domingo, 24 de noviembre de 2019

Transgresión Continua Express - Octubre II



Cristal Oscuro: La Era de la Resistencia (Jeffrey Addiss, Will Matthews, 2019) - Cristal Oscuro: La Era de la Resistencia es un oasis de marionetas, animatrónica y efectos especiales prácticos en el desierto del panorama ficcional actual. No sólo homenajea a la película original, sino que la supera y enriquece su microcosmos. Bellísima carta de amor a Jim Henson.




Diecisiete (Daniel Sánchez Arévalo, 2019) - Diecisiete recupera al Daniel Sánchez Arévalo de sus inicios mediante una sencilla road movie deudora de los mejores Ken Loach y Fernando León de Aranoa. Enorme dúo protagonista y una primera mitad del metraje tan brillante que la segunda no llega a igualarla. Muy recomendable.




Eli (Ciarán Foy, 2019) - Aunque su disparatado giro final delata su divertida naturaleza exploit y deudora de la serie B Eli no es más que un telefilm de terror con un buen reparto de secundarios y algo más de presupuesto. Mediocre y olvidable.




Wounds (Babak Anvari, 2019) - Wounds hubiera funcionado como cortometraje o episodio de una serie al estilo de The Twilight Zone o The Outer Limits. Como película es redundante, desganada y plana a pesar de un esforzado Armie Hammer y un buen plantel de secundarios.




Poltergeist (Gil Kenan, 2015) - Innecesaria, pero de agradable visionado gracias al acertado perfil del núcleo familiar y su cumplidora realización. Lástima de ese clímax final entregado al exceso en pos del lucimiento del 3D. Bastante aceptable, aunque a años luz de la original.




El Príncipe de las Tinieblas (John Carpenter, 1987) - Homenaje al Dario Argento de Inferno o al Lucio Fulci de El Más Allá, pero 100% hija de su autor. Algo olvidada en la filmografía de John Carpenter, a día de hoy mantiene intacta su atmósfera mórbida, vírica y apocalíptica.




Your Name (Makoto Shinkai, 2016) - Cuando convergen animación superlativa bordeante en lo sobrehumano e historia humanista repleta de poesía y realismo mágico el único resultado posible es una obra maestra. Your Name es cine mayúsculo en su estado más puro.




Los Últimos Juegos Prohibidos (Michael Winner, 1971) - Interesante precuela de Otra Vuelta de Tuerca con la que Michael Winner hace gala de su gusto por la sordidez y lo enfermizo. Lograda atmósfera y notable labor de la pareja formada por Marlon Brando y Stephanie Beacham.




Tenebre (Dario argento, 1982) - En los 80 Dario Argento volvía a la rama más ortodoxa del giallo para brutalizarla e inyectarla de perversas parafilias psicosexuales. No sería raro que el húngaro Joe Eszterhas tomara en su momento buena nota de la trama para escribir su cotizadísimo guión de Instinto Básico.




El Silencio de la Ciudad Blanca (Daniel Calparsoro, 2019) - A pesar del excelente reparto un Daniel Calparsoro inusualmente en piloto automático y un guión tópico, previsible y repleto de diálogos impostados hacen que El Silencio de la Ciudad Blanca se hunda irremisiblemente. Un thriller fallido, a años luz de los mejores de su autor.




Mientras Dure la Guerra (Alejandro Amenábar, 2019) - Contenida y elegante, eludiendo la caricatura, apelando al rigor y a hechos que hablan por sí solos Mientras Dure la Guerra triunfa al utilizar la simbología para condensar en la personalidad de Miguel de Unamuno un país tan contradictorio como España. Colosal Karra Elejalde.




Zombieland: Mata y Remata (Ruben Fleischer, 2019) - Repitiendo todos los aciertos de la primera entrega, pero extendiendo su peculiar microcosmos Zombieland: Mata y Remata es una divertidísima orgía de vísceras, pólvora, humor negro y metalenguaje. Los títulos de crédito, de nuevo a ritmo de Metallica, vuelven a ser memorables.




Batman & Bill (Don Argott, Sheena M. Joyce, 2017) - Documental sobre la lucha del escritor Marc Tyler Nobleman y la familia de Bill Finger para que este fuera reconocido como co creador de Batman. Didáctico, ameno y algo lacrimógeno. Buen homenaje a un autor injustamente tratado.


sábado, 16 de noviembre de 2019

Transgresión Continua Express - Octubre I



Downton Abbey (Michael Engler, 2019) - Donwton Abbey es un regalo exclusivo para los seguidores de la ficción creada por Julian Fellowes. No deja de ser un episodio doble de más envergadura, pero contiene todas las señas de identidad y personajes que nos enamoraron. Una cita ineludible para los fans de la serie.




