viernes, 11 de febrero de 2011

También la Lluvia



Título Original: También la Lluvia (2011)
Director: Icíar Bollaín
Guión: Paul Laverty
Actores: Luis Tosar, Gael García Bernal, Karra Elejalde, Juan Carlos Aduviri, Raúl Arévalo, Cassandra Ciangherotti, Carlos Santos, Dani Currás, Vicente Romero


Trailer


Icíar Bollaín es una actriz y directora española de renombre. Como intérpetre muchos la recordamos por la maravillosa El Sur del gran Víctor Erice. En el campo de la dirección se ganó todos mis respetos cuando realizó la que es para un servidor la película definitiva a la hora de retratar en ficción la violencia de género, esa pequeña obra maestra llamada Te Doy mis Ojos, protagonizada por unos inmensos y entregadísimos Luis Tosar y Laia Marull. De modo que iba un servidor con muchas ganas a ver su última cinta, También la Lluvia, presentada, sin éxito, para representar a nuestro país en la próxima gala de los Oscars. Una vez vista la obra no sólo ha colmado todas mis expectativas, también las ha rebasado de manera considerable.




También la Lluvia es un complejo y muy enriquecedor ejercicio cinematográfico lleno de lecturas, juegos de espejos, metalenguaje y teorías analíticas y existenciales sobre el cine dentro del cine. Un proyecto enorme que analiza varios temas con una solidez digna de elogio y con un carácter comprometido y autocrítico poco común en nuestro cine que más autores deberían tomar como bandera. Bollaín con la ayuda de su pareja sentimental, el escocés Paul Laverty, habitual colaborador del británico Ken Loach, que escribe el guión, construye un mastodóntico y certero proyecto que ofrece una excelente pieza dresde una perspectiva tanto artística como técnica.




El film retrata el caótico y muy problemático rodaje de una producción cinematográfica hispanoamericana sobre la conquista de América por parte de Cristobal Colón que va a pique cuando los autores de la obra deciden rodar secuencias en Cochabamba, Bolivia, durante lo que en el año 2000 se llamó "La Guerra del Agua". Hecho que vino a suponer un enfrentamiento por parte de cientos de miembros de la ciudad contra una empresa que decidió privatizar el líquido elemento sin contar con la aceptación popular, pero sí con el respaldo del gobierno boliviano de la época.




Hay al menos tres niveles de lectura dentro de También la Lluvia. El primero, más común y reconocible es el de la odisea de un equipo de producción para sacar adelante una modesta, pero artísticamente ambiciosa, obra cinematográfica. Ya que en el proceso tendrán problemas con los indígenas, más preocupados de sus problemas con el agua que de su implicación con el largometraje que ruedan, que harán de extras. Estso se encuentran encabezados por Daniel, un enorme y hasta ahora desconocido Juan Carlos Aduviri. Hecho que recuerda a las trifulcas que sufrió el realizador británico Roland Joffé cuando rodó su inmensa La Misión, largometraje con el que También la Lluvia guarda muchos puntos en común y señas de identidad conceptuales y estilísticas.




El segundo vendría a ser el que expone el film que Sebastián, como director, y Costa, como productor quieren, realizar dentro de la misma película. Una desmitificación de la conquista por parte de nosotros, los españoles, que en nombre de la corona y la cristiandad expropiamos, saqueamos y destruimos cientos de poblados del nuevo mundo con la única excusa de enriquecernos con el oro que se encontraba en aquellas fértiles tierras. Aunque algunas pocas voces como las de los frailes dominicos Bartolomé de las Casas o Antonio Montesinos se levantaran en contra de aquel aberrante crimen por nuestra parte.




Llegamos a la tercera, la más inusual, interesante y atípica del film. En ella encontramos una necesaria y encomiable mirada autocrítica sobre ese afán, ya a veces hasta mecánico, que hay en nuestro cine, y que se extiende a nuestra academia cinematográfica que casi siempre deja de lado las cintas de género por muy buenas que sean, por querer hacer obras de carácter político y social contra viento y marea. Esa innecesaria tendencia por ser comprometidos ideológicamente es retratada como algo finalmente vacuo e inconsistente cuando en el film los productores ven que se pone en peligro la continuidad del rodaje de su obra. Olvidándose de que si esos extras abandonan su proyecto fílmico no es por otro motivo que el de luchar por sus derechos y su propia supervivencia.




