Título Original Hardcore Henry (2016)
Director Ilya Naishuler
Guión Will Stewart y Ilya Naishuller
Reparto Sharlto Copley, Danila Kozlovsky, Haley Bennett, Andrei Dementiev, Darya Charusha, Svetlana Ustinova, Oleg Poddubnyy, Cyrus Arnold, Ilya Naishuller, Will Stewart, Jack Hahn, Jake Karlen, Tim Roth
El actual cine ruso está conociendo una nueva etapa de bonanza en lo referido a dar salida internacional al género de acción que allí se cultiva para hacer carrera lejos de su país de origen. Dentro de esta nueva ola de films de evasión que buscan (y en ocasiones consiguen) mirar directamente a los ojos a las superproducciones hollywoodienses es recurrente el nombre del director, productor y guionista Timur Berkmambetov. El realizador de la terrible adaptación de Wanted, el cómic de Mark Millar y J,G. Jones editado por el sello Top Cow fundado por el dibujante Marc Silvestri, o de uno de los mayores fracasos de taquilla del 2016 (el, como no, innecesario remake de Ben-Hur) se dio a conocer a nivel mundial con el díptico Guardianes de la Noche/Guardianes del Día. Con una estética recargada, de un esteticismo cutre y chabacano que convertían ambos films en dos insoportables videoclips de grindcore Berkmambetov consiguió con esta saga un éxito con pocos precedentes en el cine comercial ruso. A su llegada a Hollywood rodó films como los que hemos mencionado previamente u otros como Abraham Lincoln Cazavampiros, pero no dejó de poner la mirada en el celuloide de su nación y decidió también ejercer labores de productor para impulsar distinto tipo de largometrajes y con ello ayudar a jóvenes cineastas que querían hacerse un hueco en este nuevo resurgir del cine de acción que insufla pujante vida comercial a la producción fílmica del país ruso. Hardcore Henry, la cinta que nos ocupa en esta entrada, es una de esas producciones apadrinadas por Timur Berkmambetov y posiblemente una de las más exitosas ya que en poco menos de un año se ha convertido en una pieza de culto para no pocos fans que han visto en el film escrito y dirigido por Ilya Naishuller una obra tan arriesgada en lo formal como paradójicamente comercial en lo argumental.
El origen de un proyecto como Hardcore Henry es un videoclip para el grupo de rock Biting Elbows de poco menos de cinco minutos llamado Bad Motherfucker con el que el director Ilya Naishuller (también miembro de la banda) narra la escapada de un hombre secuestrado por una organización criminal con la peculiaridad de estar narrada en plano subjetivo, o lo que es lo mismo, el espectador se convierte en el protagonista de la velada. Dos peculiares productores quedaron gratamente sorprendidos por dicho video musical, uno es el ya mencionado Timur Berkmambetov y el otro Sharlto Copley, el actor sudafricano conocido por intervenir en los films de su colaborador y amigo el cineasta Neil Blomkamp (Distrito 9, Elysium, Chappie) y por ofrecer sus servicios a producciones hollywoodienses como El Equipo A, Maléfica o la adaptación televisiva del cómic Powers ideado por el guionista Brian Michael Bendis y el dibujante Michael Avon Oeming. Esta peculiar pareja de “inversores” ofrecieron a Ilya Naishuller la posibilidad de adaptar su videoclip a largometraje con una premisa muy parecida a la de aquellos espídicos cinco minutos pero con una argumento algo más consistente detrás de la historia. El resultado es esta Hardcore Henry que nos ocupa, un producto tan eficiente, entretenido y espídico como redundante, chabacano y efectista. En las siguientes líneas vamos a intentar enumerar tanto los fallos como las virtudes de esta producción rusa que ha llegado a nuestro país tarde, mal y con una promoción nula, algo a lo que volveremos más tarde para hablar de la naturaleza del film como obra cinematográfica de género(s).