En la Hierba Alta (Vincenzo Natali, 2019) - En la Hierba Alta funciona gracias a la potencia visual de Vincenzo Natali y a un Patrick Wilson devorando al resto del reparto. Pero flaquea al alargar hasta los 104 minutos un relato de poco más de 50 páginas que hubiera quedado más compacto como corto o mediometraje.




En Mil Pedazos (Sam Taylor Johnson, 2018) - No hay nada en En Mil Pedazos que no hayamos visto en otros biopics del estilo. Pero la implicación de la directora y co guionista con el material que tiene entre manos y un excelente reparto, encabezado por un Aaron Taylor-Johnson pletórico, la convierten en una obra meritoria.




El Camino: A Breaking Bad Movie (Vince Gilligan, 2019) - El Camino: A Breaking Bad Movie es un buen epílogo de la serie original que respeta su esencia como obra de ficción, pero a nivel cinematógrafo Vince Gilligan no arriesga. Es un episodio doble más con un Aaron Paul pletórico, pero también la confirmación de que Breaking Bad sin Heisenberg no es lo mismo.




Marianne (Samuel Bodin, 2019) - Como si el John Carpenter de In The Mouth of Madness abrazara a Stephen King y el folk horror francófono Marianne triunfa por su poderosísima atmósfera, personajes cercanos y amor sincero por el poder evocador de la literatura de terror. Serie perfecta para ver este Halloween.




Día de Lluvia en New York (Woody Allen, 2019) - Más allá de la soberbia fotografía de Vittorio Storaro y una Elle Fanning encantadora Woody Allen no me convence con Día de Lluvia En  Nueva York a pesar de contener todas sus señas de identidad autorales. Falta su chispa habitual y una mejor estructuración argumental.




Rambo Last Blood (Andrian Grunberg, 2019) -  Rambo: Las tBlood abraza todos los tópicos de los actioner ochenteros. Más allá de su escalada de violencia final o los hermanos interpretados por Óscar Jaenada y Sergio Peris Mencheta poco destaca en ella. Ya de la bestial y nada velada toxicidad de su mensaje hablamos otro día.




Una Proposición Indecente (Adrian Lyne, 1993) - Con estética de anuncio de perfume caro y moralina a paladas es el trío protagonista, muy criticado en su época, el que salva el proyecto. Una pena, sabiendo que Adrian Lyne venía de facturar esa obra maestra llamada Jacob's Ladder.




Orgullo y Prejuicio (Joe Wright, 2005) - Brillante adaptación de la novela de Jane Austen con un Joe Wright dispuesto a dinamitar con su puesta en escena el encorsetamiento adscrito a gran parte del cine de época británico. Soberbio reparto, con una Keira Knightley pletórica.




¿Quién la Ha Visto Morir? (Aldo Lado, 1972) - Giallo rudimentario y previsible, pero efectivo gracias a la entrega por parte de Aldo Lado a la sordidez y morbosidad propia del subgénero. Se abusa de la bella banda sonora de Ennio Morricone hasta lo irritante.




El Celo (Antoni Aloy, 1999) - Adaptación de Otra Vuelta de Tuerca, de Henry James, con producción española y reparto internacional. Elegante y con cierta atmósfera, pero fría y demasiado deudora de la versión de Jack Clayton. Sadie Frost y Lauren Bacall magníficas en sus papeles.




Drácula (John Badham, 1979) - Triste que la potente puesta en escena y el destacado diseño de reproducción estén al servicio de personajes desganados y grises. Frank Langella es un intérprete enorme, pero su elección para interpretar a Drácula es un gran error de casting.




viernes, 11 de octubre de 2019

Joker



Título Original Joker (2019)
Director Todd Phillips
Guión Scott Silver y Todd Phillips, basado en el personaje creado por Bill Finger, Jerry Robinson y Bob Kane
Reparto Joaquin Phoenix, Robert De Niro, Frances Conroy, Zazie Beetz, Brett Cullen, Bill Camp, Shea Whigham, Dante Pereira-Olson, Douglas Hodge, Jolie Chan, Bryan Callen, Brian Tyree Henry, Mary Kate Malat, Glenn Fleshler, Marc Maron




