sábado, 25 de julio de 2015

Whiplash, searching for Charlie Parker



Título Original Whiplash (2014)
Director Damien Chazelle
Guión Damien Chazelle basado en su propio  cortometraje
Actores Miles Teller, J.K. Simmons, Melissa Benoist, Paul Reiser, Austin Stowell, Jayson Blair, Kavita Patil, Kofi Siriboe, Jesse Mitchell, Michael D. Cohen, Tian Wang, Jocelyn Ayanna, Tarik Lowe, Marcus Henderson, Keenan Henson




En el año 2013 el director debutante Damien Chazelle ganó el premio al mejor cortometraje en el festival de Sundance con Whiplash, la historia de la llegada a un elitista conservatorio de música de un joven baterista de jazz y su nuevo y brutal profesor que hará de su primer día un infierno. El trabajo era un tour de force entre un enorme J.K. Simmons y un magnífico  Johnny Simmons con una elegante dirección y un destacable montaje. Dicho galardón en el festival creado por el actor y director Robert Redford le proporcionó al Chazelle financiación para llevarlo al largometraje un año después con el mismo título. La versión de 103 minutos de Whiplash se convirtió el pasado 2014 en uno de los grandes éxitos de la temporada, llevándose incontables galardones y nominaciones (de nuevo triunfó en Sundance) que culminaron el pasado mes de Febrero cuando el film se alzó con tres estatuillas en la última ceremonia de los Oscars, mejor actor secundario, mejor montaje y mejor sonido, todos merecidísimos.




Whiplash toma como punto de partida los diecisiete minutos del cortometraje de 2013 (si obviamos el prólogo que sí tiene el largo en el que los dos personajes se cruzan el uno con el otro por primera vez ya con Damien Chazelle marcando a fuego, pero con elegancia, la personalidad de los dos roles principales) y tiene como único cambio notable la sustitución de Johnny Simmons por el joven Miles Teller al que hemos visto en trabajos como Project X, Divergente, el remake de la ochentera Footloose y que interpreta a Reed Richards en la muy polémica e inminente nueva versión de Los 4 Fantásticos de Marvel a manos de la Twentieth Century Fox con Josh Trank (Chronicle) de director. Dicha nueva elección de casting se revela como un acierto mayúsculo, porque si Simmons aguantaba magníficamente el envite del J.J Jameson de la primera trilogía de Spiderman, Teller le da la réplica con una profesionalidad impropia de un actor tan joven como él.




Parte de la prensa especializada y el público ha tildado a Whiplash de ser una cinta deleznable en el plano moral. Parece que no pocos espectadores han visto en el debut en el largometraje de Damien Chazelle una apología de aquello tan americano del "éxito por el éxito" de hacer lo que sea con tal de llegar a lo más alto y dejarse imbuir por esa enfermiza delectación puramente estadounidense por el triunfo y llegar a la cumbre pisoteando a quien haga falta en el arduo proceso. Ese ambiguo final posiblemente es el que incita a a depende qué espectadores a pensar que nos encontramos ante una oda a la tortura física y psicológica de una persona si con ello se consigue alcanzar un plano superior dentro de la autorrealización profesional y personal justificando todas las barbaridades a las que el brutal profesor de música Terence Fletcher somete a su nuevo alumno Andrew Neyman para convertirlo en un virtuoso de la batería.




Un servidor no es partidario de esta teoría o lectura de la película. Cuando vi por primera vez Wihplash hace unas semanas me encontré con la historia de un hijo de puta desalmado, genial en lo profesional y aberrante en lo personal, que moldeando a un apocado muchacho apasionado del jazz y los bateristas clásicos del género hasta lo enfermizo como si de una versión pervertida y malsana de Pigmalion se tratara, acaba encontrando la horma de su zapato, otro cabrón con cuernos que saca el salvaje que lleva dentro cuando este déspota profesor lo exprime hasta la enfermedad física y psicológica. En un momento dado los dos personajes llegan a un punto de no retorno en el que el sadomasoquismo y la crueldad recíproca convierten al largometraje de Damien Chazelle en un cruce entre Encontré al Diablo del cineasta coreano Kim Jee-Woon y la primera mitad de La Chaqueta Metálica, la adaptación que realizó Stanley Kubrick del libro The Short-Timers de Gustav Hasford complementada con apuntes de El Luchador y Cisne Negro, los dos alabados films de Darren Aronofsky.




