viernes, 29 de diciembre de 2017

Bright, between light and darkness



Título Original Bright (2017)
Director David Ayer
Guión Max Landis
Reparto Will Smith, Joel Edgerton, Noomi Rapace, Lucy Fry, Brad William Henke, Andrea Navedo, Chris Browning, Brandon Larracuente, Scarlet Spencer, Pleasant Wayne, Derek Graf, Edgar Ramirez, Jay Hernandez, Ike Barinholtz, Enrique Murciano, Dawn Olivieri, Happy Anderson, Kenneth Choi, Alex Meraz, Matt Gerald, Chelsea Rendon, Daniel Moncada, Kevin Vance




En su afán por expandir horizontes en lo referente a su producción propia adscrita al mundo del largometraje la plataforma de streaming Netflix ha echado la casa por la ventana con la que hasta ahora es su mayor y más ambiciosa producción cinematográfica, una pieza que poco tiene que envidiar a los medios de los que hace gala cualquiera de los blockbusters hollywoodienses que ocupan nuestras carteleras una semana sí y otra también. La obra cuenta con las estrellas Will Smith, Joel Edgerton, Noomi Rapace o Edgar Ramírez como cabezas visibles del reparto, guión del reputado, y últimamente puesto en entredicho, Max Landis (Chronicle) y dirección de David Ayer (Escuadrón Suicida). Bright se ha convertido en la apuesta más fuerte por parte de Netflix a la hora de intentar entrar por la puerta grande, y con todas las de la ley, en el rentable mundo de las franquicias cinematográficas, ya que la intención de los productores de la obra era iniciar una saga que se extendiera a lo largo de varias entregas. Por desgracia el recibimiento de la película ha sido bastante negativo, llegando en ocasiones a ser tratada con un tono despectivo bastante reprobable, del que se ha hecho eco con cierta polémica el mismo David Ayer, aunque también ha sido alabada por varios sectores del público y la prensa especializada debido a la originalidad de su propuesta. Nosotros ya hemos visto el film y vamos a intentar dar nuestra opinión del mismo sin tener que caer en los improperios cargados de inquina vertidos en otros medios hacia lo que no deja de ser un intrascendente producto de ficción.




Antes de empezar con la reseña propiamente dicha debemos hacer una breve parada en la figura de su director. David Ayer es un guionista reconvertido en cineasta que después de escribir varios libretos para otros directores (Dark Blue, U-571, SWAT) se hizo un nombre cuando ideó el de Training Day, la excelente película policial de Atoine Fuqua protagonizada por un superlativo Denzel Washington y un no menos destacable Ethan Hawke. A partir de entonces Ayer decidió dar el salto a la realización y se embarcó en varios films que no sólo compartían la misma temática (Harsh Times, Los Dueños de la Calle, Sin Tregua) sino que en no pocas ocasiones parecían la misma obra sobre aguerridos representantes fuerzas de la ley, delincuentes y policías corruptos inspirada en autores como Sidney Lumet, Walter Hill o literatos como James Ellroy, con el que ha colaborado en varias ocasiones. Lo único que cambiaba en esas piezas era la forma, porque el fondo era prácticamente el mismo y eso añadía una molesta personalidad algo redundante a su filmografía.




Por otro lado es importante resaltar que David Ayer también se embarcó en proyectos de naturaleza más coral con Sabotage o Corazones de Acero (Fury), el primero de nuevo un policíaco y el segundo adscrito a las “tank movies” propias del género bélico, ambos trabajos con un trazo más crudo y visceral, haciendo un uso de la violencia más explícito, bordeando incluso el gore en ocasiones. Dichos largometrajes son muy importantes en la carrera de su autor, no porque fueran piezas de alta cinematografía, sino porque supusieron, con casi toda seguridad, los films que vieron los productores de Escuadrón Suicida para más tarde solicitar sus servicios como guionista y director de la polémica película de los célebres villanos de la editorial DC Cómics. Con un éxito de taquilla más que considerable, pero un recibimiento generalmente desfavorable por parte de la crítica y el fandom, Ayer cometía en la obra protagonizada por Will Smith, Margott Robbie y Jared leto, entre otros, unos errores en los que, por desgracia, ha vuelto a caer en Bright.




Lo curioso y temerario es que David Ayer haya reincidido en la mixtura de dos géneros, el thriller de acción con el fantástico, que en Escuadrón Suicida demostró no dársele muy bien. De modo que en Bright nos narra una historia localizada en una realidad alternativa en la que la humanidad ha convivido con todo tipo de criaturas sobrenaturales desde el principio de los tiempos y que está protagonizada por dos policías, el humano Daryl Ward (Will Smith) y el orco Nick Jakoby (Joel Edgerton), que durante una guardia nocturna encontrarán con una aparentemente traumatizada elfa llamada Tikka (Lucy Fry) que tiene en su poder una poderosa reliquia que puede cambiar el curso de la historia tanto para humanos como para “monstruos”. Mientras Ward y Jakoby tratan de salvaguardar a la chica y el peculiar objeto que porta, la peligrosa elfa Leilah (Noomi Rapace) y la “División de Magia” del FBI comandada por otro elfo, Serafín (Edgar Ramírez), intentarán hacerse con dicha fuente de poder ilimitado para saciar sus propios intereses.




