sábado, 22 de octubre de 2016

Elle



Título Original Elle (2016)
Director Paul Verhoeven
Guión David Birke, basado en la novela de Philippe Djian
Reparto Isabelle Huppert, Laurent Lafitte, Anne Consigny, Charles Berling, Virginie Efira, Lucas Prisor, Christian Berkel, Alice Isaaz, Jonas Bloquet, Vimala Pons







Como es uno de mis directores favoritos y creo que es la primera vez que se reseña un estreno suyo como tal en Zona Negativa voy a hacer una pequeña introducción a la vida y milagros de Paul Verhoeven ya que La carrera del cineasta holandés es una de las más peculiares de Europa. Sus comienzos fueron en la televisión de su país con series de aventuras como Floris (en la que coincidió por primera vez con el que se convertiría en su actor fetiche, Rutger Hauer) para más tarde debutar en pantalla grande con Delicias Holandesas (1971), una comedia que se movía entre lo histriónico y lo naif para narrar el día a día de una casa de alterne localizada en el famoso Barrio Rojo de Amsterdan. Pero sería con su siguiente film, Delicias Turcas (1973), con el que comenzaría a labrarse fama de provocador, grosero y chabacano. Aquella revisión nihilista y sexualmente liberada de Love Story que narraba la relación de amor y desenfreno entre unos muy carnales Rutger Hauer y Monique Van De Ven puso a Verhoeven en el punto de mira de la opinión pública, algo que no desaparecería con su siguiente trabajo Katty Tippel (1975), con el mismo dúo de actores y abordando el director una vez más el tema de la prostitución pero localizando la trama a finales del siglo XIX. Eric: Oficial de la Reina (1977) llegó para atenuar la controversia que le perseguía ya que con esta epopeya bélica sobre la amistad, el honor y la traición llegó incluso a los Globos de Oro de aquel año con un gran éxito y una repercusión que por primera vez ponía en el panorama internacional su figura como profesional. Pero sus dos siguientes films Spetters (1980), rebautizada en España terriblemente como ¡Vivir a Tope!), y El Cuarto Hombre (1983) que abordaban con una dureza y explicitud más que notable la juventud holandesa de la época y la obsesión de un escritor homosexual (Jeroen Krabbé, otro de sus actores más recurrentes) con una atractiva “viuda negra” respectivamente terminaron por bombardear la carrera cinematográfica del holandés que se vio en la condición de tener que exiliarse de su país para seguir haciendo cine.




Por aquel entonces nuestro protagonista decidió probar suerte rodando fuera de su país y se embarcó en el proyecto de Los Señores del Acero (Flesh + Blood) (1985) una cinta medieval sucia y bastarda que no escatimaba secuencias truculentas y explícitas para narrar la historia de un grupo de mercenarios que buscaban venganza contra el señor feudal que les había contratado y que a última hora los traicionó. Protagonizada por un Rutger Hauer muy crecido en su ego que ya había rodado en Hollywood productos como Blade Runner y una jovencísima Jennifer Jason Leigh el film supuso una de las peores experiencias del holandés como director debido a la gran cantidad de productores (el film era una producción entre Holanda, España y Estados Unidos) que le presionaron durante el proceso de realización, pero también se reveló como una de las películas que con más fidelidad ha llevado la edad media al séptimo arte, con toda su miseria, podredumbre y visceralidad. De manera todavía indescifrable algún productor de la ya extinta Orion Pictures vio Los Señores del Acero y pensó que este holandés loco sería la elección perfecta para llevar a imágenes un guión escrito por unos desconocidos Ed Neumeier y Michael Miner llamado Robocop. Verhoeven leyó menos de la mitad del guión y lo tiró a la basura, pero su mujer Martine lo recuperó y después de leerlo en su integridad le dijo a su esposo que mirara más allá del género de acción al que se adscribía la historia y vería un trasfondo mucho más interesante de lo que parecía. Finalmente Verheoven terminó el libreto, aceptó el trabajo y el resto es historia.




