jueves, 8 de agosto de 2013

The Fall: El Sueño de Alexandria, imagina la historia más grande jamás contada



Título Original The Fall (2006)
Director Tarsem Singh
Guión Dan Gilroy, Nico Soultanakis y Tarsem Singh basado en la película Yo Ho Ho de  Zako Heskija
Actores Lee Pace, Catinca Untaru, Justine Waddell, Julian Bleach, Robin Smith, Daniel Caltagirone, Leo Bill, Sean Gilder, Grant Brett Swamby, Marcus Wesley, Jeetu Verma






Imagina a un director llamado Tarsem Singh de origen hindú que a pesar de tener un nombre en el mundo del videoclip debuta en el séptimo arte con un estropicio llamado La Celda al que da forma para el lucimiento de su protagonista, la actriz Jennifer López, y que es un fracaso de crítica y público aunque unos pocos aseguran ver fogonazos de talento en aquella producción del año 2000. Tan sonoro fue el batacazo que el director tardó muchos años en poder sacar adelante su próximo film, un remake de una desconocida cinta búlgara llamada Yo Ho Ho que gestó durante 17 años y tardó en rodar 4.




Imagina una película rodada por un señor que es una fuerza sobrenatural con un don que bordea la divinidad para captar momentos de belleza que detienen el tiempo. Una obra que a pesar de haber ganado (con cierta e incomprensible polémica) el premio a la mejor película en el Festival de Sitges de 2007 es poco conocida, sólo venerada por un reducido grupo de fans que la consideran una cinta de culto y que no ha recibido hasta hoy (seis años después de su estreno) el reconocimiento que merece, ya no sólo por su inabarcable acabado artístico, también por la bellísima historia que relata y que contra todo pronóstico no es devorada por la estética del proyecto.




Imagina un hospital localizado en la ciudad de Los Ángeles durante los años 20 en el que una pequeña niña rumana que se ha roto el brazo por una caída y un depresivo especialista de escenas de acción de Hollywood que ha sufrido un accidente (otra caída, el título del film no es gratuito y tiene muchas lecturas) durante el rodaje de la secuencia de un western forjan una amistad sustentada en la pureza por parte de ella y la conveniencia por parte de él, ya que el segundo promete contarle una historia maravillosa a la primera siempre y cuando le consiga de manera furtiva la morfina con la que en secreto quiere quitarse la vida.




Imagina el poderosísimo choque entre una historia más grande que la vida que mezcla Las Mil y Una Noches y Ali Babá y los Cuarenta Ladrones con apuntes de El Zorro en la que todo es posible, donde miles de mundos diferentes se fusionan par dar forma a una tierra infinita y rica y una realidad que se rompe en pedazos en un hospital en el que la muerte acecha tanto al anciano como al recién nacido y en el que el sufrimiento físico y psicológico está a la orden del día. Una conjunción cinematográfica armónica e inquebrantable que haría las delicias del Guillermo del Toro de El Laberinto del Fauno o el Terry Gilliam de Los Héroes del Tiempo (Time Bandits) y Brazil.




Imagina lienzos en movimiento, la confirmación inapelable de que ser un director de anuncios publicitarios o videoclips no es un hándicap, que recorrer 25 países durante casi dos décadas puede permitirte elegir los exteriores más maravillosos que el ojo humano ha podido ver en una pantalla de cine, sin retoques digitales, sin artificios, haciendo un uso incontestable del blanco y negro, la slow motion, todos los movimientos de cámara habidos y por haber, de la conjunción épica (en el más amplio sentido de la palabra) entre imagen y música cuando ese segundo movimiento de la séptima sinfonía de Beethoven abre y cierra esta magistral lección de narración hecha celuloide.




Imagina una fábula universal que visualmente va cambiando a placer del narrador o su receptora cuando esta se implica en la misma, a Alejandro Magno cambiar de localización en un sólo plano con travelling lateral en una primera toma de contacto con un mundo onírico infinito que ya va dándonos pistas sobre que este tal Tarsem se ha dejado poco más que la vida por realizar un sueño en forma de imágenes y sonidos que es un regalo para los sentidos y que dignifica con su sola existencia este invento con más de 100 años que dos hermanos franceses crearon casi por equivocación.




Imagina a cinco personajes (un bandido enmascarado, un experto en explosivos, un guerrero hindú, un ex esclavo y a Charles Darwin a los que más tarde se unirá un mago) buscando venganza contra un malvado gobernador al que tendrán que perseguir por tierras recónditas en las que vivirán las más maravillosas y terribles de las aventuras y en las que conocerán a todo tipo de extravagantes seres tanto humanos como animales que les servirán de guía para un viaje más introspectivo que físico y que se reflejará en el mundo real en la mente de un hombre cansado de vivir porque cree haberlo perdido todo y que encontrará en una niña de cinco años a su redentora.




Imagina a la niña de cuatro años más adorable, tierna, humana y maravillosa que ha dado el séptimo arte, una pequeña y debutante actriz rumana que sin tener idea de inglés se aprendió los diálogos de su guión fonéticamente, un ser cuya pureza es tal que un objeto como un cámara de cine no puede capturar en toda su magnitud, una criatura que realiza aquí un trabajo tan descomunal que ojalá tome la sabia decisión de no volver jamás a hacer cine porque participe en el proyecto que participe el resultado ensuciará las cotas de vida las que ha llegado a dar forma en su primera película.




Imagina a un actor joven pero con una presencia magnética, un físico elegante y una voz rotunda que comenzó siendo un desconocido en una entrañable serie como Pushing Daisies, que hoy se rifan nombres de primerísima fila como Steven Spielberg o Peter Jackson y que aquí no sólo representa con una veracidad doliente a un animal herido, resquebrajado, al fin y al cabo cobarde. sino que también consigue estar a la altura de la bestia sobrehumana de poco más de un metro que le da la réplica como si de una de las grandes de la interpretación se tratase.




