan impersonal y reiterativo que nos confirma que si nos hubieran colado en la sala de edición secuencias de las tres anteriores entregas nos nos habríamos dado ni cuenta de ello. De modo que sólo nos queda tomarlo o dejarlo, entregarnos a los prostituibles brazos de una película que no nos ofrece nada más y nada menos que robots cada vez más enormes y monstruosos entregados al milenario arte de dar bofetones a mano abierta o acabar completamente agotados de esta innecesaria, excesiva y ruidosa sobredosis de banderitas americanas para unos y descarado product placement para otros cuya desproporcionada recaudación en taquilla y naturaleza de reboot o película bisagra nos confirma desde ya la próxima venida de una quinta entrega que nos seguirá dejando claro que producciones comerciales de calidad como El Amanecer del Planeta de los Simios de Matt Reeves o Cómo Entrenar a tu Dragón 2 de Dean DeBlois siguen siendo pequeños oasis en el desierto de la falta de ideas de la meca del cine.
Crítica publicada originalmente en Zona Negativa.
ResponderEliminarhttp://www.zonanegativa.com/zn-cine-transformers-la-era-de-la-extincion-de-michael-bay/
Estupenda reseña caballero. No la pude leer en la Zona porque no la vi hasta hace poco tras ponerme al día en un ciclo masoca que me permitió pasar de "solo haber visto la primera" a estar al día para ver la cuarta.
ResponderEliminarDiscrepo en lo de la acción, porque todas estas películas tienen el efecto único de conseguir que me duerma cuando llegan los tiros.
Por lo demás, lo peor de esta saga es que tengo la sensación de podría ser bastante buena a mano de un director que evitase que fuera canibalizada por los vicios habituales de Bay.
Por lo demás, lo más aborrecible de esta sagaes un Optimus Prime que se está ganando a pulso el título de peor "superhéroe" de la Historia con las poses cada vez más de Charles Bronson chungo - paródico que le están dando.
Si el final de la anterior, propinándole un escopetazo en la cabeza al "malo" indefenso -porque sí, porque los héroes de verdad se cargan a quien le toca los huevos- ya era de traca, el espazo que le endilga al caza-recompensas ¡por la espalda! para inmediatamente soltar ese sonoro "Siempre con honor" hizo que se me escapase una generosa carcajada.
Eso por no hablar de dejar media Hong Kong arrasada, para el final irse volando con la semilla ¡cuando podía haberlo hecho desde el principio en lugar de dejar a Wahlberg y cia corriendo por la ciudad con ella!
Con el resto de los Transformers si que no tengo pega, la verdad. Lo que comentáis del puro o el traje de samurai tampoco se sale de lo que eran los personajes originales, y al menos en esta ocasión estaban mínimamente caracterizados (tengo curiosidad por ver la versión original, a ver como se portan los siempre solventes John Goodman, Ken Watanabe y John Dimaggio). En las anteriores, más allá de Optimus y Bumblebee, el resto eran poco menos que comparsas sin apenas caracterizacion.
Por lo demás lo habitual el Bay: Chistes sobre gordos, mujeres y homosensuales, personajes interesantes que desaparecen sin explicación -la arqueóloga-, otros que no aportan absolutamente nada (el novio de la hija) y victoria de "los buenos" al demostrarle a las multinacionales que investigar con células madre esta mal, aunque sean células madre Transformers. Abajo el telón, banderitas americanas para todos*
* Especialmente para nuestros recién descubiertos amigos chinos, que tan generosamente están compartiendo su pasta