Director: Paul Thomas Anderson (2002)
Guión: Paul Thomas Anderson
Actores: Adam Sandler, Emily Watson, Luis Guzman, Philip Seymour Hoffman, Mary Lynn Rajskub
Cuando Sidney, su primera película, pasó completamente desapercibida en su estreno, nadie llegó a pensar en aquel momento que Paul Thomas Anderson sería en un futuro uno de los directores más personales y geniales del Hollywood de los los útlimos 10 años. Tras su ópera prima llegaría la colosal Boogie Nights, biografía no oficial del actor John Holmes y certero retrato del mundo de la pornografía, una cinta llena de hallazgos, fuerza y veracidad que auguraban lo que su siguiente película, esa obra maestra titulada Magnolia, proclamaba con seguridad, que Paul Thomas Anderson estaba destinado a ser uno de los grandes dentro de su generación.
Tras el existoso estreno de Magnolia, Paul Thomas Anderson ya era uno de los autores más destacados de Estados Unidos, un director que encontrándose en la treintena ya podía presumir de ser uno de los pocos autores cinematográficos que tiene la última palabra en el montaje de sus films (ni Scorsese puede decir eso), por aquel entonces el realizador decidió embarcarse en la que hasta hoy es su única y poco ortodoxa comedia, Punch-Drunk Love, titulada en España Embriagado de Amor.
La cuarta película de Thomas Anderson es una peculiar y atípica historia de amor, una marcianada como se suele decir de manera equívoca y vulgar. Una cinta de un humor extraño, deliciosamente ingenuo en ocasiones y con bastante mala baba en puntuales situaciones, pero con una pasión por hacer deliciosa referencia desde a Jacques Tati hasta a los Coen, todo con un halo de extrañeza en la realización a lo David Lynch, referencia técnica que no reconocí la primera vez que vi el film, pero que ahora con su revisionado me ha quedado bastante clara.
Thomas Anderson una vez más lo deja claro, es un coloso con la dirección y en Punch-Drunk Love, una cinta peculiar en su forma pero no en su fondo, hace un uso sobrehumano de la cámara, con una utlización de la profundidad de campo, de los planos secuencia y del formato Scope que bordea lo magistral, puede que no tanto como en Magnolia, pero virtudes no le faltan a su trabajo como realizador.
Adam Sandler, ese hombre, ese escuerzo, ese cacho de carne con el que he de admitir que me he reído en algunas de sus películas como Un Papá Genial o Zohan, pero con el que también he pasado vergüenza ajena en otras como Little Nicky, está, por primera vez y sin que sirva de precedente, soberbio, genial, adorable y enternecedor en Punch-Drunk Love. En su papel se ven ecos de Chaplin, Keaton o el ya mencionado Tatí, su tranqulidad aparantemente impertérrita quebrada por sus arrebatos violentos, son demencialmente cómicos y crueles al mismo tiempo y su historia de amor con una dulcísima Emily Watson es creíble a pesar de lo extraño de la relación, dignos de mención los pirópos precoitales que ambos intercambian en la habitación del hotel hawaiano.
Cuando tenía todo a su favor, Thomas Anderson realizó un triple salto mortal sin red dando forma a Punch-Drunk Love, fue a contracorriente con un proyecto arriesgado, una rara avis en el cine americano dentro de las majors. Desde mi punto de vista el resultado fue de nota muy alta. Embriagado de Amor es posiblemente y a falta de ver Sidney, su film menos brillante, incluso la sobrevalorada pero casi siempre sólida There Will be Blood, film con roturas de guión graves, pero que por su bestial factura no deja de ser una gran película, es superior a ella, pero esto no quita méritos a esta excelente obra, necesaria en la carrera de su autor, un punto de inflexión muy a tener en cunta con respecto a su futuro como el cineasta clásico que algún día será.
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