viernes, 5 de agosto de 2011

Mesrine, Parte II:, Enemigo Público Nº1, ni le bien qu'on m'a fait, ni le mal




Título Original Mesrine: L'ennémi Public Nº 1 (2008)
Director Jean-François Richet
Guión Abdel Raouf Dafri basado en la novela de Jacques Mesrine
Actores Vincent Cassel, Mathieu Amalric, Ludivine Saigner, Samuel Le Bihan, Gérard Lanvin, Olivier Gourmet, Michel Duchaoussy, Myriam Boyer




Segunda y última parte del ambicioso díptico cinematográfico estrenado en 2008 dedicado al atracador, gangster y criminal francés Jacques Mesrine por parte del director Jean.François Richet en el que llegamos a conocer gracias a un concienzudo trabajo de documentación gran parte de su "vida y milagros" en el mundo de la ilegalidad. Como protagonista logicamente tenemos otra vez a Vindent Cassel, en el equipo artístico un nuevo grupo de conocidos actores franceses y en el técnico el mismo que en la primera parte Mesrine: L'instinct De Mort.




En esta segunda parte Richet mantiene el tono y la puesta en escena del film anterior. Un thriller policiaco dramático con tono setentero que se deja influenciar por films tanto americanos como europeos. Esta vez dejando notarse en la trama un matiz que vendría a ser una amalgama entre los estilos de Coppola, Scorsese y el De Palma de Atrapado Por Su Pasado (Carlito's Way). La cinta tiene tanto un aura crepuscular que nos abocará al inevitable final trágico del personaje como también de misticismo e inevitable admiración hacia Jacques Mesrine.




Esta entrega comienza con el regreso como preso de Mesrine a su Francia natal. Allí una vez más huirá de la ley, escapará de la cárcel de manera escandalosa a plena luz del día y se interesará más que nunca por convertirse en un personaje mediático, un Robin Hood del siglo XX. Trabará amistad con tres colaboradores criminales que no podrán seguirle el ritmo, coqueteará con ideas políticas cercanas al terrorismo urbano de extrema izquierda, secuestrará a un importante juez por el que pedirá un rescate y se enamorará de una joven chica que será su amante hasta los últimos y frenéticos días de su vida.




Aquello que se apuntaba en el film anterior se confirma aquí. Jean-François Richet y su guionista Abdel Raouf Dafri son rectos y justos a la hora de mostrar sin concesiones las crueldades que Mesrine llevaba acabo en su vida criminal (la escena con el periodista en la cueva así lo atestigua), pero también se sienten fascinados por dicho personaje y por su carácter e inquebrantable determinación, algo que le pasaba también en cierta manera al David Chase de Los Soprano a la hora de retratar al personaje que interpretaba James Gandolfini en aquella obra maestra de la HBO.




Jean-François Richet nos hace testigos de que personas que eligen un camino como el de Jacques Mesrine acaban muriendo como vivieron, indudablemente a sangre y fuego. Por eso la cinta se cierra con la ejecución del protagonista. Secuencia que se mostró al inicio del primer film pero siendo interrumpida antes del ataque que le quitó la vida, lo que acentúa en esta versión del patíbulo de Jacques el impacto y la descarnada y visceral violencia del pasaje en el que se lleva a cabo.




En la larga y bien narrada escena (que muestra como la cobertura policial que acabó con el protagonista era mucho más ineficaz de lo que parecía en la versión del primer film) parece como si los autores del film quisieran convertir a su criatura en un martir. Pero la inteligente secuencia anterior con la grabación en cassette nos da pistas sobre la poco amable y lógica opinión que el mismo Jacques Mesrine tenía de sí mismo, también siendo consciente de que una existencia como la suya tenía un solo y radical final. Morir joven y de la manera más violenta posible.




El actor francés Vincent Cassel mejora incluso el excelente trabajo que realizó en la anterior entrega. En Mesrine: L'ennémi Public Nº 1 hay una exposición más clara de las emociones y el actor de El Odio matiza más la personalidad de su rol, llegando a bordar escenas dramáticas de alto calado y conseguida ejecución tanto artística como técnica sirviendo de ejemplos la de la visita a su padre al hospital o la de la tensa entrevista con la periodista en la que empieza a hacer por primera vez un verdadero autoanálisis de su propia vida que desencadenará más tarde en la ya mencionada de la grabación en el magnetófono.




Posiblemente el marido de Monica Bellucci realice uno de los papeles más carismáticos y conseguidos de toda su carrera y se le nota a gusto con un personaje tan primario en su exterior como complejo en su fuero interno. Se muestra brutal en las escenas violentas, convincentemente mentiroso y viril en las que comparte con Sylvia, presuntuoso y chulesco con las de su vida criminal y hasta tierno en las trágicas. Todo sin perderse en un camino regido por el egoismo y una no muy sostenible batalla contra ese sistema del que tanto renegaba y echaba pestes.




Le vuelven a dar la réplica actores sobrados de talento y bastante inspirados a la hora de abordar sus roles aquí, como un convincente Samuel Le Bihan (en peor forma física que en El Pacto de los Lobos) un magnífico Matthew Amalric de mirada psicótica y cerebral que se come la pantalla con su habitual profesionaldad y una altamente atractiva Ludivine Saigner que lo tendrá muy difícil para quitarse la imagen de sensual Lolita que se labró desde que el director François Ozon la descubriera para el gran público en su film Swimming Pool protagonizado por Charlotte Rampling.




Vistos los dos films y el biopic en su totalidad el espectador no puede evitar notar que Richet quiere dar una halo de misiticismo y veneración a la imagen de un personaje tan peculiar como este a pesar de que el realizador es consciente de los crímenes que cometió. Mi opinión es (como ya mencioné en la anterior entrada) que aún habiendo llevado a cabo algún acto de inteligencia contra una sociedad hipócrita y una lucha contra unos sistemas fácticos del todo reproblables, Jacques Mesrine no era un buen hombre. Fue un egoista hipócrita que vivió para sí mismo abandonando familia, mujeres e hijos en favor de una vida delictiva que sólo le proporcianaba satisfacción personal.




Por eso mismo Jacques Mesrine era un personaje harto interesante y su vida un material magnífico para ser llevado a la gran pantalla en una producción que hiciera justicia al (discutible) peso que tuvo como icono de la cultura popular y social francesa de la segunda mitad del siglo XX. Finalmente acabó siendo un fenómeno mediático de paja, un ídolo con pies de barro. Lo que para Jacques era una cruzada contra un sistema que representaba todo lo que odiaba, para el público o sus seguidores no dejaba de ser un entretenimiendo televisivo para pasar el rato, opinión que en gran parte desacreditaba el peso y la trascendencia que él mismo quiso dar a su carrera como delincuente.


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