martes, 27 de marzo de 2018

Musa, los poetas han muerto



Título Original Muse (2017)
Director Jaume Balagueró
Guión Fernando Navarro y Jaume Balagueró, basado en la novela de Jose Carlos Somoza
Reparto Elliot Cowan,  Franka Potente, Ana Ularu, Leonor Watling, Christopher Lloyd, Manuela Vellés, Joanne Whalley-Kilmer






En no pocas ocasiones he profesado en este blog mi admiración por el cineasta español Jaume Balagueró. Desde que en 1999 asistiera impactado a la proyección en pantalla grande de su debut en el largometraje, Los Sin Nombre, he seguido los pasos de su filmografía, una de las más interesantes del panorama nacional dentro del celuloide de género. Todo estreno de una nueva obra salida de su mano era esperado con sumo interés por mi parte y Musa no ha sido una excepción a esa regla, más si tenemos en cuenta que no se ponía detrás de la cámara desde que en 2014 finiquitó la exitosa saga  [•REC], a la que él y su amigo Paco Plaza dieron inicio siete años años antes, con la cuarta entrega. Por desgracia con su último largometraje tenemos que hablar de una considerable decepción, y es triste tener que afirmarlo si tenemos en cuenta el potencial que el proyecto atesora en su interior, que no es desdeñable.




Musa está basada en la novela La Dama Número Trece escrita por el español de origen cubano José Carlos Somoza y narra cómo después del supuesto suicidio de su novia y alumna, Beatriz (Manuela Vellés) el profesor de literatura, Samuel Salomon (Elliot Cowan) comienza a tener unas visiones en las que una joven (Leonor Watling) es asesinada por medio de un ritual a manos de un grupo de mujeres que parecen formar parte de una especie de algún tipo de siniestra hermandad. Al día siguiente dicho crimen se hace realidad y Samuel descubre que ha tenido un sueño premonitorio. Con la ayuda de su amiga y compañera Susan (Franka Potente) irá investigando y buscando pistas que le ayudarán a resolver tan sórdido caso. En el proceso conocerá a Rachel (Ana Ularu) una striper y madre soltera que tiene las mismas visiones que él y que se convertirá en un personaje de vital importancia para que el protagonista descubra toda la verdad sobre tan peculiar trama.




La última película de Jaume Balagueró lo tenía todo para convertirse en una pieza estimable dentro de su filmografía. Un servidor no conoce la novela de José Carlos Somoza, pero la idea de las siete musas que se materialicen en nuestra realidad por medio del arte en general y la poesía en particular se antoja brillante por su planteamiento, que encuentra sus orígenes en la mitología clásica. La trama con sectas, ambientación gótica, localizaciones en un pueblo siniestro y neblinoso, seres sobrenaturales y el retrato de un tipo de mal que escapa al entendimiento humano no sólo son terrenos en los que el catalán siempre se ha movido a placer, también nos devuelven a sus raíces, a la ya citada adaptación de la novela de Ramsey Campbell que le sirvió de ópera prima o las lógicas evoluciones conceptuales y narrativas de aquella que supusieron Darkness o Frágiles. El problema reside en que se hace notable cierta desgana a la hora de abordar la escritura de su último proyecto y eso la hiere de muerte desde su mismo arranque.




Musa parece un remake desangelado de Los Sin Nombre, pero con la evolución en la puesta en escena experimentada por Jaume Balagueró con el paso de los años y que encontró su madurez en aquella polanskiana Mientras Duermes en la que condensó y corporeizó su discurso autoral, propenso a la morbidez y la perfidia, en el personaje protagonista de un inmenso Luis Tosar. De este modo en la cinta que nos ocupa no encontramos al joven y voluntarioso realizador que recurría al montaje efectista y la cámara nerviosa de sus inicios, sino al mesurado profesional que ha dejado de lado la estética expeditiva y visceral para entregarse a un clasicismo y un control de la narración propios de un cineasta más que consolidado. Así el trabajo detrás de la cámara y el oficio que demuestra su artífice para aprovechar, por poner un par de ejemplos, el diseño de producción de André Fonsny y la dirección de fotografía de Pablo Rosso son las mejores bazas que nos ofrece un proyecto como Musa.




