miércoles, 6 de julio de 2016

Martyrs (2015), los jueves milagro



Título Original Martyrs (2015)
Director Kevin Goetz, Michael Goetz
Guión Mark L. Smith basado en personajes de Pascal Laugier
Actores Troian Bellisario, Kate Burton, Bailey Noble, Elyse Cole, Blake Robbins, Eve Nigro, Melissa Tracy, Ever Prishkulnik, Marguerite Nocera, Lexi DiBenedetto, Caitlin Carmichael, Toby Huss, Peter Michael Goetz







En el año 2008 el cine francés de terror extremo estaba en todo su apogeo gracias a largometrajes como la potente Haute Tension de Alexandre Aja, la descarnada À l'Intérieur de Alexandre Bustillo y Julien Maury o la decepcionante Frontière[s] de Xavier Gens. Pero fue precisamente en ese año cuando se estrenó la que para un servidor, y un gran número de seguidores del subgénero, es la cumbre de esta moderna vertiente de films brutales y de una explicitud casi insoportable para depende qué tipo de espectador. Martyrs suponía la segunda cinta en labores de dirección del cineasta francés Pascal Laugier y en ella llevaba a extremos existencialistas el torture porn que sagas americanas como las de Hostel o Saw habían dado a conocer a las nuevas generaciones de espectadores, pero que siempre ha estado ahí, antes de que Hollywood comenzara a interesarse por él y los dividendos que le proporciona. A continuación comentaré importantes spoilers de la película en concreto y más tarde lo haré con el remake que es realmente el protagonista principal de esta entrada.





Martyrs seguía los pasos de Lucie (Morjana Alaoui) y Anna (Mylene Jampanoi) dos amigas que se conocieron en un orfanato de monjas cuando la primera escapó de unos desconocidos captores que la tenían secuestrada y sometida a todo tipo de torturas. Quince años después y arrastrando todos los fantasmas de aquella terrible época Lucie daba con la casa en la que vivían sus secuestradores y los eliminaba (a ellos y a sus hijos) para más tarde recibir la ayuda de Anna, que enterraría los cadáveres en el jardín de la parte trasera del chalet. Seguidamente Lucie se suicidaba por culpa de sus traumas psicológicos (representados en la forma de una chica a la que abandonó en su huida del edificio donde estaba confinada) y Anna confirmaba, encontrando un pasadizo secreto en la casa que daba a un búnker subterraneo habilitado para recluir personas y en el que localizaba a un chica totalmente deformada por las palizas recibidas y con una placa metálica adherida a su cráneo, que todo lo que su amiga relataba era cierto y que existe una organización de personas que se dedica a "martirizar" jóvenes con el fin de encontrar la respuesta a si hay vida después de la muerte.







La película de Pascal Laugier se trataba de una puesta al día o reformulación de muchas de las constantes narrativas de Saló o los 120 Días de Sodoma, de Pier Paolo Pasolini, una película enfermiza. sádica y brutal que después de "regalar" al espectador pasajes de una violencia realista y aséptica que le hacían plantearse seriamente si la persona detrás de la obra cinematográfica era un demente sin escrúpulos se desmarcaba con un final, del todo coherente, que daba sentido narrativo a todas las brutalidades que previamente habíamos expuestas, de la manera más minimalista posible, en pantalla. El largometraje poco tardó en convertirse en una obra de culto dentro de los círculos del cine fantástico y de terror, aunque en países como España nunca ha visto la luz (ni en pantalla grande, ni en el mercado doméstico, de hecho yo tuve que hacerme con la edición británica en bluray para poder adquirirla) y eso que tuvo un famoso y controvertido pase en el festival de Sitges del año 2008.