Estos dos personajes que el guión perfila con milimétrica perfección están abordados por una pareja de actores que dan todo lo que tienen y más para devorar cada encuadre que comparten. Lo de J.K. Simmons es sobrehumano ya que habituado el espectador a verlo haciendo papeles campechanos y cómicos como los de la trilogía de Spiderman, Juno o Ladykillers aquí consigue que su figura espigada, su boca torcida y prominente calva no ejerzan de obstáculos para intimidar al espectador tanto como a sus alumnos en cuanto aparece por primera vez en pantalla. El actor de Terminator Génesis da voz y cuerpo a uno de los "villanos" más detestables y a la vez fascinantes del cine americano reciente, un hombre que aunque recurre en no pocas ocasiones a la violencia física contra sus pupilos consigue amedentrar más con dos palabras susurradas al oído que agrediendo con una sesión continua de bofetadas a su nuevo alumno como hace en la esclarecedora y virtuosa secuencia de la llegada de Neyman a su nueva clase.




Pero lo de Miles Teller es más meritorio todavía. El joven actor consigue cambiar gradualmente su personaje pasando de ser un chico callado, tímido (le cuesta considerable trabajo invitar a la dependienta  del cine al que habitualmente asiste para tomar algo) que ve con su padre películas clásicas europeas en pantalla grande y que vive para tocar la batería inspirándose en los más grandes del jazz a una bestia parda que llega a obsesionarse a hasta lo enfermizo con ser el baterista perfecto, ese diamante en bruto que su profesor lleva años buscando, su nuevo Charlie Parker, dejando de lado de este modo a su padre y a la chica con la que está comenzando una más que prometedora relación sentimental. Neyman es el reflejo rejuvenecido de Fletcher, un chico que aún sabiendo que una simbiosis de tan contrastada toxicidad como la que comparte con su maestro convierte su vida en un infierno, adimte y asume que ese camino hacia la perfección es el precio que hay que pagar para ser el mejor aunque lo único que encuentra en su interior es el lado más oscuro y egoista de su propia personalidad.




Por suerte no sólo es en sus intachables y superlativos actores principales recaen todos los aciertos de una producción como Whiplash. Damien Chazelle lleva hasta el paroxismo su delectación minimalista con los instrumentos musicales, con el ritual que supone utilizarlos para la creación de música en directo y destila una pasión sincera por el jazz y su naturaleza virtuosa e improvisatoria, aunque varios entendidos en el género afirman que se ha tomado ciertas licencias narrativas que se alejan en cierta manera de la realidad. A que esa virtuosa puesta en escena tome forma ayudan sobremanera un sonido exquisito que capta todos y cada uno de los matices auditivos de manera epidérmica y visceral y sobre todo un montaje vibrante, impoluto, arrollador, que imprime a la historia un tempo narrativo propio de un thriller de suspense magnificando cada plano detalle, cada breve toma como si cada una de ellas fueran las notas musicales que dan forma a una enorme sinfonía en la que todo funciona, nada falla y no desafina ninguno de los músicos de la banda.




Whiplash es una de las mejores cintas de pasado 2014, un trabajo merecedor de todo el reconocimiento que recibió durante su carrera comercial gracias a una labor soberbia de su guionista y director, unos protagonistas tan avasalladores que con su inolvidable tête à tête eclipsan hasta a unos secundarios (Melissa Benoist, Paul Reiser, Chris Mulkey) que tiran de profesionalidad para abordar sus roles y un equipo técnico (montaje, sonido, fotografía, diseño de producción) al que con palabras no se puede hacer justicia. Porque el debut del prometedor Damien Chazelle finalmente sí hace un retrato de la América del siglo XXI, pero no por medio de la justificación del todo por el todo en pos de los falsos oropeles de la fama, sino con el retraro de dos caras de la misma moneda que son capaces de destruir todo lo que encentran en su camino con tal de solapar por medio de talento todo aquello de lo que carecen como personas y seres humanos.



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