lunes, 8 de marzo de 2010

Vixen, revolution is my name


Título Original: Vixen (1968)
Director: Russ Meyer
Guión: Robert Rudelson
Actores: Erica Gavin, Garth Pillsbury, Harrison Page, Jon Evans, Vincene Wallace, Robert Aiken, Michael Donovan O'Donnell, Peter Carpenter





Russ Meyer, cineasta amante de los pechos de gran tamaño (pero siempre naturales) y autor de grandes éxitos dentro del cine para adultos, llegó a lo más alto en 1969 con uno de sus grandes triunfos, Vixen. Meyer fue creador de cintas pioneras, desprejuiciadas, picantes y decididamente divertidas, como Faster Pussycat, Kil, Kill o Beyond the Valley of Dolls, obras que fueron primigenias en el género erótico americano post revolución sexual.




Vixen se ve hoy día como una película de contenido sexual entrañablemente naïf, incluso al tocar temas como el incesto, la intolerancia racial o la iniciación en el lesbianismo. Curiosamente es bastante light, pero contra todo pronóstico la más excitante cinta érotica de las últimas que he visto recientemente dentro de este género (todas forman parte de una colección de dvds que compré el año pasado con el periódico masón El País) y me ha resultado muy grata.




Vixen, una carnalmente irresistible Erica Gavin, vive en Canadá, su marido pasa mucho tiempo fuera por su trabajo y ella poseedora de una insaciable avidez sexual tiene escarceos sexuales con distintos hombres. La cinta de Meyer es un símbolo de la liberación sexual de la mujer, un film que a pesar de estar repleto de personajes mal dibujados muestra a la fémina protagonista como una mujer de fuerte carácter, capaz de utilizar sus encantos en beneficio propio, controlando a los hombres a su antojo.




Las escenas sexuales son disparatadas y entrañables, el humor tosco y la dirección de Meyer cutremente adecuada para la época. Pero lo más genial es que en su recta final y de manera totalmente inesperada la cinta mete por la cara en la trama un batiburrillo sobre secuestros, comunismo, antibelicismo y xenofobia que hace que el espectador no pueda parar de reír al ver un disparatado diálogo tras otro a pesar de que al desparecer el tono erótico del film el argumento pierde interés.




Un delicioso film de culto, cine pionero en su estilo, simpático, descarado y tan inocente hoy como politicamente incorrecto en su época de estreno. Por suerte Russ Meyer era menos pretencioso que otros autores del género érotico como los europeos Tinto Brass o Jean Rollin. Sus trabajos eran rápidos, agradables a la vista y no aspiraban a nada que no fuera hacer que el espectador pasara un buen rato entre historias con chicas voluptuosas y hombres ceporros que bebían los vientos por ellas.



3 comentarios:

  1. Me bajé en su día 2-3 películas de este director, como ví que tenían poca chicha (en este caso el término debe entenderse como teta), las borré sin verlas.

    ResponderEliminar
  2. El argumento de esta peli me suena.....

    ResponderEliminar
  3. Claro, es el mismo que el de Paseando a Miss Daisy.

    ResponderEliminar