La fama de la película de Pascal Laugier, como era de esperar, también recabó en Estados Unidos y como dicta la tradición allí si una cinta extranjera tiene éxito en vez de comprar sus derechos para promocionarla y venderla a todos los cines posibles del país lo hacen para poder dar su propia e innecesaria versión de la misma. La productora Blumhouse (responsable de existosas sagas de terror como Paranormal Activity o Insidious y de obras independientes y muy personales de autores reconocidos como la cada vez más reivindicable The Lords of Salem de Rob Zombie) se ocuparía de sacar adelante el proyecto que se alargó considerablemente en el tiempo por culpa de la ardua búsqueda de un director y guionista que se implicaran para llevar a buen puerto tan poco agradecida empresa. Finalmente los hermanos Michael y Kevin Goetz (Scenic Route) se pusieron detrás de la cámara y Mark L. Smith (El Renacido, Habitación Sin Salida) se ocupó de la escritura.







Esta versión americana de Martyrs es la muestra quintaesencial de remake innecesario. Un producto que no busca en ningún momento otra motivación que no sea fagocitar y vampirizar un proyecto ajeno para digerirlo a duras penas y vomitarlo de mala manera. La primera mitad de metraje es un descarado copia y pega de la versión francesa, no hasta los límites de copiar plano por plano la cinta original como sí lo hacía el remake de Psicosis (Psycho) de Gus Van Sant, pero casi. En esos primeros pasos ya se deja notar claramente que los autores no tienen nada nuevo u original que ofrecer con respecto a lo que narró seminalmente el director de El Hombre de las Sombras. Para colmo los único pasajes que se cambian en esa parte del metraje son para mal, como la suplantación de la chica torturada con la placa de metal grapada a la cabeza por una niña pequeña y llorosa que va ofreciendo los primeros síntomas de sentimentalismo puramente americano que eclosionará de mala manera en la recta final, pero de eso ya hablaremos más adelante.







Cuando llegamos al ecuador de la película comienzan los cambios importantes con respecto al largometraje de 2008. En el remake el personaje de Lucie no se suicida (de hecho la personificación de sus miedos en forma de mujer deformada que le agrede, siendo ella misma la que se autoinflinge las heridas en la realidad, aquí no tiene nada que ver con la joven a la que no ayudó cuando escapó de su confinamiento como sí sucedía en el film de Pascal Lugier) sino que ella y Anna son capturadas por la organización que las encerrará en el búnker oculto del chalet. En la cinta francesa era Anna la que ocupaba el lugar de Lucie como "nueva martir" con la que experimentar todo tipo de torturas. En esta revisión americana Lucie es nuevamente capturada por su "potencial" y su amiga sólo ocupa el rol de la persona que recibirá la información de cómo, por qué y cuándo actúa esta especie de secta obsesionada con la vida después de la muerte. De esta manera los hermanos Getz y Mark L. Smith están allanando el terreno para el vergonzante final, pero el espectador todavía no lo sabe, aunque a esas alturas algo ya se huele.




La organización detrás del secuestro y posterior tortura de jovencitas en la versión francesa era retratada como un grupo de burgueses con ínfulas filosóficas y religiosidad extrema que eran expuestas en pantalla facilitando poca información y de manera sutil, dejando bastante a la imaginación del espectador. El remake apela a la brocha gorda y el trazo grueso y mete descaradamente y de manera pueril parafernalia cristiana y a la iglesia de por medio (¡con sacerdotes y piras funerias incluidas!) destruyendo de una tacada todo lo que de elegante tenía la Martyrs de 2008 a la hora de mostrar sus cartas para justificar la violencia deshumanizada que exponía en pantalla. Por otro lado se pierde la asepsia de las localización del búnker donde las chicas son martirizadas, los torturadores dejan de ser figuras despersonalizadas, seres despojados de sentimiento alguno, para mostrarse mundanos, de una fisicidad simplista y hasta el interesante personaje de "Mademoiselle" se convierte aquí en el de "Eleonore" (dando nombre a lo que casi era un concepto) y lo que en boca de la actriz Catherine Bégin sonaba a verdad absoluta autoimpuesta en la de Kate Burton se antoja impostado y superfluo.




