jueves, 14 de enero de 2021

Scanners, devoradores de mentes



Título Original Scanners (1981)
Director David Cronenberg
Guión David Cronenberg
Reparto Stephen Lack, Michael Ironside, Patrick McGoohan, Jennifer O'Neill, Lawrence Dane, Robert A. Silverman, Adam Ludwig




A principios de la década de los 80 el cineasta canadiense David Cronenberg venía de facturar su obra más personal, Cromosoma 3 (The Brood, 1979). Ejecutada como una alegoría del problemático divorcio en el que se vio inmerso con su ex mujer, Margaret Hindson, aquella historia centrada en las peligrosas terapias de "psicoplasmosis" con las que el Doctor Hal Raglan (Oliver Reed) inducía a sus pacientes a somatizar físicamente sus traumas mentales, convirtiéndose estos en deformes niños homicidas, supuso una obra de transición dentro de la filmografía del director de Ontario. Ya que con ella comenzaba a acometer sus proyectos dejando la fisicidad de sus criaturas en un segundo plano para que fueran sus perfiles psicológicos los que centraran la atención de un autor, por aquel entonces, experimentando una notable evolución en su discurso.




Abordando en 1981 su siguiente producción detrás de las cámaras Cronenberg confirmaba esta nueva perspectiva dentro de su impronta autoral, ya que Scanners tomaba como epicentro argumental precisamente los poderes mentales adquiridos por varios de sus personajes. Pero, al igual que sucedía con The Brood, el canadiense todavía daba vital importancia al "terror físico" en el que por aquel entonces era experto y al que volvería posteriormente en no pocas ocasiones hasta la llegada de la década de los 2000. Scanners contó en su reparto con Stephen Lack, Michael Ironside, Jennifer O'Neill, Lawrence Dane, Robert A. Silverman o Adam Ludwig entre otros intérpretes canadienses a los que se sumó Patrick McGoohan, veterano actor británico protagonista en la década de los 60 de El Prisionero, una de las series más icónicas de la historia de la televisión de Reino Unido.




Los scanners son 237 personas con poderes telepáticos que viven en la clandestinidad. La corporación ConSec, dedicada a la construcción de armamento y sistemas de seguridad, es atacada por Darryl Revok (Michael Ironside), considerado como el scanners más letal y peligroso que a su vez es la mente detrás de una organización secreta formada por personas con su mismo don. Dentro de ConSec el Doctor Paul Ruth (Patrick McGoohan) plantea a sus superiores adiestrar a un nuevo scanner llamado Cameron Vale (Stephen Lack) que tras vivir en la indigencia, sin ser conocedor de sus especiales aptitudes, es secuestrado y adiestrado para controlarlas adecuadamente. Los destinos de Vale y Revok están condenados a encontrarse en una batalla final que desvelará el secreto detrás del origen de estas personas con poderes sobrenaturales guardando un particular punto en común las unas con las otras.




Con Scanners David Cronenbeg se adentra de manera natural y orgánica en un cine más comercial. La quinta incursión del canadiense en el largometraje es un thriller conspiranóico en el que tienen cabida escenas de acción impropias hasta ese momento dentro de su filmografía y no demasiado abundantes en el grueso de su obra posterior. Esta afirmación no busca en ningún momento menoscabar la integridad como autor del director de Rabia, pero sí es de recibo mencionar que, posiblemente, estemos ante una de las películas más accesibles de su primera etapa. Un poco alejado ya del "terror venéreo" de sus films iniciales y habiendo tomado como campo de batalla la mente de sus personajes ya en su anterior obra, como previamente hemos apuntado, con Scanners Cronenberg factura un producto que acabó convirtiéndose en una pieza de culto.




Pero si bien es cierto que Scanners es una pieza menos hermética y más digerible para todo tipo de público es innegable que en lo referido a sus señas de identidad como narrador Cronenberg no hace una sola concesión, abordando de manera directa y explícita todos los temas que hasta ese momento habían cimentado su carrera y a los que volvería regularmente en años posteriores dándoles origen nominal en 1983 con Videodrome y la consolidación de la "Nueva Carne". Degradación física y moral de la sociedad occidental, empresas deshumanizadas conspirando desde las sombras, destrucción de la identidad del individuo por parte de corporaciones corruptas y personajes marginales experimentando un arco dramático que los hará evolucionar, o involucionar, una vez pongan fin al trayecto vital en el que se ven inmersos. 




Todo el imaginario cronenbergiano está presente en su máxima expresión en Scanners, sólo cambia el envoltorio y apartado estilístico a la hora de facturarlo. Con esto no damos a entender que el canadiense se entregue al fuego de artificio y el espectáculo vacuo, ya que hasta en las secuencias de tiroteos, persecuciones o explosiones el cineasta mantiene su conocida sobriedad en la puesta en escena, sin necesidad de entregarse  al efectismo gratuito. Fiel a sus principios la visceralidad implícita y explícita hace acto de presencia a lo largo de todo el metraje dejando grabados en la retina del espectador pasajes icónicos como el duelo final entre Vale y Revok o esa ya imperecedera explosión craneal durante la exhibición por parte del personaje de Michael Ironside que se ha convertido, con el paso de los años, en una de las secuencias gore más famosas de la historia del cine de género.




En cuanto al reparto los actores dan vida a estereotipos más o menos reconocibles alejados de una tridimensionalidad real que los haga cercanos de cara al espectador. Pero Cronenberg es lo suficientemente inteligente para que su guión nos permita empatizar con ellos y temer por su integridad física y psicológica. Hasta con el rol de Jennif O'Neill parecía querer alejarse en cierta manera de la fama de misógino que siempre le ha acompañado. Stephen Lack, que no es actor profesional sino artista y escultor, deja patente su bisoñez en pantalla, pero acomete decentemente su labor protagonista, En las antípodas de Lack se encuentra Patrick McGoohan, por aquel entonces todo un viejo conocido de la interpretación que por medio de la contención es capaz de componer la dualidad moral del Doctor Paul Ruth, convirtiéndose en una de las piezas clave que ayudará a revelar el origen de los scanners y la procedencia de sus devastadores poderes mentales.




