domingo, 14 de noviembre de 2010

El Tiempo del Lobo, la otra cara del fin del mundo



Título Original: Wolfzeit/Le Temps Du Loup (2005)
Director: Michael Haneke
Guión: Michael Haneke
Actores: Isabelle Huppert, Béatrice Dalle, Patrice Chéreau, Rona Hartner, Maurice Bénichou, Olivier Gourmet


Trailer


La mirada del austriaco Michael Haneke siempre me ha parecido harto interesante. El suyo es un discurso seco y quirúrgico sobre las bajezas del ser humano y ha ofrecido en muchas ocasiones productos complejos y nada complacientes con los que psicoanalizar zonas oscuras de nuestra propia personalidad. Pero su mayor problema estriba en la superioridad intelectual y moral en la que se suele acomodar a la hora de hacer cine, muchas veces mirando por encima del hombro al espectador. Véase el caso de la por otro lado, muy conseguida, Funny Games en cualquiera de sus dos versiones.




El Tiempo del Lobo es, en cierta manera, un film menor dentro del grueso de la obra de Haneke, pero no por ello deja de ser un proyecto interesante y con varios aciertos. Con esta producción el austriaco quiso dar una visión distinta del cine de catástrofes habitual, forjando una historia que se centra totalmente en las vivencias de los personajes y dejando de lado la espectacularidad y los hechos (que ni siquiera se explican abiertamente) sobre como ha llegado esa sociedad a tan lamentable situación.




Haneke comienza su film con un tono parecido a Funny Games, para después centrarlo en sólo tres personajes, el interpretado por Isabelle Huppert y los que dan vida a sus dos hijos. La primera parte del largometraje trata de como esta familia trata de sobrevivir sin medio alguno y sin recibir ninguna ayuda de sus conciudadanos. Más tarde se les une un chico desconocido y algo arisco (posteriormente clave en el devenir de la trama) para finalmente encontrar una estación de tren abandonada en la que se unirán a una comuna de personas que tratan de vivir como buenamente pueden administrando los pocos víveres que tienen.





El director de Caché se sirve de este pequeño microcosmos para, desde una naturalidad inusual, hablarnos de personas que deben sobrevivir en situaciones extremas y padeciendo una precariedad sólo comparable a la experimentada en época de guerra. Apelando al humanismo y moderando su toque seco y en ocasiones cruel, realiza una visión certera sobre cómo afrontaría una sociedad acomodada de cualquier país (nunca se especifica donde tienen lugar los hechos) la llegada de un holocausto a nivel global, mostrando las bajezas, buenas y malas intenciones, traiciones y sufrimiento físico y moral a los que se llegaría en condiciones tan insalubres.




Le Temps de Loup
supone otra muesca en el revolver de este autor tan incómodo como necesario en el celuloide de nuestro continente en particular y en el cine mundial en general. En esta, su película número ocho, muestra un control magistral de la puesta en escena y paradójicamente arranca belleza de escenas que en principio no dejan vislumbrarla. Esa sabia utilización de la profundidad de campo con un acertado uso del fuego en las tomas, la escena del entierro en el que el plano solo muestra los pies de los actores o esa parte final, en la que una vez más el austriaco nos señala con su dedo acusador situándonos dentro de ese tren que una y otra vez pasa de largo ante la desgracia de los protagonistas del film.



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