Una vez Lucie ha sido capturada de nuevo tratan de hacerla llegar al nivel máximo dentro del martirio, aquel que le produce un sufrimiento físico y psicológico llevado al límite pero que le permite seguir con vida para confirmar o no la existencia  "del más allá" y poder dar testimonio verbal de ello. Esta recta final que, recordemos, en el film de Pascual Laugier lo sufría Anna, estaba precedido de incontables días de palizas continuadas para mermarle cuerpo y mente desembocando todo más tarde en un despellejamiento en vida. Todo este proceso se obvia en el remake y no es que sea divertido ver a un hombre de casi dos metros golpear indiscriminadamente a un pobre chica (aunque como comenté en la reseña del film original eran los momentos de soledad del personaje protagonista en la celda los que más hacían mella en espectador y en los que más empatizaba con su desdicha) pero es ese proceso de sufrimiento el que la "prepara" para llegar al nivel de martirización exigido. La película americana salta directamente al desollamiento (mostrado de manera más burda y menos elegante que en la cinta de 2008 que lo ejecutaba en off) y todo se antoja paupérrimo y gratuito.




Pero es con el clímax final cuando la cinta se adentra en los terrenos de lo bochornoso. Anna irrumpe en la martirización de Lucie pistola en mano, esta última dice las famosas palabras secretas que constatan la existencia o no de vida después de la muerte (la reacción del cura trata de ser un émulo pobre del final de la cinta original, demostrando guionista y directores que no lo entendieron en absluto) los "malos reciben su merecido" y tras entrar Lucie en trance Anna, por obra y gracia del espíritu santo o sabe Dios quién, hace lo propio porque le prometió que siempre serían amigas y que estarían juntas pasara lo que pasara. Este cierre estúpido y vergonzoso, esta pueril apología de la amistad (en el film original lo que Anna sentía por Lucie era un amor no correspondido, expuesto de manera más sutil pero no eludiendo su calado dramático) culmina con un plano de las dos chicas cuando eran niñas y compartían vida en el orfanato en el que se conocieron. Todo una recta final llena de despropósitos alterna lo mal que entendieron los autores del remake lo que abordó Pascal Lugier en su obra con un material de cosecha propia que sólo trata de edulcorar, suavizar y dar una estúpida conclusión agridulce a la obra que desacredita todo lo que ha planteado la trama desde su mismo arranque.




Lo más triste es que los hermanos Goetz ejercen con profesionalidad su puesto como directores mercenarios, Aunque la cinta toma prácticamente todo el material de lo que rodó con mucho más talento el director de Saint Ange (Sanatorium) los realizadores utilizan una medida puesta en escena, encuadran con sabiduría, saben medir los tiempos y recurrir a un in crescendo de tensión epidérmica que al menos durante la primera mitad de metraje ofrece resultados, puede que no excelentes, pero sí bastante aceptables. Por otro lado las actrices Troian Bellisario y Bailey Noble (sobre todo la hija del famoso productor de series de televisión Donald P, Bellisario) cumplen dignamente dando vida a Lucie y Anna, pero es ineludible que palidecen miserablemente ante la descarnada composición que se arrancaron de las entrañas (de hecho como se puede ver en el extenso making of de Martyrs ambas actrices tuvieron no pocos roces con Pascal Laugier por culpa de como el cineasta les exigía  cada vez más para implicarse con personajes tan extremos) las francesas Morjana Alaoui y Mylene Jampanoi para dar vida a los mismos roles con mucho más desgarro y verismo.




Martyrs (2015) es una de las muestras más cristalinas de lo que es un remake tan innecesario como condescendiente con el espectador que se enfrenta a su visionado, faltándole incluso al respeto. Por descontado que los hay mucho peores (me vienen a la mente ahora mismo los de Viernes 13 o  [·REC])  pero su naturaleza falsaria y mimética, su estúpida intención de dar todo masticado traicionando el material original del que parte, la despersonalización de todo su conjunto y el afán de sus creadores por llevarla al terreno de lo burdo, peregrino y torpe la convierten en una experiencia decepcionante que palidece irremisiblemente al lado de la Martyrs original de un Pascal Laugier que nunca ha vuelto a estar más inspirado (de hecho si no contamos su segundo film el francés no tiene nada más de interés en su, por otro lado, corta filmografía) pero que marcó un punto y aparte en un tipo de celuloide de género europeo que nos ha regalado no pocos momentos de desprejuiciada, enfermiza y malsana fruición cinematográfica. 



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