Desde que se oficializara su producción en plena vorágine de incertidumbre, despidos y caos generalizado dentro de DC Entertainment y Warner Bros tras el descalabro en taquilla de Liga de la Justicia (Zack Snyder/Joss Whedon, 2017) Joker ha sido un proyecto que ha dado mucho que hablar. Las primeras noticias, bastante cuestionables, apuntaban a algo tan goloso como una película en solitario protagonizada por el personaje creado por Bill Finger, Jerry Robinson y Bob Kane en 1940 y dirigida por un Martin Scorsese que iba a ponerse detrás de las cámaras, más tarde pasó a producir y en 2018 se desvinculó del largometraje. El lugar de Scorsese lo ocupó Tod Phillips, realizador curtido en la comedia con producciones como Road Trip, Starsky & Hutch o la trilogía Hangover que en su último trabajo, Juego de Armas (War Dogs), ya coqueteaba con el drama. Phillips también se ocuparía de la escritura con la inestimable ayuda de Scott Silver, guionista ducho en biopics, reales o adscritos a cierta pátina ficcional, como demuestran sus trabajos en The Fighter o 8 Millas. Pero el proyecto no tomó verdadera relevancia hasta que se confirmó el actor que iba a interpretar al famoso enemigo del Guardián de Gotham. Para sorpresa de propios y extraños Joaquin Phoenix, interprete totalmente ajeno al cine basado en personajes de cómics, asumía la complicada tarea de dar vida a un icono al que otros actores de gran relevancia como César Romero, Jack Nicholson, Heath Ledger o Jared Leto habían interpretado, no todos ellos con buenos resultados.




Mientras Todd Phillips y otras personas vinculadas a Joker hacían declaraciones con las que minusvaloraban los cómics o el cine que adapta los superhéroes de las viñetas a la pantalla grande, confirmando que lo que ellos estaban creando era algo más adulto y elevado que dichas producciones, despertando así las iras de gran parte del fandom, el film tenía su puesta de largo internacional en el Festival de Venecia. Allí, con la crítica y el público deshechos en elogios hacia la película y su protagonista, surgieron los primeros comentarios sobre el contenido de la obra y su mensaje. Propaganda incel, glorificación de la violencia y el terrorismo, obra misógina, se promulgaba por parte de sus detractores. Mientras sus defensores la confirmaban como una obra maestra, el paso a la adultez del cine de superhéroes o un clásico instantáneo. Ajena a toda esta insulsa guerra civil, sobre todo en redes sociales, Joker marcaba un hito dentro del subgénero ganando el León de Oro en el festival italiano.




Después de conseguir tan prestigioso galardón el debate sobre la película en redes sociales se recrudeció entre uno y otro bando, o al menos entre las dos facciones más radicales y dogmáticas de los mismos. Todo esto, recordemos, entre personas que no habían visto la película y no podían dictar sentencia, a favor o en contra, de ella. Demostrando así que era el fanatismo tóxico el que se apoderaba de una controversia en la que la mayor perjudicada era una película sin culpa de contar entre sus aliados o enemigos con energúmenos de distinto pelaje obsesionados con enaltecer la productora/editorial en la que militan mientras desacreditan y desprecian la del contrario. Por fin llega el 4 de octubre en el que Joker se estrena en pantallas de todo el mundo y los espectadores ya pueden hablar, con uso de razón, del producto tras visionarlo. En Transgresión Continua hemos seguido este procedimiento, el que vemos más logico, y ya podemos traeros nuestra primera opinión de la cinta de Todd Phillips.




Ciertamente Joker es una rareza dentro del subgénero al que se adscribe. No sólo por alejarse del tono más familiar y comercial de las otras traslaciones de personajes de cómic al celuloide, independientemente de si son de Marvel o DC Comics, sino por la perspectiva asumida por Todd Phillips y sus colaboradores a la hora de abordarla como obra cinematográfica. Los máximos responsables del film reformulan el origen del Joker y aunque el expuesto en el argumento central es ajeno al mundo de las viñetas la influencia de algunos trabajos icónicos adheridos al personaje se explicitan notablemente. Este génesis en el que Arthur Fleck muta en el que se convertirá en el elemento más peligroso de la galería de villanos de Batman nos remite, inevitablemente, a La Broma Asesina. Su origen como cómico fracasado, la relación con un personaje femenino relevante en su vida (allí su mujer, aquí su madre) y una serie de circunstancias trágicas como catalizadoras de su inmersión en la demencia nos retrotraen a la obra maestra de Alan Moore y Brian Bolland.




Tomando este arco dramático en el que se verá implicado el personaje principal como epicentro del relato Scott Silver y Todd Phillips construyen un drama desgarrador sobre la locura, la soledad o la corrupción. Arthur Fleck es un outisder, un Don Nadie, una persona con problemas mentales pisoteada por un entorno que siempre acaba destruyendo sus delirios de grandeza incitándole, no sólo a entregarse al crimen y al asesinato, sino a confundir realidad con ficción, idea conceptual que juega a favor de la construcción narrativa del proyecto. Los autores nos muestran de dónde vienen los traumas, físicos y psicológicos, de su criatura y aunque juegan la carta de aferrarse a la mística detrás de un villano carismático de personalidad magnética sus actos nunca están glorificados y sólo personas de moralidad cuestionable podrían ver heroicidad en la escalada de muerte e insania en la que se ve implicado cuando su sentido común se rompe en mil pedazos y el Joker se apodera de los pocos rescoldos que quedan de un maltrecho Arthur Fleck.




