jueves, 16 de julio de 2015

El Cielo y la Tierra, hijos del viento



Título Original Heaven and Earth (1993)
Director Oliver Stone
Guión Oliver Stone basado en la autobiografía de Le Ly Hayslip
Actores Hiep Thi Le, Tommy Lee Jones, Joan Chen, Haing S. Ngor, Thuan K. Nguyen, Dustin Nguyen, Vinh Dang, Mai Le Ho, Dale Dye, Debbie Reynolds




En 1991 una vez más Oliver Stone saboreó las mieles del éxito con una de sus más importantes producciones. JFK. Caso Abierto supuso uno de los mejores films de su década, una prodigiosa mezcla entre ficción filmada y documental con uno de los mejores montajes de la historia del cine (ganador del Óscar) un reparto descomunal y un guión que diseccionaba hasta lo enfermizo el magnicidio del trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos. Tras aquel nuevo espaldarazo de crítica y público Stone decidió centrarse en un proyecto, dentro de lo que cabe, más modesto y con ello cerrar su por aquel entonces ya celebrada trilogía sobre Vietnam que había comenzado en 1986 con Platoon y continuado en 1989 con Nacido el 4 de Julio. Pero en esta ocasión el cineasta nacido en New York hizo algo poco común en el cine bélico de su país, abordar el conflicto desde el lado opuesto al americano.




Con El Cielo y la Tierra Oliver Stone decidió adaptar los libros autobiográficos When Heaven and Earth Changed Places, Child of War y Woman of Peace de Le Ly Hayslip (escritos con la colaboración del editor Jay Wurts) una joven norvietnamita que fue testigo en primera persona de la guerra que dividió su nación y permitió la llegada del ejército de Estados Unidos para "mediar" en dicho conflicto. Con ello el cineasta de Salvador o Giro al Infierno saldaba una deuda con aquel país asiático en el que vivió un año como soldado estadounidense y con su madre Jacqueline Stone a la que dedicó la película y que falleció hace poco menos de dos meses. El resultado no fue el esperado, el público no respondió con entusiasmo y la crítica se mostró considerablemente polarizada a la hora de valorar una cinta que merece mucho más reconocimiento del que recibió, una rara avis que se revela como uno de los tesoros ocultos dentro de la filmografia del guionista de Manhattan Sur (Year oh the Dragon) u Ocho Millones de Maneras de Morir.




Los políticos que dan inicio al conflicto y las tácticas rastreras que en ocasiones ponen en funcionamento para llevarlos a cabo, los soldados en el frente luchando contra el enemigo viéndose deshumanizados por una violencia de carácter casi vírico que todo lo devora, la dura vuelta a casa en la que se encuentran con un país completamente distinto al que abandonaron y en el que la sociedad cambia con respecto a apoyar o no intervenciones militares en ocasiones tan injustas como cuestionables. El cine (anti)bélico en general y el de la contienda de Vietnam en particular han abordado todos estos puntos puntos de vista a la hora de hablar de la manera más amplia posible sobre los estragos de la guerra. El problema es que pocos han sido los americanos que se han interesado en el séptimo arte en narrar qué sucede "al otro lado", cómo recibe "el enemigo" la invasión extranjera y las pocas veces que lo han hecho ha sido para demonizarlos de manera maniquea y tendenciosa.




Pocos directores estadounidenses que en algún momento hayan coqueteado con el celuloide de corte bélico optaron en alguna ocasión a lo largo de sus carreras por hablar de manera directa, no tangencial, de los bombardeos indiscriminados con sus terribles daños materiales y personales, las matanzas de civiles, la opresión a ciudadanos que (en muchas ocasiones) sólo luchaban por una independencia justa ante un imperialismo desproporcionado que únicamente buscaba su sometimiento. Por suerte el cineasta de Hablando Con la Muerte o Wall Street decidió, una vez más, ir a contracorriente y dar voz dentro de su trilogía sobre Vietnam a los que protagonizaron la peor parte de aquella guerra inútil, personas a las que Stone llegó a admirar y de cuya entereza, compasión e historia se impregnó hasta el punto de tomar como suya la religión budista propia del norte del país asiático.




El décimo largometraje de Oliver Stone es una historia "bigger than life" que hunde sus raíces en el clasicismo propio de autores tan dispares, y a la vez semejantes, como David Lean, Victor Fleming o Akira Kurosawa con una epopeya en la que se nos narra los hechos reales en los que se vio implicada Le Ly Hayslip desde su infancia durante los años 50 conviviendo pacíficamente en la ciudad vietnamita de Ky La con sus padres y hermanos y la posterior llegada de las fuerzas invasoras de Francia primero y Estados Unidos después. Con el conflicto en el que América tomó partido llegó la total escisión del norte y el sur del país y con ello los actos hostiles por parte de las dos facciones. Mientras los vietnamitas del sur, apoyados por los estadounidenses, raptan y torturan a la joven para sacarle información sobre el vietcong miembros de este último, creyéndola una traidora, la violan brutalmente, siendo este el acto detonante de su huída de Ky La junto a su familia rumbo a Saigón.




Una vez instalados en "la perla del sureste asiático" y mientras sus hermanos están en el frente con el vietcong y su hermana ganando la vida como prostituta Le Ly y su madre se dedican a ejercer como criadas en casas de señores aposentados de la zona. Tras quedar embarazada por su amo, la joven recibe el rechazo de sus padres y decide ganarse la vida vendiendo productos del mercado negro a los soldados estadounidenses y a vender su cuerpo de manera ocasional con el único fin de conseguir dinero para mantener a su hijo. Allí en Saigón conocerá Steve Butler, un sargento de artillería en el Cuerpo de Marines de Estados Unidos que se enamorará de ella y le regalará una nueva vida en Estados Unidos. Una vez instalada en el país de las barras y estrellas Lely descubrirá que se encuentra en una tierra diametralmente opuesta a la suya en la que convive con un marido que por culpa de las secuelas que la guerra dejó en su psique cada vez se muestra más inestable mentalmente entregándose al alcoholismo y otros hábitos autodestructivos.




