Título Original Blade (1998)
Director Stephen Norrington
Guión David S. Goyer, basado en el cómic de Marv Wolfman y Gene Colan
Reparto Wesley Snipes, Stephen Dorff, Kris Kristofferson, Sanaa Lathan, Donal Logue, Traci Lords, Udo Kier, N’Bushe Wright, Arly Jover, Kevin Patrick Walls, Tim Guinee, Eric Edwards, Donna Wong, Carmen Thomas, Shannon Lee, Kenny Johnson
Eric Darren Brooks, conocido popularmente como Blade, debutó en el número 10 de la mítica colección Tomb of Dracula allá por el lejano julio de 1973. Los impulsores más importantes de la inolvidable cabecera, el guionista Marv Wolfman y el dibujante Gene Colan, presentaron en aquella grapa un cazador de vampiros de raza negra que, al igual que otros personajes como Power Man o Pantera Negra, nació en clave de respuesta por parte de la Casa de las Ideas al potente auge de la cultura blaxpolitation había alcanzado a finales de los 60 y principios de los 70 en Estados Unidos. Tras su puesta de largo enfrentándose al conde transilvano volvió a vérselas con él en no pocas ocasiones dentro de dicha serie aunando fuerzas con los héroes de la misma, Frank Drake y Rachel Van Helsing, para más tarde hacer acto de presencia a lo largo de aquella misma década en Vampire Tales #8 o Marvel Preview #3 y #8. Tras diez años prácticamente desaparecido del mapa volvió a la máxima potencia durante los 90 para vérselas con el Motorista Fantasma, Blaze o Morbius, entre otros, formando parte de los Hijos de la Medianoche e incluso protagonizando su propia colección conformada por diez entregas. Fue a finales de aquella misma década, con el personaje conociendo una nueva edad dorada en el mundo de las viñetas, cuando Blade debutó en la pantalla grande durante una época en la que las adaptaciones de personajes de cómic al celuloide no se encontraban en su mejor momento, algo que cambió notablemente con su llegada.
Aunque en cierta manera se ha oficializado que el boom de las películas inspiradas en personajes de cómics nació con X-Men (Bryan Singer, 2000) o Spider-Man (Sam Raimi, 2002) lo cierto es que fue esta primera incursión de Blade en pantalla grande con la película homónima la que dio el psitoletazo de salida a manos de New Line Cinema. Los responsables de extrapolar las aventuras del cazador de vampiros creado por Marv Wolfman y Gene Colan fueron el guionista David S. Goyer, profesional por aquel entonces desconocido, pero más tarde estrechamente vinculado al mundo de los superhéroes tanto en cómics como en celuloide, y el cineasta británico Stephen Norrington que tras un debut, Maquina Letal (1994), convertido en pieza de culto, entraba con todas las de la ley en Hollywood mediante su segundo largometraje. De dar vida al protagonista se encargó un Wesley Snipes en la cumbre de su carrera, que también ejerció como productor del proyecto junto a viejos conocidos como Stan Lee y Avi Arad, viéndose acompañado por secundarios como Stephen Dorff, N’Bushe Wright, Kris Kristofferson, Donal Logue, Traci Lords, Kenneth Johnson o un clásico del cine sobre vampirismo como es el veterano actor alemán Udo Kier.
Mientras seres humanos y vampiros mantienen una tensa paz por puro interés mutuo en la ciudad de Detroit, Blade (Wesley Snpies) ejerce como un cazador de vampiros que, paradójicamente, pertenece a dicha raza aunque no alimentándose de sangre humana y pudiendo caminar a plena luz del día sin que el sol lo calcine como le sucede al resto de sus congéneres. Mientras tanto el Consejo de las Sombras, un importante clan vampírico, se debate entre permanecer en la clandestinidad manteniendo negocios con los humanos mientras se alimentan furtivamente de ellos como promulga el líder, Gaetano Dragonetti (Udo Kier), o enfrentarse a ellos y eliminarlos por ser inferiores, teoría defendida por el joven e impulsivo Deacon Frost (Stephen Dorff) único no “pura sangre” del consejo. A la guerra que está por llegar y en la que Blade, acompañado de su mentor, Abraham Whistler (Kris Kristofferson), se verá implicado de una manera u otra se suma la aparición de la Doctora Karen Jenson (N’Bushe Wright) una hematóloga que se cruza en el camino del protagonista cobrando capital importancia en el devenir de acontecimientos futuros en el que el alter ego justiciero de Eric Darren Brooks deberá librar la batalla más importante de su no vida.
Blade es, desde una perspectiva cinematográfica, un producto hijo de la década de los 90. Por este motivo a nivel estético lo planteado por David S. Goyer, Stephen Norrington y Wesley Snipes no se parece demasiado a ninguna de las encarnaciones en papel previas del personaje, ni siquiera a la que discurrió coetánea con la producción y estreno del largometraje. Secuencias de acción espectaculares, ritmo acelerado, montaje efectista y una estética entre cyberpunk y urbana asentaban las bases de un proyecto que, sin saberlo, estaba predestinado a cambiarlo todo en el cine comercial estadounidense. Planteada desde su misma concepción como una película para público adulto, con una califiación R para su estreno en Estados Unidos, fueron precisamente adolescentes los que más se dejaron embriagar por las sangrientas correrías de “el que ha visto el sol”. Esto se debe principalmente a que el cineasta encargado de extrapolar el personaje al medio cinematográfico conocía perfectamente lo que demandaban unos espectadores algo cansados de visiones pulcras e inmaculadas de los superhéroes clásicos, mientras buscaban versiones más oscuras y presuntamente adultas de los mismos, un pensamiento muy adherido a la década de los 90 e impulsado, en cierta manera, por la irrupción de la editorial independiente Image Comics.