Por desgracia en la siempre estimable labor detrás de la cámara por parte de su director se hallan las únicas virtudes de Musa. Más allá de eso nos encontramos con un guión confuso, póbremente estructurado, lanzando ideas que nunca son adecuadamente desarrolladas para permitirnos conocer con un poco más de profundidad el microcosmos que aborda el largometraje y del que sólo se rasca la superficie, algo que, supongo, no sucederá en la novela de José Carlos Somoza. Por otro lado somos testigos de una molesta desidia en cuanto a la construcción narrativa que nos incita a pensar que Balagueró no tiene confianza en el material que posee en sus manos. Durante casi todo el metraje, y siempre después del arranque con la excelente secuencia del suicidio, el personaje principal comienza su investigación y va encontrando pistas mientras se cierra sobre él el círculo de peligro y muerte en el que está inmerso, pero no asistimos a ningún pasaje remarcable, todo lo que acontece en pantalla nos es ajeno y causa indiferencia.




Hasta la idea más original del largometraje, la de las siete musas que invaden nuestra realidad por medio de las obras más grandes de la poesía, está llevada pobremente a la práctica desde el punto de vista narrativo. La presencia de dichos personajes se antoja inquietante en no pocos aspectos y la estética elegida para exponerlas en pantalla es encomiable (las interpretadas por Eve Maher y Stella McCusker transmiten genuina inquietud al espectador) aunque nunca se aprovecha al máximo, pero la falta de solidez del libreto y la intencionalidad de no entregarse completamente al  terror (la última película de Balagueró no pertenece a ese género, que nadie se deje engañar) por parte de su autor dinamitan cualquier posibilidad de que empaticemos con una historia de la que es casi imposible ser partícipe por su inadecuada escritura, sólo dejándonos atisbar un contexto espacial y temporal que parece haber sido extraído parcialmente de las páginas de la novela en la que se basa y que seguramente era mucho más rico.




Esta ausencia de empatía con la historia que en Musa nos es narrada se debe también al ineficaz trabajo de la pareja protagonista sobre la que recae la mayor parte del peso del largometraje. No podríamos acusar a Elliot Cowan y Ana Ularu de falta de implicación con sus papeles, realmente se nota que ambos intérpretes quieren transmitir veracidad con sus roles, pero no sólo la química brilla por su ausencia cuando ambos comparten plano, también se revelan como dos actores sin carisma, carentes de verdadero arrojo o personalidad para que el espectador pueda compadecerse de las situaciones extremas en las que sus personajes se ven implicados. La nota de color al reparto la dan nuestras Manuela Vellés y Leonor Watling, que con pocos minutos en pantalla la devoran impunemente, y a ellas podemos sumar una Franka Potente que no les va a la zaga dejando en evidencia a su partenaire cada vez que intercambia diálogos en la misma escena con él y un Christopher Lloyd que tira de veteranía para dar vida a un secundario poco perfilado y algo desdibujado que él resuelve con soltura.




Musa no sólo supone un paso hacia atrás en la evolución autoral de Jaume Balagueró, por desgracia también la podemos confirmar como su obra más fallida e intrascedente. Su factura técnica está fuera de toda duda, tiene pasajes visualmente potentes (los brillantes títulos de crédito o esa primera salida de la bañera con el círculo de sangre cayendo de las muñecas del personaje) y no aburre a lo largo de su metraje que se pasa en un suspiro, pero es una obra muerta en vida, como si de un cadáver frío e inerte se tratase. La inconsistencia narrativa, la carencia de verdadera personalidad o esa desgana globalizada que envuelve su entramado la convierten en una pieza poco lograda, que ni siquiera sabe aprovechar el potencial de su clímax final para remontar el vuelo. Mientras su amigo Paco Plaza ha facturado una de sus mejores películas con Verónica, Balagueró se ha quedado rezagado con respecto a él, esperemos que con su próximo proyecto la cosa cambie, talento para conseguirlo no le falta precisamente.



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