Joker es una película que no hace prisioneros en ningún aspecto. Para el que suscribe el film de Todd Phillips no hay una llamada a las armas para que las clases bajas acaben con las altas, lo que sí hay es el mejor retrato del contexto espacial en el que se mueve tanto el Joker como Batman desde que fueron creados en las viñetas. La ciudad de Gotham retratada por Todd Phillips es un hervidero de crimen y corrupción que no entiende de clases o jerarquías. Mientras Thomas Wayne, y sus pupilos, se revelan como esnobs adinerados sin escrúpulos los ciudadanos de a pie forman una masa enfervorecida y violenta que sólo quiere “ver arder el mundo”. Como es lógico una ciudad demente tomará como líder a un hombre demente y la conversión de Arthur Fleck en ese perverso mesías de cara pintada culmina un in crescendo de horror, hemoglobina y guerrilla urbana en el que localización y personaje principal se mimetizan para evolucionar en una entidad superior y crear, de manera tangencial, al héroe que, en un futuro próximo, intentará salvar a Gotham de caer en el abismo.




La controversia también se despertó cuando en algunas de las primeras reseñas de Venecia se comentó que Joker serviría como acicate para el movimiento Incel, abreviatura de “involuntary celibate”, cuyos postulados defienden que sus miembros no pueden mantener relaciones sexuales, como ellos quisieran, lo que deriva en un ideario sustentado, mayormente, en la misoginia, el odio al sexo femenino e incluso el asesinato. Un servidor al ver la película no ha dado crédito a esta afirmación porque no hay un ápice de estas ideas en su argumento. El personaje de Zazie Beetz es retratado como un dechado de coherencia, una vez se conoce el secreto de su presencia en la historia, y en ningún momento se menciona o deja entrever que su presencia o actos sirvan como una más de las desgracias que arrojan a Arthur al mundo del asesinato premeditado. De esta manera en ningún momento ella se une, al menos de manera voluntaria o directa, al grupo de personajes que son acusados por los guionistas y el director de “crear al Joker” dejando, al menos para el que esto firma, en nada dicha acusación prematura que se arrojó contra el film durante su paso por el festival veneciano.




Era lógico y comprensible que la implicación de Joaquin Phoenix como protagonista de Joker iba a dar al proyecto una dimensión descomunal. No sólo porque con el hermano del malogrado River Phoenix hablamos del, probablemente, mejor intérprete de su generación, sino también porque es un profesional que elige milimétricamente los papeles que decide acometer y una vez lo hace su implicación con ellos o su entrega, desde una perspectiva física y psicologíca, llega a bordear lo enfermizo. Joaquin Phoenix no es un “actor del método”, precisamente porque “el método” le queda pequeño. Con muchos ecos del Freddie Quell al que dio vida en The Master (Paul Thomas Anderson, 2012) el protagonista de Her o La Noche es Nuestra ejecuta una composición visceral, cruenta, descarnada en la que Arthur Fleck puede transmitir, de manera paralela, sensaciones tan antagónicas como fuerza y debilidad, comicidad y tragedia, terror y aflicción. Phoenix hace suyo al personaje del cómic y le inyecta de tics, miradas, mudolación de voz, esa peculiar y forzada risa o una fisicidad capaz de emparentarlo con un enorme y desgarbado insecto viéndose acentuada por su extrema delgadez.




De esta manera podemos confirmar que nos encontramos, no sé si con el mejor Joker en imagen real, pero sí con el más completo, complejo y con un perfil más elaborado. Evidentemente en esta ocasión el villano es el protagonista y sin un Batman que le robe minutos en pantalla las dos horas de metraje están dedicadas a diseccionar la psique de Arthur Fleck, algo que Joaquin Phoenix consigue con resultados de una calidad dificilmente calibrable, siempre apoyándose en la destacable base que supone el guión de Scott Silver y Todd Philips. Pero además de componer un Joker para el recuerdo el actor de Señales no se olvida de sus predecesores y, tanto en su composición como en su aspecto o manera de obrar delante de la cámara, encontramos un compendio de casi todos los “Jokers” previos y guiños a los mismos mediante diálogos, secuencias, gestos o una minuciosa utilización del lenguaje corporal. Si este año Joaquin Phoenix no gana con Joker ese Oscar que lleva mereciendo, de manera irrebatible, desde su magnánima labor en el falso documental I’m Still Here la academia de Hollywood sumará una injusticia más a su interminable lista de ellas.




