Título Original Spawn (1997)
Dirección Mark A.Z. Dippé
Guión Alan B. McElroy y Mark A.Z. Dippé, basado en el cómic de Todd McFarlane
Reparto Michael Jai White, John Leguizamo, Martin Sheen, Theresa Randle, Roger Yuan, Nicol Williamson, D.B. Sweeney, Melinda Clarke, Miko Hughes
Es ineludible que uno de los acontecimientos más importantes dentro del mundo del cómic durante la década de los 90 fue la creación del sello independiente Image Comics. Como todos recordamos a principios de aquella década Marvel Cómics vendía millones de ejemplares dentro de varias de sus cabeceras como The Amazing Spider-Man, X-Men, X-Force o Lobezno principalmente gracias a una nueva ola de dibujantes que supieron conectar con un público joven deseoso de consumir este tipo de productos en los que primaba la espectacularidad visual por encima de los guiones. Jim Lee, Marc Silvestri, Erik Larsen, Todd McFarlane, Rob Liefeld, Jim Valentino o Whilce Portacio daban ventas descomunales a la Casa de las Ideas mientras ellos se sentían minusvalorados por los contratos leoninos que firmaron con la editorial impidiéndoles sacar beneficio, ni siquiera de los personajes que ellos mismos habían creado. De manera que este grupo de profesionales crearon su propia empresa, dividida a su vez en varios subsellos, con la que dieron un fuerte golpe en el mundo del arte secuencial creando cada uno de ellos su propias colecciones protagonizadas por uno o más personajes. De entre todas ellas destacó Spawn, serie escrita y dibujada por el canadiense Todd McFarlane que al poco tiempo se convirtió en la cabecera más representativa de Image Comics.
Desde que debutara en mayo de 1992 vendiendo la friolera de casi un millón setecientos mil ejemplares de su primer número la idea de llevar a Spawn al medio cinematográfico siempre estuvo entre los planes de distintas productoras y sobre todo en la cabeza de su creador, Todd McFarlane. Al poco tiempo de consagrarse como una de las series más vendidas de los 90 dentro del negocio del cómic, pudiendo mirar de frente a productos ideados por Marvel y DC, McFarlane comenzó a abandonar gradualmente su faceta de artista para ir ejerciendo el rol de empresario, de manera que una de sus principales intenciones fue convertir las infernales aventuras de Al Simmons en una superproducción hollywoodiense, consiguiéndolo por fin en 1997. Producida por New Line Cinema y con el mismo creador del cómic estrechamente ligado a la producción del largometraje Spawn contó con holgados medios para debutar en el medio audiovisual. De adaptar las primeras aventuras del personaje a un guión se ocupó Alan B. McElroy y de ponerse detrás de las cámaras Mark. A.Z. Dippé, experto en efectos especiales curtido en las filas de Industrial Light and Magic de George Lucas, compañía que también se ocuparía en esta ocasión de dicho apartado junto a KNB EFX Group, responsables del maquillaje y diseño de los personajes. La fotografía de Guillermo Navarro y la banda sonora de Graeme Revell culminaban un apartado técnico del todo prometedor.
Para interpretar a Al Simmons y su alter ego necroplásmico se contrataron los servicios del Michael Jai White, actor especializado en cine de acción y experto en artes marciales que dio sus primeros pasos en Troma Entertainment con las secuelas de El Vengador Tóxico. Le acompañaron Theresa Randle como Wanda Simmons, D.B. Sweeney dando vida a Terry Fitzgerald, Nicol Williamson en la piel de Cogliostro, Melinda Clarke poniendo voz y físico a Jessica Priest, Martin Sheen dando un toque de distinción a Jason Wynn y John Leguizamo vistiendo el atuendo de Clown/Violator, entre otros. La película se estrenó el 1 de agosto de 1997 y después de un muy buen primer fin de semana se vino abajo en la taquilla, aunque consiguió doblar su presupuesto de 45 millones de dólares con su recaudación global. Más allá de sus no muy destacables resultados recaudatorios Spawn se ha ganado con los años una fama de película infecta que no merece y en la siguiente entrada vamos a intentar destacar tanto sus virtudes como sus carencias con la miisión, no de reivindicarla al 100%, pero sí de valorarla en su justa medida confirmando que a pesar de sus notables fallos no es peor que muchos otras adaptaciones de cómics a la pantalla grande de reciente factura siendo estas tan o más reprobables que ella.
A nivel conceptual y estructural Spawn es una prototípica historia de orígenes. Por ello el guionista Alan B. McElroy condensa en 90 minutos la génesis del personaje en los cómics, o lo que viene siendo lo mismo, los primeros números de la colección original de los 90. Al Simmons es uno de los mercenarios más letales al servicio del gobierno de Estados Unidos. Durante una misión es traicionado, asesinado y quemado vivo por su superior Jason Wyn. Mientras es dado por muerto Simmons se traslada al Infierno y allí acepta un trato con el demonio Maleboglia para convertirse en el líder de su ejército apocalíptico a cambio de permitirle volver a la Tierra y reencontrarse con su prometida. Ya convertido en Spawn, haciendo uso de sus nuevos poderes sobrenaturales y ayudado por el demencial Clown, Simmons buscará venganza contra Jason Wynn, pero la intervención del misterioso Cogliostro trastocará sus planes. Salvando algunos cambios como que es Jessica Priest, personaje creado para la película que posteriormente dio el salto a las viñetas, el ejecutor material de Al Simmons y no Chapel (Youngblood), o que la hija de Wanda Simmons lo es también del protagonista y no de Terry Fitzgerald la fidelidad con lo narrado por Todd McFarlane en 1992 es más que notoria.