Es en ese momento cuando el espectador descubre que tanto Sebastián como Costa realmente no sienten verdadera complicidad con el mensaje contestatario de su obra, ya que su única meta es seguir adelante con el proyecto reduciendo costes, pagando una miseria a los figurantes, grande la llamada de Tosar hablando en inglés ante la presencia de Daniel, y arrasando con todo lo que se les ponga por delante. Algo parecido sucede con la egolatría de los actores que sólo piensan en su lucimiento y su propia seguridad o ese equipo técnico que se centra casi exclusivamente en mantener su presupuesto a toda cosra. La historia vuelve a repetirse siglos después en un virtuoso ejercicio narrativo sustentado en los paralelismos con los hechos históricos abordados en la película que ruedan los personajes del film.




Cada personaje tiene un peso específico en la trama. Sebastián, correctísimo Gael García Bernal, que se aventura en la creación de un film ideológicamente remarcable pero luego no es capaz de implicarse plenamente con los problemas de la realidad que le rodea. Costa, el productor español, un Luis Tosar muy humano como siempre, que después de darse cuenta de que la situación es insostenible y de que ha cometido errores enormes sólo por interés material, toma conciencia de la realidad y actúa en consecuencia. Daniel, ese líder dentro y fuera de la pantalla con unas convicciones inquebrantables como luchador en favor de sus derechos y los de su gente sin importar cuan grande sea el enemigo a batir.




Esos actores principales del rodaje de la película, unos Carlos Santos y Raúl Arévalo magníficos, que quieren huir del país porque temen por su integridad física e incluso la chica que realiza el making of, una encantadora llamada Cassandra Ciangherotti, todos tiene una importancia capital en el conjunto narrativo de También la Lluvia. Aunque el más grande, el tótem de la obra, la voz de la conciencia que pone a todo el mundo en sus sitio y que escupe sabiduría en estado de ebriedad y con perenne baso de whisky en mano es un Karra Elejalde, en doble rol, tan pletórico que si no se lleva el Goya este año, no se lo llevará en la vida.




Con el lirismo del Terrence Malick de La Delgada Línea Roja o El Nuevo Mundo, y el perfil combativo de un Ken Loach despojado de didactismo y embriagada en la épica del Roland Joffe de la ya mencionada La Misión, la pareja artística Bollaín/Laverty da clases de buen cine, verdadera conciencia social y transmite gracias a ello un muy necesario toque de atención a nuestro celuloide que en muchas ocasiones quiere ir de reivindicativo y por el camino se queda en puro maniqueismo. La madrileña se confirma como una de las directoras, más inteligentes, certeras y naturalistas de nuestro cine y estoy seguro de que de su mano saldrán obras aún más remarcables en años venideros


4 comentarios:

  1. Genial película, pero destaco ese tercer mensaje, que me ha hecho pensar si no habrá sucedido lo mismo en grandes producciones de corte similar. Me hizo pensar en Slumdog Millionaire, o en El último mohicano, por ejemplo. Si muchas veces el fin no es el reconocimiento y los premios en vez de la denuncia.

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  2. En El Último Mohicano algo parece que sucedió, pero no lo recuerdo bien, pero en Slumdog Millionaire y sobre todo en La Misión (en los contenidos adicionales del dvd hay un documental esclarecedor acerca de cómo los extras autóctonos se pusieron en contra de Roland Joffe y los productores por los pobres salarios y los impagos por su trabajo) ten por seguro que sí, los intereses de producción de esos films muchas veces devoran en gran parte la denunicia que quieren transmitir.

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  3. Ya me parecía a mí, la hipocresía occidental no tiene límites... Y rizando el rizo, ¿habrá pasado lo mismo con los extras de esta película? xD La verdad que También la lluvia da que pensar, tanto por sus mensajes "fáciles" como por ese juego de metacine del que hablamos. Repito gran película, me extrañó que Alberto Iglesias pase tan desapercibido en ella, ¿no crees?

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  4. Hombre esta película critica precisamente eso, que se trate hacer cine de denuncia contra el colonialismo cuando el equipo de rodaje vuelve a caer en el mismio fallo que nuestros ancestros y pisotean a todo el mundo impunemente por intereses monetarios (aunque sean cinematográficos). No se sabe nada de problemas en el rodaje, es más, el actor que da vida a Daniel (Juan Carlos Aduviri) guarda muy buen relación con Icíar Bollaín. No creo que hayan caído en esa trampa con esta película, sería triplemente hipócrita por parte (sobre todo) de Bollaín y Laverty.

    Alberto Iglesisas, por lo general siempre está enorme y aquí también.

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