martes, 6 de julio de 2010

La Herencia Valdemar, buenas noches, señor monstruo



Título Original: La Herencia Valdemar (2010)
Director: Jose Luis Alemán
Guión: Jose Luis Alemán inspirado en la obra de H.P Lovecraft
Actores: Daniele Liotti, Laia Marull, Silvia Abascal, Paco Maestre, Óscar Jaenada, Paul Naschy, Jesús Olmedo, Eusebio Poncela, Rodolfo Sancho, Jimmy Barnatán


Trailer


Cuando hace un par de años escuché en el programa La Ventana de Gemma Nierga que un tal Jose Luis Alemán debutaría en la dirección con un film de terror clásico con casa encantada y un reparto de actores muy solventes no tardó en dibujarse en mi rostro una sonrisa. A mi mente vinieron bucólicas imágenes de el terror de la Universal o la Hammer, pensando que por fin en España alguien se animaba a realizar un tipo de cine de género más ortodoxo, menos dado a la experimentación y la vanguardia.




Mi ilusión previa titubeó un poco cuando vi el primer cartel de la película que apestaba a Photoshop a kilómetros. En cambio un poco más tarde la decepción fue un hecho irrefutable cuando vi el trailer del film, cuyas imágenes olían a rancio, acartonado, cutre e impostado, con un ramalazo a cine de terror español contemporaneo cutre como La Biblia Negra, Ouija o La Central, pero con localizaciones de época bastante elaboradas y efectos muy dignos. Por desgracia no andaba nada desencaminado.




La Herencia Valdemar es un gran proyecto llevado a cabo por un novato que lo aboca inevitablemente al fracaso. La producción tiene unos decorados exquisitos, un vestuario para quitarse le sombrero, unos efectos digitales de Reyes Abades excelentes y poco comunes para una cinta de este tipo, un reparto de muy buenos actores, una base literaria (la obra del escritor americano H.P Lovecraft) inmejorable. Con todo esto a tu favor ya tienes que ser muy malo como director y guionista para que la cosa te salga torcida. Por desgracia todo lo que le sobra a Jose Luis Alemán en ilusión le falta en talento.




La Herencia Valdemar está dirigida de manera mediocre. Alemán parece desconocer totalmente el lenguaje cinematográfico, se hace un lío con los encuadres, desperdicia unos decorados y unas localizaciones maravillosas, mete planos innecesarios cuando no debe y no sabe que hacer con los movimientos de cámara. Su impronta es estática y rara vez acierta con alguna secuencia. En cambio donde peor se mueve es en la dirección de actores. No me cabe en la cabeza (y la tengo bien grande, la cabeza digo) como actores tan buenos como Laia Marul, Eusebio Poncela, Oscar Jaenada o Daniele Liotti pueden, a pesar de sus esfuerzos, estar tan perdidos, desubicados, artificiosos y desganados, recitando los dialogos como si estuvieran leyendo el guión delante de la pantalla, pero esto, como voy a comentar a continuación, también es culpa de Alemán.




Si lo de la dirección se puede perdonar, ya lo del guión no tiene nombre, porque es de traca. La escritura de Alemán no sólo es una patada continua en la bolsa escrotal de H.P Lovecraft que poco tiene que ver con su universo, salvo por algunas, y muy contadas, alusiones al mismo, también en su mix mete a Bram Stoker , ya que la primera media hora previa al flashback es puro Drácula con el tema de los tasadores, el diario, el viaje en tren y el sirviente que colecciona insectos, remitiendo inevitablemente al personaje de Renfield. Hay hostias hasta para Edgar Allan Poe por la estética de la mansión y el nombre del personaje de Marull (Leonor).




Aunque si hay que destacar algo son los festivos y alegres anacronismos y las patadas en los testiculos a los libros de historia. Lo de que el ocultista inglés Aleister Crowley tenga el deje extremeño de Paco Maestre, por mucho que el actor esté dignísimo, es de juzgado de guardia y vergüenza ajena. Pero es que ya, lo de juntar en al mansión española de Valdemar junto a Crowley a Lizzy Borden y Bram Stoker entre otros, todos con acento de Albacete (o por ahí le anda) ya fue el despiporre, no pude evitar una incesante serie de carcajadas ante tal despropósito.




La verdad es que Jose Luis Alemán es de admirar. Conseguir el presupuesto para el film sin subvención alguna por parte del estado, hacer la película como le sale del cimborrio, llevarla por ello al traste, ponerle esos pelucones a Eusebio Poncela y al difunto Paul Naschy, tomarse en serio todo lo que está contando, atreverse a hacer esa imposible mezcolanza de personajes históricos e influencias narrativas, escribir esos diáologos sonrojantes para los actores y el espectador y para colmo meter ese descarado cliffhunger al final con un tufo a episodio de serie de televisión que echa para atrás.




