jueves, 29 de noviembre de 2012

Tristram Shandy: A Cock & Bull Story, the bitterness inside is growing like the new born



Título Original Tristram Shandy: A Cock & Bull Story (2005)
Director Michael Winterbottom
Guión Martin Hardy /Frank Cottrell Boyce basado en la novela de Laurence Sterne
Actores Steve Coogan, Rob Brydon, Keeley Hawes, Shirley Henderson, Dylan Moran, David Walliams, Jeremy Northam, Benedict Wong, Naomie Harris, Kelly Macdonald, Elizabeth Berrington, Mark Williams, Kieran O'Brien, Roger Allam, James Fleet, Ian Hart, Ronni Ancona, Greg Wise, Stephen Fry, Gillian Anderson





No son pocas las novelas que tienen fama de "inadaptables" a la hora de ser llevadas a la pantalla grande. Muchas de ellas han sido extrapoladas al cine a pesar de ello y no han sido escasas las que han conseguido el éxito. Crash de James G. Ballard fue llevada a imágenes con magistral impronta por David Cronenberg en 1996, Terry Gilliam consiguió transmitir la lisérgica narrativa del periodismo gonzo de Hunter S. Thompson en Miedo y Asco en Las Vegas y Peter Jackson logró dar vida física y digital a la riquísima y vasta Tierra Media creada por J.R Tolkien con la trilogía de El Señor de los Anillos.




Otra novela con fama de inadaptable era Vida y Opiniones de Tristram Shandy del escritor británico Laurence Sterne editada entre los años 1759 y 1767. El libro, que narraba cómo un noble trataba de narrar su vida pero al hacerlo se enredaba de tal manera con las anécdotas y vivencias de su familiares antes de su propio nacimiento que al acabar el escrito casi ni había hablado de sí mismo, se convirtió en un icono de la literatura posmoderna antes de la posmodernidad (como bien dicen en el largometraje) y una obra literaria de carácter universal paródica, original y de una estructura atípica e inteligente.




Michael Winterbottom, magnífico director inglés de ecléctica e interesante filmografía (aunque no siempre acierte con sus proyectos) decidió afrontar la difícil empresa de llevar a imágenes la novela de Sterne. Pero no aceptó realizar una adaptación al uso, porque el núcleo central de su largometraje es precisamente el carácter de inadaptabilidad cinematográfica que posee el libro. De modo que el director de Wonderland prefirió no hacer una película sobre un libro imposible de llevar a la gran pantalla sino una película sobre cómo se intenta hacer una película sobre un libro imposible de llevar a la gran pantalla. Entramos por ello en los terrenos de ese subgenero llamado cine dentro del cine.




Steve Coogan da vida a Tristram Shandy (y a su padre Walter) en la adaptación cinematográfica que un director (Jeremy Northam) está realizando de la célebre novela del escritor Laurence Sterne. Durante el proceso veremos las dificultades de llevar a la gran pantalla un relato tan complejo y esperpéntico como el de este libro y seremos testigos de los problemas de todos los implicados en el proyecto, de la egolatría de los actores, las obsesiones del director, la cabezonería del guionista o la racanería de los productores y de las historias mínimas que protagoniza esta pequeña familia en la que se convierte un equipo de rodaje que va a pasar un tiempo conviviendo para llevar a cabo la gestación de un largometraje tan complicado.




Divertida comedia llena de metareferencias, juegos de espejos e inteligencia por parte del director de El Demonio Bajo la Piel que reflexiona sobre el acto de crear ficción tomando como campo de batalla el rodaje de una película que adapta una novela imposible de llevar a imágenes. Winterbottom vuelve a los terrenos de 24 Hour Party People (de nuevo cuenta con el guionista de aquella cinta, Frank Cottrell Boyce, aunque usando el pseudónimo Marin Hardy) y si bien no llega a los niveles de demencial genialidad de aquella crónica del Manchester que vio nacer a la música rave, sí consigue ofrecer un producto atípico, simpático y sobre todo competente a distintos niveles.