Mi recomendación para aquellos que sienten recelo o prejuicios contra la película y su contenido o por sus hacedores y las innecesarias declaraciones que han puesto en sus bocas, es que vayan a verla con la mente abierta. Joker no es una obra maestra, tampoco es un dechado de originalidad, pero es una interesante anomalía dentro de su subgénero que puede convivir de manera armoniosa con las otras perspectivas ofrecidas sobre este dentro del cine comercial estadounidense. Así no sólo podremos debatir de manera razonada sobre la obra, también cada espectador podrá dar su opinión sobre su mensaje (pudiendo ser totalmente opuesta a la mía, que no se sustenta en ninguna verdad irrefutable) o contenido y descubrir que, a pesar de las fanfarronadas de Todd Phillips, hay en su película una ingente cantidad de referencias a los cómics y un par de escenas, como la de la verja, cargadas de una poderosa simbología con la que se rinde tributo a un villano que al igual que su némesis siempre ha tenido distintas personalidades, caras, aristas o matices. La de este Joker es una más de esas visiones y bienvenida sea si nos permite abrir nuevas vías dentro de este tipo de cine que por medio de la diversificación y la variedad podrá llegar a ofrecernos no pocas sorpresas. Ojalá que así sea.


lunes, 30 de septiembre de 2019

Jessica Jones: Temporada 3, el largo adiós



"Jessica Jones, creíste que podías salvar el mundo. Pero te aterroriza que ya hayas fallado, y lo has hecho, porque no eres y nunca serás una heróina"



Poco antes de comenzar la producción de la tercera temporada de Jessica Jones Netflix anunciaba la cancelación de todas las series que había desarrollado junto a Marvel Television inspiradas en los superhéroes más urbanos de la famosa editorial de cómics. Proyectos como Daredevil, Luke Cage, Iron Fist, The Defenders, Punisher o la misma Jessica Jones desaparecían de un día para otro dejando en vilo el futuro de dichas producciones, sin saber a ciencia cierta si su recorrido ficcional llegaba a su cierre definitivo o si Disney las recuperaría posteriormente para su futura plataforma Disney +. La primera de estas teorías planteadas es la que parece haberse confirmado después de que en los distintos paneles dedicados a las producciones audiovisuales de la Casa de las Ideas en la última San Diego Comic Con o la reciente D23 Expo 2019 del pasado fin de semana no hayamos visto ni rastro de dichos productos o sus personajes principales. No sabemos si la prematura muerte del microcosmos que Marvel Television había diseñado dentro de la famosa plataforma de streaming influyó en el desarrollo de la última temporada de la versión en imagen real del personaje creado por Brian Michael Bendis y Michael Gaydos en las páginas de la colección Alias e interpretado por Krysten Ritter (Breaking Bad) y en el ánimo de sus máximos responsables. Pero todo apunta a que así aconteció, una vez se visiona dicha tanda de episodios y el resultado, más que cuestionable, ofrecido por la misma.





Un servidor nunca ha sido muy fan de esta versión audiovisual de Jessica Jones. La primera temporada me dejó muy indiferente, transmitiéndome la sensación de haber visto un producto simplemente aceptable con el que no empatizaba por su impersonalidad y escasa inventiva. Algo más disfruté la segunda temporada, por sacrificar su narrativa detectivesca en favor de un relato más primario, entregado a la acción y con una mayor acentuación del dramatismo gracias a la incursión de nuevos personajes bastante interesantes, como el de Alisa Jones interpretado por la actriz británica Janet McTeer. Desgraciadamente con esta tercera temporada la serie, no sólo ha desandado todo lo que había progresado en la anterior, sino que también transmite una apatía y desgana en casi todos sus apartados capaces de dejar al espectador totalmente fuera de la propuesta ofrecida, nuevamente, por la showrunner Melissa Rosenberg, dejando morir a la serie de manera pobre y triste.




La tercera temporada de Jessica Jones intenta volver a las raíces neo noir de la primera temporada estrenada en el año 2015, extrapoladas del cómic original de Brian Michael Bendis y Michael Gaydos, con una trama de investigación policial relacionada con un asesino en serie que apuñala a la protagonista en el primer episodio, enviándola así al hospital. Para dar con dicho asaltante Jessica aunará fuerzas con Erik Gelden, un émpata con el que comenzará una peculiar relación a lo largo de toda la temporada. Mientras tanto, Trish “Patsy” Walker ejerce como presentadora de televisión por el día y vigilante cuando cae la noche mediante sus recién adquiridos poderes, sin darse cuenta de que se extralimita en su cometido de mantener a raya a los criminales. Por otro lado Malcolm, ya completamente reformado, trabaja para la abogada Jeri Hogarth y ambos protagonizan sus propias subtramas relacionadas con el intento de armonizar sus respectivas vidas personales y profesionales, sin mucho éxito.