Porque por si alguien no lo sabe La Herencia Valdemar es un díptico y tiene continuación. Segunda entrega que veré no por lo bien que pintan los CGI de ese Cthulhu que se ve en el teaser trailer que aparece durante los créditos de la cinta que nos ocupa o por saber como acaba la historia que me la trae más bien al pairo. Lo que me interesa es lo de ver la impagable presencia de un H.P. Lovecraft (¡metalenguaje! si es que estás en todo Alemán, fenómeno) con el acentazo gallego del inmenso Luis Zahera, eso sí que no debe tener precio.



lunes, 5 de julio de 2010

Gummo, now I'm dancing, It's like a dream, no end and no beginning



Título Original: Gummo (1997)
Director: Harmony Korine
Guión: Harmony Korine
Actores: Linda Manz, Max Perlich, Jacob Reynolds, Chlöe Sevigny, Jacob Sewell, Nick Sutton, Lara Tosh, Carisa Bara





En más de un momento he prafraseado al gran Matías Prats Jr viendo la ópera prima como director del joven guionista Harmony Korine, habitual colaborador del fotógrafo y realizador Larry Clark en la escritura de sus films. Gummo recibió varios galardones en distintos festivales en 1997 y fue durante un tiempo, allá por la segunda mitad de la década de los 90, un notorio estandarte de cierto cine independiente estadonuidense. A día de hoy está muy olvidada y pocos se acuerdan de ella, por suerte para el sentido común.




Gummo, es una enorme hez fecal en imágenes. La primera película de Harmony Korine como director es una soplapollez tal, que decir que es cine es un insulto a la inteligencia del cualquier espectador que se precie de serlo. Gummo no es una película, es el resultado de poner una cámara delante de todos los deficientes mentales, pirados, mendigos y niñatos fumados de tu barrio e ir enlazando las imágenes unas con otras sin sentido o rigor alguno. Sólo para ver como queda, reírte con tus colegas por ver como salís en pantalla y que un puñado de flipados con ínfulas de radicales trasnochados alabe tu talento para retratar una sociedad cruda, decadente y sucia donde la alienación infantil está al orden del día.




Pues no, Gummo no aporta nada en ningún sentido, ni siquiera está rodada porque la cámara está ahí de la misma manera que podía estar metida en un cubo de basura. Korine cuenta lo que le da la gana y por eso mismo no cuenta absolutamente nada, porque realmente no tiene ni zorra idea de lo que quiere hablar. No sólo no hay historia (no siempre es necesario, ahí tenemos muchas muestras de arte y ensayo de calidad dificilmente cuestionable) es que no hay ni personajes. Los mismos son vecinos de barriada mostrados en una especie de vídeo casero rodado en cine que quiere ir de veraz por insuflarle un aire de documental forzadísimo, pero que solo transmite hastío, aburrimiento, indiferencia y en los peores casos gilipollez pura y dura.




Por mucho que hable (de manera estúpida, pero agradecidamente carente de efectismo y sin afán de sensacionalismo) de temas potencialmente complicados y poco agradables como la pederastia, los malos tratos, la violencia de género, el sexo entre retrasados mentales, la carestía económica, el uso de la religión como opio del pueblo, no hay una coherencia conceptual, no existe una verdadera mirada profunda. Todo es un sinsentido repleto de escenas insulsas, improvisadas, exasperantes que no dicen nada, que muestran la más absoluta vacuidad. Korine quiere ir de intimista con sus personajes y lo que en verdad consigue poco tiene de minimalista, transgresor o analítico.




Al director de Julien Donkey Boy le gustaría ser Gus Van Sant, pero como no puede ni queriendo se conforma con aspirar a ser un Todd Solondz sin inteligencia alguna. Aunque al final sólo llega a sucedáneo de su amigo y mentor Larry Clark. Por suerte a Korine no le obsesiona tanto el sexo juvenil (al menos como director, como guionista sí, como pudimos ver en los que le escribió a Clark para Kids y Ken Park) como al realizador de Bully (ay, Larry viejo verde). Porque una de las pocas cosas que se le pueden agradecer a Gummo es que teniéndolo realmente fácil para introducirse en la zafiedad con respecto a ese tema, no lo hace en ningún momento. Esa es otra, esta producción tiene fama de dura e incómoda y dicen que ahí está su mayor triunfo. Ambas cosas son mentira, ni eso son virtudes ni llega a transmitir algo que no sea irritabilidad.