Imagina un desenlace de un dramatismo rotundamente sincero nacido de las mismas entrañas con el que esperas que el director y su equipo de guionistas te arranquen de cuajo el corazón para aplastarlo con el puño cuando realmente lo único a lo que da pie es que una niña de cuatro años lo toque con su dedo índice, porque cuando el egoísmo se enfrenta con la pureza, cuando la muerte autoimpuesta choca con el brillo eterno de la mente inmaculada como en todo buen cuento el bien triunfa sobre el mal, la luz devora a las tinieblas y finalmente la vida se abre paso.




Imagina que cuando las luces se apagan y todo ha terminado no sólo has asistido al cuento de hadas más hermoso que se ha rodado en imágenes, a la declaración de amor más sincera a narrar historias, a la ficción, a viajar a otros mundos, también has sido participe de uno de los más bellos poemas dedicados al mundo del cine, a las imágenes en movimiento y a aquellos hombres sin rostro que desde que el medio dio sus primeros pasos crearon escenas físicas tan peligrosas que los actores no eran capaces de hacer y que hasta el día de hoy nos han regalado momentos inolvidables como se ve en ese montaje de cine mudo (en contraposición al estilizado y poético que abría el film, clasicismo y vaguardia unidos de la mano) que desde mi punto de vista no tiene nada que envidiar al que cerraba la sobrevaloradísima Cinema Paradiso de Giuseppe Tornatore.




Imagina que eres Tarsem Singh y que después de hacer esta incontestable obra maestra perpetras una versión de baratillo de 300 llamada Inmortals (que un servidor ni terminó en su momento y pocas ganas tengo de ello) y la enésima versión de Blancanieves (Mirror, Mirror) con Julia Roberts de bruja mala confirmando que cuando no te dedicas en cuerpo y alma a sacar adelante un proyecto propio eres uno más de los engranajes que se gana el pan como pueden en Hollywood. Pero poco importa eso o lo que hagas en un futuro, porque un amplio grupo de personas que se enamoró de The Fall sabe que un día te abriste en canal para darle forma y el mundo del cine a día de hoy no te está suficientemente agradecido por ello y posiblemente nunca lo estará.


miércoles, 7 de agosto de 2013

El Monje, mon nom est Légion, car nous sommes nombreux



Título Original Le Moine (2011)
Director Dominik Moll
Guión Dominik Moll basado en la novela de Matthew G. Lewis
Actores Vincent Cassel, Déborah François, Joséphine Japy, Sergi López, Catherine Mouchet, Jordi Dauder, Geraldine Chaplin, Roxane Duran, Frédéric Noaille, Javivi






La producción entre Francia y España El Monje es la tercera adaptación cinematográfica que se realiza de la célebre novela homónima, dentro del género gótico, del escritor británico Matthew G Lewis a la que según los que la conocen (un servidor por ahora no se encuentra entre ellos) nunca se ha hecho justicia en el séptimo arte. La primera adaptación estuvo escrita por Luis Buñuel (el de Calanda iba a ser en principio el director del film, por el que llevaba años interesado) y su colaborador Jean-Claude Carriere, dirigida por el griego Adonis Kyrou y protagonizada por el italiano Franco Nero. La cinta no tuvo mucho éxito y a día de hoy es más bien desconocida.




La segunda versión, tampoco muy célebre, fue una coproducción entre España y Reino Unido que aquí se tituló El Fraile, dirigida en 1990 por Francisco Lara Polop y protagonizada por Paul McGann. La tercera, la que nos ocupa, ha sido ideada por el cineasta francés Dominik Moll cuyo nombre sólo escuchamos aquí a principios de la década pasada cuando el catalán Sergi López ganó el galardón al mejor actor de los Premios del Cine Europeo y el César francés al ponerse a su servicio en Harry: Un Amigo que Os Quiere, cinta que confirmó el considerable éxito del protagonista de El laberinto del Fauno en el país vecino.




Pero si hay algo destacable en una cinta como Le Moine es su protagonista, el  francés Vincent Cassel. El hijo del también intérprete Jean Pierre Cassel es para el que suscribe uno de los mejores actores a nivel mundial. Trabajos ejemplares rodados en su país como los de El Odio, el díptico Mesrine y otros ya en América como Cisne Negro o Promesas del Este así lo atestiguan. Como ya he mencionado en otras ocasiones Cassel es el Javier Bardem del país vecino. Descendiente de una estirpe de actores, de físico atípicamente atractivo y poseedor de un registro interpretativo de una versatilidad sencillamente apabullante. Además es marido de Monica Belucci que eso ya son palabras mayores.




De modo que por mucho que El Monje sea una cinta estimable, en la que Dominik Moll ha sabido transmitir una sensibilidad y atmósfera palpables así como regalarnos un trabajo estilístico de un acabado plástico para quitarse el sombrero esta producción de 2011 quedaría reducida a más bien poco si no fuera por la presencia y el sobresaliente trabajo de este intérprete que siempre ha proclamado que no entiende lo que es ser un "actor del método" ya que su manera de abordar el trabajo es desde el artificio y siempre dejando el personaje en el set de rodaje sin sentir la necesidad de llevárselo a casa.




Durante el Siglo XVII el hermano Ambrosio es toda una leyenda dentro de las paredes de un convento de monjes Capuchinos situado en la ciudad de Madrid. En las puertas del lugar fue abandonado cuando sólo era un bebé para ser criado por los hermanos. Ahora, ya convertido en hombre es la piedra angular del monasterio y la fascinación que despierta entre los feligreses gracias a su ferrea fe e inquebrantable rectitud es digna de la más fervorosa de las admiraciones. Pero la llegada de un extraño novicio trastocará radicalmente la existencia de Ambrosio tanto en el plano existencial como el carnal, siendo tentado por el mal y poniendo por ello en duda sus creencias más profundas.




El Monje es un proyecto interesante en el que Dominik Moll se nota que puso mucho de su parte para que llegar a buen puerto. Con una elegancia encomiable para crear una atmósfera, primero limpia y de una pureza cristalina (el sueño recurrente del hermano Ambrosio) para después tornar en mórbida e impía (ese Via Crucis decididamente ténebre, el pastor poseido) pero sin escatología o explicitud alguna. Curiosamente ese tono herético choca con el impoluto microcosmos que el personaje principal ha creado en el convento que regenta durante el prólogo con la confesión, el mejor momento de un poco aprovechado y más bien desubicado Sergi López, en el que ya podemos vislumbrar cómo la voluntad del monje que da nombre al film va a ser puesta en entredicho.