Pero en lo referido al casting de Scanners es obligatorio dedicar un apartado al Darryl Revok de un brutal Michael Ironside. Por aquel entonces se trataba de un actor canadiense poco conocido, pero su enorme labor dando vida al más letal de los scanners al servicio de David Cronenberg y su participación en la serie de culto V le abrieron las puertas de Hollywood llegando a intervenir en producciones de corte comercial como Desafío Total, Top Gun, Los Inomortales II: El Desafío, Starship Troopers o X-Men: Primera Generación y, por qué no decirlo, también en muchas producciones de serie B bastante desechables. Su labor en Scanners es la más destacable del equipo artístico, con un rol tan visceral y físico que hasta cuando no hace acto de presencia en pantalla pareciera estar estar sobrevolando amenazadoramente al resto de personajes, tomando un rol cercano a la ubicuidad que marcaría a fuego su perfil de secundario de carácter explotado posteriormente a lo largo de su extensa carrera,




Scanners funcionó bien en taquilla, pero no tuvo secuelas hasta diez años después de su estreno. Vinculada a ella sólo por el título Scanners II: El Nuevo Orden (Christian Duguay, 1991) era una tardía continuación con factura de telefilm arrastrando los tics de la estética videoclipera de los 80 y sin aportar nada interesante a la franquicia mientras pisoteaba su recuerdo. Perpetrada por los mismos irresponsables de la anterior entrega Scanners III: El Poder de la Mente (Christian Duguay, 1992) era un subproducto anodino, incoherente y con un humor cercano a la insalubridad. El productor de los tres primeros films se encargó de otra entrega a modo de spin off, Scanners IV: Scanner Cop (Pierre David, 1994), enclavada en el género policíaco que a pesar de su rudimentaria factura era la continuación más digna de la obra original. Scanners V: Scanner Cop II (Steve Barnett, 1995) supuso la quinta entrega de Scanners, secuela del spin off iniciado con Scanner Cop y remake encubierto del film de 1981. Un correcto thriller policial con toques de ciencia ficción que cerraba una franquicia que nunca debió existir.




La quinta película de David Cronenberg no sólo se convirtió, como previamente hemos apuntado, en una pieza reverencial dentro del cine de ciencia ficción y un éxito que dio pie a secuelas, plagios y variaciones de distinto pelaje. También marcó un punto de inflexión en la carrera del cineasta de Ontario, pero uno muy peculiar en el que era capaz de alternar producciones más comerciales como la brillante adaptación que realizó en 1983 de La Zona Muerta, la no menos genial novela de Stephen King, con Videodrome uno de sus mayores suicidios artísticos con el que asentó las bases conceptuales de la Nueva Carne dando como resultado otra producción de culto dentro de los círculos del cine fantástico y de terror. Hoy que se cumplen 40 años del enfrentamiento mortal entre Cameron Vale y Darryl Revok nada mejor que rendir tributo a Scanners y a su máximo responsable, uno de los cineastas predilectos de Transgresión Continua, en esta entrada.
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miércoles, 13 de enero de 2021

Wonder Woman 1984


Título Original Wonder Woman 1984 (2020)
Director Patty Jenkins
Guión Geoff Johns, Jason Fuchs, Patty Jenkins, basado en los cómics de William Moulton Marston y H. G. Peter
Reparto Gal Gadot, Chris Pine, Kristen Wiig, Pedro Pascal, Robin Wright, Connie Nielsen, Gabriella Wilde, Natasha Rothwell, Ravi Patel, Penelope Kapudija, Kelvin Yu, Bern Collaco, Shane Attwooll, Lyon Beckwith, Kosha Engler, Constantine Gregory, Jamaal Burcher, Brittney Aleah, Peter Brooke, Vickie Warehime, Aykut Hilmi, John Gettier, Samantha Russell, Rodrig Andrisan, Jeff Moore, Bill Tomek, Kiesha Preston, Russell Barnett, Marisol Correa, Maggie Lovitt, Roger Tyler, Kristoffer Polaha, Rosanna Walls, Oakley Bull, Lynda Carter




En el año 2017 DC Entertainment y Warner Bros estrenaron la que podríamos considerar una de las películas más sólidas del DC Extended Universe, Wonder Woman. Con guión de Allan Heinberg, a partir de una historia escrita por él mismo junto a Zack Snyder y Jason Fuchs, dirección de Patty Jenkins y un reparto encabezado por una superlativa Gal Gadot que había nacido para interpretar al personaje creado en 1941 por William Moulton Marston y H. G. Peter. A pesar de alguna carencia relacionada con su aparatosa recta final, Wonder Woman resultó una impecable película de superhéroes localizada en un contexto bélico, la Primera Guerra Mundial, que sabía aunar un tono clásico con la visión contemporánea que tiene Hollywood de lo que debe ser un blockbuster. Su éxito fue tal que los mismos productores dieron al personaje más minutos en la posterior La Liga de Justicia, cuya producción comenzó mientras Wonder Woman arrasaba en taquillas de medio mundo con la crítica también muy a su favor.




Como era de esperar la confirmación de la secuela fue inmediata y en la misma volvería a contarse con Gal Gadot y Patty Jenkins que habían formado un dupla impecable como directora y actriz principal. Allan Heinberg no regresaría a ejercer como escritor, pero su lugar lo ocuparían la misma Patty Jenkins, Dave Callahan y Geoff Johns, uno de los guionistas más prolíficos de DC Comics y profundo conocedor de los personajes de la editorial, habiendo demostrado su valía escribiendo historias para los mejores de la misma, incluida Wonder Woman. En el reparto repetían Chris Pine, unas breves Connie Nielsen o Robin Wright y se sumaban como nuevos fichajes Kristen Wiig o Pedro Pascal entre otros. Después de retrasos por culpa de la pandemia Warner Bros toma la valiente decisión de estrenar la película en cines y a la vez en su plataforma HBO Max, llegando a España el pasado 18 de diciembre de 2020.