Como ya he dicho previamente, Gummo mo es una película, es el preludio de lo que en un futuro vendría a ser un larguísimo vídeo de Youtube, de esos que graban los colegas para reírse ellos mismos, con gilipollezces localistas que los hacen artificialmente felices alentando una falsa camaradería. El proyecto del que hablo en esta entrada es un descomunal "Contigo no, Bicho" o "La he liao Parda" (¡una secuencia de 5 minutos con un tío rompiendo una silla a patadas ante las risas de sus amigos dementes!), que a mí al menos nada me interesa o aporta. Para colmo cuando quedan diez minutos de metraje, Korine descubre que puede mover la cámara y hacer un travelling y... ¡crear cine, del real!. Una pena, a esas alturas estoy debatiendo conmigo mismo sobre si darle un patada al monitor del ordenador o ir a su barrio y quemarlo hasta los cimientos con vecinos incluidos.


domingo, 4 de julio de 2010

Nacido el 4 de Julio, these colors...don't run?



Título Original: Born of the 4th of July (1989)
Director: Oliver Stone
Guión: Ronald Kovic, Oliver Stone basado en el libro de Ronald Kovic
Actores:
Tom Cruise, Willem Dafoe, Raymond J. Barry, Caroline Kava, Kyra Sedgwick, Bryan Larkin, Stephen Baldwin, Bruce McVittie, Tom Sizemore, Vivica A. Fox, Fran Whaley, Jerry Levine




Hace justamente un año quise escribir esta entrada, pero no me animé porque el blog llevaba poco tiempo y no quería escribir tan pronto sobre una de mis películas favoritas. Además, no sabía si abreviar la información y dejarme cosas fuera o escribir un tochazo interminable en el que desgranar todo lo que esta cinta de Oliver Stone significa para mí y la amplia gama de sentimientos que me produce su visionado. Hoy, el día que se celebra la festividad de la indepencia de Estados Unidos, quiero hablar de Nacido el 4 de Julio.




No debe ser fácil ser Oliver Stone. Uno de los autores cinematográficos actuales más críticos con los Estados Unidos. La voz de la concienca de un país contradictorio que ha mostrado las luces y sombras de sus compatriotas. Una carrera dedicada a dar voz a los que no pueden hablar a las masas, a mostrar tanto lo bello como lo inmundo que puebla norteamérica. En 1989, tras varios intentos y la negativa de distintas productoras que no confiaban en el proyecto o que directamente lo despreciaban, Stone, gracias a la encomiable y nunca suficientemente agradecida colaboración de Tom Cruise y su representante Paula Wagner, consiguió llevar a la gran pantalla el libro autobiográfico del veterano de Vietnam, reconvertido en afamado activista en contra de aquel conflicto bélico, Ronald Kovic.




Me cuesta mucho trabajo ceñirme al análisis estrictamente cinematográfico cuando tengo que hablar de Nacido el 4 de Julio. Una película que me marcó profundamente cuando la vi por primera vez debido a que por aquel entonces me encontré con una obra transmitiendo un mensaje que yo compartía completamente y animándome a aferrarme a mis convicciones con respecto a lo que pienso sobre la guerra, sus efectos, sus causantes y, sobre todo, sus víctimas, que no son sólo los soldados enviados al frente a luchar, sino también sus familares y amigos.




Nacido el 4 de Julio es para mí la mejor obra de su autor por distintos motivos. A pesar de ser la segunda entrega de su trilogía sobre Vietnam, guerra en la participó como voluntario al igual que Kovic, me parece una producción en distintos aspectos superior a las ya de por sí excelentes y muy meritorias Platoon y El Cielo y la Tierra. Porque por primera vez Stone, más tarde lo repetiría en cierta manera en el ya mencionado film protagonizado por Tommy Lee Jones, nos hablaba de la vuelta a casa, del duro e interminable camino hacia la reinserción en la sociedad de los jóvenes supervivientes, a duras penas, de un conflicto innecesario que a Estados Unidos le vino grande desde el principio. Muchos de ellos mermados psicológicamente y otros, como el caso de Kovic, en el plano físico, quedando paralítico de cintura para abajo.