El director de Lemming se entrega a una realización preciosista ofreciendo algunos encuadres de un poderoso acabado pictórico y un lirismo ajustado que hipnotiza pero nunca sobrecarga. Destacable el plano cenital del cuerpo de uno de los monjes fallecidos rodeado de velas que nos remite a las pinturas negras de Goya, la imagen de Antonia debajo del marco de una de las puertas de su casa que proyecta ecos del Velázquez de Las Meninas o ese Ambrosio entre penumbras con la frente ensangrentada después de haberse puesto la corona de espinas que es deudor del tenebrismo del italiano Caravaggio, pintor muy vinculado al mundo de la teología y la religión.




La sombra de Luis Buñuel como es lógico sobrevuela todo el metraje. El español era un ateo propenso al anticlericarismo, obras como La Vía Lactea o Viridiana dan ¿fe? de ello, pero sentía una delectación fetichista por los rituales eclesiasticos y toda la parafernalia que los rodeaba. Por eso viendo El Monje el espectador no tendrá muchas dificultades para que le venga a la cabeza el mítico mediometraje (o largometraje truncado) Simón del Desierto que el director aragonés realizó en su etapa mexicana (la mejor de todas) sobre un estilita que después de hacer penitencia durante años sobre una columna en medio del desierto es tentado por el maligno que para hacerlo perder la razón ha tomado la sugerente forma de la actriz Silvia Pinal.




No sé cómo de fiel es el texto del film a la novela original pero la incursión del "mal" en las paredes de ese monasterio está llevada con considerable acierto y momentos remarcables sobre todo en el plano estilístico, aunque algunos pasajes (la aparición de la virgen en medio del cementerio toma una tonalidad de inintencionada comicidad que entronca con el sutil pulso que hasta ese momento había destilado Moll con respecto a las escenas oníricas) no estén del todo logrados. El desarrollo de personajes es adecuado (sobre todo el de Ambrosio, como es lógico) y sólo hacia el final cuando el libreto decide precipitar los acontecimientos atropelladamente para llegar al clímax de la historia la escritura del film se resiente un tanto.




Pero como ya mencioné al principio es Vincent Cassel quien le da peso y profundidad a una película como la que estamos comentando. El francés sabe plasmar con epidérmica desnudez primero su voluntariosidad con respecto a la rectitud que inculca el cristianismo para vencer las tentaciones y ser una persona temerosa de dios y después su debilidad por la carne, sus dudas como ser humano y su lucha para no caer en las redes de Satán. El protagonista de Nuestro Día Llegará llena de matices y fuerza un personaje que en principio no parecería adecuado para su físico, pero que hace suyo con una facilidad pasmosa desde el mismo arranque del largometraje.




Aunque en su momento pasó con bastante indiferencia por las carteleras y no dejó del todo satisfecho a los conocedores de la obra de Matthew G. Lewis, El Monje es una película con varios puntos de interés que aborda temas universales desde una perspectiva enriquecedora, con una ambientación de época notable y un reparto de actores internacionales y españoles (grande el tristemente desparecido Jordi Dauder, memorable Geraldine Chaplin en su breve aparición, sorprendente el cargante cómico Javivi haciendo un papel dramático) que tienen al frente a un actor que sólo el tiempo pondrá en su lugar reconociendo su versatilidad y talento natural para la interpretación. Algún día le llegará el papel de su vida, aquel por el que lloverán los premios, pero por ahora sólo podemos esperar a que tal acto de justicia tenga lugar.



lunes, 5 de agosto de 2013

Juez Dredd, el brazo fuerte de la ley



Título Original Judge Dredd (1995)
Director Danny Cannon
Guión Michael De Luca, William Wisher Jr y Steven E. De Souza basado en el personaje creado por John Wagner y Carlos Ezquerra
Actores Sylvester Stallone, Armand Assante, Diane Lane, Rob Schneider, Max von Sydow, Ewen Bremner, Joan Chen, Jurgen Prochnow, Joanna Miles, Balthazar Getty






"Los primeros quince minutos muy bien, pero, después se quita el casco y más tarde el traje y quedó una película de Sylvester Stallone a secas". Estas fueron las declaraciones de Carlos Ezquerra, co creador del personaje Juez Dredd junto al guionista británico John Wagner, cuando le preguntaron en esta interesante entrevista de Blog de Superhéroes qué le parecía la primera versión cinematográfica que en los 90 se llevó a cabo acerca de las aventuras del juez, jurado y verdugo que nació en las páginas de la mítica revista inglesa 2000 AD en 1977. Un servidor hace suyas las palabras del zaragozano, porque después de muchos años ayer volví a ver esta simpática mediocridad que pudo haber sido la más fiel adaptación del microcosmos de Joe Dredd al celuloide si no hubiera sido por las malas artes del actor que le dio vida, Sylvester Stallone.




En un principio el proyecto largamente acariciado de llevar a imágenes las aventuras del Juez Dredd iba a estar protagonizado por el austriaco Arnold Schwazzenegger que como única exigencia puso que su personaje al menos "una vez" se quitara el casco a lo largo del metraje. Finalmente el protagonista de Depredador no puedo ponerse el uniforme de Joe Dredd y su amigo (y rival profesional) Sylvester Stallone se lo enfundó. Detrás de las cámaras se puso al novato director británico Danny Cannon (más tarde conocido por ser uno de los impulsores de la célebre serie C.S.I: Las Vegas, rodando el episodio piloto de la misma) y el guión lo escribieron William Wisher Jr (Terminator 2) y Steven E De Souza (Street Fighter: la Última Batalla) basado en un argumento del mismo Wisher Jr y Michael De Luca.