Robocop (1987), que contenía debajo de su “mitad hombre, mitad máquina… todo policía” una sátira abrasadora sobre la sociedad americana con sus ataques preventivos, capitalismo voraz y consumismo desenfrenado, fue un enorme éxito y a parte de dar pie a una descomunal franquicia en la que cabían secuelas, series de tv, remakes, figuras coleccionables o cómics convirtió a Paul Verhoeven en uno de los directores punteros de Hollywood. La visión distópica de un futuro no muy lejano, la violencia explícita hasta límites obscenos y su control de los resortes narrativos de la ciencia ficción fueron los motivos que incitaron a Arnold Schwarzenegger a pedir a los productores Mario Kassar y Andrew G. Vajna que eligieran a Verhoeven para que dirigiera la adaptación de un relato corto de Philip K. Dick que estaban gestando y que se convirtió en Desafio Total (1990), otro éxito que conseguía trascender de las cintas habituales protagonizadas por el ex gobernador de California para convertirse en una muestra de espionaje intergaláctico brutal y terriblemente divertida. Verhoeven seguía en la cresta de la ola y Kassar y Vajna confiaron en él para llevar a imágenes el que durante mucho tiempo fue el guión más caro de la historia de Hollywood, el de Instinto Básico (1992), escrito por Joe Eszterhas. Una vez más la polémica y el éxito se aunaron para encumbrar al director. Michael Douglas dando vida a un policía autodestructivo, Sharon Stone convirtiéndose en el sueño húmedo de hombres y mujeres de todo el mundo a golpe de cruce de piernas y el mismo Verhoeven resucitaron el thriller erótico y dieron forma a una de las superproducciones más icónicas y taquilleras de los 90.




Después del estreno de Instinto Básico el equipo de productores, guionista y director decidieron volver a trabajar juntos en un salto mortal sin red, crear una película NC-17 (la antigua X que prohibe en las salas americanas el acceso a menores de edad) que no tuviera miedo de su calificación por edades, llegando incluso a celebrarla por medio de desnudos y sexo sin tapujos, el sueño dorado de Verhoeven. Como muchos sabrán estamos hablando de Showgirls (1995), esa versión hardcore de Eva al Desnudo protagonizada por una imposible Elizabeth Berkley (que por otro lado dio todo y más para su papel) acompañada por Gina Gherson y Kyle McLachlan que hacía un retrato grueso, zafio y muy ácido de el mundo de las bailarinas eróticas de Las Vegas. El film fue un fracaso en taquilla y la crítica la hizo pedazos, pero cuando se editó con un descomunal éxito en el antiguo formato VHS comenzó un culto hacia ella que llega hasta nuestros días. Para algunos la peor película de los 90, para otros una obra con mucho más trasfondo del que parece (cuando no es lo uno ni lo otro) lo único que sabemos con certeza es que Showgirls supuso el principio del fin de le etapa americana de un Verhoeven que haciendo un alarde de gran sentido del humor fue a recoger su Razzie al peor director, uno de los siete que ganó el film en su año de estreno. Tras ella la suerte abandonó al holandés, ya que su soberbia adaptación satírica y crítica de la novela Starship Troopers (1997) de Robert A. Heinlein que abrazaba el antimilitarismo y el antimperialismo más lacerante fue recibida como una obra que incomprendida tildada de fascista y glorificadora de la guerra. Tres años después el escaso éxito de su fallida visión de la historia del hombre invisible con El Hombre Sin Sombra (The Hollow Man) (2000) puso el último clavo en el ataud de la carrera estadounidense de verhoeven. El holandés errante volvía a casa.




Después de su salida por la puerta de atrás de Hollywood Verhoeven tardó seis años en ponerse de nuevo detrás de las cámaras. Lo hizo en su país natal y como era de esperar en él con un producto incómodo, 100% hijo de su impronta y abordando un tema complicado como fue el del colaboracionismo de algunos de sus paisanos holandeses con los nazis durante la segunda guerra mundial. El Libro Negro (2006) aunaba todas las virtudes y señas de identidad de su etapa holandesa pero inyectando el sentido del espectáculo y el ritmo propio de su periplo estadounidense convirtiendo esta historia de una matahari holandesa interpretada por una superlativa Carice Van Houten (la famosa Melissandre de Juego de Tronos) en una de sus mejores obras, una genialidad que le mostraba en plena forma y con ganas de volver a hacer cine provocador e inteligentemente malicioso. Tras el fracaso que supuso ese extraño proyecto televisivo llamado Steekspel (2012), una tv movie a modo de mediometraje impulsada por él y realizada en cualquiera de sus apartados por toda aquella persona que quiso implicarse en el proyecto dando forma a un enorme caos, acabamos este paseo por la trayectoria de Paul Verhoeven para llegar a la actualidad y a su último film. Elle supone el primer largometraje en francés del holandés y está protagonizado por Isabelle Huppert entre otros actores originarios del país vecino. Desde su estreno en el pasado festival de Cannes ha sido alabada por la crítica y hace unas semanas llegó a la carteleras españolas con un considerable éxito de taquilla si tenemos en cuenta el reducido número de salas en la que se ha estrenado. Considerada la mejor película de Verhoeven en años un servidor no puede adscribirse al 100% a esta vertiente de pensamiento, pero es ineludible que hablamos de una magnífica cinta con la que el director nacido en Amsterdan vuelve en pleno uso de sus facultades cinematográficas y con sus inquietudes autorales de siempre, aunque con matices.