Born of the 4th of July supone un choque entre dos ideologías, conservadora y progresista, que más tarde pasarán a dar forma a una compleja conjunción. Esta diatriba es sutilmente representada por Stone como la colisión entre el cine clásico y el moderno. La primera media hora de metraje es una oda al Hollywood de la época dorada, a las típicas historias de patriotismo, primer amor y familia, culminando con esa escena johnfordiana del baile de graduación con Moon River sonando de fondo. Todo es un elegíaco retrato sobre la American Way of Life. Después pasamos a la parte más estrictamente bélica del film en la que vemos una muestra de ese tipo de cine crítico y descreído sobre el conflicto vietnamita que remite a obras de Coppola, Kubrick, Cimino o a previas del mismo Stone.




A continuación, con el regreso de Kovic a casa asistimos al choque frontal de esas dos visiones generacionales del cine. Lo clásico se introduce en la modernidad y viceversa, construyendo una interesante lucha entre dos ideologías contrarias y enfrentadas. Porque como previamente hemos anotado, Ron, a la vuelta de la guerra que le cambió la vida se encuentra en una tierra de nadie, tanto en el sentido literal como en el figurado. Aún quiere ser ese joven patriota que entregó su vida por una causa supuestamente justa y necesaria, pero el precio que pagó por ello, lo que allí presenció y lo que perdió en aquellas dunas olvidadas en Asia, ponen en tela de juicio su sistema de valores y todo por lo que luchó.




Oliver Stone nos muestra las distintas caras de una misma moneda. Por un lado podemos ver el trato vejatorio que recibieron los veteranos heridos de guerra. Olvidados en hospitales en condiciones infrahumanas, sin los cuidados médicos necesarios para su adecuada rehabilitación, por un gobierno (en aquel entonces, 1969, ya el de Richard Nixon) que los usó como a perros por una causa infecta insostenible por sí sola, para después abandonarlos a su suerte, sin ofrecer ayuda económica alguna a la sanidad para al menos conseguir curar sus heridas de combate y con ello permitirles volver a casa con sus familias y allegados.




En el otro lado del espectro tenemos una América que había perdido la inocencia. Por culpa de varios motivos, como el hecho de que por primera vez las televisiones emitieran imágenes en tiempo real sobre un conflicto bélico estadounidense y por un magnicidio que acabó no sólo con un presidente, que tan bien retrataría el mismo Stone en esa obra maestra titulada JFK: Caso Abierto, sino también con un ideal en principio inquebrantable, el de una nueva América más libre y mejor. Los ciudadanos no recibieron a los veteranos de aquella guerra como a héroes, sino como a asesinos. En dicha época el movimiento hippie por desgracia confundió estar en contra de la guerra, con estar en contra de aquellos que tuvieron que librarla, cosas distintas. Por suerte muchos de ellos supieron vislumbrar tal diferencia y están respresentados en el inolvidable personaje de Donna, interpretado por una encantadora Kyra Sedgwik.




Ron Kovic perdió algo más que sus piernas en Vietnam. Perdió su juventud, el poder mantener las relaciones sexuales con una mujer que nunca pudo experimentar, la posibilidad de tener hijos y crear una familia. Perdió el respeto de una indulgente madre que confundió orgullo maternal con egoísmo puro y duro, la salud de un pobre padre que por haber participado en la Segunda Guerra Mundial sabía que era a lo que se enfrentaría su hijo, a Donna, el amor de su vida que se quedó en casa mientras él se alejaba 20.000 kilómetros de su Massapequa natal para combatir una supuesta invasión comunista que nunca tomó forma, porque nunca existió más allá del país vietnamita que la originó, Ho Chi Minh mediante.




De nuevo en Estados Unidos, y gracias a Donna, Ron descubre lo que los jóvenes que fueron al frente desconocían o no querían ver. Que todo fue una gran mentira, que una generación de hijos de América estaban perdiendo la vida por una causa injusta. Al tomar el protagonista conciencia de la realidad, termino muy de izquierdas que no sorprende que Stone utilice como resorte narrativo, descubre por fin su lugar en la sociedad, el puesto que debe ocupar en ella, no otro que dar voz a aquellos que vivieron la locura de Vietnam, enseñar a los que vendrían después (como bien decía Chris, el personaje de Charlie Sheen, en los últimos minutos de Platoon) y luchar por una causa como traer a sus compañeros a casa, aceptar la derrota y evitar que la historia se repitiera en tiempos venideros.




Ya en el plano cinematográfico la película supuso una ruptura importante dentro del estilo de Oliver Stone como cineasta. Nacido el 4 de Julio dejaba percibir con sutileza el paso del uso de largos planos secuencia y travellings con steadycam muy elaborados, al estilo nervioso, de tomas cortas y montaje frenético, ciertamente más efectista, que desarrolló a partir de los 90 y que ya es indivisible a su impronta. También se dejaba ver el uso, bastante adecuado, de ralentís para enfatizar los momentos dramáticos y la utilización de varios de los cortes de la banda sonora del gran John Williams, para un servidor algunos de los más logrados y memorables de su impecable carrera como compositor.