Vaya por delante que el mayor handicap con el que he tenido que enfrentarme como espectador a la hora de ver un producto como Bright es que nunca he entrado al 100% en la película debido a lo rocambolesco de su propuesta. El contexto espaciotemporal en el que los seres humanos comparten los centros urbanísticos y barrios residenciales con orcos, hadas, elfos y demás criaturas de fantasía totalmente insertados, o eso parece en principio, en la sociedad mientras se nos narra un thriller policiacio amalgamado con un relato fantástico que hace gala de un bestiario de seres sobrenaturales se antoja para el que esto firma un punto de partida en no pocas ocasiones bordea la comicidad y en ese sentido mi empatía con el producto se ve brutalmente menoscabada. Lo cierto es que alabo la valentía de Max Landis y David Ayer por alumbrar una cinta de naturaleza tan atípica y arriesgada, pero no consigo conectar con ella y debido a esto mi inmersión en la historia no sólo no es la esperada, sino que también me quedo fuera de juego desde el mismo inicio del film.




Pero esta exclusión que experimenta un servidor como espectador no es sólo debido a que cada vez que visiono un orco vestido de rapero con sus camisetas de basket o cadenas y anillos de oro me cuesta aguantarme la risa, también tiene que ver con lo poco y mal definida que está la inclusión de estos seres en el contexto realista de la película. Max Landis no profundiza prácticamente nada en la mitología detrás de su guión, que podía haber sido abordada con una fluidez narrativa mucho más versátil, ideando con unos pocos trazos un microcosmos creíble que creara una mixtura sólida con la vertiente más urbana. En lugar de eso sólo tenemos un puñado de criaturas salidas de cuentos de hadas mezclándose con policías, civiles y pandilleros y un mínimo tono sobrenatural (que aumentará exacerbadamente en la recta final de la obra) relacionado con una “varita mágica” codiciada por federales, criminales y gente de la calle que se convierte en el insostenible MacGuffin sobre el que se sustenta el relato




Dentro de los dos géneros que tratan de convivir en Bright, y como era de esperar, el que mejor funciona es el de “buddy movie” en el que está especializado David Ayer desde sus tiempos de escritor para otros directores. El ritmo de thriller alternado con los toques de humor se suceden en sesión continua a lo largo del último trabajo del guionista de Training Day y el resultado ofrece algunos de los mejores pasajes de la obra. Las situaciones de interacción entre ambos personajes y su clásico choque de personalidades aunadas a las excelentes secuencias de acción son los exponentes en los que Ayer muestra su mejor cara (aunque como suele sucederle con regularidad introduce alguna innecesaria escena en slow motion en la que los efectos especiales juegan en su contra, como sucede con el choque del coche patrulla desde la perspectiva de un travelling lateral en el interior del vehículo) para de este modo salvar los platos del producto con algunos momentos muy inspirados como el del tiroteo de los cuatro policías o las persecuciones por la vía pública.




En cambio en la recta final del metraje cuando la vertiente más fantástica y mitológica de la cinta hace acto de presencia el pulso competente y resolutivo de David Ayer comienza a menguar y convertirse en un caos, algo muy parecido a lo que le sucedió en Escuadrón Suicida cuando le dio el peso de la narración al personaje de Enchantress de Cara Delevigne. El clímax final se revela de cara a la platea como un batiburrillo de secuencias atropelladas o referencias forzadas a El Señor de los Anillos y Willow en las que el thriller policíaco desaparece en favor de una película de “espada y brujería” introducida a martillazos en la trama para lucir un poco los efectos digitales que hasta ese momento habían estado adecuadamente dosificados y que aquí son desatados de mala manera para capricho de un David Ayer que trata de despedir de manera grandilocuente un producto que había ofrecido previamente sus mayores virtudes en el humilde ambiente callejero en el que siempre se ha movido su cine.




Con respecto al reparto es de recibo mencionar el muy buen trabajo de su pareja protagonista. Will Smith acomete uno de los personajes menos complacientes de su filmografía, un tipo que, sin ser un dechado de tridimensionalidad, en ocasiones se muestra desalmado (la escena con el hada) y de carácter irascible (el trato pusilánime hacia su compañero) pareciéndose en poco a los que normalmente suele interpretar. Mantiene el tipo y el envite de su partenaire un competente Joel Edgerton cuyas potentes facciones atraviesan el excelente maquillaje que lo caracteriza como orco de buen corazón. El actor australiano tira de dignidad para hacer creíble un rol que está muy lejos de serlo y el mismo método que él utilizan un Edgar Ramírez siempre elegante y sobrio a pesar de sus pintas de elfo venido a más, Lucy Fry como la asustadiza Trikki y una Noomi Rapace perfecta a la que le queda soberbio el rol de la villana Leilah, la elfa violenta y demente.




Bright, que quiere ser Alien Nation quedándose casi en Gnomo Cop (ojo, dos lagometrajes dignísimos, cada una en su estilo dentro de las “Buddy movies”), está lejos de ser la peor película del 2017, pero tampoco es una buena película. La última cinta de David Ayer es una mediocridad que no sabe medir los tiempos, mezcla inadecuadamente los géneros que la constituyen como pieza cinematográfica y no sabe abordar con entereza su nada sencilla propuesta argumental, desaprovechándola en gran medida y apelando a un subtexto social sobre el racismo y la intolerancia expuesto de manera simplista y superflua. De la misma manera que podemos confirmarla como una cinta agradable para pasar casi dos horas entretenidas con acción y algo de humor también es de locos que Netflix haya depositado todas sus esperanzas en un proyecto demasiado peliagudo que desde su misma gestación debería haber despertado las alarmas de sus ideólogos, porque si este es el camino que la famosa plataforma de streaming va a tomar para conquistar el mundo de los blockbusters hollywoodienses el mismo dificilmente podría ser más erróneo.


1 comentario:

  1. Crítica publicada originalmente en la web Zona Negativa

    http://www.zonanegativa.com/zncine-critica-de-bright-de-david-ayer/

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