Los títulos de crédito con imágenes en primerísimo plano y a cámara superlenta de apuñalamientos, disparos, y puñetazos con todo lujo de detalles hemoglobínicos nos dejan bien claro lo que vamos a encontrarnos con Hardcore Henry, un desfile de violencia explícita y gratuita, adrenalina en vena, acción aparatosa y desenfrenada, uso sexista de la imagen de la mujer y todo sin dar un momento de calma a la platea. El largometraje de Ilya Naishuller es lo más parecido a vivir en primera persona una de las dos entregas de la saga Crank protagonizada por Jason Statham, y de hecho no sólo quedan ahí los paralelismos con el cine de los directores estadounidenses Mark Neveldine y Brian Taylor, ya que tanto el uso como leit motiv del tema Under my Skin de Cole Porter (desembocando su utilización en una peculiar escena musical) como la influencia del mundo del videojuego la emparenten con aquella desquiciada y verhoeveniana Gamer protagonizada por un brutal Gerard Butler y un carismático Michael C. Hall. Porque no eludamos lo evidente, Hardcore Henry es un FPS (First Person Shooter) hecho celuloide, un videojuego de disparos en primera persona (aunque la implicación del espectador con la película sería la de estar viendo a otra persona jugar una partida) que cumplirá los sueños húmedos de más jugadores de videoconsola que aficionados al séptimo arte, aunque es evidente que estos últimos también podrán disfrutar del proyecto debido a sus no pocos hallazgos visuales y estéticos que realmente son los únicos que pueden ofrecer algo verdaderamente remarcable en una producción como la que nos ocupa entregada en todo momento a los brazos de la vacuidad.
Aunque por motivos lógicos es más elaborado que el del videoclip que le sirve como base el argumento de la película de Ilya Naishuller podría escribirse en un post it. El largometraje está protagonizado por el Henry del título, un desconocido que despierta en un laboratorio donde un grupo de científicos comandados por Estelle (Haley Bennett), su mujer, le han implantado partes cibernéticas a su cuerpo sin tener él recuerdos de tales hechos o su vida pasada. Seguidamente un grupo de mafiosos rusos liderados por un misterioso personaje con poderes psíquicos llamado Akan (Danila Kozlovsky) secuestran a Estelle y persiguen a Henry a lo largo y ancho de toda Rusia recibiendo este la única ayuda de un peculiar personaje llamado Jimmy (Sharlto Copley) que le ayudará a vencer a los criminales que le dan caza y con ello rescatar a su esposa. Esta persecución en sesión continua en la que se ve implicado Henry es el único hilo narrativo que bascula la trama y como podemos ver a la media hora de metraje la misma se fagocita y autoconsume hasta entregarse a la reiteración y la redundancia, pero por suerte el guionista y director sabe dar un ritmo frenético a la propuesta por medio del uso y abuso de localizaciones o lo que es lo mismo, las distintas “fases del videojuego”, las secuencias de acción en cascada y la variedad en cuanto a los personajes que proporciona el rol del protagonista de Distrito 9 y sus “personalidades” que son lo mejor del reparto.
Hardcore Henry apela a la persecución continua, al tiroteo cada diez segundos, a las peleas a puño cerrado cada quince, todo es un desfile de pólvora, explosiones, sangre, ruido y furia que no contiene nada en su interior, pero que depositando en los hombros del enorme esfuerzo físico de su actor protagonista en primera persona y en unos efectos especiales que ayudan a potenciar exponencialmente todas y cada una de las secuencias de acción que la pantalla vomita sin dar tregua al espectador con una mezcolanza de thriller frenético, cinta de mafiosos, muestra de trasnochado cyberpunk y algunos toques de ciencia ficción pasada de rosca consigue mantener (casi) siempre el interés del que visiona. Ilya Naishuller y su co guionista Will Stewart saben que tienen poco o nada que contar y tratan por todos los medios llenar el encuadre de la mayor información visual posible para que la platea no se pare en reparar que no hay historia o, siendo algo benévolos, que la misma no tiene la solidez narrativa necesaria para pasar como un relato con inicio, nudo y desenlace en el sentido más ortodoxo de la palabra. Esta producción de 2015 prefiere, como previamente hemos anotado, parecerse más a un shooter descerebrado y sin miramientos que a un producto cinematográfico, y con esta afirmación no quiere el que esto suscribe desmerecer los elaborados guiones de no pocos arcades, aventuras gráficas o juegos de plataforma que en ocasiones tienen un timing y un desarrollo de personajes más elaborado que el de muchas de las producciones de Hollywood (ahí tenemos los productos diseñados por Hideo Kojima) pero sí que el film de Ilya Naishuller prefiere beber de los de más baja estofa relacionados con los FPS.