El reparto es extensísimo. Hay pequeñas apariciones de muchísimos actores, algunos geniales como Willem Dafoe, Jerry Levine o Frankie Whaley, pero todo el peso recae en Tom Cruise, que se implicó de manera sobrehumana con la causa de Stone. Cruise en Nacido el 4 de Julio, no hace de Ron Kovic, es Ron Kovic. Las complicadas escenas con la silla de ruedas, las que realiza con muletas en la rehabilitación, los tics nerviosos, la modulación de voz, la dignidad con la que lleva esos horribles postizos capilares, lo visceral de las escenas dramáticas que protagoniza, lo veraz de su llanto. El protagonista de Minority Report es mejor actor de lo que muchos quieren reconocer y a pesar de haber realizado algunos personajes más, del todo recuperables, nunca ha vuelto a estar mejor que en la obra que nos ocupa.




Nacido el 4 de Julio, es muestra palpable de la perfecta confluencia entre cine comercial y de denuncia. Un trabajo sincero en el que dos veteranos de una guerra cruel, injusta y aberrante, que se cobró la vida de millones de hijos de América y Asia, nos hablan de cómo fue aquel conflicto, de cómo destrozó vidas y familias enteras, de cómo cambió radicalmente a un país como Estados Unidos para el que la derrota hasta ese momento era algo desconocido. Por desgracia, y como todos sabemos, la historia volvió a repetirse, cuando los hijos de aquellos que mandaron a toda una generación de jóvenes a morir y matar por defender, supuestamente, a su país, recrearón el mismo ernviando en 2003 a un ejército desorientado y confundido a cientos de miles de kilómetros de su hogar, defendiendo una causa que hasta el más estúpido de nosotros sabía que era una mentira a nivel internacional.




El desfile con los veteranos reaccionando asustados antes los petardos o ese primer beso de dos niños entra fuegos artificales. La escena del partido de beisbol, esa madre presagiando que su hijo hablará ante multitudes diciendo grandes cosas, la escena del baile. Esa masacre en un poblado vietnamita, aquel error fatal entre la confusión producida en las dunas, el mando que resta importancia al hecho. Aquel 20 de Enero en el que Ron perdió la mitad de su cuerpo, el hostipal de mala muerte en el que se trataba como a animales a personas que lo habían perdido todo. El duro regreso al hogar con ojos repletos de miradas entre compasivas y recelosas, el llanto de ese padre que se derrumba al ver lo que queda de su primogénito.




Ese otro desfile del 4 de Julio en el que es Ron ahora el que reacciona temeroso a las explosiones de los petardos, esa noche de blasfemias e insultos en el supuesto hogar ideal que desemboca en el viaje a México un necesario purgatorio en el que el protagonista se encuentra a sí mismo, con aquella terrible y misericordiosa desvirgación sexual entre lágrimas que encoje el alma; y el definitivo retorno a casa convertido en un icono necesario para los hijos de unos Estados Unidos ciegos y puritanos que debían abrir los ojos ante la realidad por su propio bien y supervivencia. No puedo comentar todas las escenas que me hielan la sangre, me agarran fuerte del pecho o tengo que ver entre lágrimas.




Nacido el 4 de Julio no cambia con el tiempo, pero yo sí. A día de hoy reconozco que por muy idealista que quiera ser, detrás de una frase tan aparentemente sencilla como "No a la Guerra" existe una compleja maraña de ideas, intereses y causas que no son sencillas de defender o criticar. Decir sí o no a algo tan complicado como los motivos por los que se lleva a cabo un conflicto bélico sin saber de qué se habla es lo más fácil, pero también lo más cobarde. Aunque lo que no cambia cada vez que veo la séptima cinta de Oliver Stone es una sola cosa. Que no hay país, causa, bandera, ideología, interés económico, político o religioso que merezca la pena ser defendido cuando un padre o una madre, uno solo de ellos, ve volver a su hijo a casa en una silla de ruedas convertido en una sombra de lo que alguna vez fue. En ese sentido mi opinión no la cambiará nada ni nadie, por muchos años que pasen.


