lunes, 23 de enero de 2017

Silencio



Título Original Silence (2016)
Director Martin Scorsese
Guión Jay Cocks y Martin Scorsese, basado en la novela de Shusaku Endo
Reparto Andrew Garfield, Adam Driver, Liam Neeson, Ciarán Hinds, Issei Ogata, Tadanobu Asano, Shin’ya Tsukamoto, Ryô Kase, Sabu (AKA Hiroyuki Tanaka), Nana Komatsu, Yôsuke Kubozuka, Yoshi Oida, Ten Miyazawa




Tres años después de hacernos partícipes de la excesiva vida personal y profesional del inefable corredor de bolsa neoyorquino Jordan Belfort con aquella soberbia El Lobo de Wall Street que nos devolvía su faceta más canallesca y tras unas cuantas colaboraciones en la televisión por cable (Vinyl), el cortometraje (The Audition) y el mundo del documental (50 Años de Rebeldía) el veterano cineasta Martin Scorsese, autor de algunas obras maestras del séptimo arte como Taxi Driver, Toro Salvaje (Raging Bull), Uno de los Nuestros (Goodfellas) o Casino vuelve con su último proyecto cinematográfico para la pantalla grande. Basada en la novela homónima escrita por el novelista nipón Shusaku Endo en 1966, desarrollado como proyecto a lo largo de treinta años por parte del director de La Invención de Hugo o Gangs of New York y con un baile de actores en el reparto en el que se barajaron pesos pesados internacionales como Daniel Day Lewis, Gael Cargía Bernal, Ken Watanabe o Benicio del Toro Silencio se estrenó a principios de año en carteleras de todo el mundo recibiendo el beneplácito de la prensa especializada a nivel internacional y no pocas posibilidades de hacerse con un buen puñado de nominaciones a los Oscar de este año recién llegado. Cerrando con ella su trilogía sobre la fe y la religión que inició con la polémica y muy recuperable La Última Tentación de Cristo en 1988 y continuó con aquella rara avis en su filmografía llamada Kundun en 1996 Martin Scorsese vuelve a mostrarse como un todoterreno de la narración cinematográfica implicándose en una obra en la que aborda alguna de las inquietudes y señas de identidad más reconocibles de su carrera como director a pesar de que el contexto en el que esta tiene lugar no es el habitual dentro de su ya longeva trayectoria detrás de las cámaras. Pero contra todo pronóstico al que esto suscribe el film no le ha convencido por diversos motivos que pasaré a enumerar a continuación y que son de considerable gravedad.




La historia narrada en Silencio y que tiene su origen en la novela del mismo título escrita por Shusaku Endo relata la historia de los jesuitas portugueses Sebastião Rodrigues (Andrew Garfield) y Francisco Garupe (Adam Driver) que en 1640 viajaron al Japón feudal para conocer el paradero del mentor de ambos Cristóvão Ferreira (Liam Neeson) que viajó al país nipón para difundir el cristianismo. Lo que ambos jóvenes encontrarán en el País del Sol Naciente es un brutal rechazo hacia los preceptos cristianos y la tortura a la que son sometidos todos aquellos que deciden abrazar dicha religión. A nadie le debe extrañar que Martin Scorsese se involucre en un film sobre los inescrutables caminos de la fe, no sólo porque en su juventud tuvo la tentativa de ordenarse sacerdote, sino también porque la religión es uno de los temas recurrentes de su filmografía, no sólo en los films que abordan directamente el tema, sino también en otros de distinto pelaje como Al Límite (Bringing Out the Dead) o Malas Calles que se alimentaban tangencialmente de las creencias de su autor. El problema es que en su última obra lo que en principio se muestra de manera totalmente acertada y con la solidez narrativa propia de un cineasta de su bagaje y talento se convierte poco después es una obra discursiva, plomiza y con algunos pasajes que bordean el sonrojo inintencionadamente.




La primera hora de Silencio es una palpable muestra de coherencia cinematográfica, cohesión narrativa y contención textual. Scorsese y su colaborador al guión Jay Cocks se ocupan de contextualizar la historia, presentar a los personajes, plantear los dilemas morales a los que estos se enfrentarán una vez se hayan embarcado en su aventura y asentar bien las bases de sus personalidades como jesuitas en busca de su mentor en un territorio del todo hostil. Con un planteamiento argumental que recuerda al de Apocalipsis Now, y una voz en off de trascendencia malickiana la claridad expositiva se hace notable, la ambientación se muestra adecuada, la dirección de fotografía perfecta, la escritura medida y sin estridencias y los actores lo dan todo con sus físicos maltrechos y enfermizos (ambos protagonistas perdieron bastante peso para dar vida a sus roles, sobre todo el protagonista de Paterson) para ofrecer composiciones a la altura de las exigencias. El director de El Aviador o Infiltrados (The Departed) consigue que nos impliquemos con sus criaturas, que temamos por su integridad física y psicológica por medio de una empatía que va tomando forma de manera gradual y permitiéndonos llegar a entender la determinación de los dos jóvenes jesuitas incluso para una persona como el que esto firma al que ideas como la fe o el cristianismo le son ajenas.




