domingo, 4 de noviembre de 2012

L'Ordre et la Morale, la vérité blesse, le mensonge tue



Título Original L'Ordre et la Morale (2011)
Director Mathieu Kassovitz
Guión Benoit Jaubert, Pierre Geller y Mathieu Kassovitz basado en el libro de Phillippe Legorjus y Jean-Michel Caradec'h
Actores Mathieu Kassovitz, Sylvie Testud, Philippe Torreton, Malik Zidi, Mathieu Lardier, Iabe Lapacas




El 1995 hizo mucho ruido El Odio (La Haine), la segunda incursión en la dirección cinematográfica del actor francés Mathieu Kassovitz. La cinta que mezclaba el tono del Spike Lee de films como Haz lo que Debas o Clockers con cierto aroma formal del neorrealismo italiano (blanco y negro, contexto proletario, revindicación social) era un film comprometido y combativo en el que se narraban 24 tensas horas en off marcadas por el trasfondo de la lucha urbana de los jóvenes de un barrio de les Muguets y la policía de la zona. Algún día hablaré de esa cinta protagonizada por Vincent Cassel, Saïd Tagmaoui y Hubert Koundé, porque es muy especial para mí desde que la viera por primera vez hace más de diez años.




Tras ella Kassovitz decidió pasar al largo un cortometraje de su propiedad rodado en 1992. El resultado fue Assassin(s) un no del todo conseguido, pero sí interesante, análisis sobre la violencia que tomaba como partida a un asesino a sueldo (Michel Serrault) que viendo cercana su jubilación decide buscar un sucesor (el mismo Mathieu Kassovitz) para que continúe con su legado de crímenes remunerados. Tres años después, en el 2000, adaptó a imágenes la novela Los Ríos de Color Púrpura de su compatriota el escritor Jean-Christophe Grangé. En ese trabajo Kassovitz perdió el compromiso social de sus dos anteriores films (y hasta del primero, la muy desconocida comedia romántica Métisse) para ofrecerse plenamente a otra de sus señas como director, su pasión por el thriller norteamericano.




Tras el éxito del film protagonizado por Jean Reno y Vincent Cassel, Kassovitz dio el salto a Hollywood. Allí fue contratado para rodar la rutinaria pero agradable cinta Gothika, producto de terror para pasar el rato totalmente ajeno al tipo de cine que venía haciendo en su Francia natal y que pasó sin pena ni gloria por las carteleras. Tras este trabajo llegó la hecatombe cuando el protagonista de Amelie decidió gestar en Estados Unidos un proyecto largamente acariciado, llevar a imágenes la novela Babylon Babes del escritor francés Maurice G. Dantec. El resultado fue Babylon A.D, un thriller futurista mediocre y ruidoso que (según palabras del mismo director) quedó reducido a eso por culpa de las presiones de la Twentieth Century Fox, que llegó a mutilar brutalmente este largometraje protagonizado por Vin Diesel. Si algún día sale a la luz el director's cut descubriremos si Kassovitz estaba en lo cierto o si su producto era tan endeble desde el principio.




Tras esta decepcionante incursión americana de la que salió bastante escaldado, Mathieu volvió a casa. Allí sacó adelante un proyecto sobre un suceso real que tuvo lugar en 1988 en Nueva Caledonia entre gendarmes franceses e independentistas kanakas. Kassovitz volvía al cine de lectura política y social de sus inicios alejándose de la comercialidad facilona de sus últimos films y el resultado es un excelente drama de naturaleza comprometida y conciliadora que se sitúa fácilmente entre los mejores trabajos rodados por el protagonista de Amén. Una obra rica en muchos aspectos que incita a un sano debate sobre distintos temas polémicos e incómodos para depende qué personas o personalidades.




En 1988 y con las elecciones presidenciales en Francia como telón de fondo un grupo de insurgentes que luchaban por la independencia kanaka en la isla de Ouvéa, Nueva Calediona, asalta un cuartel de la gendarmeria francesa asesinando a 4 policías y secuestrando a otros 30. El gobierno al enterarse del hecho manda a la zona a 300 militares comandados por el Capitán Phillipe Legorjus (Mathieu Kassovitz) experto en rescates y negociaciones que se encontrará con una situación insostenible y con Alphonse Dianou (Labe Lapacas) el líder de los independentistas que parece un reflejo del mismo Legorjus en el bando contrario al suyo.