sábado, 3 de julio de 2010

Street Fighter, la Leyenda, todo parecido con el videojuego es pura coincidencia



Título Original: Street Fighter, the Legend of Chun Li (2009)
Director: Andrzej Bartkowiak
Guión: Justin Marks
Actores:
Kristin Kreuk, Chris Klein, Neal McDonough, Robin Shou, Moon Bloodgood, Josie Ho, Taboo, Michael Clarke Duncan, Pei-pei Cheng, Edmund Chen




Street Fighter, la Última Batalla tiene un lugar de honor en la historia del cine, por ser sin lugar a dudas la peor película de Van Damme, el peor testamento cinematográfico posible para el gran Raul Julia, la peor adaptación que se ha hecho sobre un videojuego, y sobre todo, la peor comedia inintencionada de la historia del cine o por ahí le anda. Pasaron bastantes años hasta que Capcom decidió retomar de nuevo los films en imagen real sobre uno de sus videojuegos más rentables y gracias a esto (es un decir) el pasado 2009 vio la luz Street Fighter, la Leyenda.




Sin llegar a los límites de vergüenza ajena de la "obra maestra" de Steven E. de Souza, Street Fighter the Legend of Chun Li es mala de solemnidad. Una cinta a la que si le quitamos los nombres y la presencia de un tipo ridículo que intenta parecerse con una máscara y una garra a nuestro paisano Vega, no tendría absolutamente nada, pero nada, que ver con el entretenido videojuego de lucha que tan buenos momentos hizo a pasar a varias generaciones de chavales ávidos por soltar soplamocos virtuales, entre los que me incluyo.




Practicamente ninguno de los personajes de la cinta tiene que ver algo con los que podíamos seleccionar en el videojuego. La película que nos ocupa se reduce entonces a una simple muestra cutre sobre artes marciales en la que una niñata pianista con muy mal pronto decide buscar a su padre que ha sido secuestrado por un mafioso tailandés, que va de guapo y elegante, en Bangkok. Los diálogos son pretendidamente profundos, de ahí que inciten a la carcajada en más de una ocasión. La ¿dirección? de Bartkowiak que en sus obras previas siempre se ha basado en lo único que sabe hacer, viguerías visuales con la cámara (su pasado como director de fotografía lo delata) aquí ni se ven, ya que el hombre está con el piloto automático todo el metraje.




El reparto da pena desde el primer actor hasta el último. El intento de Chris Klein por ir de poli duro, Neal McDonough dando vida a un Mr Bison para olvidar, sobre todo cuando le quieran dar matices en al guión a su personaje. Michael Clarke Duncan es el que más cumple y el que más respeta el origen del videojuego, por que sólo da hostias durante el rato que sale en pantalla. La guapa Kristin Kreuk físicamente da el pego como Chun Li, pero la chica es una negada para interpretar lo que sea, aunque el único aliciente que tiene la cinta es por parte de ella, ya que cansado uno de verla hacer el empalagoso papel de Lana Lang en Smallville se agradece recibirla aquí repartiendo estopa y dando saltos, muchos sin doble, cosa que me ha sorprendido.




Por culpa de la peluca del maestro Gen, los diálogos sonrojantes sobre artes marciales, la escena del remolino de Chun Li resuelta de manera horrible, la innecesaria escena del baile con la otra china, un WTF de campeonato, en la discoteca que sabrá dios que querrá significar, esos cutrísimos Hadouken y de ese caballo en forma de persona humana que interpreta a Vega, Street Fighter, la Leyenda puede conisderarse como una de las peores películas del 2009 y una de las adaptaciones más infieles que se han hecho jamás de un videojuego. En la otra película al menos teníamos a Kylie Minogue, Wes Studi haciendo de Sagat, un Dhalsim científico y con pelo, los impagables (literalmente) Bisondolares y un Vega que a pesar de estar interpretado por un indio navajo, tenia más pinta de español que el tinto de verano, cojones ya.


viernes, 2 de julio de 2010

Universal Soldier, Regeneration, absolute war machine



Título Original: Universal Soldier, Regeneration (2009)
Director: John Hyams
Guión: Victor Ostrovsky
Actores: Jean-Claude Van Damme, Dolph Lundgren, Andrei Arlovski, Mike Pyle, Garry Cooper, Corey Johnson, Emily Joyce, Kerry Shale


Trailer


Soldado Universal, a parte de uno de los films más sinceros del inefable Roland Emmerich, era una entretenidísima cinta de ciencia ficción con toques de cine bélico y unos por aquel entonces muy de moda Jean Claude Van Damme y Dolph Lundgren como actores principales. En el año 1999 llegó una tardía secuela, Soldado Universal, el Retorno, esta vez sin el protagonista de Red Scorpion, muy por debajo de la original, pero poseedora de algunos detalles interesantes, como la banda sonora con temas de rock y la presencia del impagable luchador de wrestling Bill Goldberg.