Todo este material planteado por el equipo de guionistas, si bien repleto de lugares comunes, podía haber ofrecido un producto de calidad con una adecuada estructuración narrativa y perfil de personajes. Pero, contra todo pronóstico, la desidia, el distanciamiento y el paupérrimo trabajo a la hora de escribir a los protagonistas hunden en el pozo de la mediocridad los, una vez más, excesivos trece episodios de los que consta esta nueva temporada de Jessica Jones. Sus responsables apelan en esta ocasión a una trama más algo más oscura y sórdida, con ecos de thrillers como El Silencio de los Corderos o Seven, a la hora de seguir los pasos de Jessica y Erik para dar con el asesino al que persiguen. Pero la puesta en escena, ya de por sí impersonal, de la serie se antoja desangelada y raquítica en esta nueva incursión del programa, sin llegar a ofrecer un sólo pasaje memorable entre una sesión continua de escenas anodinas, insustanciales y acomodaticias en exceso.




El reparto no hace un mal trabajo y se entrega por salvar sus descaracterizados personajes, pero el material que los guionistas han puesto a su disposición les impide cualquier ejercicio empático con un espectador que mira a estas criaturas entre la indiferencia y el rechazo. Los personajes principales se mueven entre la inoperancia dramática, por mucho que la escritura quiera incidir superficialmente en sus emociones, de unos y la más pura e insulsa antipatía de otros. Se antoja una tarea hercúlea identificarse con un puñado de roles deambulando por subtramas inanes e intrascendentes sin fuerza o arrojo que al llegar a su conclusión, previamente establecida, lo hacen de manera rematadamente torpe. Luego podría dedicar una entrada completa para hablar de lo que han hecho en esta tanda de episodios con el personaje de Gata Infernal, porque no tiene nombre como han pisoteado la contrapartida audiovisual de Patsy Walker, tampoco muy brillante en las temporadas anteriores, con una esforzada Rachael Taylor incapaz de salvarla del naufragio.




Michelle Rosenberg, Krysten Ritter y sus colaboradores, delante y detrás de las cámaras, podrían haber optado por entregarse al máximo para ejecutar una última temporada destacable, potente, vibrante, y que así tanto los productores como los espectadores percibieran como un error la cancelación de la serie y lamentaran lo ocurrido. Desgraciadamente nada de eso se ha llevado a cabo y Jessica Jones se ha despedido por la puerta de atrás y con ella todas las series de Marvel Television adheridas a la plataforma de streaming. Más allá de las tres temporadas de Daredevil, la primera de Punisher y la de The Defenders, que a un servidor le agrada bastante, esta colaboración a la hora de adaptar personajes de la Casa de las Ideas dentro de los parametros establecidos por Netflix ha sido un “quiero y no puedo” de manual en el que la intencionalidad de ofrecer ficción protagonizada por superhéroes con un aire diferente al de las versiones de la televisión generalista ha desembocado en un casi total fracaso.



Doom Patrol Temporada 1, we're a happy family



"¿Listo para un cuento de superhéroes? Más superhéroes en la tele, lo que el mundo necesita. En serio ¿No os habéis ahorcado todavía?. Pero, ¿y si os dijera que esta es, en realidad, una historia sobre superdonnadies?. Inútiles cagarrutas metahumanas tan patéticas que duele. ¿Entonces qué? ¿Listos para sentiros mejor por vuestras miserables vidas durante casi una hora?. Pues seguidme...".
"



A finales de los 80 la Doom Patrol, Patrulla Condenada en España, era un grupo de personajes con casi treinta años de vida a sus espaldas que languidecía por culpa del olvido y las bajas ventas. La alineación original del grupo la habían creado los guionistas Bob Haney y Arnold Drake, acompañados del dibujante Bruno Preamini, en junio de 1963 dentro de las páginas de My Greatest Adventure #80 y, como ya hemos apuntado, en las postrimerías de la década en la que los cardados y las hombreras campaban a sus anchas vivían, posiblemente, su peor época. Como suelen hacer las grandes editoriales con personajes caídos en desgracia antes de tirar la toalla en DC Comics decidieron ofrecer la colección a un nuevo talento que comenzaba a despuntar. El escocés Grant Morrison venía de facturar dos enormes éxitos como fueron Arkham Asylum: A Serious House on Serious Earth y su etapa en la colección Animal Man a la que también había insuflado nueva vida mediante imaginación desbordada y metalenguaje. Suponemos que sus memorables números al mando de la colección protagonizada por Buddy Baker sirvieron como credenciales para que la cúpula de DC le ofreciera la serie de la Patrulla Condenada y, como todos sabemos, la elección no pudo ser más acertada. El autor de Glasgow formó tándem con el ilustrador estadounidense Richard Case y ambos crearon, no sólo la mejor etapa de dichos personajes, sino uno de los mejores trabajos de la historia reciente de DC Comics mediante una poderosa deconstrucción narrativa, un diseño de personajes impecable y lisergia en cantidades industriales de cara a un lector no dando crédito a lo que estaba leyendo.