Sería de ilusos eludir u obviar que el arranque de Blade, la primera secuencia tras el prólogo, no sólo es un pasaje espectacular, sino que consigue sintetizar con pericia la esencia misma del producto dejando a la libre elección del espectador si entra en el juego propuesto por sus máximos responsables o huye despavorido ante semejante declaración de principios. El asalto del personaje principal a la sangrienta sala rave a ritmo del ya icónico Confusion (Pump Panel Reconstruction Mix), de New Order, con la consiguiente masacre de vampiros se convirtió con los años en una de las secuencias más celebradas del cine de acción de los 90. Hoy esa espectaculiridad ha mermado, en cierta manera por culpa de uno de los mayores defectos del film, lo mal que han envejecido algunos de sus efectos digitales, pero es ineludible que realización, montaje, coreografías de lucha y banda sonora funcionan a la máxima potencia gracias a una labor conjunta en el apartado técnico que deja en muy buen lugar a Stephen Norrington, más de lo merecido vista su posterior filmografía detrás de las cámaras.
A partir de ahí la amalgama entre acción, terror y cine de artes marciales heredero de la escuela hongkonesa rinde a lo largo de casi todo el metraje, sólo notándose las numerosas carencias en un humor ineficaz en casi todo momento, recayendo casi al 100% en uno de los personajes más insoportables de la película al que volveremos más tarde al hablar del reparto. Blade no sólo marcaría, como ya dijimos previamente, el primer gran éxito de taquilla que abriría paso a futuras adaptaciones de cómics al celuloide, también dejó huella con su estética en producciones posteriores facturadas en el seno de Hollywood y no sólo en films protagonizados por personajes del arte secuencial. Ciertamente no es algo que se pueda confirmar, porque al estreno de ambas cintas las separa un corto espacio de tiempo, pero si alguien nos dijera que las hermanas Wachowski vieron en el cine Blade, el film se estrenó en plena producción de Matrix, y se llevaron unas cuantas ideas para la obra que les dio la fama sería difícil negarlo, porque desde una perspectiva estilística y visual las similitudes son tantas que se antoja casi imposible negarlas o dejarlas pasar.
En 1998 Wesley Snipes se encontraba en lo más alto de su carrera, no sólo como estrella del cine de acción, sino también ganándose cierta fama como intérprete dramático que le llevó incluso a obtener el año anterior la Copa Volpi al mejor actor en el festival de Venecia por su papel en Después de Una Noche (Mike Figgis, 1997) de manera que sus problemas personales, entre ellos los del fisco y la cárcel, quedaban lejos todavía. Snipes interpreta un Blade ejemplar, alejado del verborréico que nos presentaron Wolfman y Colan en los 70 y más moderno que cualquiera de sus versiones posteriores en las viñetas, pero respetando totalmente su esencia y en ese sentido la obra es impecable, algo que se extenderá a las siguientes entregas en las que encarnó al personaje con independencia de la mayor o menor calidad de las mismas. A un físico rotundo o unos conocimientos amplios de artes marciales y lucha cuerpo a cuerpo se suman grandes cantidades de carisma revelando a Snipes como el pilar maestro sobre el que se construye el proyecto y siendo él consciente de ello interviniendo en su producción, como anteriormente hemos afirmado.
En cuanto a los secundarios tenemos luces y sombras. Acierto mayúsculo la elección del veterano Kris Kristofferson dando vida a Abraham Whistler, el actor de Ha Nacido Una Estrella (1976) o La Puerta del Cielo (1980) da el aire cansado, lacónico y chulesco que el rol necesita. N’Bushe Wright hace lo que puede con un secundario que aun intentándolo, por mediación de David S. Goyer al guión, no consigue huir del todo del estereotipo de personaje femenino cuya principal misión es la de potenciar al masculino principal. Stephen Dorff dribla con estilo y lascivia una versión poco agradecida de Deacon Frost, muy alejada de la primigenia vista en papel, que se suma a la larga galería de villanos de adaptaciones de cómics, independientemente de si las factura Marvel o DC, pobremente caracterizados que sólo funcionan por la labor de aquellos que los encarnan, aunque en ocasiones ni eso. Donald Logue se lleva la peor parte, su interpretación de Quinn es lo peor del film, su presencia se antoja irritante y su responsabilidad como descarga cómica todo un fracaso. Udo Kier interviene en sólo un par de escenas, pero el alemán siempre se muestra señorial, hasta en ocasiones como la presente, en la que acaba hecho cenizas contemplando el astro rey en pleno amanecer.
Sería una necedad no admitir que a Blade se le nota el paso del tiempo, es una pieza coyuntural que en pleno 2020 se revela anticuada en ciertos aspectos. Pero también es ineludible que sigue siendo diabólicamente entretenida, potente, cafre y frenética. Tras ella su director siguió adaptando cómics con la inenarrable La Liga de los Hombres Extraordinarios, a la que tarde o temprano también dedicaremos una retro-crítica, y tanto Blade como Wesley Snipes continuaron su cruzada contra los no muertos en Blade II, secuela a manos del mexicano Guillermo del Toro, y Blade Trinity, cierre de la trilogía en el que era esta vez el mismo David S. Goyer quien se ponía detrás de las cámaras. Más allá de valoraciones puramente cinematográficas Blade supuso la punta de lanza de lo que ha acabado convirtiéndose en un subgénero que atrae a millones de espectadores a las salas de cine, pero también despierta el recelo de aquellos profesionales del audiovisual que ven en esta homogeneización del cine comercial estadounidense una lacra que impide a otro tipo de proyectos encontrar su hueco. De eso y la nueva versión del personaje a manos de Marvel Studios que interpretará Mahershala Ali hablaremos en otro momento.
Reseña publicada originalmente en Zona Negativa.
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