Diez años después de la primera secuela nos llega esta tercera parte que es importante por varios motivos. El primero es que supone el regreso de sus protagonistas a las producciones fuera del tufo a serie B que llevaban años cultivando cada uno por su lado y segundo, es posiblemente la mejor película que ambos han protagonizado (dejemos a un lado por parte del belga JCVD, que esa juega en otra liga) en muchos años. Principalmente porque por fin tienen un presupuesto digno y sobre todo, porque los productores han puesto de una vez un director competente detrás de la cámara.




Que nadie piense que John Hyams, hijo del unas veces competente y otras mediocre Peter Hyams, que por cierto ejerce como director de fotografía en el film que nos ocupa, es otro de esos realizadores orientales que Van Damme tiene en nómina y cuya única aspiración es convertirse en un sucedaneo cutre de John Woo emulando todos los clichés visuales del cine hognkones de acción. Aquí el trabajo de realización es correcto, tiene un ritmo medido, los movimientos de cámara son adecuados, la acción está perfectamente dosificada, es decir, no es Michal Mann, pero Hyams hace un trabajo técnico adecuado para que un film como este no parezca una cutrez sonrojante como La Orden, o El Enviado, por mencionar algunas cintas protagonizadas por los dos protagonistas y que tuvieron un mínimo de repercusión.




Incluso podríamos decir que Universal Soldier, Regeneration, es hasta cierto punto una cita valiente y atípica, ya que el protagonismo de Van Damme y Lundgren es escaso durante el metraje y tardan bastante en pasar a la acción. El film se podría considerar más bien una cinta de acción bélica sobre supersoldados con un reparto de tipos rudos de mándibulas apretadas, que de interpretación sabrán más bien poco, pero de dar hostias como panes de hogaza entienden bastante. Sobre todo el luchador bieloruso Andrei "the Pitbull" Arlovski, de acerado rostro (y posiblemente culo prieto) que interpreta a un Soldado Universal evolucionado y que se lleva él solo la película en el bolsillo por lo burro y cáotico de su estilo de lucha, con el que se despacha a gran cantidad de los militares que dan título al film.




Esta Soldado Universal 3, no deja de ser un film de tíos duros matándose a tiros y dándose de hostias, pero está bien hecho, tiene momentos logrados sobre todo en la dirección y la fotografía y lo mejor es que pone en primera línea de nuevo a dos iconos de la entrañable era Regan que andaban de capa cáida. A día de hoy se gesta una cuarta entrega, con el mismo director y reparto, pero espero que con un poco más de acción, que es el único fallo que tiene esta que nos ocupa. Ya que las escenas de batalla están muy bien acabadas, pero no hay tantas como debiera y yo a este tipo de películas no les pido que me hablen del objetivismo de Rand, sino que me den tiroteos y bofetones y cuantos más mejor. Los intelectualismos los dejamos para cuando vaya a ver una de Haneke, que por cierto ya va tocando.



Aullidos, of wolf and man



Título Original: The Howlling (1981)
Director: Joe Dante
Guión: John Sayles y Terence H. Winkless basado en la novela de Gary Brandner
Actores:
Dee Wallace-Stone, Patrick MacNee, Dennis Dugan, Christopher Stone, Belinda Balaski, Slim Pickens, John Carradine





En 1981, el mismo año en el que John Landis daba su visión más o menos clásica, aunque con algún matiz renovador de cine juvenil, sobre el celuloide de licántropos con la simpática Un Hombre Lobo Americano en Londres, en el lado diametralmente opuesto, un por aquel entonces aún semidesconocido Joe Dante dirigía Aullidos, otro film sobre el mismo tema, pero ofreciendo una visión radicalmente opuesta, más arriesgada, mucho más adulta y puede que tan conseguida como la que el director de Desmadre a la Americana dio con su quinto trabajo detrás de las cámaras.




The Howling reniega desde su inicio a mirarse, al menos directamente, en espejo referencial alguno, dando un punto de vista sobre el cine de licántropos rompedor y muy vanguardista. Con un matiz muy adulto, Dante en la dirección y un inusual John Sayles en la escritura (con la colaboración de Terence H. Winkless) crean una, hasta cierto punto, estilizada visión de los hombres lobo repleta de simbología social y una considerable carga sexual que la aleja de los retratos que se habían realizado sobre este tipo de films desde la época de los primeros proyectos de la Universal hasta los de finales de los 70.