El mayor problema nace, como unos párrafos más arriba mencionábamos, en que la idea nace casi vieja y que cuando llevamos media hora de metraje la naturaleza comercialoide del proyecto que tomó como base un videoclip sin más peculiaridad que su punto de vista narrativo y visual se deja notar y su director, conociendo estas limitaciones impuestas por la conceptualidad y el género de su obra, sólo pueda entregarse al “más todavía” encadenando escenas dinámicas, desquiciadas, hipertróficas en las que el artificio y lo superfluo arrancan cualquier atisbo de lógica a la narración, algo que por otro lado un proyecto como Hardcore Henry no busca en absoluto, de hecho lo rechaza de plano. Pero es esa imposibilidad del largometraje de salir del microcosmos que él mismo ha creado el que lo convierte un ejercicio de (tosco) estilo en el que sólo tienen cabida la muerte (posiblemente estemos ante una de las cintas con más defunciones del cine reciente) y la destrucción más aparatosa. Finalmente y cuando parece que a Ilya Naishuller ya no le quedan más balas en el cargador se despide del metraje con un clímax final en el que una orgía de sangre, golpes, cuerpos mutilados, masacrados, volados por los aires y profanados físicamente de mil maneras saturan el encuadre de un horror vacui de caos, locura, insania y salvajismo formal y conceptual que no todo tipo de espectador soportará hasta su cierre, pero que también depara algunos momentos memorables por desfasados y cafres.
Para el que esto firma todavía es un misterio que un producto tan obscenamente comercial como Hardcore Henry que ha funcionado considerablemente en las taquillas de los países en los que se ha estrenado haya sido tan ninguneado en España, llegando aquí más de un año después de su estreno y sólo a tres insignificantes salas a lo largo y ancho de todo el país. Posiblemente sea debido a su personalidad cafre, deshinibida, políticamente incorrecta que se mueve entre el sano descaro y la probocación propia de un quinceañero imberbe, o puede que no, pero el film de Ilya Naishuller va a pasar totalmente desapercibido, para bien o para mal, en nuestra tierra. Lo cierto es que poco importa, este film ruso, esta oda al salvajismo impostado pero cortante ya es considerada una obra de culto, ese tipo de largometraje que apasiona a adolescentes que lo ven compulsivamente y (casi) siempre en compañía para disfrutar del desfile da balas, fuego, carne y sinsentidos puestos en fila india con un Sharlto Copley a modo de anfitrión que parece una mezcla entre el Mortadelo de Francisco Ibáñez y un sketch andante de Monty Python’s Flying Circus y que como obra cinematográfica ni siquiera es del todo original (productos relativamente recientes como Enter the Void, de Gaspar Noé o el remake de Maniac que han ideado Alexandre Aja, Gregory Levasseur y Franck Khalfoun hacían mejor uso del recurso de la narración primera persona) pero sí sabe ofrecer fruición a ritmo de chute lisérgico a todo aquel que, sin ser propenso a marearse con los brutales movimientos de cámara, la vea sin prejuicios y sabiendo a ciencia cierta desde su minuto uno que es una divertida y esquizofrénica estupidez.
Reseña publicada originalmente en Zona Negativa
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