Título Original Begotten (1990)
Director: E.Elias Merhige
Guión: E. Elias Merhige
Actores: Brian Salzberg, Donna Dempsey, Stephen Charles Barry
Diez años antes de que el director estadounidense E. Elias Merhige (New York, 1964), se introdujera de lleno en el cine convencional de Hollywood con la excelente, e infravaloradísima, La Sombra del Vampiro, que convertía al actor Max Schrek en un verdadero vampiro dentro del rodaje de la mítica Nosferatu, sorprendió a propios y extraños con Begotten, su ópera prima como director de largometrajes. Una cinta independiente que causó bastante revuelo en gran parte de los círculos de cine experimental y de arte ensayo norteamericano durante su estreno allá por el lejano año 1990.
Begotten no se puede valorar como un producto cinematográfico al uso, todo en él es tan atípico, inusual y cargante que Cabeza Borradora de David Lynch o Pi, Fe en el Caos de Darren Aronofsky parecen cintas comerciales a su lado. Merhige renuncia desde el inicio del film a la narración convencional, al color, a los diálogos, ausentes durante todo el metraje, y a dar explicación alguna sobre lo que nos está mostrando en pantalla. Nada más ni menos que un cúmulo de escenas efectistas, grotescas, pornográficas, alegóroicas, expresionistas, con ramalazos de la Nouvelle Vague más pedante y dejándose influenciar por la estética biomecánica y pesadillesca de cineastas como Shinya Tsukamoto o artistas como H.R Giger.
Begotten es la experiencia cinematográfica más extraña y paronóica jamás realizada, al menos de las que un servidor haya visto. Según su creador la misma es una visión alegórica de dios y la humanidad a través de los ojos de un esquizofrénico. El realizador con su sobreexpuesto blanco y negro, su afán por ser diferente, y en ocasiones hasta ofensivo, triunfa en gran parte visto el resultado de su obra. Pero en verdad su trama no tiene sentido alguno y sólo unas pocas explicaciones se dan cuando los créditos finales toman forma delante del espectador. ¿Nos está vendiendo humo el director? Posiblemente, pero con mucho estilo, todo hay que decirlo, y así da gusto gastarse uno el dinero y el tiempo en la tóxica supensión nacida de las cenizas.
No sabría decir si Begotten es una obra única en la historia del séptimo arte o uno de los timos más grandes jamás realizados, confirmando la idea de que cualquier inepto sin conocimientos de guión, dirección y producción puede hacer cine. Pero como a otros muchos, su visionado no me dejó indiferente, con eso, por ahora, me doy por satisfecho. Una pena que tras sólo dos películas más, la mencionada La Sombra del Vampiro y Sospechoso Cero, perdiéramos la pista a E. Elias Merhige y al arriesgado suicida artístico que nació en este debut detrás de las cámaras y nunca volvió a dar señales de vida.
Creo que es la única película que me hizo sentir cómo me escocía el cerebro.
ResponderEliminarNo creo que la vuelva a ver.
Escocer el cerebro, eso suena erótico que te cagas.
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