La trama está localizada en el año 1984 del título y sigue los pasos de Diana Prince (Gal Gadot) como antropológa en el Instituto Smithsonian de Washington, D.C. donde comienza a estrechar lazos con Barbara (Kristen Wiig) una apocada empleada que sufre abuso verbal por parte de sus superiores y compañeros de trabajo. Todo dará un giro inesperado cuando entre en acción el carismático y mediático empresario Maxwell Lord (Pedro Pascal) interesado por una pieza recién adquirida por los trabajadores del museo conocida como la Piedra de los Sueños, capaz de conceder cualquier deseo a quien matenga contacto con ella. La aparición del misterioso mineral permitirá a Diana cumplir el deseo de que Steve Trevor (Chris Pine) resucite y pueda volver a su lado, pero poco después nuestra protagonista, y el resto de personajes, descubrirán que todo aquello que piden a la piedra tiene también sus peligrosas consecuencias.




Aunque tenía todos los ingredientes, no sólo para ser una digna secuela de su predecesora, sino una de las cintas más potentes del DC Extended Universe es su misma conceptualidad la que mata a la película ya desde su planteamiento inicial. Utilizar la Piedra de los Sueños como un burdo MacGuffin que todo lo puede y permite, desde resucitar a los muertos hasta dar poderes a personas pasando por derrocar países enteros, y que a nivel argumental es utilizado como excusa para que los guionistas puedan llevar a cabo cualquier disparate sin sentido, destruye toda construcción narrativa lógica sobre la que se pueda sustentar la obra. Si a eso sumamos que una vez Maxwell Lord puede hacer uso expreso del don proporcionado por la piedra las reglas establecidas por el guión con respecto a la misma son de una maleabilidad y aleatoriedad sonrojante tomando como culmen, entre otros desatinos, la “posesión” del huésped de Steve Trevor, persona por la que nadie parece preocuparse aunque le hayan robado la vida, la hecatombe artística se antoja total.




Desde ese momento un servidor queda completamente fuera de un tipo de historia que posiblemente en los cómics funcione de alguna manera, a lo mejor en la ingenuidad propia de la silver age, pero que en una película de superhéroes en pleno siglo XXI no tiene pies ni cabeza. Resulta obsceno a que a otras producciones se les saque punta a cualquier mínima incongruencia narrativa o estructural y tanta gente haya pasado por alto con Wonder Woman 1984 que su guión es de una naturaleza caprichosa e infantiloide imposible de digerir ni un en un mundo tan flexible y dado a la fantasía como el del cine protagonizado por personajes de las viñetas. No se pueden establecer unos códigos que a los pocos minutos de metraje son volados por los aires en pos del impacto gratuito, el fanservice condescendiente y la incongruencia narrativa en sesión continua. Todo envuelto en una pátina de falso buenrollismo naif que haría dar arcadas al mismísimo Paulo Coelho.




El desastre es de tales dimensiones que ni una esforzada y espectacular Gal Gadot puede hacer algo por levantar el proyecto, ya que la acción en la película llega con cuentagotas, su relación romántica con el Steve Trevor de un pobre Chris Pine no se sostiene por ningún lado cayendo en todos los tópicos posibles y las decisiones rocambolescas del libreto eclipsan su labor protagonista. Kristen Wiig también hace lo que puede con un personaje cuyo arco ha sido robado impunemente del de Selina Kyle en Batman Vuelve (Tim Burton, 1992) y destilando un mensaje final de supuesto empoderamiento femenino bordeante en la vergüenza ajena. Sólo Pedro Pascal, que se rumorea se inspiró en Nicolas Cage o Donald Trump para su trabajo, dando vida a un histriónico Maxwell Lord se salva de la quema porque parece ser el único en no tomarse en serio un proyecto en el que disfruta dando vida a un villano que no desentonaría en cualquiera de las entregas de Austin Powers.




No es plato de gusto poner de vuelta y media una película de la que esperaba bastante teniendo en cuenta el resultado de su predecesora y lo bien que ha estado siempre Gal Gadot como la Princesa Guerrera de las Amazonas incluso en Batman v. Superman: El Amanecer de la Justicia y La Liga de la Justicia. Pero Wonder Woman 1984 es un sinsentido mayúsculo repleto de decisiones incongruentes que, en ocasiones, introducen el proyecto en los pantanosos terrenos de la comedia involuntaria y el aburrimiento somnoliento. Sigo sin dar crédito a que estando casi los mismos responsables de la primera Wonder Woman y el mismo Geoff Johns en el guión esta secuela se haya convertido en una nueva confirmación de que en DC Entertainment y Warner Bros andan completamente perdidos y sin saber que hacer con su microcosmos cinematográfico. Esperemos que las secuelas de Aquaman y ¡Shazam!, Escuadrón Suicida, Black Adam, The Batman o la idea de crear un Multiverso audiovisual encarrilen el DCEU, porque su futuro no puede resultar más incierto en este momento.



jueves, 31 de diciembre de 2020

Transgresión Continua Express 2020 - Noviembre II

Patria (Aitor Gabilondo, 2020) - El conflicto de Euskadi sintetizado en la historia de dos familias rotas. Desgarradora, conciliadora y dolorosa adaptación de la novela de Fernando Aramburu con un reparto excelso en el que destacan unas superlativas Elena Irureta y Ane Gabarín.



La Unidad (Dani de la Torre, Alberto Marini) - Poliédrica visión de la Unidad Especial Antiterrorista española y su lucha contra el yihadismo. Despliegue de medios, puesta en escena y reparto con poco que envidiar a producciones homólogas de Hollywood.


Gambito de Dama (Scott Frank, Allan Scott, 2020) - Después de una defensa siciliana y sin apenas sacrificar piezas The Queen's Gambit se revela como una de las grandes ficciones del 2020 gracias a su elegancia formal, construcción dramática y una Anya Taylor-Joy epatante.


Lo Que Hacemos en las Sombras (Taika Waititi, Jemaine Clement, 2014) - Híbrido entre falso documental y comedia vampírica con un interminable desfile de gags para el recuerdo y personajes entrañables. Desgraciadamente no explota todo su potencial, algo que sí hará la serie de tv.