Adaptar para la pantalla grande o pequeña las aventuras de la Doom Patrol se llevaba rumoreando dese hacía años. Pero después de la controversia despertada por el DCEU, y su imposibilidad de construir un microcosmos ficcional consistente, la simple idea de trasladar a imagen real unos personajes tan ajenos al público generalista se antojaba prácticamente imposible. Por suerte la llegada de la plataforma de streaming DC Universe permitió a Warner Bros y DC Entertainment diseñar series con las que abordar la vida editorial de muchos de sus superhéroes que no encontraban lugar en las multisalas. Titans fue el buque insignia de DC Universe y aunque fue recibida con disparidad de opiniones casi todo el mundo estuvo de acuerdo en que uno de sus mejores episodios era el cuarto, precisamente el titulado Doom Patrol y en el que eran presentados dichos personajes. Suponemos que la aparición de los mismos debió convencer en grado sumo a los productores, porque poco tardó en confirmarse que protagonizarían su propia serie a modo de spin off.




Doom Patrol llegó a DC Universe el pasado mes de febrero y en nuestro país la podemos ver en la plataforma HBO España desde junio. Dentro de su producción están implicados los omnipresentes Greg Berlanti y Geoff Johns o Sarah Schechter y Jeremy Carver, este último ejerciendo de showrunner y principal responsable del programa. En el reparto tenemos a Timothy Dalton (Niles Culder/el Jefe), Diane Guerrero (Jane y sus otras 64 personalidades) April Bowlby (Elasti-Girl/Rita Farr) Joivan Wade (Cyborg/Victor Stone) y dos casos curiosos como los de Brendan Fraser (Cliff Steele y voz de Robotman) y Matt Bomer (Larry Trainor y voz de Negative Man) que junto a Riley Shanahan y Matthew Suk, los actores que realmente los interpretan cuando llevan puestos sus atuendos, dan forma a dichos personajes. A ellos se suma Alan Tudyk (Mr. Nobody/Eric Morden), dando vida, no sólo al villano principal de la temporada, sino también a su demiúrgico narrador, al que volveremos un poco más tarde para hablar de algunas de las mejores virtudes de esta Doom Patrol, para el que suscribe la, posiblemente, mejor serie de lo que llevamos de año 2019.




Esta primera temporada de Doom Patrol está inspirada, de manera más o menos directa, en gran parte de la ya referenciada etapa escrita por Grant Morrison e ilustrada por Richard Case, aunque también toma muchas referencias del lore anterior de la colección en viñetas. Evidentemente la serie no alcanza las cotas de surrealismo y rupturismo narrativo del cómic, pero Jeremy Carver, junto a su equipo de guionistas y directores, hace todo lo posible por intentarlo y con ello alumbrar una de las series más libres, alocadas, sinceras e irreverentes de la ficción audiovisual actual. Desde el minuto uno con la voz del narrador, descubierto al cierre del episodio piloto como Mr. Nobody, contextualizando espaciotemporalmente la serie de cara al espectador la ironía, el humor negro, la irreverencia, el metalenguaje y la intertextualidad forman un todo en el que, aparentemente, parece reinar el caos. Cuando es un férreo y poderoso control narrativo por parte de sus máximos responsables lo que la convierte en una pieza única y genuina dentro de las adaptaciones en imagen real de personajes inspirados en el mundo del arte secuencial.




Jeremy Carver y sus colaboradores parecen haber recibido carta blanca por parte de DC Entertainment y Warner Bros para oficiar una ceremonia orgiástica en la que el delirio visual y narrativo se apodera del encuadre desde el minuto uno del episodio piloto, extendiéndose por toda la temporada y alcanzando cotas de pura genialidad en algunos episodios tan potentes y emotivos que no parecen los de una serie dando sus primeros pasos. La puesta en escena es brillante y en ocasiones llega a regalarnos planos de una carga pictórica arrebatadora gracias a la realización y la dirección de fotografía. Lástima que el apartado técnico, muy por encima de la media en lo referido a series basadas en personajes de cómic, se vea ensombrecido por unos CGI, en líneas generales, deficientes que en ocasiones rompen la homogeneidad del producto. Seguramente esto se deba a que la mayor parte del dinero asignado para los efectos digitales se invirtiera en los últimos episodios, estos sí, con un uso de los pixels tan demencial como cohesionado.