Spawn, la película, respeta no sólo la esencia del cómic de Todd McFarlane, sino también la de los primeros años de Image Comics. De la misma manera que en el trabajo del autor canadiense el sobrecargado apartado visual eclipsaba al argumento sobre el que construyó las andanzas de Al Simmons el largometraje de Mark A.Z. Dippé es un producto en el que la forma devora impunemente al fondo. Esta adaptación cinematográfica no sólo se deja imbuir por los parámetros visuales de la colección señera del personaje, también toma prestada mucha de la estética tanto de los dos Batman facturados por Tim Burton como, sobre todo, de la adaptación que Alex Proyas realizó de El Cuervo, el icónico cómic independiente escrito e ilustrado por James O’Barr. En este sentido la ambientación entre gótica y urbana sobrevuela todo el diseño de producción de una pieza que lucha por mostrar la naturaleza sórdida, grotesca y explícita del tebeo original mientras hace malabarismos por mantener una calificación moral PG13 que permitió en su momento a los menores de edad ver la obra en los cines, pero apelando a cierta visceralidad impropia en las cintas protagonizadas por personajes superhéroicos, algo de lo que presumía el mismo Todd McFarlane cuando creó al personaje a principios de los 90 para el mundo del tebeo.
Teniendo en cuenta que el aspecto visual iba a ser el pilar maestro sobre el que se construiría Spawn no es de extrañar que tanto New Line Cinema como Todd McFarlene se inclinaran por contratar para rodarla no sólo a un experto en efectos especiales, sino también a un realizador debutante y poco conocido que cedería ante las exigencias de los productores. Curiosamente el apartado técnico es en el que el film de Mark A.Z. Dippé encuentra sus mayores virtudes y más notables flaquezas. El CGI utilizado en Spawn fue polémico desde su misma puesta de largo internacional como obra cinematográfica. Siendo premiados en el Festival de Sitges de 1997 para unos el galardón estaba más que justificado y para otros era una herejía. Vista hoy, más de veinte años después de estreno, podemos afirmar que el uso del pixel en la cinta tiene luces y sombras. Por un lado es ineludible que toda la recreación del Infierno y el diseño de Maleboglia producen vergüenza ajena, no sólo por lo mal que han envejecido, sino también porque desde su misma concepción ya eran notablemente deficientes. Todo lo contrario acontece con el traje de Spawn que, si obviamos el uso puntual de su característica y descomunal capa, mantiene muy bien el tipo a la hora de cubrir el cuerpo del personaje protagonista, no pudiendo discernir el espectador en ocasiones cuando es un disfraz real o una recreación por ordenador. A medio camino quedan las apariciones de Violator, irregular en cuanto a ejecución, pero a años luz del ya mencionado caso de Maleboglia.
En lo referido al reparto la elección de Michael Jai White como Al Simmons no podemos afirmar que fuera un acierto, pero el actor va sobrado de presencia y rotundidad física, compensando así una inexpresividad que tampoco es excesiva al tener pocos minutos en pantalla como versión humana del protagonista. Theresa Randle, D.B. Sweeney, Melinda Clarke o un ya por aquel entonces repelente Miko Hughes acometen con desgana unos roles a los que, ciertamente, no dan muchos minutos de lucimiento en pantalla. Mejor lo hacen Nicol Williamson como Cogliostro y Martin Sheen componiendo muy dignamente un Jason Wynn reconocible como villano de opereta estereotipado. Pero si bien es cierto que en líneas generales el casting no destaca en manera alguna, transmitiendo cierta desidia, ya se ocupa John Leguizamo de equilibrar la balanza con su trabajo. Debajo de las capas de maquilaje creadas por Kurtzman/Nicotero/Berger y el vestuario que lo personifica como una contrapartida en imagen real idéntica a la versión en viñetas el intérprete de origen colombiano eclipsa al resto del apartado artístico mediante una labor excelsa componiendo un Clown carismático, granguiñolesco, histriónico, propenso al humor negro y muy divertido. El actor de Atrapado Por Su Pasado (Carilto’s Way, 1994) o John Wick y su labor delante de las cámaras hacen que el visionado de Spawn merezca la pena, convirtiéndose en el mayor atractivo de la película
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Spawn es tanto una adaptación fiel del cómic publicado por una primigenia Image como un producto mediocre a distintos niveles, pero merecedor de una justa revisión, ya que un servidor no puede reprocharle mucho más que a otras producciones recientes adscritas al subgénero como Aves de Presa (Y la Fantabulosa Emancipación de Harley Quinn), Hellboy o X-Men: Fénix Oscura y a otras algo más alejadas en el tiempo como Daredevil, Ghost Rider, Elektra o Catwoman a las que deja en evidencia en no pocos aspectos. Un guión endeble y una orgía visual (que no consigue alcanzar todo el horror vacui de las viñetas de Todd McFarlane) a ritmo de rock, metal industrial y techno superventas o un John Leguizamo desaforado como Clown es lo que ofrece esta propuesta de 1997 que recoge todo el “ruido y la furia” propias de los años 90 que también se extendió al arte secuencial en la, para muchos, peor década del medio. Del eternamente pospuesto reboot escrito y dirigido por el mismo creador del personaje con Jamie Foxx interpretando al protagonista poco más sabemos y con toda la situación del estado de alarma a nivel mundial obligando a posponer proyectos y rodajes ahora mismo su futuro queda más en suspenso que nunca.
Reseña publicada originalmente en Zona Negativa.
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