Para llevar a imágenes las memorias de Le Ly Hayslip, Oliver Stone recurre a su por aquel entonces ya asentado look visual (aquel que se vislumbraba en Hablando con la Muerte y que eclosionó totalmente en Nacido el 4 de Julio, The Doors y JFK: Caso Abierto) con el único fin de convertir cada secuencia, cada plano, cada fotograma en poesía gracias a una puesta en escena repleta de una belleza desarmante en la que hasta los pasajes más terribles apelan a un lirismo doliente con el que el cineasta sabe extrapolar de manera fidedigna el relato escrito de la autora a la que ha decidido adaptar al medio cinematográfico. Stone se detiene en los maravillosos parajes de Vietnam, Tailandia y Bangkok con los que reconstruyó la ciudad Ky La y Saigón, con un uso cromático de una paleta de colores vivos en la que el verde (que no sólo nos remite a la jungla sino también a los uniformes militares de los estadounidenses) impera con el fin de acentuar o enfatizar el tono de poema desgarrado y contenido que el guionista y director está narrando.




El cineasta se preocupa en destacar en todo momento que en sus memorias Le Ly no alberga ningún sentimiento de odio o venganza por sus captores, torturadores o violadores, al contrario, la autora sólo transmite deseos de redención, compasión y perdón por todos aquellos que en el algún momento de su vida le hicieron sufrir. Esta ideología, propia del budismo, es la que le permite seguir adelante en todo momento sin desfallecer ante la destrucción de su país o su llegada a otro que la mira como un animal exótico y en el que sólo consigue encajar cuando se va convirtiendo gradualmente en un engranaje más de un salvaje sistema capitalista y de consumo que poco tiene que ver con su Vietnam natal. Un hecho trágico hará cambiar de parecer a Le Ly que finalmente decidirá volver a su tierra natal con sus hijos para que conozcan su procedencia y tradiciones consiguiendo la ya madura mujer encontrarse con sus ancestros, y por efecto dominó consigo misma, llegando a una realización personal que le permitirá encarrilar una vida que por aquel entonces andaba totalmente desbocada.




Para que la historia exhale verismo Stone elige a una actriz vietnamita totalmente desconocida como Hiep Thi Le para dar vida a la protagonista y ella le devuelve el favor entregándose en cuerpo y alma a un papel que aborda desde las entrañas, como si hubiera nacido para interpretarlo y resulta harto creíble desde que la conocemos como una adolescente ingenua y feliz hasta que le vemos transformarse en una madre y mujer abnegada. Entre los efectivos secundarios no profesionales destacan como los padres de la protagonista la china Joan Chen (Juez Dredd, Twin Peaks) o el camboyano Haing S. Ngor, que casi diez años antes ganara el Óscar por su inolvidable papel en Los Gritos del Silencio (The Killing Fields) de Roland Joffé y sobre todo un Tommy Lee Jones, alejado del hieratico y autocomplaciente de la actualidad, que devora cada encuadre con una fuerza sobrehumana y eclipsa con una profesionalidad intachable a todo aquel que comparte plano con él, aunque la ya mencionada actriz protagonista mantiene muy bien el tipo cuando intercambia diálogos con su personaje.




Pocos fallos podríamos achacarle a El Cielo y la Tierra, pero no mencionar los que comete no sería del todo justo. Por un lado rodar toda la película en inglés ya es un error de bulto, pero que los vietnamitas hablen dicho idioma en la intimidad y recurran (ocasionalmente) al vietnamita delante de los soldados americanos queda totalmente impostado en pantalla. También habría que afirmar que los efectismos en la dirección de Stone con el uso de distintos formatos, la utilización del blanco y negro en secuencias clave del relato o la iluminación sobreexpuesta (técnicas estas de las que abusaría hasta lo insano un año después en la ambigua y lacerante Asesinos Natos) en ocasiones resta en ocasiones el verismo que los momentos más líricos del metraje habían dejado grabados a fuego en la retina del espectador. También se achachó al film que su guión era algo caótico, opinión que un servidor no comparte, ya que es inevitable que tres manuscritos que unidos suman la friolera de casi 800 páginas deban extrapolarse a la pantalla de manera condensada. Stone lo hace con mucho oficio y en ningún momento lo expuesto en pantalla se antoja caótico o desorganizado.




Envuelta en todo momento por el inolvidable score del compositor nipón Kitaro, con una preciosista fotografía de Robert Richardson en la que se muestran en todo su esplendor las costumbres, tradiciones y paisajes del Vietnam, un montaje virtuoso marca de la casa a manos de David Brenner y la fallecida Sally Menke, un reparto brillante comandado por unos Hiep Thi Le y Tommy Lee Jones descomunales y un Oliver Stone que creía en lo que hacía y que decidió abrirse en canal más que en ningún otro proyecto previo o posterior de su filmografía Heaven and Earth es un canto en favor de la paz, una oración conciliadora en la que la inocencia prevalece sobre el egoismo y la muerte. Como cinta merece ser revalorizada adecuadamente y su importancia reconocida, ya que tras la senda abierta por ella otros films como su coetanea la imponente Stalingrado de Joseph Vilsmaier o la memorable Cartas Desde Iwo Jima de Clint Eastwood defendieron que las barricadas del bando opuesto también estaban habitadas por seres humanos con sus ideas, costumbres, tragedias y alegrías. Vidas al fin y al cabo.


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