Como ya hemos mencionado el metalenguaje y la intertextualidad juegan muy a favor del proyecto y los mismos recaen casi en exclusividad en la versión de Mr. Nobody interpretada por un Alan Tudyk confirmándose como uno de los mejores actores de su generación. Alusiones directas a los fans de Grant Morrison, consciencia total de estar en la serie de una plataforma de streaming basada en un cómic de culto de la editorial DC, asunción plena de ser un villano a la espera de protagonizar una batalla prototípica contra los héroes del show a los que considera mal perfilados como personajes. Todo este discurso con el que Mr. Nobody atraviesa, rompe, micciona y defeca sobre la cuarta pared tiene su culmen en el pasaje en el que lo llegamos a ver ataviado con merchadising de la misma serie, y de DC Comics, para finalmente quemar el póster promocional de la primera temporada justo después de haber “puesto en pausa el episodio” que está viendo en una tablet. Doom Patrol, la serie, absorbe la naturaleza “meta” de Doom Patrol, el cómic, lo aplica al medio audiovisual y a un servidor no le queda más remedio que aplaudir, literalmente, en más de una ocasión viendo la serie de de DC Universe e imaginando qué opinarán Morrison y Case de lo respetuosos que han sido con la esencia de su obra.




Porque sí, amigos, es un hecho. Doom Patrol no sólo no elude mencionar su origen secuencial, sino que se enorgullece de él y trata de rendirle continuado tributo. Podríamos hablar del maravilloso detalle de haber respetado los uniformes de la mayoría de los personajes principales, de incluir a secundarios tan míticos de la etapa Morrison/Case como Danny, la Calle o el Cazador de Barbas (en una versión “muy cambiada” con respecto a las viñetas) o entregarse al sano disparate con el protagonismo ofrecido al burro, cuya boca ejerce de puerta interdimensional, durante los primeros episodios, marcando así el tono posterior de la producción. Pero si hay un episodio en el que Jeremy Carver y sus commpañeros demuestran verdadero cariño por el mundo del cómic es en ese Flex Patrol en el que hace aparición una versión deliciosamente fiel de Flex Mentallo, el forzudo capaz de alterar la realidad con sus músculos que Morrison y Case presentaron durante su run con la Doom Patrol y al que el guionista escocés dedicó una memorable miniserie ilustrada por un inconmensurable Frank Quitely dentro del sello Vertigo. Una verdadera declaración de amor por el medio al que debemos esta nueva ola de ficción audiovisual, protagonizada por superhéroes y al que dentro de la misma se le da poco, o ningún, reconocimiento.




Pero si tenemos que hablar de amor el de Doom Patrol se concentra casi exclusivamente en el que sus máximos responsables depositan sin miramientos o prejuicios en sus protagonistas. Estas criaturas imperfectas, fracturadas, repletas de complejos o traumas formando una familia del desestructurada son retratadas y perfiladas con auténtica devoción por los productores, guionistas y realizadores. Todos y cada uno de ellos, hasta el más secundario, es capturado en pantalla con tridimensionalidad, verismo y cariño para que el espectador pueda compartir con ellos un ejercicio empático instantáneo. Pero hay un par que destacan sobre el resto y son esos dos a los que, como previamente hemos mencionado, interpretan cuatro actores. Todo un acierto elegir a Matt Bomer para meterse en la piel de un hombre en continua lucha por aceptar su homosexualidad como Larry Trainor y a Brendan Fraser para dar vida a Cliff Steele, una estrella a la que la vida le ofrece una segunda oportunidad, aunque no de la manera que a él le gustaría. Son varios episodios los dedicados a dichos personajes, recurriendo a flashbacks o ensoñaciones en la mayoría de ellos, pero el titulado Frances Patrol es desde ya una de las mejores ficciones del 2019, con un final magistral acariciado por la descomunal banda sonora de Clint Mansell y Kevin Kiner.




Es una verdadera pena que mientras otras series centradas en extrapolar las aventuras de personajes de cómics como Titans o The Boys han recibido la atención de casi todos los medios de comunicación Doom Patrol, esta A Dos Metros Bajo Tierra (Six Feet Under) con superhéroes, haya pasado tan desapercibida cuando, desde mi personal e intransferible punto de vista, debería tomarse como ejemplo a la hora de llevar a nuestros iconos de las viñetas al imagen real. Por suerte esta primera temporada ha funcionado lo suficientemente bien como para que ya haya sido confirmada una segunda en la que, estoy totalmente seguro, Jeremy Carver y los suyos van a ahondar más todavía en ese riquísimo y fértil terreno que Grant Morrison y Richard Case reformularon hace treinta años y al que en la presente serie de la plataforma DC Universe han hecho total e impecable justicia. Sólo me queda animar a todos aquellos que todavía no se hayan decidido a ver esta Doom Patrol. Dudo que se sientan decepcionados por este oleaje de imágenes, sonidos, situaciones, personajes y actores (estos últimos, todos impecables) conjurando una impagable oda a todo aquello que nos hace diferentes, genuinos, únicos y humanos.