Basada en la novela “Oh…” del escritor francés de origen armenio Philippe Djian Elle es extrapolada al cine por parte de Paul Verhoeven como un proyecto con el que juega a placer con la perversión de géneros. Por un lado es como si el film pareciera una especie de versión enfermiza de los típicos largometrajes sobre burgueses franceses que la misma Isabelle Huppert protagonizaba para cineastas como el fallecido Claude Chabrol, algo parecido a lo que el austriaco Michael Haneke hizo también con ella en la memorable La Pianista, pero sin que Verhoeven se entregue a la superioridad intelectual con respecto al espectador propia del director de Funny Games. Por otro Elle podría abordarse como una deconstrucción minuciosa de los preceptos narrativos que cimentaron el subgénero rape and revenge si tenemos en cuenta la manera tan peculiar con la que el cineasta holandés y su guionista David Birke (inexplicáblemente habitual de las tv movies americanas y de estrenos directos para los videoclubs) abordan un tema como el de los abusos sexuales y la reacción ante los mismos del personaje principal. Elle sigue los pasos de Michéle (Isabelle Huppert) una empresaria del mundo de los videojuegos que es asaltada y violada en su propia casa por un desconocido encapuchado. Contrariamente a lo que pudiera parecer la mujer no se enfrenta a las secuelas de dicha situación con miedo o resignación, sino que trata de seguir adelante con su vida de una manera normal y sin permitir que el acto violento del que ha sido víctima trascienda demasiado, sobre todo si tenemos en cuenta que cuando era niña fue cómplice de los asesinatos de su padre, un homicida múltiple que a sus más de 70 años de edad sigue cumpliendo condena en la cárcel, pero sí manteniendo en su mente una sola idea, encontrar al violador, que parece ser una persona cercana a su entorno familiar o profesional.




Esta visión mórbida que ofrece Elle permite a Verhoeven incidir en muchos de los temas más recurrentes de su filmografía. La fragilidad del cuerpo humano, la entrega del individuo a sus pulsiones sexuales, la falsa pátina de moralidad en la que se escuda la sociedad occidental, el fanatismo religioso o el nihilismo cortante y seco se dan la mano en esta producción para que el sello de su autor esté en todo momento presente, sobre todo si tenemos en cuenta ese tono de sutil comedia negra que sobrevuela todo el metraje y con el que el holandés desafía al espectador con respecto a hacerle reír con situaciones que en la realidad tendrían poca gracia. Contrariamente a lo que pudiera parecer y sin un proceso gradual en su discurso como si lo experimentara el canadiense David Cronenberg cuando tomó sus preceptos sobre la Nueva Carne y los llevó a un plano psicológico poco a poco en su filmografía con su último film Verhoeven ofrece una vertiente más intelectual, contenida y elegante de sus ideario. El holandés quiere afrontar sus constantes autorales con menos explicitud y grafismo, apelando a la psicología de su personaje protagonista y las reminiscencias freudianas que su manera de afrontar la sexualidad transmiten a la platea con respecto a la represión de la misma o su vertiente sadomasoquista y en ese sentido el proyecto se hace grande, Elle es un perfecto retrato de lo poliédrica que puede ser la mente humana y los recovecos ocultos que la cimentan. El problema es que parece que el director de El Cuarto Hombre parece demasiado atado en corto, evidentemente conociendo el país de producción y su implicación en el proyecto podemos afirmar que esta decisión ha sido tomada de manera voluntaria, pero el que suscribe echa de menos en el largometraje el trazo más grueso y provocador de su creador, el tono más visceral del que Elle carece en favor de una visión más intimista que en ocasiones parace estar a punto de explotar en una enorme escena catárquica al más puro estilo Verhoeven que nunca llega.




Dicha inclinación por la contención en detrimento de su tendencia habitual, desde sus inicios una de sus señas de identidad más características, por la explicitud y la escena impactante no evita que Paul Verhoeven inyecte en Elle su habitual veneno como narrador de historias. Verhoeven utiliza la escena de la agresión sexual de Michéle como un efecto big bang que afectará al pasado y futuro del personaje protagonista y por efecto dominó al de sus familiares y allegados. El director de Eric: Oficial de la Reina utiliza esté catalizador narrativo no sólo para retratar al personaje de Isabelle Huppert y su compleja psicología sino también para ofrecer un fresco desalentador de los burgueses con los que esta se codea en su vida privada y laboral. Verhoeven puebla su fin de adúlteros, pervertidos sexuales, fanáticos religiosos, seres reprimidos, hombres sin personalidad devorados por su vida marital (en distintas vertientes) y añade pinceladas interesantes a este microcosmos con esa empresa que diseño de videojuegos al más puro estilo hentai (imposible no pensar en el anime erótico y de terror Urotsukidôji) ese rol de voyeur que toma el gato cuando asiste impávido y distante a la agresión de su dueña (el felino como representación de la frialdad de Michéle como mujer) o esos múltiples encuentros sexuales en los que se ve implicado el ya mencionado personaje de Isabelle Huppert. Con este caldo de cultivo Verhoeven no deja títere con cabeza y se despacha a gusto con un grupo de personajes tan deleznables, retorcidos o estúpidos poniéndonos en la tesitura de empatizar sólo con su protagonista, que no es precisamente una persona digna de elogio o devoción y cuyo psicoanálisis daría facilmente para una tesis completa dedicada a su persona.