El film ha soportado muy dignamente el paso de los años por lo bien acabado que está en el apartado técnico, sobre todo en la fotografía, la dirección mucho más seria de lo habitual en Dante y los efectos de maquillaje de unos inspiradísimos Rick Baker y Rob Bottin, que consiguen con las transformaciones lupinas momentos memorables que nos confirman lo que ya sabíamos, que los fríos efectos digitales actuales nunca podrán transmitir la palpable y artesanal fisicidad del látex. Producto sintético cuyo adecuado uso cinematográfico tan buenos momentos nos regaló dentro del cine de terror y ciencia ficción en la década de los 80.




Aullidos se puede considerar facilmente como una obra clave dentro del cine de terror de principios de los 80, a pesar de que su guión es algo previsible o que por desgracia tras ella surgieran siete innecesarias secuelas, méritos como su originalidad, su mensaje alegórico sobre el aislamiento y el rechazo social y su ácida mirada hacia el lado más sensacionalista de los medios de comunicación, nos confirman que esta cinta de Joe Dante merece un lugar de honor dentro del cine de terror de culto comercial, aquel que se hacía principalmente para que el espectador disfrutase de un buen rato frente a una pantalla, no para que desembolsara dinero por ver mierda prefabricada en cadena de montaje, como tristemente sucede en la actualidad.


La Serpiente y el Arco Iris, yo anduve con un zombie



Título Original: The Serpent and the Rainbow (1988)
Director: Wes Craven
Guión: Richard Maxwell y Adam Rodman basado en la novela de Wade Davis
Actores: Bill Pullman, Cathy Tyson, Zakes Mokae, Paul Winfield Badja Djola, Brent Jennings, Conrad Roberts, Theresa Merritt, Michael Gough


Trailer


Al director Wes Craven se le podrán echar muchas cosas en cara, que es un oportunista, el amo del efectismo y hasta cierto punto un artesano algo impersonal, pero nunca que sea un director acomodaticio dentro del género de terror o que recurrentemente relate la misma historia. Siempre ha investigado dentro de un amplio abanico de producciones muy diferentes las unas de las otras, no triunfando en todas las ocasiones, pero sí consiguiendo los suficientes films memorables como para darle un cierto nombre dentro del cine de culto americano de género totalmente merecido.




Para mi sorpresa una cinta semidesconocida del director de La Última Casa a la Izquierda como La Serpiente y el Arco Iris resulta ser uno de sus mejores films y una de sus obras más logradas y completas. Basada en la novela de Wade Davis esta producción de 1988 es un excelente ejercicio de terror en estado puro sobre muertos que vuelven a la vida, maldiciones, vudú, posesiones demoniacas y magia negra, supuestamente basado en unos poco creíbles hechos reales, aunque eso, siempre desde mi punto de vista, es lo de menos.




The Serpent and the Rainbow es un film que indudablemente respira por todos y cada uno de sus fotogramas el clásico dirigido por Jacques Tourner al que hago alusión en la entrada que nos ocupa, tomando de él mucha simbología y todo lo realcionado con el ocultismo y la brujería. El director sitúa su film durante la revuelta de 1985 acaecida en aquel país y da bastante entidad y rigor a su relato, con un conseguido guión y una dirección por su parte de las mejores que yo he podido ver salidas de su mano.




Craven con un pulso muy firme, algo bastante inusual en él, rueda algunas de las escenas más logradas de su carrera y consigue en varias ocasiones impactar al espectador con secuencias oníricas poseedoras de un acabado impecable. Aunque lo que sí es cierto es que si bien Craven está mejor que nunca en la realización, también es justo destacar que un actor bastante mediocre y con una irregular carrera como Bill Pullman, ayuda considerablemente al conjunto de la película entregándose con bastante mérito en el apartado interpretativo, para dar un matiz realista a su personaje protagonista.




Una excelente producción con muchos hallazgos y momentos excelentes que no conisgue redondearse como una obra completamente perfecta por culpa de esa alucinógena y demasiado flipada resolución que rompe abruptamente con la seriedad e incluso cierta profundidad histórica que destilaba la cinta desde su inicio. La Serpiente y el Arco Iris se puede considerar un muy buen producto que merece ser redescubrido dentro de la carrera de un director al que le debemos más de lo que creemos, aunque ahora mismo esté embarcado en una Scream 4 que nadie estaba pidiendo y que si envejece tan mal como las tres anteriores (que ojo, en su momento disfruté bastante) por mí se la podían haber ahorrado.