El resultado fue un producto endeble que no tuvo éxito en la taquilla y que mostroço los primeros síntomas de la decadencia en la que el protagonista de Rocky iba a adentrarse en la segunda mitad de los 90 y que se alargaría hasta mediados de la década pasada. Pero el problema más grave es que Juez Dredd como adaptación de los cómics del personaje homónimo lo tenía todo para triunfar y ser fiel a las viñetas que autores como los ya mencionados Wagner y Ezquerra, Garth Ennis, Brian Bolland, Mike McMahon o Pat Mills se ocuparon de convertir en leyenda del noveno arte, pero como ya he comentado el divismo de un Stallone que metió demasiado mano en la producción del largometraje dio pie a que todo el proyecto se fuese al traste.




Año 2139, el grueso de la población de Estados Unidos se divide en tres megaciudades. En Mega City 1 la violencia y la criminalidad están a la orden del día y sólo un grupo de agentes de policía llamados Jueces, que tienen licencia para detener, juzgar y sentenciar a los delincuentes en la misma escena del crimen, mantienen a raya el caos y la anarquía en la zona. El más competente e inflexible de los jueces es Joe Dredd, personalidad autoritaria admirada por sus compañeros y temida por sus enemigos. Pero un día todo se torcerá cuando Dredd sea acusado de doble homicidio y por ello encarcelado en la penitenciaría de máxima seguridad de Aspen. Entre rejas y con la ayuda de algunos aliados el Juez Dredd tendrá que demostrar su inocencia y capturar a la persona que le ha tendido la trampa.




En la producción de Juez Dredd se utilizó un presupuesto de 90 millones de dólares y eso en pantalla se deja notar. La Mega City que este largometraje de 1995 refleja es considerablemente fiel a la de los cómics y el diseño de producción con el que fue creada a día de hoy aún se ve como un trabajo realmente encomiable por parte de la dirección artística implicada en el proyecto. Por otro lado el vestuario de los actores es de nota altísima y el uniforme de los jueces fue diseñado ni más ni menos que por el tristemente desparecido diseñador Gianni Versace. El reparto está lleno de secundarios reconocibles, entre ellos Armand Assante, Max Von Sydow, Jurgen Prochnow y unas guapísimas Diane Lane y Joan Chen. 




Para colmo Stallone con el casco puesto es un Dredd muy convincente, aunque su entrada triunfal en pantalla queda oscurecida porque su tono de voz nos hace pensar si el personaje tiene alguna deficiencia mental (ese "Aiam... de lo!" desata las carcajadas sí o sí). Lo tenemos todo, el entorno, el dinero, la acción, los actores y personajes, una pegadiza y banda sonora de Alan Silvestri a lo Basil Poledouris y ese microcosmos que mezcla una sucia urbe llena de delincuentes con la frialdad de tintes nazis del Palacio de Justicia donde los jueces imponen su ley. Pero todo fracasa cuando el protagonista de Los Mercenarios decide que él es más importante que la película o el cómic en el que la misma se está basando, por ello tras esos 15 interesantes minutos de los que hablaba Ezquerra en los que se nos presenta la historia, Juez Dredd se convierte en una autofelación para el hinchado ego de su actor principal.




En el mismo momento en el que Stallone se quita el casco (algo que el Dredd de los cómics no hace nunca, ya que la idea de que no le veamos el rostro es, según su creador John Wagner, la que universaliza su concepto de que es una representación icónica de la ley en toda su magnitud) no sólo traiciona la esencia del personaje, es que también lo hace para no volver a ponérselo a lo largo de todo el metraje más de un par de veces muy breves. De modo que Joe Dredd desaparece y en su lugar nos cuelan a uno más de los "policías duros" a los que ha dado vida Stallone en films como Tango y Cash o Cobra: El Brazo Fuerte de la Ley y que para colmo está acompañado del típico personaje secundario cómico al que da vida un Rob Schneider, por suerte, menos cargante de lo normal.




Lo que nos queda es una mediocre cinta de ciencia ficción en la que Stallone y su colega se encuentran con sosias de muchos de los personajes de los cómics de Juez Dredd (la juez Hershey, la familia Ángel, el Juez Supremo Fargo) que en ningún momento parecen estar enfrentándose al protagonista de los tebeos, sino a un madero sonado al más puro estilo Martin Riggs de Arma Letal. Y es una pena, porque el guión toma como punto de partida (lejanamente) la saga El Día que Murió la Ley y el diseño de personajes como Mean Machine o el ABC Robot tienen su mérito, pero la poca fidelidad del guión a las viñetas y la labor de Stallone como protagonista abocan inevitablemente al fracaso a la cinta que no levanta cabeza por muy entretenida y frenética que se vea aún a día de hoy.




Sylvester hace uno de los peores papeles de su carrera, ya que a su pronunciación un tanto desafortunada se une el hecho de que al quitarse el casco parece sentir la necesidad de no parar de gritar cosas sobre la ley ("de lo!") con el rostro desencajado. El protagonista de Acorralado (First Blood) es un actor mediocre (aunque desde mi punto de vista mucho mejor que su amigo Arnold) que en ocasiones nos ha ofrecido buenos trabajos (Copland, Rocky) pero en esta ocasión esa nominación al Razzie al peor actor de 1995 estaba bastante justificada. Diane Lane guapísima, pero poco pinta aquí, Max Von Sydow se lo toma demasiado en serio (pobre hombre) Jurgen Prochnow se mete bien en su papel de villano en la sombra, Joan Chen parece como si fiera a preguntar al director dónde está la cámara y el que mejor parece pasárselo es Armand Assante porque no se toma en serio su labor y por ello se marca un villano de opereta carismático y exagerado. Rob Schnieder está hasta pasable y sólo por el momento en el que imita la voz de Stallone ya merece la pena aguantar su poco agradable presencia.