Lo Que Hacemos en las Sombras: Temporada 1 (Jemaine Clement, 2019) - Reformulación y ampliación del film de 2014 localizando la acción en Staten Island con nuevos personajes. Llegando hasta donde el cine no podía los roles carismáticos y las situaciones alocadas se suceden en cascada


Lo Que Hacemos en las Sombras: Temporada 2 (Jemaine Clement, 2020) - Más incisiva y maliciosa que su predecesora erige a Nandor, Nadja, Laszlo, Guillermo y Colin Robinson en nuevos iconos del humor. Episodios como The Curse, Colin's Promotion u On The Run son antológicos.


Transgresión Continua Express 2020 - Noviembre I



His House (Remi Weekes, 2020) - Deslumbrante debut en la dirección del cineasta británico Remi Weekes. El terror como metáfora de la pérdida de identidad, el sentimiento de culpa por los que quedaron atrás y la búsqueda de redención por los que vendrán. De lo mejor del pasado 2020.



Nadie Duerme en el Bosque Est aNoche (Bartosz M. Kowalski, 2020) - Slasher polaco que plagia sin miramientos conocidas muestras del subgénero como Viernes 13, Las Colinas Tienen Ojos, Wolf Creek o Hatchet. Tan olvidable como entretenido gracias a su predisposición por lo sanguinolento



Kadaver (Jarand Herdal, 2020) - Después unos prometedores primeros treinta minutos Jarand Herdal no sabe ir más allá de su buñueliano punto de partida, siendo incapaz de desarrollar adecuadamente una historia con mucho potencial que se revela anodina y llena de incongruencias.



Somnia: Dentro de Tus Sueños (Mike Flanagan, 2016) - Utilizando la materialización del miedo como alegoría sobre los peligros de no afrontar la pérdida y el duelo Mike Flanagan ya diseñaba en 2016 estimables sinergias entre drama y terror como Before I Wake.




Oculus: El Espejo del Mal (Mike Flanagan, 2013) - Con un planteamiento original y una estructura atípica Mike Flanagan deconstruye un núcleo familiar mediante su habitual amalgama de géneros. A destacar el tercer acto con las dos líneas temporales interconectándose simultáneamente




The Vigil (Keith Thomas, 2020) - Prometedor debut del cineasta Keith Thomas que alcanza momentos de brillantez formal y narrativa gracias a su utilización de la parafernalia religiosa judía, una atmósfera opresiva y la sobresaliente labor actoral de Dave Randolph-Mayhem Davis.




Border (Ali Abbasi, 2020) - Inusual mezcla de drama, romance, fantasía y thriller a manos del autor de Déjame Entrar. Aunque aborda una temática durísima destacan la candidez y la ternura de algunos de los pasajes en esta extraña propuesta sueca sobre la soledad del diferente.




Blue Valentine (Derek Cianfrance, 2010) - Melancólico retrato sobre la descomposición de un matrimonio mediante flashbacks que muestran las distintas etapas de la relación. Ryan Gosling y Michelle Williams  ejecutan una labor impecable y destilan química en cada plano.




Blueberry: La Experiencia Secreta, la senda de los malditos

 


Título Original Blueberry: L'Expérience Secrète (2004)
Director Jan Kounen
Guión Jan Kounen, basado en el cómic de Jean-Michel Charlier y Jean Giraud
Reparto Vincent Cassel, Juliette Lewis, Michael Madsen, Eddie Izzard, Colm Meaney, Temuera Morrison, Nichole Hiltz, Hugh O’Conor, Geoffrey Lewis, Ernest Borgnine, Djimon Hounsou, Vahina Giocante





En el año 1963 nacía dentro de la icónica revista francesa, Pilote, una serie enraizada en el género western titulada Blueberry, de cuya autoría se responsalizaban el guionista Jean-Michel Clarlier y el dibujante Jean Giraud. A lo largo de más de cuatro décadas, incluso después de la triste desaparición de uno de sus dos creadores, las aventuras del Teniente de Caballería Mike Steve Donovan, alias “Blueberry”, deleitaron a millones de lectores de distintas generaciones convirtiéndose en un icono de la bande desinée francobelga hasta el punto de dar lugar a otras dos colecciones tituladas La Juventud de Blueberry y Marshall Blueberry. Llegado el año 2004 y sin encontrar el medio cinematográfico europeo un reflejo de aquella nueva era dorada de las adaptaciones de cómics estadounidenses al séptimo arte que daba por aquel entonces sus primeros pasos, el cineasta francés, de origen holandés, Jan Kounen se encargó de llevar el cómic de Charlier y Giraud a la pantalla grande. Además de algunos cortometrajes la única referencia que se tenía por aquel entonces de dicho director era su ópera prima en el largometraje, Dobermann, adaptación de la novela homónima de Joël Houssin protagonizada por Vincent Cassel, Monica Belucci, Tchéky Karyo o Romain Duris transfigurada en un polémico y violento cómic con reminiscencias tarantinianas del que destacaba un efectista acabado visual.




En honor a la verdad no eran pocos los alicientes interesantes relacionados con la génesis de esta traslación del Teniente Blueberry al celuloide. Los productores Thomas Langmann y Ariel Zeitoun no escatimaron gastos a la hora de poner a disposición de Jan Kounen todo lo necesario para diseñar una proyecto de gran envergadura que rivalizara con producciones norteamericanas del mismo estilo. Localizaciones en Francia, México y España, Gerard Brach (Repulsión, El Baile de los Vampiros, Frenético) como co guionista o un excelente reparto internacional encabezado por Vincent Cassel y en el que encontrábamos a Michael Madsen, Colm Meaney, Juliette Lewis, Geoffrey Lewis, Eddie Izzard, Djimon Honsou o Ernest Borgnine daban buena muestra del dinero invertido en la producción. A todo esto había que sumar la implicación directa y activa del mismo Jean Giraud en el proyecto, no sólo dando el visto bueno al mismo, sino siendo él la persona que comunicó a Jan Kounen la disponibilidad de los derechos audiovisuales del cómic que había creado casi cuarenta años antes con su amigo Jean Michel-Carlier. Suena duro decirlo, pero se antoja inevitable considerar al gran Moebius como uno de los principales responsables de la debacle que más tarde supuso Blueberry: La Experiencia Secreta y de ello hablaremos a continuación.




