Título Original A History of Violence (2005)
Director David Cronenberg
Guión John Olson, basado en el cómic de John Wagner y Vince Locke
Reparto Viggo Mortensen, Maria Bello, William Hurt, Ed Harris, Ashton Holmes, Heidi Hayes, Stephen McHattie, Greg Bryk, Peter MacNeill, Kyle Schmid, Gerry Quigley, Aidan Devine, Sumela Kay
En el año 1997 la editorial estadounidense Paradox Press publicó un cómic de 286 páginas titulado A History of Violence. El trabajo fue ideado por el guionista británico John Wagner y el ilustrador estadounidense Vince Locke, que ya había colaborado con el co creador de Judge Dredd en las páginas de la colección dedicada al juez, jurado y verdugo. La obra fue un éxito, se ganó con los años el título de pieza de culto y su licencia de edición pasó a formar parte del catálogo de Vertigo, el icónico y ya extinto sello propiedad de DC Comics. New Liene Cinema, que venía de tocar el cielo con las manos gracias al descomunal éxito de la trilogía de El Señor de los Anillos, obra literaria de J.R.R. Tolkien llevada a la gran pantalla por el director neozelandés Peter Jackson, adquirió los derechos de Una Historia de Violencia y durante la primera mitad de la década pasada se puso en funcionamiento para producir una adaptación cinematográfica. Contra todo pronóstico el director elegido para llevar a buen puerto el proyecto fue David Cronenberg, autor que en un principio nadie vincularía con la traslación a imagen real de un cómic, por muy alejado que este se encuentre de la vertiente más comercial del medio. Para escribir el guión inspirado en la labor de Wagner y Locke se sumó al proyecto John Olson, escritor curtido en el mundo del cortometraje y la serie B.
Una Historia de Violencia está protagonizada por Viggo Mortensen, actor estadounidense también ligado a New Line Cinema y El Señor de los Anillos, por motivos que todos conocemos, comenzando aquí una fructífera serie de colaboraciones con David Cronenberg que cristalizó en tres películas, Promesas del Este (2007), Un Método Peligroso (2011) y la que nos ocupa en esta entrada. Le acompañan Maria Bello, en aquella época encadenando algunos de los mejores trabajos de su carrera o Ashton Holmes y Heidi Hayes completando a la familia Stall. En el bando opuesto encontramos a Ed Harris y Willam Hurt, dos excelentes y veteranos actores que vuelcan toda su sapiencia interpretativa para dar vida a una pareja de personajes que parecen tener vínculos muy estrechos con el principal. La película se rodó en 2004 en distintas localizaciones de la ciudad de Ontario, como casi siempre sucede con las producciones de David Cronenberg, y tuvo su puesta de largo internacional un año después en el festival de Cannes de 2005 recibiendo una larga ovación tras su proyección en la sección oficial a concurso. Su presupuesto fue de 32 millones de dólares, recaudando 61 después de su carrera comercial internacional.
Tom Stall (Viggo Mortensen) vive una apacible existencia con su mujer Edie (Maria Bello), su hijo Jack (Ashton Holmes) y su pequeña hija Sarah (Heidi Hayes) en la ciudad de Milbrook, situada en el estado de Indiana. Un día la cafetería propiedad de Tom es asaltada por Leland (Stephen McHattie) y Billy (Greg Bryke), dos asesinos y atracadores que amenazan a los clientes del local. De manera repentina Tom ataca a los asaltantes matándolos antes de cumplir sus amenazas. Tras estos hechos Tom es considerado por la opinión pública y los medios de comunicación un héroe local que en un acto espontaneo de valentía consiguió reducir a los criminales antes de que se cobraran ninguna vida. Poco después el protagonista recibe la visita del gangster Carl Fogarty (Ed Harris). Este misterioso hombre asegura que Tom es un tal Joey Cusack al que conoció años atrás, afirmación negada en redondo por el recién coronado héroe por accidente. Poco a poco la familia Stall verá su aparentemente idílica vida amenazada por el asedio continuado de Fogarty y sus hombres que insisten en la idea de que Tom no es quien dice ser, lo que llevará a a todos los personajes a sumergirse en una inesperada espiral de violencia que finalmente les vinculará con un tal Richie Cusak (William Hurt) hermano del supuesto Joey.
Una Historia de Violencia comienza con un alarde visual impropio en David Cronenberg. Un plano secuencia de cinco minutos, ejecutado con un travelling lateral, sigue a los dos delincuentes que cambiarán la vida de los Stall mientras cometen uno de sus brutales crímenes. David Cronenberg se encuentra en las antípodas de ser un esteta caprichoso y si se toma una licencia como esta en la que la puesta en escena se aleja de su habitual contención siempre será con una excusa conceptual y narrativa y sí, este arranque sirve para marcar el tono crudo de la propuesta cinematográfica y mostrar al espectador de lo que son capaces estos dos asesinos a sangre fría. Tras este prólogo la misión de David Cronenberg es mostrarnos la idílica vida de la familia Stall en Milbrook. Esta localidad del medio oeste es expuesta ante el espectador como las que hemos visto cientos de veces previas en ficción con sus vecinos amables, trabajadores voluntariosos, parroquianos amistosos y rituales comunales propios de una humilde sociedad en la que no parece haber cabida para el horror que está por llegar. Los Stall son una familia feliz, con Tom y Edie manteniendo una vida sexual sana y sus hijos creciendo en un buen entorno. Pero los problemas de bullying sufridos por Jack, el hijo mayor, en el colegio parecieran el presagio de esa violencia que explotará de un momento a otro.