Danny Cannon hace lo que puede, técnicamente se le ve resuelto pero el montaje del film es nefasto (los productores quisieron remontar la cinta para evitar la calificación R quitando violencia pero no tuvieron tiempo para ello, síntoma más del desastre que debió ser la gestación de este proyecto) y si bien las escenas de tiroteosy persecuciones son dignas, las de peleas cuerpo a cuerpo son penosas (Diane Lane y Joan Chen más que pegarse parece que estén bailando Batuka) y parecen coreografiadas por el director de un geriátrico. De todas formas las malas lenguas dicen que el director de Aún Sé lo Que Hicisteis el Último Verano vio su labor detrás de las cámaras brutalmente adulterada por la intervención, una vez más, de Stallone, de modo que no podemos tampoco echarle todas las culpas a él o al editor.




Como muchos sabréis el pasado 2012 se realizó, Dredd, otra adaptación del personaje al celuloide a manos del guionista Alex Garland (28 Días Después, Sunshine), el director Pete Travis (Omagh, Vanishing Point) y protagonizada por un convincente Kar Urban (El Señor de los Anillos, Star Trek) que, este sí, no se quita el casco en ningún momento del metraje. Esta obra, mucho más conseguida en el plano cinematográfico a pesar de su humildad formal, fue un fracaso en la taquilla, pero en el mercado doméstico ha conseguido vender en sólo una semana más de 650.000 copias (una de ellas del que suscribe), hecho que no descarta el rodaje de una secuela que sería recibida con lo abrazos abiertos por miles de fans, un servidor entre ellos.




Sin comparamos ambos largometrajes evidentemente la cinta de Garland y Travis gana por goleada, aunque da una visión más de realismo sucio y urbano que la de Cannon (según el mismo Wagner, Dredd, al igual que roles como Batman, es un personaje con tantos matices que permite ser abordado con una amplia variedad de registros en fondo y forma) y su violencia estilizada y explícita es muy deudora del cómic. Pero es cierto que estilísticamente la versión de 1995 es mucho más fiel a lo que son la historietas del personaje y podría haber sido muy superior si no la hubieran reventado desde dentro sus mismos creadores. 




En lo que si fallan ambas versiones es en que obvian completamente el tono de sátira y crítica que convertía a Dredd en una fuerza de la ley fascistoide en ocasiones más peligrosa que los mismos criminales a los que ajusticiaba, ya que ambas películas se ponen del lado del protagonista y no ponen nunca (bueno, la de Travis puede que sí, ahí está el personaje de Anderson para equilibrar la balanza moral de la historia) en duda que los métodos del juez son los adecuados. Por eso a un servidor siempre le quedará la espina de que Paul Verhoeven y Ed Neumeir no se hayan puesto hasta ahora detrás de una de las adaptaciones del personaje a la pantalla, ya que como dijo algún avispado Robocop tiene más de Juez Dredd que la misma película de Juez Dredd, al menos la de 1995.




Juez Dredd es una hija de los años 90 y un producto realizado para el lucimiento de su protagonista cuando debería haber sido (pudo serlo) la convincente adaptación a imágenes de un personaje mítico dentro del cómic europeo. Con todo la película de Danny Cannon destila la considerable caspa y vergüenza ajena mezclada con entretenimiento y simpatía como para ser vista hoy día con un grupo de amigos en una tarde tonta con la sana intención de echar unas risas viendo como Sylvester Stallone se limpió el culo con todos los números de 2000 AD que encontró en su camino (y eso que los títulos de crédito con las portadas de los cómics del personaje hacían presagiar que la fidelidad iba a ser la exigida) para su propio beneficio. Por suerte la cosa no le salió como quiso y la franca decadencia en la que entró su carrera poco después le sirvió como sana cura de humildad. La terrible venganza de Joe Dredd se sirvió fría, pero con efectividad.



Alacrán Enamorado, la piel que habito



Título Original Alacrán Enamorado (2013)
Director Santiago A. Zannou
Guión Carlos Bardem y Santiago A. Zannou, basado en el libro de Carlos Bardem
Actores Álex González, Miguel Ángel Silvestre, Judith Diakhate, Carlos Bardem, Hovik Keuchkerian, Juan Carlos Vellido, Javier Bardem





Adaptación a imágenes de la novela homónima del escritor, guionista y actor Carlos Bardem editada por Plaza y Janes en 2009. El mismo intérprete de Celda 211 parece haber sido el impulsor del proyecto (co escribe el guión y se reserva un importante papel secundario) pero inteligentemente cede la batuta de director a Santiago A. Zannou, realizador de El Truco del Manco, una de las óperas primas más interesantes del cine patrio reciente. El resultado es una cinta urbana de corte social con considerables aciertos, buenas intenciones y un reparto tocado por el don de la naturalidad comandado por un cineasta al que conviene seguir de cerca.




Julián (Álex Gonzálex) milita en un grupo de neonazis liderado por Solís (Javier Bardem) un hombre de negocios que se dedica a "limpiar" las calles de inmigrantes por medio de sus subordinados. Julián y sus compañeros regentan un gimnasio dirigido por Carlomonte (Carlos Bardem) boxeador retirado reconvertido en entrenador con problemas de alcoholismo y Pedro (Hovik Keuchkerian) amigo íntimo de este y dueño del local. La vida de Julián dará un giro radical cuando decida dejar de lado sus actos delictivos y dedicarse en cuerpo y alma al boxeo, mundo que le permitirá conocer a Alyssa (Judith Diakhate) una chica mulata de la que acabará enamorándose. El problema reside en que Luis (Miguel Ángel Silvestre) y los compañeros skins de Julián no van a permitir que se salga con la suya.




Con Alacrán Enamorado Zannou y Bardem no nos cuentan nada que otras obras previas sobre el tema de los neonazis como American History X, This is England o The Believer no nos hayan dicho ya. Pero toman la sabia decisión de narrar su historia desde una profunda y palpable sinceridad y ahí es donde un proyecto como el que nos ocupa juega su mejor baza. Aunque no podemos olvidarnos tampoco del inteligente mestizaje que se realiza con el cine de corte pugilístico introduciéndonos en el mundo del boxeo (deporte que los hermanos Bardem idolatran desde hace tiempo) para situar la historia narrada en un contexto reconocible y cercano.