Con L'Ordre et la Morale (que está basada en el libro autobiográfico de 1990, La Morale et l'Action, que Philippe Legorjus escribió al alimón con  Jean-Michel Caradec'h), Mathieu Kassovitz no sólo firma su mejor largometraje desde La Haine, también confirma con el mismo su madurez como cineasta, dejando atrás su estela de enfant terrible juvenil pero, paradójicamente, aumentando exponencialmente su inconformismo y compromiso social. Ideas que en bastantes ocasiones le han traído considerables quebraderos de cabeza en forna de polémica, pero que marcaron a fuego el discurso cinematográfico de sus primeras obras de ficción.




Por medio de una visión nada sesgada Kassovitz retrata el choque entre dos culturas que necesitan el diálogo como vía de solución para sus problemas territoriales y sociales. El director nos muestra cómo los independentistas kanakas no son unos salvajes asesinos que buscan en todo momento la autodeterminación por medio de la violencia, pero que sí luchan a brazo partido por hacer prevalecer unas costumbres, tradiciones y personalidad que, si bien no tienen porque ser compartidas, al menos sí respetadas. Pero por el camino no se olvida de humanizar y dar profundidad a los soldados franceses, sobre todo a los del Grupo de Intervención de la Gendarmeria Nacional (GIGN) al que pertenece el personaje protagonista.




Con respecto a este posicionamiento es donde encontramos la madurez de Kassovitz como cineasta. En otra época el protagonista de Birthday Girl hubiera ido a degüello contra todo el cuerpo de militares franceses, haciendo honor a su posicionamiento ideológico (que en su momento un servidor también compartia en gran parte) en el que decía posicionarse contra todo tipo de pensamiento uniformado. Por suerte los años le han sentado bien y hoy el hijo de Peter Kassovitz prefiere analizar la personalidad de los soldados y diferenciar los que luchan por que prevalezca una vía pacífica para solucionar problemas territoriales sin derramamientos de sangre y los que son máquinas de matar ávidas de acción que creen a pies juntillas lo que le dicen sus altos mandos o gobernantes. Militares a los que el autor del film trata de convencer de que son personas con ideas y opiniones propias que nunca deben olvidar o traicionar.




No es descabellado que el personaje de Phillippe Legorjus esté interpretado, con mucha convicción, por el mismo director/guionista/actor. Con ello quiere adentrarse en terrenos de identificación social y nacional (recordemos, son los soldados del ejército de su país) y meterse en la piel de uno de los responsables de los hechos que acaecieron en aquel fatídico 5 de Mayo de 1988. Su personaje (que guarda semejanzas con su rol del sacerdote Riccardo Fontana de la cinta Amén de Constantin Costa Gavras, que luchaba en solitario contra la cúpula del Vaticano ante el silencio de la misma durante el holocausto nazi) se debe enfrentar a sus altos mandos y a los gobernantes de Francia para que no se lleve a cabo una masacre del todo evitable por medio de las palabras.




En este sentido L'Ordre et la Morale tiene su faceta más interesante cuando vemos como entra el mundo de la política a destrozarlo todo. Que aquellos hechos tuvieran lugar durante las elecciones generales de 1988 fue clave para la resolución expeditiva a la toma de rehenes (qué genialmente expuesta la escena en la que los soldados ven en televisión el debate de François Miterrand y Jacques Chirac mientras estos dos se solapan las declaraciones el uno al otro hasta que sus discursos demagogos se confunden entre ellos y quedan reducidos a un molesto ruido) porque el gobierno saliente no quería ver ensuciada su política exterior ni ofrecer al panorama internacional un "síntoma de debilidad" y el posible entrante miraba hacia otro lado porque esa no era "su guerra".