Al igual que sucedía en Terciopelo Azul (David Lynch, 1986) cuando Jefrey Beaumont (Kyle McLachlan) encontraba una oreja cercenada en el suelo de un jardín este idílico cuadro de Norman Rockwell pintado por David Cronenberg y John Olson se va a ver pronto salpicado de sangre. La escena del atraco frustrado por Tom muestra una violencia cruda, muy gráfica, nada estilizada o glorificadora. El canadiense trata de causar repulsión en el espectador cuando el protagonista mata a los dos atracadores. Lo que vemos es desagradable y aunque se lleve a cabo por motivos bienintencionados lo capturado en pantalla dista de ser un acto heróico. A partir de aquí algo se quiebra en la narración, la estampa inmaculada de la familia Stall comienza a resquebrajarse y la llegada de Carl Fogarty no hace más que acentuar esa sensación al sembrar la semilla de la duda afirmando que nuestro impecable y valeroso protagonista es un farsante. A partir de este momento la continua sensación de ubicua amenaza nos retrotrae a Alfred Hitchcock, pero a un nivel estructural y de tono nos adentramos en un western que eclosiona al fin con la visita de Fogarty y sus compinches en la casa de los Stall haciendo que todo vuele por los aires y dé comienzo una película completamente distinta a la que estábamos viendo. Ese “Debí haberte matado en Philadelphia” cae como una bomba atómica en plena sala de butacas.
Desde ese mismo momento entra en escena una de las constantes autorales más adheridas al discurso cronenbergiano. La identidad del individuo, su maleabilidad o capacidad adaptativa, Tom Stall se revela como Joey Cusak, un brutal mafioso que en el pasado asesinó a decenas de personas y decidió redimirse abandonado su vida para crearse otra a medida con mujer e hijos. Una vez más la “Nueva Carne” es extrapolada a un plano psicológico, alejándose de la primera etapa de la filmografía del canadiense en la que dichas mutaciones eran materializadas desde una perspectiva física. Pero el subtexto del relato va más allá, Tom Stall muere y con él el Sueño Americano, no otra cosa que un juego de humo y espejos sustentado en la mentira, y la prístina visión de la familia media estadounidense. Porque después del primer impacto tras salir a la luz toda la verdad los miembros restantes aceptarán sin muchos ambages, e incluso se verán contaminados por ella, la “nueva” y salvaje personalidad del protagonista. El contraste entre la primera escena de sexo, mucho más naif, y la polémica segunda, en la que Edie se deja seducir violentamente por alguien que ya no es su marido, confirman como una farsa toda esa vacua ensoñación que desde los primeros compases del film Cronenberg ha ido construyendo.
Para romper el último vínculo con su pasado criminal el personaje de Viggo Mortensen viaja hasta Philadelphia para rendir cuentas con Richie, su hermano mayor, interpretado por un William Hurt pletórico que consiguió con sus pocos minutos en pantalla una merecida nominación al Oscar en la categoría de mejor actor secundario, junto a la de John Olson en la de mejor guión adaptado las únicas a las que aspiró el film en su año de estreno. Después de una conversación en la que las dos partes apuntan llegar a un acuerdo Richie manda a sus hombres asesinar a Joey, pero este los elimina y acaba matando a su hermano huyendo del lugar para volver a Milbrook. Allí le esperan Edie, Jack y Sarah cenando en la cocina que, contra todo pronóstico, le aceptan como uno más en la reunión sin poner impedimento. En estos últimos compases es muy simbólico y esclarecedor que sean, Sarah primero y Jack después, los que ofrecen “plato y comida” a Joey, dejando claro que son sus hijos, sus herederos, los que tomarán su relevo y casi con toda seguridad seguirán su misma senda. El rostro de aceptación de Edie y un primer plano de Joey con los ojos bañados en lágrimas cierran la penúltima obra maestra de uno de los mejores directores de la historia del cine.
Al igual que sucedió con La Mosca David Cronenberg encontró en Una Historia de Violencia, un proyecto ajeno y de cariz más comercial, muchos de los temas que ayudaron a cimentar su indispensable filmografía. El éxito de crítica y público convirtieron esta adaptación del cómic de John Wagner y Vince Locke en la película más taquillera de la carrera de su director, algo que ayudó, y mucho, a que sólo dos años después Focus Features, división de cine independiente de Universal Pictures, contratara sus servicios, y de nuevo los de Viggo Mortensen, para incursionar otra vez en el mundo del hampa con Promesas del Este, la última gran obra de un genio como el de Ontario que con sus trabajos posteriores no estuvo tan atinado, aunque un servidor tiene Un Método Peligroso en alta estima. Un enorme apartado artístico encabezado por un colosal Viggo Mortensen, un guión capaz de capturar la esencia del cómic que toma como inspiración y un director cuya veteranía le permite adaptarse a cualquier proyecto, sin dejar de ser él mismo o renunciar a su discurso personal en ningún momento, conforman una de las mejores adaptaciones cinematográficas de un cómic jamás rodadas. Casi cinco años llevamos sin el estreno de una nueva película de David Cronenberg, y en tiempos convulsos como los actuales es algo que no podemos, ni debemos, permitirnos.
Reseña publicada originalmente en Zona Negativa.
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