La segunda cinta en labores de dirección de Santiago A. Zannou es, al igual que su debut detrás de las cámaras, una obra sobre perdedores e individuos alienados que buscan su lugar en el mundo. El Julián al que da vida Álex González cree haber encontrado su sitio dentro del movimiento skin y trabajando a las órdenes de Solis (excelente en su breve papel Javier Bardem, magnífica la idea de ese corporativismo que representa y que subvenciona a los grupos violentos de extrema derecha para que hagan el trabajo sucio que los de su calaña no son capaces de realizar con sus propias manos)  pero conocer en profundidad a los dueños del gimnasio que suele regentar y enamorarse inesperádamente de una chica mulata que trabaja como en el local le harán replantearse su sistema de valores e ideología.




De este modo el protagonista se encuentra en tierra de nadie y debatiendo consigo mismo qué elección tomar. Quedarse con los que considera sus hermanos, sus compañeros de armas que le ayudan a limpiar las calles de lo que ellos consideran escoria o empezar una vida nueva junto a Alyssa y descubrir poco a poco que sentir odio por diferencias sociales o de raza es un ideario fútil y cobarde. Como ya he comentado no hay nada nuevo en el horizonte, pero la sensibilidad y el naturalismo con el que Bardem y Zannou cuentan su historia y cómo los códigos de honor y compañerismo del boxeo sobrevuelan todo el metraje se revelan como un gran acierto en fondo y forma.




Al no haber leído la novela de Bardem no puedo asegurar si ese verismo que sustenta las bases del film ya estaban en el escrito, pero sí puedo afirmar que gran parte del mismo ya lo grababa a fuego el director en su anterior obra detrás de las cámaras. Zannou es un hombre de la calle y es más que probable que debido a su origen beninés haya conocido en primera persona la xenofobia que tan bien está reflejada en el largometraje, sin maniqueísmos o demagogia alguna. Ya que si en El Truco del Manco supo retratar con pericia la marginalidad de los barrios de extrarradio barceloneses en Alacrán Enamorado tiene el suficiente talento como para realizar un convincente fresco de los movimientos neonazis patrios y sus "patrocinadores".




Se nota el cariño y la implicación de Carlos Bardem con el proyecto ya que él mismo decidió que la adaptación de su novela no cayera en las manos de cualquier director. Como actor se reserva el posiblemente mejor personaje del largometraje, ese Carlomonte que ahoga en una botella de alcohol la idea de que sus años de gloria pasaron y que no le quedan más que recuerdos de aquella época. Su relación con Julián es la más interesante del relato, porque vemos cómo va cambiando gradualmente su opinión acerca del joven skin cuando ve que puede llegar a redimir sus pecados, que en principio no son pocos ni livianos.




Alacrán Enamorado posee la misma virtud que El Truco del Manco u otra reividincable ópera primera, El Bola de Achero Mañas y la misma es que prácticamente todo su reparto destila una remarcable naturalidad. Desde un Álex González que se esfuerza para ofrecer el mejor trabajo de su carrera pasando por un sorprendente Miguel Ángel Silvestre como neonazi manipulador (enorme la escena en el callejón cuando empieza a hablar alemán) o una Judith Diakhate de sutil belleza que hace tremendamente creible el romance que bascula la historia y llegando al descubrimiento, para un servidor, de la velada, ese soberbio Hovik Keuchkerian (ex boxeador, cómico, actor) que confirma lo que ya se apuntó en la cinta protagonizada por un inolvidable Langui con la excelente labor de Ovono Candela, que Zannou es todo un maestro para descubrirnos interpretes secundarios de alto nivel y guiarlos con mano firme.




Alacrán Enamorado es posiblemente el proyecto español más interesante de lo que llevamos de año. Un trabajo en el que Carlos Bardem y Santiago A. Zannou se abren en canal para hablarnos de (in)tolerancia, miedo, amor, perdón y redención, así como darnos un toque de atención para que veamos que detrás del skin que golpea normalmente hay un señor con corbata, en ocasiones hasta padre de familia, que no sólo lo consiente sino que también lo aprueba. Al igual que en El Truco del Manco Zannou no nos regala un final feliz que nos afirme que todo se arreglará, pero dentro de una posible derrota deja un resquicio de luz al que aferrarnos para encajar los golpes que esta sociedad nos vaya dando y no son pocos precisamente.



viernes, 2 de agosto de 2013

Tengo Ganas de Ti, ante la duda...



Título Original Tengo Ganas de Ti (2012)
Director Fernando González Molina
Guión Ramón Salazar basado en el libro de Federico Moccia
Actores Mario Casas, Clara Lago, María Valverde, Marina Salas, Nerea Camacho, Diego Martín, Andrea Duro, Lucho Fernández, Antonio Velázquez, Cristina Plazas, Carme Elias, Ismael Martínez, Álvaro Cervantes, Carles Francino, Jordi Bosch, Joan Crosas, Ferran Vilajosana






Sí, aquí la tenéis, sé que la estabais esperando como agua de Mayo, de modo que pongo a vuestra disposición la crítica de Tengo ganas de Ti la secuela de 3 Metros Sobre el Cielo, la adaptación española de la novela homónima del escritor italiano Federico Moccia que en 2010 Mario Casas y María Valverde protagonizaron para suerte de sus cuentas corrientes y desgracia de sus filmografías. Después de más de 700 entradas resulta que la dedicada a la película de Fernando González Molina es la más leída de la historia de Transgresión Continua. Por poneros un ejemplo, si la segunda entrada más visitada del blog es la de 300, de Zack Snyder,  con 11.950 visitas la de 3MSC, o sea, tía, tiene 49.512. Sobran las palabras y escasean las neuronas, las mías incluidas.




Como comenté en su momento cuando hablé de ella, 3 Metros Sobre el Cielo me pareció uno de los engendros más grandes que ha dado el cine español reciente y con mucha diferencia. Una apología del machismo, el maltrato físico y psicológico a la mujer por parte del inefable rol del Macho Alpha y una reivindicación ultraconservadora y arcaica de que el género femenino necesita al masculino para que sea su protector y vigilante con pectorales de ensueño, moto trucada y arranques de psicópata violento venido a menos, por mucho que al final nos trataran de decir que la actitud del personaje era inadecuada, esto siempre después de cruzarle de un bofetón la cara al supuesto amor de su vida.