Durante la época del estreno del largometraje, y ya es algo que nos recordó nuestro compañero Diego García Rouco en el podcast que dedicamos en Zona Negativa al icónico ilustrador francés, Jan Kounen afirmó reiteradamente que con Blueberry: La Experiencia Secreta su intención era aunar en una misma producción los dos conocidos perfiles artísticos del autor de El Incal, Jean Giraud por un lado y Moebius por otro, para intentar condensarlos en uno solo. Una vez se vio el resultado dichas declaraciones quedaron en una pueril excusa para que el director hiciera lo que realmente quería, una película sobre las experiencias místicas y el chamanismo cuya conexión con las viñetas de Blueberry era tan tenue como caprichosa. En verdad el cineasta de origen holandés no engañaba a nadie, los títulos de crédito afirmaban que su segunda película detrás de las cámaras estaba “líbremente inspirada” en la obra de Charlier y Giraud, algo que queda patente en pantalla. Teóricamente el proyecto está inspirado en los álbumes La Mina del Alemán Perdido y El Fantasma de las Balas de Oro, pero más allá de la presencia del personaje de Prosit Luckner nada de aquel maravilloso doble arco argumental encontramos en Blueberry: La Experiencia Secreta.




Desde los primeros compases de la película el conocedor de la serie publicada originariamente en la revista Pilote es consciente de que Jan Kounen tiene poca o ninguna intención de llevar esta al medio audiovisual. El tono, el acabado visual, la fotografía, las localizaciones o la estética de los personajes se encuentran a años luz de lo diseñado por Jean Giraud a lo largo de varias décadas en las tres cabeceras protagonizadas por el personaje. Lo que sí queda es un inane intento de rodar un remedo de western con la mirada puesta en Sergio Leone o Sam Peckinpah usando de manera insulsa todos los reconocibles tropos del género para facturar una manoseada historia de venganza cuya endeble construcción argumental desemboca en un viaje psicotrónico y lisérgico, ayahuasca mediante, en el último acto de la obra, esta vez inspirandose en El Topo (Alejandro Jodorwsky, 1970), que por abusar en exceso de unos efectos digitales hoy terriblemente envejecidos fracasa en el que era su principal cometido, intentar transportar al espectador en ese viaje a un mundo onírico inducido por la ingesta de psicotrópicos con el que deberíamos, en palabras del mismo Jan Kounen, “dejarnos llevar” y en el proceso perdonarle no sólo el ultraje contra la obra en papel, sino la terrible inconsistencia del libreto sobre el que sustenta su largometraje.





Fallando irremisiblemente en estos apartados lo poco que queda en Blueberry: La Experiencia Secreta es un sobrecargado ego trip por parte de su co guionista y director para intentar extrapolar audiovisualmente sus propias experiencias con los alucinógenos y el chamanismo, algo que podía haber llevado a cabo sin necesidad de mancillar una obra maestra del arte secuencial, ideando una historia original que le proporcionara la libertad necesaria para inyectarle sus delirios estilísticos. Curiosamente el uso inadecuado, tosco y excesivo del CGI en la película tiene más de un paralelismo con Dante 01 (2008), el debut en solitario del también cineasta francés Marc Caró (Delicatessen, La Ciudad de los Niños Perdidos), que además de parecer una especie de revisión apócrifa y recalcitrantemente cristiana de Alien³ (David Fincher, 1992), estaba igualmente construido sobre un guión deshilachado y casi inexistente culminando con un clímax final que hibridaba el sermón teológico con una barroca psicodelia de colores amarillentos dejando al espectador con cara de circunstancia. Como nota curiosa apuntar que el mismo Marc Caró colaboró en el departamento de arte de Blueberry: La Experiencia Secreta. Todo ello nos confirmaba lo que desde un principio debería haber sido tomado como una verdad absoluta, que un cineasta tan limitado y de paladar tan grueso como Jan Kounen nunca debió encargarse de rodar la adaptación de un cómic necesitado de una especial sensibilidad.




Aunque Jean-Michel Clarlier y Jean Giraud tenían en mente a los actores Jean-Paul Belmondo y Charles Bronson a la hora de diseñar la imagen de Blueberry y la elección de Vincent Cassel para interpretarlo en Blueberry: La Experiencia Secreta parecía descabellada por lo notablemente diferente que era su fisionomia a la de este, el hijo de Jean-Pierre Cassel hizo, como es habitual en él, un notable trabajo. El protagonista de El Odio o Irreversible lleva con mucha dignidad las alforjas de un protagonista que, aunque no tiene nada que ver con el rol de los cómics, él acomete con profesionalidad y carisma. Algo parecido sucede con Michael Madsen que dando vida a Wallace Sebastian Blount pareciera interpretar una variante de Budd, el personaje que le regaló Quentin Tarantino en el díptico Kill Bill. El resto del reparto se mueve entre el ajustado cumplimiento del deber y el no saber ni dónde están por culpa de un guión y un desarrollo de caracteres nulo, que pone las cosas muy difíciles a Juliette Lewis, Geoffrey Lewis, Eddie Izzard, Colm Meaney, Djimon Honsou o Temuera Morrison para parecer creíbles. Uno de los pocos que sí pareció pasárselo bien fue el veterano Ernest Borgnine, cuya presencia es uno de los pocos homenajes reales por parte de Jan Kounen al western si tenemos en cuenta su asidua intervención en el género despuntando en clásicos como Johnny Guitar (Nicholas Ray, 1954) o Grupo salvaje (Sam Peckinpah, 1969).