Kassovitz no es un autor, ni siquiera podríamos decir que tiene una personalidad muy definida como cineasta, pero sí posee señas de identidad que lo revelan como un director, que sobre todo en el plano técnico, ofrece muestras de poderosa impronta. Sirvan como ejemplo dos pasajes de L'Ordre et la Morale que un servidor sitúa fácilmente entre el mejor material cinematográfico de lo que llevamos de 2012 (sensación extraña si tenemos cuenta que el film es de 2011 y que en España ni se ha estrenado y a saberse cuando lo hará o si llega a hacerlo) son dos planos secuencia que se muestran como un alarde de control de encuadres, coreografía y potencia fílmica.




El primero es en el que el personaje de Samy le narra al de Philippe los hechos en los que los independentistas kanakas asaltan la gendarmería y asesinan (más por culpa de la tensión y el caos que por llevar a cabo el acto con premeditación y alevosía) a cuatro policías, una plano de más de 5 minutos sin cortes sencillamente brutal y esclarecedor que lleva a niveles altísimos la puesta en escena del producto. El segundo es otro plano secuencia, el que nos narra el primer asalto durante el clímax del largometraje en el que seguimos a Legorjus (la cámara siempre permanece cerca de su rostro) cámara al hombro, con tiroteos, una jungla que parece tener vida y un enemigo al que no se puede ver. Este alarde técnico es tan brillante (me recordó al de Alfonso Cuarón de Hijos de los Hombres) que no me queda más remedio que pensar en algún corte del montaje oculto, porque lo que se ve en pantalla durante 7 minutos no tiene nombre.




Hay gran cine en la séptima cinta de Mathie Kassovitz y referencias que van desde la clasista jerarquía militar de Senderos De Gloria de Stanley Kubrick, los dilemas morales de ese cazador poniendo en duda su misión cuando conoce a su presa que llenaban el metraje de la inmensa Apocalipsis Now de Francis Ford Coppola, los claroscuros nada autocomplacientes a la hora de retratar y perfilar personajes de uno u otro bando que nos remite a Munich (cinta en la que, curiosamente, actuaba Kassovitz)  de Steven Spielberg o el lirismo de La Delgada Línea Roja de Terrence Malick a la hora de mostrar en pantalla a los canacos con todo el respeto hacia ellos y sus tradiciones. También ayudan unos actores magníficos (enorme Iabe Lapacas como Alphonse, una pena que no se le dé más protagonismo) así como un guión, montaje y dirección remarcables que hacen que los 136 minutos de metraje que tiene el film no pesen en ningún momento.




Mathieu Kassovitz ha vuelto en plena forma, con una cinta valiente e incómoda en la que pone en duda la política exterior y las ínfulas imperialistas de su propio país en favor de que prevalezca la cultura y tradición de un pueblo oprimido desde hace más de 100 años. L'Ordre et La Morale es una mano tendida a la reconciliación, el diálogo y la democracia. Una obra que nos habla de buscar otras vías opuestas a la violencia y la fuerza para la convivencia pacífica entre naciones diametralmente opuestas que, de manera paradójica, pueden vivir armónicamente por medio de conceptos tan simples como la tolerancia, el respeto y el sentimiento de comunidad.



2 comentarios:

  1. Yo también tengo muchas ganas de poder ver Babylon con su metraje integro. Y desde que supe de su existencia, me apetece mucho ver esta… Las películas de Kassovitz, incluso las mediocres, suelen tener un gran nervio visual y una excelente puesta en escena. Pena que no se haya estrenado (¿por qué no?, en lugar de tantas comedias cursi-emplagosas que se estrenan de tapadillo de más allá de los Pirineos) Un cordial saludo

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  2. De Babylon AD circula por Amazon (y yo quiero hacerme con ella) una "versión extendida" que añade metraje adicional, pero claro, ya se sabe que si no es un Montaje del Director seguirá sin ser la visión de Kassovitz sobre el proyecto.

    Es cierto que siempre es interesante como director, falle o acierte, pero esta L'Ordre et la Morale es muy grande, una excelente película que sí, sabe dios cuando se estrenará en España o si la estrenan. Pero bueno, siempre nos quedará el Blu Ray o el DVD de importación.

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