La cinta reventó las taquillas españolas y arrastró a millones de adolescentes a los multicines ávidos de ver a Mario Casas y María Valverde protagonizar una historia de amor que hace que la de Crepúsculo parezca Cumbres Borrascosas. Ellas querían parecerse a Babi, una niña bien, pija, que se bañaba en perfume Don Algodón y que decía "bruto" a su violento novio para segundos después caer rendida en sus poderosos brazos. Ellos querían ser como Hache (abreviatura de "Héroe", ¿Héroe de qué?), un empollón que se quedó p'allá al ver como su madre echaba una canita al aire y por ello decidió abandonar una prometedora carrera como devoralibros con flequillo para convertirse en un machista adicto a las competiciones de abdominales, las carreras ilegales de motos y a pegarle a todo el mundo, desde su novia, pasando por su hermano y llegando a la moto de su fallecido amigo "Pollo".




Pero contra todo pronóstico esta Tengo ganas de Ti me ha dejado bastante descolocado, porque estando indudablemente sumergida en una más que notable mediocridad supera en cordura y decencia a su hermana mayor en todos los aspectos y por el camino trata de enmendar el terrible mensaje que aquella quería transmitir a la platea con respecto a lo que es el amor verdadero y lo que hay que hacer para conseguirlo. El resultado es lo que yo esperaba de la primera entrega, una cinta romántica venida a menos para que quinceañeros de los dos sexos humedezcan su ropa interior durante el visionado de la obra y de la que reírse por sus dosis de almíbar alternadas con momentos de chulería de extrarradio. A partir de aquí spoilers a todo trapo.




Tras darle de hostias a su novia y descubrir que ser un macarra machista no es el mejor camino para llegar al corazón de una niña pija, Hache (Hugo de toda la vida de dios) ha pasado un tiempo en Londres (lo sabemos porque la primera imagen del film es un plano cenital de nuestro protagonista ya descamisado y tumbado en una toalla con la bandera del Reino Unido) supongo que porque allí entre Hoolligans se sentirá como en casa. Pasado un tiempo decide volver a Barcelona, juntarse con los viejos colegas, y recordar la muerte de su amigo "Pollo" que se comió tres toneladas de asfalto practicando carreras ilegales de motos a toda hostia y sin casco. Allí conocerá a Gin, una chica fortógrafa, sexy, chunga, ladrona y más chula que el picaporte de Kit, el Coche Fantástico, que te pueda dar de hostias (literalmente) si te metes con su abuela o su verdadero nombre, que es Ginebra.




Por suerte este Hache no es el que conocíamos de la otra película. Supongo que el buen chaval ingresó en "Proyecto Asesino en Potencia" y se desintoxicó de los malos hábitos, ya que ahora es un tío que no siente la necesidad de reventarle la cabeza a pobres transeuntes, poner en peligro la vida de personas realizando persecuciones descerebradas con su moto y que tampoco ve como obligación humillar a la chica que le gusta, algo en lo que era experto en su aventuras pretéritas. Pero si todo esto ha cambiado en Tengo Ganas de Ti es en gran parte por la presencia del personaje de Clara Lago, actriz que devora la película y la hace suya eclipsando al resto del reparto y sacando adelante un personaje tan simpático como plano y esquemático.




Gin (leído Yin, que mola más) no sólo es una chica con carácter, mala hostia y naturaleza buscalíos, vamos, una Hache con pechos, o lo que es lo mismo, una "Hacha". También tiene como mayor aliciente que de su boca salgan comentarios acerca de ideas que los espectadores con más o menos entendederas ven como gilipolleces supinas dentro de este díptico fílmico, sobre todo en lo referido al protagonista masculino. La intérprete de la entrañable El Viaje de Carol parece que en ocasiones habla en mi nombre cuando le dice al rol de Mario Casas que Hache es una gilipollez de nombre, que llevar una moto poligonera no te hace especial, que no hay nada más cobarde que ponerle la mano encima a una mujer y que estas no necesitan a un caballero andante para que las proteja. Sí, ella al final cae en las garras de nuestro ciclado amigo, pero sin ceder como una estúpida sumisa a todas sus peticiones, como si hacía la insufrible Babi a la que daba vida la pobre María Valverde.




Es curioso ver como en pantalla la relación de supuesto amor entre los personajes de Mario Casas y Clara Lago se muestra en todo momento más creíble (sin rasgarnos las vestiduras tampoco) que la que compartía el primero con María Valverde en la anterior entrega y más si tenemos en cuenta que el actor de Grupo 7 y la intérprete de La Flaqueza del Bolchevique son pareja en la vida real. A esto ayuda indudablemente el talento de Clara Lago, una chica de una naturalidad desarmante que enamora a la cámara desde el primer minuto y que sabe sacar adelante un personaje divertido y carismático (la típica chicazo que no tiene problema en decir burradas delante de un grupo de tíos desnudos) pero unidimensional y simple (nunca llegamos a saber nada de su vida y sus motivaciones más allá de su relación con el protagonista y la que mantiene con un hermano flipado con ínfulas de DJ a lo Paquirrín). 




De modo que todo va bien. Hache no se cree un cavernícola que puede permitirse arrastrar por el pelo a su pareja, sus instintos violentos los desfoga en el gimnasio y hasta evita darse de hostias con el chulo de gimnasio, el "Serpiente", que le provoca mazo, tía. Se compadece de su padre borracho, tiene visiones de camaradería con su amigo muerto, pasa de carreras de motos que ponen en peligro su vida y la de otras personas y sobre todo hace las paces con su madre, dándose cuenta sólo cuando la mujer estás más p'allá que p'acá que hacerle la cruz y casi matarla por haberse acostado con un colombiano de buen ver estando casada fue una gilipollez de proporciones catedralicias. Que la señora ya tiene una edad y puede hacer lo que le dé la gana por muy reprobable que sea, hijo mío.