Por desgracia casi todo se quiebra más o menos a la hora de metraje, justo con la escena del reflejo en el agua que se antoja la primera de varias que incitan a cierta comicidad no buscada y que da inicio a otro tipo de película, una que trabaja con el mismo material que la anterior pero que en tono, solidez narrativa e intencionalidad pierde completamente los papeles. En cuanto al núcleo central de la historia, los límites de la fe y el compromiso con la palabra de Cristo representados por la lucha física y existencial de Sebastião Rodrigues y las reminiscencias mesiánicas que le emparentan con con el hijo del altísimo, Scorsese mantiene el foco sobre dicha representación planteando todos los dilemas metafísicos que sustentan la historia, el problema estriba en que todo lo que antes era elegancia, sutilidad, contención y sentimientos a flor de piel se convierten en trazo grueso, maniqueismo, adoctrinamiento y gravedad mal entendida. Desde ese mismo momento la voz en off se antoja redudante y pesada, las reflexiones del protagonista una letanía que no hace más que dar vueltas sobre sí misma, la inclusión de algunos secundarios cuya génesis se antojaba de un dramatismo poderoso derivan en cierto humor, una vez más, inintencionado (cada aparición de Kichijiro pidiendo clemencia y confesión despertaba más carcajadas en la sala donde acometí el visionado de la película) perjudicial para el subtexto de la obra y por otro lado el retrato que se hace de los japoneses opuestos al cristianismo se adentra en los terrenos de lo sectario e impostado.




Desde ese momento la obra se ve ensombrecida por el tratamiento en blanco y negro de los personajes y el retoricismo agotador con el que se vuelve una y otra vez a la reflexión sobre debatirse entre mantener públicamente su fe en el cristianismo o apostatar por el bien de todos aquellos creyentes japoneses que dan sus vidas con tal de defender sus creencias a la que se ve sometido el personaje de Andrew Garfield. Aunque muestre dudas y debilidades todas las palabras salidas de la boca de Sebastião Rodrigues se muestran sabias, humildes y coherentes, en cambio cada frase espetada por sus captores destilan prepotencia, altivez y crueldad. Con esto no quiero afirmar que tales hechos no sucedieran así o que dichos personajes no obraran de esa manera en la realidad, pero es el tratamiento que el director de New York, New York o El Rey de la Comedia ofrece para distinguir de manera superficial a “buenos y malos”, “bárbaros y misericordiosos” el que hiere de muerte a una cinta que se va volviendo cada vez más paternalista, sesgada y sermoneadora a cada minuto que pasa dentro de su holgado metraje. Toda la atención que Scorsese había captado por mi parte se diluye gradualmente con cada nueva secuencia de crueldad, crisis de fe y presuntuosidad moral anclada en una condescendiente humildad por parte de su personaje principal, el mismo que me hizo echar de menos la mucho más trémula humanidad del Jesús soberbiamente interpretado por Willem Dafoe en la ya mencionada adaptación que el cineasta norteamericano, con la ayuda de Paul Schrader al guión, realizó de la novela homónima de Nikos Kazantzakis.




Ya en la recta final y más allá de las carencias casi autoimpuestas que hemos mencionado Scorsese toma un par de elecciones que parecen más concesiones de cara a la galería que resoluciones propias de un autor de su talento y profesionalidad. Dos de las ideas más inteligentes que aborda una obra como Silencio son por un lado la pregunta de todo creyente sobre si la divinidad escucha las plegarias que en ella se depositan y por otro lado si se pueda mantener la fe en el cristianismo habiendo renunciado de palabra y obra a las enseñanzas de Cristo por un bien mayor en la tierra, ya que hablamos de un sentimiento que cada persona puede ejercer en la más estricta intimidad. Estas dos preguntas que en ningún momento deberían haber sido contestadas encuentran respuesta en el clímax final y el prólogo que cierran el último largometraje del director de El Último Vals o No Direction Home. De este modo el responsable máximo de la obra cinematográfica culmina los últimos pasos de su trabajo ofreciendo más masticado si cabe el mensaje que planteó magníficamente en el primer acto del proyecto para deslabazarlo y pervertirlo en fondo y forma en los dos siguientes, transmitiendo una sensación de innecesaria sobreexposición y reprobable predilección por el subrayado que no hacen más que perjudicar a las intenciones religiosas y teológicas del conjunto de la producción, haciéndolo fracasar casi en su totalidad.




Posiblemente haya pocas experiencias más satisfactorias en el mundo del cine ver a un veterano que ya no tiene que demostrar nada a nadie, no sólo dar pruebas de que no se acobarda con ningún género (sus tres últimos films se mueven entre el celuloide infantil, la comedia excesiva y el trasfondo religioso), sino que también hace las películas que quiere y cuando quiere sin rendir cuentas a nadie más que a sí mismo o al altísimo, como en la ocasión que nos ocupa. Esta vez, aunque tiene a gran parte del público y la crítica de su lado, a mí me ha decepcionado en gran medida, sobre todo si tenemos en cuenta que, como he apuntado previamente, nos encontramos con una atractiva primera hora que da paso a otras (casi) dos en las que todo se descontrola y el buen hacer deja paso a los defectos en fondo y forma que ensombrecen los logros de un film que puede presumir de una puesta en escena competente (aunque Scorsese es capaz de mucho más) un diseño de producción remarcable y un trabajo actoral excelente (no sólo el de sus protagonistas, todos los actores japoneses están soberbios ejerciendo de robaescenas natos) pero que no consigue llegar con verdadera fuerza a un espectador que en no pocas ocasiones se siente perdido entre sermones, autoindulgencia y lugares comunes que sepultan lo que pudo ser una de las mejores obras salidas de la mano se autor. Esperemos que con esa prometedora y eternamente pospuesta The Irishman Marty vuelva a hacer diana como sólo él sabe



1 comentario:

  1. Reseña publicada originalmente en la web Zona Negativa

    http://www.zonanegativa.com/zncine-critica-de-silencio-de-martin-scorsese/

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