Blueberry: L’Expérience Secrète es un desastre sin paliativos. Fallida como adaptación del cómic de Jean-Michel Charlier y Jean Giraud, fallida como western, fallida como película y sobre todo fallida como ese supuesto intento por unificar los estilos de Jean Giraud y Moebius; ya que si al primero es difícil encontrarlo en el film del segundo no hay ni rastro por mucha ayahuasca que Jan Kounen arroje contra el objetivo de su cámara. Una obra capital de la bande desinée como Blueberry merecía una adaptación digna, ejecutada por profesionales que admiraran el trabajo de sus creadores y no a un realizador alucinado que utilizara el buen nombre y la fama del material original para dar rienda suelta a su megalomanía y peregrinas inquietudes cinematográficas. Pero como previamente hemos apuntado lo peor de todo el caso es la relevancia del mismo Jean Giraud en lo referido a la viabilidad de semejante mediocridad formal y argumental. No sabemos si por la ilusión de ver una versión en imagen real de su obra, si por deferencia hacia Jan Kounen o simplemente por sacar unos cuantos dividendos, algo que nadie podría reprocharle ya que estaba en todo su derecho de hacerlo, pero el resultado no pudo ser más desalentador en todos los aspectos. Siendo conscientes de la nueva ola de adaptaciones de cómics que despliegan actualmente las plataformas de streaming no es difícil hacerse ilusiones con respecto a una buena versión de Blueberry en formato serie, pero tampoco es complicado preocuparse viendo el resultado final de muchas de ellas.


jueves, 10 de diciembre de 2020

Ópera Prima: De la Independencia al Blockbuster


 
Edición Nacional/España Applehead Team Creaciones
Autor Varios
Formato Rústica
Páginas 166 páginas
Precio 15,95€


Uno de los mayores atractivos de la editorial Applehead Team Creaciones, especializada en ensayos sobre cine y autores de género, es que su catálogo se subdivide en distinto tipo de colecciones. Noche de Lobos, La Generación del Videoclub, Actioner, Zapping o Made in Spain son algunas de ellas y cada una se centra en un tipo de cine diferente e incluso programas televisivos con los que abarcar el mayor espectro posible dentro del séptimo arte y la pequeña pantalla para atraer un gran número de potenciales lectores. La Colección Cineclub Applehead Team destaca por encima del resto en cuanto a que su contenido está formado por ensayos que se salen un poco de la temática de género que impera en la editorial originaria de Málaga. El Legado de Akira Kurosawa, El Fulgor Efímero o Al Caer La Noche forman parte de esta selección en la que también podemos encontrar el trabajo al que vamos a dedicar la siguiente entrada.

Ópera Prima: De la Independencia al Blockbuster es un ensayo coral, coordinado por Miguel Ángel Plana, que cuenta entre sus colaboradores con Carlos Díaz Maroto, Ángel Gómez Rivero, Jairo Sobrino Rubio, José Luis Salvador Estébenez, Jesús Parrado, Carlos Benítez Serrano y Montse Rovira. La temática de la obra, como su propio título ayuda a dilucidar, se trata del análisis del debut cinematográfico de una serie de importantes autores contemporáneos y un repaso a su posterior carrera ya dentro de los parámetros establecidos por Hollywood que es donde han recabado, con mayor o menor éxito, todos ellos. De esta manera el ensayo se centra en las primeras películas de nombres tan relevantes como Christopher Nolan, Darren Aronofsky, Nicolas Winding Refn o Gareth Edwards entre otros, a las que se suman las de otros profesionales, pasados y presentes, del medio cuya relevancia las hace merecedoras de mención por la importancia que adquirieron en su época o por cómo influenciaron en las de los directores previamente apuntados que copan el protagonismo en libro.

Uno de los alicientes más interesantes de Ópera Prima: De la Independencia al Blockbuster es su prólogo escrito por el cineasta español Miguel Ángel Vivas. El director sevillano tiene una de las carreras más peculiares del celuloide español ya que después de su ópera prima, Reflejos (2002), abandonó casi por completo la producción audiovisual dedicándose a impartir clases universitarias hasta que en 2010 estrenó su segunda largometraje, Secuestrados, un éxito internacional que en nuestro país pasó desapercibido y un servidor considera una de las mejores películas españolas de los últimos años. Tras ella a Vivas comenzaron a tantearle para rodar producciones internacionales y en un alarde de sinceridad que le honra habla de la decepción que supuso para él cómo un prometedor proyecto llamado Welcome to Harmony se convirtió en Extinción, una cinta sobre zombies que el autor casi no considera nacida de su impronta por culpa de los problemas que surgieron en su producción. Después de hablar de Inside, remake del clásico moderno del terror extremo fránces À l’intérieur, y dar apuntes de la que por aquel entonces iba a ser su próxima obra, la soberbia Tu Hijo (2018), Vivas afirma acometer cada nueva película como su “ópera prima”.

Una vez Miguel ángel Vivas nos habla de su propia experiencia en el prólogo encontramos una introducción a manos del coordinador Miguel Ángel Plana que asienta las bases de la intencionalidad del ensayo. A partir del Capítulo 1 en Ópera Prima: De la Independencia al Blockbuster se realiza un recorrido por óperas primas tan notorias como Following (1998), Pi, Fe en el Caos (1997), Moon (2009), Pusher (1996), Chronicle (2010) o Monsters (2012) entre otras. Cada uno de los apartados está dedicado, principalmente, a diseccionar dichos debuts en el campo de la dirección para a continuación acometer las obras posteriores de todos estos cineastas hasta su llegada, tarde o temprano, a la facturación de blockbusters. En este sentido el ensayo funciona casi al 100%, no sólo porque cada uno de los escritores mantiene cierta homogeneidad para que la labor coral quede bien compactada, sino también porque más allá de analizar estos primeros largometrajes también ahondan en la señas de identidad estilísticas y narrativas de sus responsables o si se da el caso de que las mismas cambiaran o fueran vampirizadas una vez comenzaron a formar parte de los engranajes de la meca del cine.

