sábado, 5 de septiembre de 2009

Frágil, cómo está el servicio, señorito


Título Original Frágil (2004)
Director: Juanma Bajo Ulloa
Guión: Catalina Gilabert
Actores: Muriel, Julio Perillán, Imma Colomer, Maria Bazán, Silvia Segovia, Lidia Navarro, Bibiana Schönhöfer, Paula Pizzi, Violaine Estérez, John G. Rubin





Juanma Bajo Ulloa es uno de los directores más inconformistas del panorama español. Después de sorprender a propios y extraños con esa joya que es Alas de Mariposa y con la menos inspirada pero aún así genial La Madre Muerta el tío se desmarcó con aquella chorrada simpaticona llamada Airbag que fue durante un tiempo la película más taquillera de la historia del cine español, manda huevos.




Salvando esta última, sus dos primeras películas son dos retratos de la pureza impoluta e inocente en un mundo lleno de oscuridad y perversidad. Frágil quiere volver a esa senda que el mismo Bajo Ulloa abrió con los ya dos mencionados films y el resultado es desastroso. Tras un prólogo que parece un anuncio de la Granja San Francisco rodado por un estudiante de primer año de cine y con un resultado con el que dan las ganas de sacarse los ojos la temática sigue por este cauce enlazando un despropósito tras otro durante todo el metraje.




La inocencia y el candor siendo destruidos por un mundo sombrío poblado de malas personas ha sido mejor llevado a la pantalla que en Frágil, el realizador vasco bebe de Gilliam y del Peter Jackson de Criaturas Celestiales y en ocasiones intenta conseguir un lirismo parecido al de las escenas más luminosas que David Lynch insufló a su Terciopelo Azul, pero estas referencias están tan mal digeridas que el resultado es simple, estúpido y cursi, en vez de emocionante o profundo.




Muriel, la chica protagonista que tiene unas piernas como las de Roberto Carlos y pinta de tumbar un vaca de un solo bofetón, transmite esa inocencia, pero por culpa del guión a veces parece más pava y gilipollas que sencilla y tierna, vamos que Bajo Ulloa quiere crear una Amelie española y le sale una pobre cría que en vez de enamorar al espectador hace que este sienta una profunda pena por ella debido a las chorradas que salen de su boca. Hay algunas escenas que dan vergüenza ajena; todas la chicas con la manos cogidas por debajo de la mesa y llorando, la del vómito o ese final a lo Heidi en los prados con Pedro y alguna más que paso de enumerar.




Pero otra cosa que es de juzgado de guardia es el retrato pueril, simplista y tópico que Bajo Ulloa hace de los cineastas americanos, representados estos por personajes estereotipo sin profundidad y nada creíbles. Mola ser un director español y criticar el cine americano, pero cuando traen sus pelas para producirnos películas, les metemos la lengua por el recto hasta acariciarles la glotis. Si quieres hacer una crítica al Hollywood más chabacano y superficial, hazlo con estilo y sinceridad, no con un toque de brocha gorda que queda como el puto culo.




Bueno, tras cebarme bien con este hombre (sólo lo hago con los que se que son buenos y alguna vez hacen polladas de este calibre), sólo decir que coger un reparto desconocido no siempre es un acierto, que hacer una película con toda la libertad artística del mundo no significa que te vaya a salir una joya y que con menos ambición se puede llegar más lejos, Juanma hijo, tú vales mucho como director, pero esto es una película de Gracita Morales con pretensiones, ni más ni menos.


1 comentario:

  1. Sin compartir su visión apocalíptica de la película, sí secundo totalmente lo que se refiere al ego de Bajo Ulloa.
    Y es que, emperrado en ser un autor moderno iconoclasta, se permite el retrato del Jolibú malvado que usted menciona, al que sumamos su corto Ordinary Americans (sólo el título y el poster ya prometen ser toda una exibición de superioridad cargada de esos tópicos superficiales y simplistas que tanto mola hacer de los americanos).

    Y de todo lo relacionado con Frágil (que, repito, no me parece una mala película) me quedo con la anécdota que contaba su actriz principal:
    Juanma Bajo Ulloa, porrocientos años después de Airbag, acomete su nueva película rodeado de secretismo, cual celebérrimo artífice de blockbusters multimillonarios, para evitar que su nombre interfiera en sus intenciones.
    Los actores son contratados después de haber leído el guión y se les avisa de que un director de gran renombre lo ha escrito y se encargará del proyecto. La tensión se incrementa.
    Llega el momento de que la protagonista conozca a este adalidad de la modernidad que es el vasco.
    Cuando le dicen, probablemente entre fuegos artificiales, que el director iba a ser Juanma Bajo Ulloa, la primera reacción de la muchacha fue algo así como "¿Y ese quién es?".

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