Hasta aquí a un servidor no se le va de la cabeza que los productores están intentando desdecirse o arreglar todo lo que de ponzoñoso tenía el mensaje de la anterior entrega. Como no he leído ninguna de las dos novelas de Federico Moccia (ni ganas) no sé si esto está en el libro o se lo ha inventado el bueno de Ramón Salazar en el guión, pero es como si intentaran arreglar el desaguisado moral de 3 Metros Sobre el Cielo convirtiendo al protagonista, no en un buenazo, pero sí en una persona con dos dedos de frente que no piensa que lo mejor que hay en la vida es poner a tu "jaca" en tu "burra" y hacer con ella lo que te salga de la bolsa escrotal porque si no te enfadas.




Pero entonces tenemos un momento aterrador, Hache se cruza con Babi en un local y donde hubo fuego musculado siempre quedan cenizas mojigatas. Al muchacho le da un pronto tó loco y se pone a gritar el nombre de su ex como un condenado cuando cree haberla visto en la discoteca. Poco después cuando ella se encuentra en un momento de debilidad al enterarse de que su hermana pequeña (terrible la subtrama de una perdidísima Nerea Camacho que merece mejores papeles que este, estúpida la escena del aniversario truncado por la noticia que da la chica y el colmo del disparate querer hacernos creer que hay una edición en formato digital de El Violinista en el Tejado con tres dvds de extras con más de 10 horas de contenidos adicionales, ¿qué hay metido en esos discos, por dios, el bautizo y la boda de Norman Jewison?) se ha quedado embarazada por haber mantenido relaciones íntimas estando hasta el culo de psicotrópicos con un tío que ni recuerda, se vuelven a encontrar y consuman un acto sexual playeronostálgico. Lo mejor de todo es que el personaje que en esta ocasión lleva los cuernos es el que se llama Ginebra, el Rey Arturo debe estar riéndose de esta paradoja desde su tumba.




Pero claro, por haber tenido este desliz eróticofestivo por los viejos tiempos (sí, el mismo que cometió su madre y él casi mata a palos su amante delante de ella) Hache llega in extremis para salvar a Gin de los abusos sexuales de los malvados empresarios del mundo del espectáculo para los que trabaja (la subtrama de nepotismo y referencias inintencionadas a Showgirls de Paul Verhoeven me la he saltado, pero es que lo único interesante de la misma es el buen papel de Ismael Martínez) y que quieren pasársela por la piedra sin (ojo, importante saberlo para cuando vayáis a practicar el coito con otra persona) el consentimiento de ella. Entonces el bueno de Hugo se pone en plan Steven Seagal y se lía a barrazos de acero con sus propios jefazos por querer forzar a su chica. La sombra del troglodita que protagonizó 3 Metros Sobre el Cielo vuelve a amenazarnos.




Entonces por un momento volvemos a ver a nuestro Hache, el pasado de rosca, el matón violento, el que casi le abre la cabeza al "Serpiente" cuando lo ve aparecer con la moto de su amigo Pollo, sí, aquella con la que se lío a hostias en la primera parte y con la que se ve que quiere hacer las paces. Para conseguir el vehículo de su colega fallecido decide echarse una carrera ilegal con el ya mencionado chulo (al que da vida un Antonio Velázquez que está de pasada, pero no tanto como Carles Francino o al que la cámara llega a grabarlo de puro milagro y eso que es el prometido del personaje de María Valverde). Por suerte al final de la competición ellos quedan en paz, intercambian las motocicletas, el protagonista hace las paces con su amigo Pollo (escena casi emotiva) y se tira al agua para celebrarlo con la moto que ya es su amiga.




Todo ha terminado, pero Hache tiene un dilema que ni el Príncipe Hamlet. Se debate entre dos amores, el de la chunga stalker adicta a la fotografía o el de la pava en huevos con más tonterías que el bolsillo de Doraemon que fue su primer amor. Finalmente Hugo deja marchar a Babi para que pueda casarse con Francino Jr y tener muchos hijos a los que vestirán con trajes blancos con flecos rosas y azules rematados con zapatos de charol y con los que aisistirán a cenas en restaurantes pijos. Con ello decide intentar arreglarlo con la bohemia Gin, que es más de su estilo porque le mete caña, le roba la gasolina, practica boxeo con él, no le deja pasar ni una y le regala sexo en baños públicos




Cinematográficamente hablando la factura es correcta, Fernández Molina se aleja del tonyscottismo de baratillo de la primera parte y lo muestra todo de manera más naturalista. Mario Casas se esfuerza y trata de que sus omnipresentes pectorales no sean siempre el centro de atención (no consiguiéndolo en todo momento) teniendo situaciones de dramatismo aceptables, pero su labor aquí esta lejos de las que le quedaron tan bien en Carne de Neón o Grupo 7. Clara Lago como ya he comentado se lleva la película a su casa cuando no decide cantar y María Valverde es un pegotazo, la chica hace lo que puede pero su Babi sigue siendo un personaje terrible y una mera excusa para dar más chicha a la relación de los verdaderos protagonistas. Marina Salas está desperdiciada, Nerea Camacho más aún y una muy buena actriz como Carmen Elías no sé ni que hace aquí.




Pues eso es todo, amigos. Una sensación agridulce invade todo mi ser, ya que ayer me puse a ver por fin la película esperando que fuera un detritus fílmico como la primera parte y mi decepción ha sido mayúscula al ver que me he encontrado con una cinta romántica del montón que esta vez huye (casi del todo) de apologías falocéntricas de la supremacia del hombre con respecto a la mujer y se acaba convirtiendo en una mediocre película de supuesto amor para adolescentes que a diferencia de su predecesora no insulta (en demasía) la inteligencia del espectador, el sentido común y la integridad del ser humano. Pero como es lógico eso no es una mala noticia, compañeros, ya que esta Tengo Ganas de Ti es más asumible como film de romance que aquella 3 Metros Sobre el Cielo que quería vender una gran historia de amor cuando lo que nos ofrecía es la idea de que no hace falta ser una persona inteligente para tener picores inguinales.