Director: José Corbacho y Juan Cruz (2008)
Guión: José Corbacho y Juan Cruz
Actores: Lluís Homar, Elvira Mínguez, Paz Padilla, Antonio de la Torre, Javier Bódalo, Eduardo Espinilla, Eduardo Garé, Ariadna Gaya, Maria Molins
En el año 2005 a más de uno cogió por sorpresa la cinta Tapas, ópera prima del tandem José Corbacho y Juan Cruz. Una deliciosa tragicomedia urbana llena de personajes terriblemente realistas y cercanos que desbordaba talento y ternura, mostrando un grupo de personas que luchaban contra la soledad. La película ganó varios premios en el festival de Málaga, dos Goyas, dirección novel y actriz secundaria (Elvira Mínguez), así como una considerable repercusión en la taquilla.
En su segunda obra, Corbacho y Cruz tocan el espinoso y complejo tema del acoso escolar. Una de las lacras de nuestra sociedad, que quieran admitirlo o no, no es una novedad, siempre ha estado ahí desde los albores de la enseñanza, lo que no existían eran los teléfonos móviles que a día de hoy dejan constancia de los abusos físicos y psicológicos entre alumnos.
El dúo de directores confirman la profesionalidad que dejaron ver en su primera cinta. Cobardes retrata el Buillyng desde un punto de vista inteligente, equidistante, realista, nada adoctrinador o maniqueo, no aportan supuestas soluciones, ni apuntan directamente a un sólo culpable, ya que los cobardes a los que hace alusión el título no son sólo el crío que no se rebela al recibir los golpes o los niñatos que se los inflingen, son en parte los padres e incluso los profesores que hacen oídos sordos ante tales hechos, del todo reprobables.
Pero lo que más me ha sorprendido es lo bien llevada que está la inclusión de la subtrama política en el film. Corbacho y Cruz no definen el partido político al que pertenece el personaje de Lluis Homar (cosa que les honra) y no lo retratan como un estereotipo falsario o un hombre arisco. En cambio la historia del italiano está metida con calzador y aporta poco a la trama, a pesar de que el personaje tiene algunas de las mejores frases de la película.
Desde el acertado reparto infantil, al casting de actores adultos (sorprendiendo una más que correcta Paz Padilla) pasando por el astuto guión y ese ambiguo y soberbio final que es como un puñetazo directo a la cara de un espectador que se queda destrozado ante ese último plano que dice muchas cosas con un sólo gesto facial. Un cierre que nos muestra que poco o nada se ha solucionado, puede incluso que todo vaya a peor a partir de ese momento y que es cierto aquello que dicen sobre la violencia.
Un acierto en toda regla, una mirada sabia, sincera y necesaria sobre un problema que nos concierne a todos y que a veces puede llegar a tener un desenlace trágico (el caso Jokin Ceberio). Corbacho y Cruz siguen por el buen camino, es cierto que Cobardes pierde la frescura de Tapas, pero gana tanto en compromiso como en valentía y si la triste pero liberadora escena de esa terraza con Frank Sinatra llevándonos a la luna, era la más memorable de aquella reivindicable ópera prima, la secuencia de la alarma y la de una madre, a la que no le vemos el rostro, que descubre como es realmente su hijo por medio de una grabación en un teléfono móvil, se rebelan como los dos momentos álgidos de esta cinta hecha para despertar de su letargo a conciencias que viven en una aislada y falsa comodidad hogareña.
En su segunda obra, Corbacho y Cruz tocan el espinoso y complejo tema del acoso escolar. Una de las lacras de nuestra sociedad, que quieran admitirlo o no, no es una novedad, siempre ha estado ahí desde los albores de la enseñanza, lo que no existían eran los teléfonos móviles que a día de hoy dejan constancia de los abusos físicos y psicológicos entre alumnos.
El dúo de directores confirman la profesionalidad que dejaron ver en su primera cinta. Cobardes retrata el Buillyng desde un punto de vista inteligente, equidistante, realista, nada adoctrinador o maniqueo, no aportan supuestas soluciones, ni apuntan directamente a un sólo culpable, ya que los cobardes a los que hace alusión el título no son sólo el crío que no se rebela al recibir los golpes o los niñatos que se los inflingen, son en parte los padres e incluso los profesores que hacen oídos sordos ante tales hechos, del todo reprobables.
Pero lo que más me ha sorprendido es lo bien llevada que está la inclusión de la subtrama política en el film. Corbacho y Cruz no definen el partido político al que pertenece el personaje de Lluis Homar (cosa que les honra) y no lo retratan como un estereotipo falsario o un hombre arisco. En cambio la historia del italiano está metida con calzador y aporta poco a la trama, a pesar de que el personaje tiene algunas de las mejores frases de la película.
Desde el acertado reparto infantil, al casting de actores adultos (sorprendiendo una más que correcta Paz Padilla) pasando por el astuto guión y ese ambiguo y soberbio final que es como un puñetazo directo a la cara de un espectador que se queda destrozado ante ese último plano que dice muchas cosas con un sólo gesto facial. Un cierre que nos muestra que poco o nada se ha solucionado, puede incluso que todo vaya a peor a partir de ese momento y que es cierto aquello que dicen sobre la violencia.
Un acierto en toda regla, una mirada sabia, sincera y necesaria sobre un problema que nos concierne a todos y que a veces puede llegar a tener un desenlace trágico (el caso Jokin Ceberio). Corbacho y Cruz siguen por el buen camino, es cierto que Cobardes pierde la frescura de Tapas, pero gana tanto en compromiso como en valentía y si la triste pero liberadora escena de esa terraza con Frank Sinatra llevándonos a la luna, era la más memorable de aquella reivindicable ópera prima, la secuencia de la alarma y la de una madre, a la que no le vemos el rostro, que descubre como es realmente su hijo por medio de una grabación en un teléfono móvil, se rebelan como los dos momentos álgidos de esta cinta hecha para despertar de su letargo a conciencias que viven en una aislada y falsa comodidad hogareña.
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