Por suerte Paul Verhoeven cuenta en Elle con la total complicidad de una actriz brillante como la francesa Isabelle Huppert que se deja llevar por el instinto del holandés para abordar uno de los mejores personajes de su carrera. Como previamente hemos mencionado su rol de Michéle podría parecer una más de esas gélidas burguesas parisinas a las que lleva años dando vida, pero es la mirada inquietante, maliciosa y malsana del director de Starship Troopers la que da una nueva y malitencionada visión a dicho rol arquetípico. La protagonista de Gabrielle o Borrachera de Poder sigue el juego a su director y por medio de una contención intachable y una mirada tan distante como abrasadora cuando su sexualidad toma el control de su cuerpo interpreta a una más de esas mujeres verhoevenianas independientes, sexualmente liberadas, hechas a sí mismas, con algo de femme fatales cuyo poder sobre los hombres convierte a estos en meras comparsas, títeres que bailan al son que ellas marcan. Michéle es una mujer rodeada de virilidad tanto en su trabajo como en su casa y mantiene un ferreo control de todo lo relacionado con su vida de manera tan minuciosa que en ocasiones el espectador la percibe como un ser deshumanizado. Gracias al guión de David Birke y la impronta de Verhoeven la actriz se entrega a la ambigüedad, esa misma que no da un origen exacto a su personalidad inquietante y retorcida sin dejarnos claro si aquellos hechos criminales en los que padre la involucró son los que la convirtieron en un ser casi perverso incapaz de empatizar emocionalmente con nadie si no es por medio de la amenaza y la agresión física o si desde su mismo nacimiento llevaba consigo esa pátina masoquista y sádica.




Más cerca de las obsesiones sexuales de El Cuarto Hombre que del artificio de género de Instinto Básico y con uno ojo puesto en Luis Buñuel y el otro en Alfred Hitchocock Paul Verhoeven ejecuta una magnífica pieza cinematográfica con Elle, un producto 100% de su cosecha y efectivo en todos sus apartados. Pero un servidor no ve en ella la maravilla que la prensa especializada y gran parte del público afirma que es, me falta la carnalidad propia de su discurso autoral (el sexo en Elle es aséptico, casi pudoroso, hasta cuando la violencia converge con él, algo impensable en Verhoeven) o su toque de loco desenfrenado que no teme pasarse de la raya porque es capaz de miccionar encima de la misma. Hasta su obra inmediatamente anterior en pantalla grande, la soberbia y ya citada El Libro Negro, recurría a esa obscenidad formal (la sexualidad epidérmica, la violencia de las escenas bélicas, ese baño de mierda en el clímax final) que siempre ha sido su seña de identidad y que no debería perder en favor de cierto aire acomodaticio del que su última pieza hace gala en ocasiones. Aunque lo cierto es que poco más se le puede reprochar a un proyecto tan interesante y atrevido como Elle, repleto de mala baba y humor surrealista (lo del nieto negro, el personaje de la madre en el hospital, todo lo relacionado con la nuera) un film que con mucha osadía Francia ha seleccionada para representar a su cinematografía en la próxima gala de los Oscars. Que suceda es casi imposible, pero sería interesante ver a Paul Verhoeven recoger el premio americano más importante relacionado con el séptimo arte sabiendo que en su etapa americano no hizo otra cosa que volar por los aires la estructura de las producciones de Hollywood inyectándole su insidia europea para reírse de sus constantes narrativas, genéricas y por extensión de la misma sociedad estadounidense a la que nunca se tomó muy en serio. Verhoeven ha vuelto y esperemos que el buen recibimiento de un producto como Elle sirva para que no tarde en volver a ponerse detrás de una cámara para mostrarnos una vez más las inexcrutables debilidades de la carne humana.


1 comentario:

  1. Crítica publicada originalmente en la web Zona Negativa

    http://www.zonanegativa.com/zncine-critica-de-elle-de-paul-verhoeven/

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