miércoles, 25 de abril de 2012

Las Invasiones Bárbaras, au revoir les enfants



Título Original Les Invasions Barbares (2003)
Director Denys Arcand
Guión Denys Arcand
Actores Rémy Girard, Stéphane Rousseau, Marie-Josée Croze, Dorothée Berryman, Louise Portal, Dominique Michel, Yves Jacques, Pierre Curzi, Marina Hands, Toni Cecchinato, Mitsou Gélinas, Sophie Lorain, Johanne-Marie Tremblay, Denis Bouchard, Micheline Lanctôt, Roy Dupuis



Diecisiete años después del éxito de El Declive del Imperio Americano el director quebequés Denys Arcand decidió retomar la vida de los personajes que protagonizaron aquella producción de 1986 en Las Invasiones Bárbaras, secuela estrenada en 2003 que confirmó a su director como un cineasta internacional de considerable talento y sensibilidad, dándole a conocer también en España a pesar de llevar a sus espaldas una extensa carrera como director que comenzó en el ya lejano 1973 con su ópera prima, Réjeanne Padovani.




Rémy se encuentra en la cincuentena y sufre un cáncer en estado bastante avanzado. Los problemas para aceptar su condición actual y el poco tiempo de vida que le queda se unen a la relación distante con su hijo Sébastien que abandona temporalmente una exitosa vida personal y profesional en Londres para pasar con su padre sus últimos momentos. A pesar de la tozudez de Rémy su primogénito tratará por todos los medios que la despedida de su progenitor sea lo más agradable posible y para ello realizará actos que van desde proporcionarle estupefacientes para que atenúe los dolores que sufre hasta a reunir a sus viejos amigos para que puedan despedirse de él.




Maravillosa tragicomedia con la que Arcand consigue aumentar todas las virtudes de El Declive del Imperio Americano cuando decide introducir en la trama la próxima muerte del que fuera (en mayor o menor medida) el protagonista de aquella cinta coral de 1986. El realizador canadiense acierta de pleno al mostrar el paso de los años a través de esos personajes que vimos hace casi 20 años en la cuarentena debatir sobre amor, sexo e infidelidades y que ahora se han acomodado totalmente sobre todo en el plano sentimental, sobreviviendo con lo puesto y sin mayores aspiraciones.




Las conversaciones que en El Declive del Imperio Americano se centraban en las relaciones sexuales, el adulterio o la reivindicación de ciertas corrientes intelectuales que eran compartidas por los protagonistas dejan lugar al desencanto, el descreimiento condescendiente, la asexualidad y al conservadurismo que va ganado con el paso de los años terreno a la progresía de aquellos que en su momento levantaron el puño contra un sistema al que finalmente se han entregado con los brazos abiertos sin apenas rechistar por comodidad o decepción.




Las Invasiones Bárbaras es una obra llena de aciertos, uno de los mayores es lo bien perfilada que está la personalidad de Rémy, ese entrañable socialista de mente bastante cerrada que echa de menos una existencia que expirimió al máximo y que vivió intensamente, que mira por encima del hombro a su conservador hijo por no haberse entregado a la intelectualidad que él devoraba en su juventud y que echa de menos a su hija que navega en un velero por aguas del Océano Pacífico y que al no poder asistir a sus últimas horas le manda vídeos por medio de web cam para despedirse, siendo el segundo y último de ellos uno de los momentos álgidos de la historia.




También hay sabiduría en como se aborda la relación de Rémy con su hijo Sébastien o cómo un hombre y un hijo que aún habiendo compartido años de vida no se conocían el uno al otro más allá de la superficie acaban siendo almas gemelas antes de que el padre exhale su último aliento. El director y guionista con una sensibilidad sincerísima nos muestra que al final ambos son completamente iguales y que de la misma manera que Sébastian hace lo imposible porque su padre disfrute de sus últimos momentos de vida Rémy haría lo propio si los roles estuvieran cambiados. La conversación final entre los dos personajes me parece uno de los momentos cinematográficos más elegantemente emotivos que he visto en mucho tiempo y hay incluso una frase que Rémy le dice a su hijo que me llegó especialmente.




Arcand toca varios temas en el largometraje y no todos con la misma sutilidad y acierto que el central, el de la despedida de Rémy de sus amigos y allegados. El director de La Edad de la Ignorancia (L'Age de les Ténèbres) carga sus tintas contra la sanidad pública (gran acierto que el travelling enorme que abría El Declive del Imperio Americano por el enorme pasillo vacío de un gimnasio sea sustituido aquí por uno en un hospital atestado de enfermos en sus camas) los sindicatos o los agentes de la ley de manera simpática pero un tanto gruesa o estereotipada, pero se le perdona porque todo es un complemento humorístico para contrarrestar la dureza de la historia de Rémy y porque por el camino muestra una interesante disertación sobre las ventajas e incovenientes del uso de sustancias ilegales con fines terapéuticos o la aplicación de la eutanasia.




Finalmente somos testigos de como al bueno de Rémy sentado en su hamaca le llega el inevitable momento del adiós en aquel chalet que compartió con familiares, concubinas y amigos y rodeado de los que él considera su familia. Pierre el amante de jovencitas, Claude el comprensivo homosexual, sus amantes Dominique y Diane o la hija de esta, Nathalie, personaje clave en la trama que consigue estrechar lazos que están apunto de ir más allá de la amistad con Sébastian, ese hijo recuperado que ha dado todo por su padre o Louise, la mujer de su vida, aquella que sufrió por él en El Declive del Imperio Americano y que a pesar de ello nunca lo abandonó.




Los últimos momentos de Las Invasiones Bárbaras son una oda a las ganas de vivir, a aprovechar todos y cada uno de los días de nuestra existencia. A pesar de la tristeza de la despedida una maravillosa sensación de vitalidad invade a un espectador que parece haber compartido los peores y mejores momentos del trayecto vital de un grupo de personas que hemos sido o seremos en algún momento de nuestra vida. Desde aquí me quito el sombrero en honor al señor Denys Arcand por haber parido este humilde pero inolvidable trozo de humanidad hecho de celuloide que a mí al menos no se me olvidará nunca.


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