De esta manera los autores de Ópera Prima: De la Independencia al Blockbuster abordan casos en los que los autores no han tenido problema alguno a la hora de acomodar su impronta dentro del cine de gran presupuesto como es el de Christopher Nolan, otros en los que el resultado ha ido derivando en proyectos cada vez más irregulares alejados de la calidad de su primer film como le sucedió a Ducan Jones, aquellos directores que siguen luchando contra las majors para hacer prevalecer su personal voz por encima de la comercialidad en el caso de Darren Aronofsky e incluso los que después de su primera incursión detrás de las cámaras han ido transitando entre fracasos o proyectos frustrados en el que Josh Trank sería el máximo exponente. Todo una abanico de personalidades, con más o menos relevancia en el panorama cinematográfico contemporáneo, que desde sus prometedores inicios en el medio hasta su consagración o fracaso dentro del celuloide estadounidense ofrecen una perspectiva harto interesante del, en ocasiones, alto precio a pagar cuando la intención de un realizador es entrar en las grandes ligas del cine comercial a nivel mundial y no tienen la suficiente personalidad para conseguir que sus ideas se adapten con éxito a sus restrictivos estándares laborales.

Ahora paso a enumerar las que para mí son algunas de las carencias de Ópera Prima: De la Independencia al Blockbuster, que no son muchas ni de gravedad, pero sí dignas de mención. Se echa de menos algo que es una seña de identidad de los ensayos de Applehead Team Creaciones y que no es fácil convertir en una virtud en este tipo de trabajos como es la agradecídamente holgada extensión de sus productos. Aunque aborda de manera acertada y con información valiosa la temática expuesta por sus autores 165 páginas se quedan algo cortas a la hora de pormenorizar con más profundidad a estos cineastas y sus películas. También hubiera sido todo un acierto haber incluido en el grueso central del ensayo esas otras óperas primas, clásicas y contemporáneas, que se incluyen en el apéndice siendo comentadas de manera demasiado breve porque varias de ellas son de capital importancia dentro de la historia del cine. Por último se echan de menos los nombres de más mujeres directoras que hubieran encajado bastante bien por haber realizado un recorrido profesional similar al de sus coetáneos masculinos como son los casos de Patty Jenkins, Susanne Bier, Karyn Kusama, Jane Campion, Nicole Kassel o Kimberly Peirce entre otras. ¿Posibles protagonistas de un Volumen 2 o una reedición del presente? sólo el tiempo lo dirá.

A pesar de este perdonables fallos Ópera Prima: De la Independencia al Blockbuster es un ensayo tan interesante como valioso para asomarnos a las aventuras y desventuras de las carreras de algunos nombres muy a tener en cuenta dentro del séptimo arte del siglo XXI. Miguel Ángel Plana y sus colaboradores nos confirman que de los círculos del cine independiente al mundo de las superproducciones puede haber tanto un camino de rosas como un calvario infernal dependiendo del director que haga el recorrido, de aquellos que le permitan hacerlo y en ocasiones hasta de algo tan trivial y abstracto como la suerte. Una vez más la gente de Applehead Team Creaciones ofrece una propuesta de calidad que si bien no alcanza los niveles de perfección de otros de sus proyectos en papel sí se revela como lectura didáctica, amena y enriquecedora que deja con ganas de más. Podemos confirmar que esta primera toma de contacto con la colección Cineclub Applehead Team no será la última porque los otros tres ensayos incluidos en la misma se antojan a priori tan llamativos y apetecibles como este que nos ocupa en la presente entrada, no dejando de ser una lectura más que recomendada.




miércoles, 2 de diciembre de 2020

30 Monedas Temporada 1 Episodio 1 - Telarañas

 


"Esto no se arregla con rezos, padre"



En un año tan nefasto como el 2020 una de las pocas alegrías que hemos recibido ha sido la consolidación de la calidad dentro de las serie de producción española. Antidisturbios o La Unidad desde Movistar +, Veneno desde ATRESmedia Player Premium o Patria desde HBO han confirmado que en nuestro país se puede facturar ficción de altísimo nivel con poco que envidiar a la de otros países. Precisamente de HBO viene la serie que nos ocupa y que después de despertar alabanzas en festivales como los de Venecia, Sitges o el de Cine Fantástico de Bilbao con la proyección de su episodio piloto era esperada con muchas ganas para dar colofón a una temporada inmejorable en lo referido a series producidas y rodadas dentro de nuestras fronteras. 30 Monedas es el proyecto más ambicioso en el que se ha embarcado el cineasta Álex de la Iglesia (Bilbao, 1965) director clave del cine español contemporáneo con películas como Acción Mutante, El Día de la Bestia, La Comunidad, Balada Triste de Trompeta o Las Brujas de Zugarramurdi. Aunque ya había coqueteado con la televisión con aquella Plutón BRB Nero enclavada en la space opera alocada, lo que plantea en esta ocasión el bilbaino no sólo es mucho más ambicioso, sino que no tiene precedentes dentro de la televisión facturada en España, aunque estemos hablando de un proyecto desarrollado para una plataforma de streaming. Con la ayuda de su habitual colaborador a los guiones, Jorge Guerricaechevarría, y un reparto espectacular en el que encontramos a Eduard Fernández, Megan Montaner, Miguel Ángel Silvestre, Carmen Macho o Pepón Nieto entre otros, en Transgresión Continua ya hemos podido ver el episodio piloto de 30 Monedas, del cual ya dio su opinión nuestro compañero Sergio Fernández Atienza en su magnífica crónica del FANT 2020 en Zona Negativa, y nuestras expectativas se han visto totalmente rebasadas.



Las 30 monedas a las que hace referencia el título de la serie son las que Judas cobró por traicionar a Cristo y las mismas se convierten en el MacGuffin central de la historia planteada por parte de Álex de la Iglesia y Jorge Guerricaechevarría. Una de esas monedas aparece en la actualidad situada en el pequeño pueblo de Pedraza (Segovia) en el que la llegada del padre Vergara (Eduard Fernández), un sacerdote de hábitos poco saludables y aficionado al boxeo, parece haber dado inicio a una serie de sucesos sobrenaturales encabezados por una vaca dando a parir un bebé humano. La avispada veterinaria Elena (Megan Montaner) y Paco (Miguel Ángel Silvestre), el ingenuo alcalde de la localidad, siempre manipulado por su esposa, Merche (Macarena Gómez), pedirán ayuda al peculiar párroco para que arroje luz sobre los inexplicables hechos acaecidos en la zona. Un episodio traumático de su pasado relacionado con un exorcismo y el actual escepticismo del padre Vergara debido a una profunda crisis de fe harán que niegue todo lo ocurrido buscando una explicación lógica que no tenga nada que ver con lo ocultista o satánico. Finalmente el bebé, acogido por Carmen (Carmen Machi), otra veterinaria del pueblo, y su marido, Alonso (Antonio Durán), resultará no ser humano y su presencia hará que Vergara tenga que reconsiderar su opinión.