El referente más claro para Tristram Shandy: A Cock & Bull Story (aunque argumentalmente no tengan absolutamente nada que ver) es la adaptación que David Cronenberg (una vez más recurrimos a él) realizó de la novela del escritor norteamericano, estandarte de la contracultura, William S. Burroughs, El Almuerzo Desnudo, libro cuya traslación al celuloide se antojaba imposible por su narrativa caótica y arbitraria y por estar protagonizado por máquinas de escribir con forma de cucaracha que hablaban por el ano o escarabajos gigantes que sodomizaban a jóvenes imberbes. El de Ontario al asimilar la brutal dificultad del proyecto decidió realizar un biopic de cómo el mismo Burroughs se inspiró para realizar dicho trabajo, pero añadiendo a la trama constantes tanto de ese libro como de toda su obra literaria, ya fueran parafilias sexuales, entomología lisérgica, politoxicomanía, el asesinato de su propia esposa o su célebre viaje a Tánger.




Al igual que Cronenberg, que nos narró cómo el propio Burroughs escribía El Almuerzo Desnudo, Winterbottom relata el proceso, no de la creación de la novela de Sterne, sino el complejo intento de llevar a imágenes la misma con éxito. Si bien un punto de partida como este podría dar pie a pensar que el británico se entregaría a un ejercicio de pretenciosidad cinematográfica por suerte nada más alejado de la realidad. Tristram Shandy se ofrece a un tipo de comedia de enredo tan acertada e incisiva como ligera, sí, la cinta tiene un trasfondo y subtexto más profundos de lo que parecen a simple vista, pero los personajes y sus experiencias son los que mueven la historia.




En ese sentido el extenso reparto se encuentra realmente en estado de gracia y todos saben trasladar a la pantalla ese tono de comedia absurda que demanda el proyecto. Una vez más Winterbottom cuenta con su actor fetiche, Steve Coogan y este (de nuevo) le da prácticamente la película hecha. El carisma del protagonista que hace de sí mismo y de narrador en primera persona del film rompiendo continuamente la cuarta pared llena la pantalla, ofrece una visión paródica de sí mismo y hace que salten chispas cuando comparte plano con el actor Rob Brydon (también interpretándose en la realidad) ya que ambos son el núcleo de las mejores escenas del film, como los memorables arranque y final del producto.




La presencia de Shirley Henderson y Gillian Anderson parece como una mirada ácida sobre su inclinación como actrices a hacer cine de época, los celos de Coogan hacia Brydon tienen pinta de ser un amistoso (pero cínico) golpe por parte del director y su guionista al estómago del actor protagonista, también despiertan una sonrisa las referencias a Mel Gibson en el pase previo de la terrible escena de la batalla, el asesor militar echando mierda sobre las escenas bélicas de Cold Mountain, cómo el equipo de rodaje no entiende la pasión cinéfila hacia Fassbinder y el cine clásico de la asistente personal de Coogan (encantadora Naomie Harris), la siempre candorosa  presencia (qué encantadora, qué voz) de Kelly MacDonald o un acertado Jeremy Northam como alter ego del propio Winterbottom.




El humor del film alterna la comedia de enredo con un surrealismo deudor de los Monty Python (la escena de la recreación del nacimiento de Tristram con el enorme útero o el Steve Coogan diminuto que se presenta a Gillian Anderson podía haber salido de cualquier programa del mítico Flying Circus). Pero lo mejor es que mientras Winterbottom parece que nos está vendiendo una cinta humorística elegante pero de escasa trascendencia, por el camino y sin que casi nos demos cuenta está emulando con su trabajo el mensaje y estructura narrativa de la novela de Sterne.




Ya que si aquella, por culpa de una maraña de anécdotas familiares relatadas por el mismo protagonista, daba pie a que al final de la historia casi no hablara de sí mismo, en la cinta del director de Código 46 lo que se supone un enorme making of de una película se convierte en algo parecido al manuscrito ya mencionado cuando el guión se bifurca continuamente del tema central y se dedica a picotear en la vida de todos y cada uno de los componentes del equipo de rodaje haciéndonos ver que la vida misma está regida por un caos caprichoso y arbitrario.





Tristram Shandy: A Cock & Bull Story es un producto recomendable para distinto tipo de espectador inquieto. Puede satisfacer tanto al que le fascinan los estresijos del cine como medio, como al amante de la literatura, al aficionado de los falsos documentales, al seguidor del cine de corsé y peluca (la utilización bufa de Sarabanda de Handel como referencia cómica a Barry Lyndon, la "cinta de época" por antonomasia es todo un acierto) y a aquel que disfruta con una comedia ligera y de enredo. No es la mejor película de Michael Winterbottom, pero si es una muestra clara de su talento como narrador, su personalidad como autor y de que a veces con menos pretensiones se puede llegar a lugares interesantes, intelectualmente hablando.



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