Título Original Ninja Turtles (2014)
Director Jonathan Liebesman
Guión Josh Applebaum, Andre Nemec, Evan Daugherty basado en los cómics de Kevin Eastman y Peter Laird
Actores Megan Fox, Alan Ritchson, Jeremy Howard, Pete Ploszek, Noel Fisher, Will Arnett, Danny Woodburn, William Fichtner, Whoopi Goldberg, Jeremy Howard, Pete Ploszek, Minae Noji, K. Todd Freeman, Malina Weissman
Cuando hace casi un año hice una crítica de la primera película en imagen real de las Tortugas Ninja hablé de que aquel fenómeno de principios de los 90 llamado "tortugamanía". Basadas en el cómic underground de los autores Kevin Eastman y Peter Laird las aventuras de Donatello, Michelangelo, Leonardo y Raphael dieron la vuelta al planeta y se convirtieron en un fenómeno a nivel mundial con muñecos, series de animación, nuevas colecciones de cómics y películas en pantalla grande, tres concretamente. Hace unos años saltó la noticia de que Michael Bay y su productora Platinum Dunes iban a impulsar un reboot de nuestros quelonios favoritos. El hecho de que los protagonistas fueran a estar realizados con efectos digitales con un diseño más bien tosco, la inclusión de Megan Fox para dar vida a April O'Neill y la dirección del medicore Jonathan Liebesman no auguraban nada bueno con respecto al proyecto.
Supongo que ahora es cuando debería decir que es la nostalgia la que ha hecho que salga de los multicines con una sonrisa de oreja a oreja, por haberme reencontrado con algunos de los personajes de ficción que más horas de diversión me proporcionaron en todos los formatos posibles y sería de necios negarlo, pero no todo se reduce a eso. Porque las buenas vibraciones comenzaron desde esa intro animada en claro homenaje a los cómics de Eastman y Laird, sin olvidar que la construcción como blockubuster para todos los públicos lleno de acción, humor y carisma se hace notar bien pronto con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva. Porque contra todo pronóstico tanto Michael Bay como sus guionistas, a los que habría que sumar el director mercenario de turno, han dado forma a una más que digna adaptación que amalgama casi todas las versiones que se han dado de los pupilos de Splinter en los distintos medios en los que han hecho acto de presencia.
Porque sí, Ninja Turtles es un producto 100% Michael Bay, y aunque su nombre no conste como director en los títulos de crédito su sello se deja notar a lo largo de todo el metraje. La cinta es una estruendosa macarrada llena de testosterona, hipertrófica desde su presupuesto hasta la realización pasando por el diseño de los personajes, llena de acción sobreproducida y humor tan simple como efectivo. Pero a diferencia de la mayoría de trabajos salidos de la mano del director de la saga Transformers en la obra que nos ocupa no sólo hay unos personajes con un carisma incuestionable que devoran la pantalla, también hay una fidelidad intachable (no tanto en la génesis de los roles o su estética, en ambos apartados se toman cuestionables licencias) hacia la esencia de estas cuatro tortugas que aprendieron el arte del ninjitsu gracias a su sensei y figura paterna, Splinter.
Y es que aquí están el rebelde Raphael, el inteligente Donatello, el gracioso Michelangelo, el líder Leonardo y por descontado el sabio y recto Splinter (conocido gracias a la primera serie de animación como el Maestro Astilla en España, país con afán por traducir innecesariamente todo idioma a la lengua castellana). Todos ellos representados como si fueran una amalgama de la mayoría de las versiones en papel o imagen en movimiento que se han dado de ellos a lo largo de sus 30 años de vida. Se nota el tono de camaraderia y hermandad camuflada en chulería adolescente entre los cuatro quelonios y el respeto, admiración y deuda pendiente de estos hacia ese padre roedor que los crío y adiestró, tal y como podemos ver en ese flashback en el que asistimos a cómo los protagonistas crecen y se convierten en expertos en artes marciales, uno de los mejores pasajes del largometraje.
Michael Bay y su protegido Jonathan Liebesman (que ya trabajó para el director de La Roca en la estimable La Matanza de Texas: El Origen, aunque siempre se ha revelado como un realizador más bien paupérrimo en obras como Invasión a la Tierra o Ira de Titanes) se ocupan de que en la pantalla no sólo se vean aparatosas escenas de acción llenas de persecuciones, combates, tiroteos y artes marciales caóticas, también consiguen que unos personajes realizados con CGI aplicados a actores reales transmitan calidez, veracidad o humanidad y miran con lupa satisfacer a los fans clásicos de los protagonistas con referencias directas a las series de dibujos animados (el tono de animación del diseño de las tortugas) la primera película en imagen real (el momento en que la porción de pizza cae en la cabeza de Splinter y toda la estructura del guión que es idéntica al que narraba el film de 1990) o alguna de sus secuelas (la estética hip hopera heredera de la secuela, Las Tortugas Ninja 2: El Secreto de los Mocos Verdes en la que el inefable rapero Vanilla Ice hacía de "estrella invitada") y hasta la oscuridad urbana de los primeros cómics de Eastman y Laird que homenajeban al Frank Miller de los años 80.
También es cierto que tenemos algunos fallos como la ya mencionada saturación en el apartado técnico, una Megan Fox terrible como April O'Neill que no da la talla en ningún momento, siempre pendiente de aparecer divina en la pantalla aunque tenga en su contra las cantidades ingentes de botox que la van poco a poco quitando naturalidad y expresión facial. Por otro lado el Shredder de la película también peca de aparatosidad, aunque dé la talla en las brutales escenas de acción, pero más grave es su pobre caracterización como villano principal sin que el guión de Josh Applebaum, Andre Nemec y Evan Daugherty aporte algo de información con respecto a sus motivaciones criminales, que brillan por su ausencia. Es más, está mejor perfilado como némesis de las tortugas el Eric Sachs de William Fitchner que el Triturador al que da vida (al menos en las escenas en las que no lleva la armadura puesta) el desconocido actor nipón Tohoru Masamune.
En su estreno en Estados Unidos le llovieron golpes, por algunos que tienen poco aprecio (y no les culpo) por el sello Michael Bay, por otros que afirmaban que habían violado a sus personajes de infancia y por el resto que, en un arranque de verdadera sinceridad, afirmaron que la película no les gustó sin tener que recurrir a los dos primeros puntos mencionados previamente. Un servidor sólo puede recomendar encarecidamente la película a los que, como yo, se han criado con los personajes que un día crearan, sin muchas aspiraciones artísticas o económicas, Kevin Eastman y peter Laird. Porque aunque la estética es puro cine de evasión del siglo XXI, en su interior Ninja Turtles atesora un un aroma a celuloide comercial de los primeros 90 y verdadero amor por los personajes a los que adapta. A escenas como la confesión final de Raphael o a ese desesperado "Sensei, sensei... ¿papá, qué estás haciendo" que Leonardo espera a Splinter en el verdadero clímax de la película me remito. Como fan irredento de las Tortugas Ninja no puedo estar más satisfecho y agradecido con la labor ejercida en esta deliciosa y entretenida cinta de la que espero con ganas su secuela en la que no deben faltar Casey Jones, Bebop, Rocksteady y hasta Baxter Stockman, si me apuran.
No hay comentarios:
Publicar un comentario