El cold opening en el que se asienta la puesta en escena, el despliegue de medios y el tono brutal de la propuesta o esos títulos de crédito centrados en el calvario de Cristo, con una estética 100% Zack Snyder, son muestra cristalina de la ambiciosa naturaleza detrás de un proyecto como 30 Monedas. En una semana frenética de promoción Álex de la Iglesia ha afirmado en varias entrevistas que con HBO ha conseguido algo inusual en su carrera, como que los productores, después de leer los guiones de la serie, le dijeran que fuera más ambicioso y planteara el trabajo a mayor escala, algo que el director de Crimen Ferpecto y Jorgue Guerricaechevarría se tomaron al pie de la letra. De manera que el primer episodio de 30 Monedas, titulado Telarañas, no sólo coloca las piezas en el tablero, sino que ya ofrece las primeras muestras de qué nos encontramos con la producción más descomunal y megalómana de su autor. El guionista y director deja claros sus referentes foráneos ya que es imposible no pensar en El Exorcista (Willam Friedkin, 1973), En la Boca del Miedo (In the Mouth of Madness, John Carpenter, 1994), Estoy Vivo (Larry Cohen, 1974), Xtro (Harry Bromley Davenport, 1983) o el terror cósmico de H.P Lovecraft, y por efecto dominó Dagon: La Secta del Mar (Stuart Gordon 2001), pero focaliza estas influencias en un contexto profundamente español con ecos de El Extraño Viaje (Fernando Fernán Gómez, 1963) y una deuda clara con el fantaterror facturado en nuestro país durante los años 70.




Álex de la Iglesia lo conocemos como un director con un look visual muy potente y que su puesta en escena es un in crescendo continuado yendo a más en todas sus producciones, acabando en ocasiones en cierta desmesura. Por suerte el perfil alto al que aspira 30 Monedas justifica en todo momento que su máximo responsable quiera ir más allá de lo establecido y el diseño de producción del que hace gala gracias a HBO ciertamente se lo permite. Hay momentos de puro delirio estilístico en el primer episodio de 30 Monedas y un clímax final que si a un servidor le hubieran dicho hace cinco años que iba a presenciar en una serie española no me lo hubiera creído. Dicho esto que nadie piense que Telarañas es una oda al caos narrativo y al impacto gratuito en pos de perturbar al espectador. Todo está plenamente justificado desde la escritura y siempre siendo conscientes de que lo aquí expuesto por los dos guionistas no es más que la primera nota de toda una sinfonía que abandonará próximamente tierras españolas para adentrarse en terreno extranjero, ya que la amenaza cuya simiente es plantada aquí alcanza cotas internacionales cuando De la Iglesia y Guerricaechevarría amplían el tablero de esta partida de rol audiovisual.




Otra de las señas de identidad más características de Álex de la Iglesia como director es lo brutalmente exigente que es, sobre todo en el plano físico, con sus actores protagonizando estos secuencias de acción a gran escala. Ciertamente que sea tan riguroso con los intérpretes desemboca en que estos den lo mejor de sí mismos, algo que está a la orden del día en su filmografía en general y en el primer episodio de 30 Monedas en particular. Dentro de los secundarios despliega naturalidad Megan Montaner como Elena, algo más titubeante se ve a Miguel Ángel Silvestre como el manipulable alcalde, aunque cumple con un rol que seguro irá a más a lo largo de la temporada, y Javier Bódalo sorprende dando vida a Antonio. Veteranos como Paco Tous, Pepón Nieto, Antonio Durán o una magnífica Macarena Gómez ya tienen poco que demostrar a estas alturas, aunque cumplen sobradamente su labor. Pero si hay que destacar a dos actores dentro del casting de este primer episodio eso son una aterradora Carmen Machi, a años luz de sos roles habituales, y sobre todo un Eduard Fernández que después de llevar años mostrando ser un titán, con el padre Vergara empieza a dar muestras de estar construyendo el mejor papel de su carrera, un antihéroe johncarpenteriano con sus raíces ancladas en el la literatura tremendista española.



Como siempre afirmo después de escribir sobre un producto que todavía no ha sido consumido en su totalidad, habrá que esperar a ver los otros siete episodios de 30 Monedas para evaluarla globalmente como proyecto audiovisual, pero sería de necios negar que lo visto en este primer capítulo no es lo suficientemente brillante como para empezar a hacerse ilusiones con lo que está por llegar. El último trabajo de Álex de la Iglesia no sólo aspira a ser el mejor de toda su carrera, título que sigue poseyendo El Día de la Bestia, sino que podría llegar a sentar un precedente dentro de las series rodadas en España en lo referido a crear propuestas de género ambiciosas y sin prejuicio alguno. Después de ver este mefistofélico viaje a al terror rural y el gótico autóctono con esa secuencia final en la iglesia a un servidor sólo le queda preguntarse qué nos depararán las próximas semanas si tenemos en cuenta que todos aquellos que ya han visto la temporada completa consideran cada nuevo episodio mejor que el anterior. Por nuestra parte sólo podemos experimentar “fervor religioso” por las siete horas restantes y más sabiendo que todavía no han hecho acto de presencia los personajes de Secun de la Rosa, Manuel Tallafé, Nuria Fernández, Greta Fernández, Cosimo Fusco o ese Manolo Solo que ya en las pocas imágenes de los trailers apunta a robaescenas nato. Vienen con alegría, señor…