Título Original Mi Gran Noche (2015)
Director Álex de la Iglesia
Guión Jorge Guerricaechevarría y Álex de la Iglesia
Actores Raphael, Mario Casas, Pepón Nieto, Blanca Suárez, Carlos Areces, Luis Callejo, Carmen Machi, Jaime Ordóñez, Santiago Segura, Enrique Villén, Hugo Silva, Carolina Bang, Terele Pávez, Carmen Ruiz, Marta Guerras, Marta Castellote, Tomás Pozzi, Ana Polvorosa, Toni Acosta, Luis Fernández, Alberto Chaves
Parece ser que al cineasta bilbaino Álex de la Iglesia no le bastó que mi paisano, el mítico y veterano cantante Raphael, inspirara con uno de sus mejores temas el título de su infravalorada y brutal Balada Triste de Trompeta, ni siquiera el hecho de que realizara un cameo en el largometraje interpretándose a sí mismo en la pantalla de un cine donde se proyectaba la película Sin Un Adiós, dirigida por Vicente Escrivá, y en la que el “Niño de Linares” interpretaba tan mítica canción ataviado con maquillaje de payaso aparentó saciar su apetito goloso. Por todo ello, y tras haber trabado amistad con él, el director de Acción Mutante o la más reciente Las Brujas de Zugarramurdi ha decidido regalarle su primer papel importante en una producción patria, rol este que no ejercía desde hace, nada más y nada menos, que casi 45 años cuando dijo adiós al celuloide con aquella ya lejana Volver a Nacer, de Javier Aguirre, suponiendo esta su séptima cinta como protagonista absoluto allá por 1971. Tras una agradable, que no efusiva, acogida en la pasada edición del Festival Internacional de San Sebastián, Mi Gran Noche, llegó a las carteleras españolas el pasado viernes recaudando unos nada desdeñables 800.000€ en su primer fin de semana, augurándole dicha cifra una estimable carrera comercial. La duodécima película de Álex de la Iglesia es, decididamente, una obra menor dentro de su filmografía que se encuentra relativamente lejos de la calidad de producciones mayúsculas nacidas de su impronta como El Día de la Bestia o La Comunidad, pero se revela de cara al público como una enorme broma llena de inquina y mala baba que recupera el lado más maquiavélico del realizador, ofreciendo un producto sencillo y directo repleto de actores en estado de gracia, un sentido muy perverso de lo que es el mundo del espectáculo en España y de las criaturas que lo pueblan, así como un humor políticamente incorrecto que funciona a su máxima potencia durante la mayor parte del metraje.
Mi Gran Noche es una parodia por partida doble. Por un lado es una incisiva crítica al subgénero de cine español que, sobre todo en su época dorada durante el régimen franquista, estaba protagonizado por estrellas de la canción, ya fueran folclóricas (Lola Flores, Imperio Argentina) cantaores de copla (Manolo Escobar, Juanito Valderrama) niños prodigio (Marisol, Joselito) o como en el caso de Raphael, intérpretes de baladas románticas o pop latino. Por otro, y más arriesgado, es una visión desmitificadora y hasta malintencionada de la imagen del cantante linarense como personaje y ahí entra en escena la implicación total de la veterana estrella de los escenarios que se ofrece sin medias tintas ni coartadas a dar vida a un reflejo retorcido y maligno de sí mismo, porque por mucho que en la cinta su personaje se llame Alphonso el hecho de que interprete temas como Escándalo o Mi Gran Noche no deja lugar a dudas de que De la Iglesia está hablándonos, no de un personaje totalmente adscrito a la ficción, sino de un “hermano perverso” del único poseedor español de un Disco De Uranio en la historia de la música de nuestro país. Pero el director de Perdita Durango o Los Crímenes de Oxford no se queda ahí y decide localizar su historia en la grabación de una de esas horteras y casposas galas de Nochevieja post campanadas de fin de año (precisamente como las que protagoniza el mismo Raphael desde hace años) cuya realización tiene, como muchos saben, lugar meses antes de la fecha de su emisión con una gran cantidad de figurantes contratados para dicho evento y convertir de este modo ese plató en un microcosmos en el que situar a todo tipo de personajes estrambóticos y descerebrados que, aunque apelando a la hipérbole y exageración, no dejan de ser el reflejo de los distintos tipos de ciudadanos que habitan nuestro país.
Lo último de Álex de la Iglesia vuelve a los terrenos de la reivindicable Muertos de Risa, a los de la televisión decadente y zombificadora, creando un grotesco vodevil, entregado al esperpento y el granguiñol, que pareciera mostrarse como una amalgama entre El Ángel Exterminador, de Luis Buñuel (esos personajes obligados a no abandonar una localización que los vampiriza y convierte en seres primarios) y Showgirls, de Paul Verhoeven (los números musicales cutres, luchas de egos que llegan a las manos y falsos oropeles que finalmente se muestran diseñados con hojalata) con un humor puramente De la Iglesia, aquel que había perdido en favor de cierta enfatización de crítica política, mediática y social (la de Balada Triste de Trompeta y La Chispa de la Vida) y que ha ido recuperando en sus últimos trabajos gracias al regreso de su colaborador en la escritura Jorge Guerricaechevarría (Celda 211, El Niño) como se pudo vislumbrar en Las Brujas de Zugarramurdi y confirmar en esta Mi Gran Noche que nos ocupa. El retorno de su antiguo co guionista también le ha servido al bilbaino para controlar ese caos que solía imperar en los terceros actos de sus últimos films, consiguiendo en este trabajo del que hablamos que ese desorden general lleno de ruido y furia no se desencadene nunca y se retroalimente a sí mismo para aportar coherencia y narración fluida a un producto que en principio podría dar pie a la más histérica de las anarquías. Gracias a un guión sabiamente estructurado (gran idea ir revelando poco a poco las intenciones y secretos de todos y cada uno de los personajes) una dirección muy potente en lo visual como viene siendo habitual en De la Iglesia y una magnífico montaje por parte de Cristina Laguna el largometraje se salda con nota en todos sus apartados y pocas carencias podemos achacarle en cuanto a su concepción y ejecución.
En Mi Gran Noche encontramos todas las dosis de veneno que le faltaban a la bienintencionada pero descafeinada La Chispa de la Vida, que ya hemos mencionado un par de veces en esta reseña. De la Iglesia no sólo se despacha a gusto con la televisión, sus directivos y profesionales, retratándolos a todos como despotas, explotadores o sociópatas en potencia, también lanza sus dardos contra una juventud asentada en la estupidez, la incultura y falta de valores, unas estrellas en decadencia que se resisten a aceptar su decrepitud física y psicológica o ídolos emergentes con pocas entendederas y demasiadas feromonas. Pero donde más acierta el director de 800 Balas o Mirindas Asesinas es a la hora de localizar su historia en la España de aquí y ahora con un acertadísimo contraste de en lo que se está convirtiendo nuestra sociedad cuando asistimos a que dentro del plató donde se graba la gala de marras los figurantes implicados parecen tener sorbido el cerebro por las cámaras y los focos, econtrándose ajenos a unos exteriores de los estudios en los que la gente de a pie se enfrenta a las fuerzas de la ley intentando reivindicar algo que les debería pertenecer y que no poseen. Una muestra de pan y circo en pleno siglo XXI en el que los reality shows, programas del corazón y demás tipos de telebasura adormecen a unas masas que no reaccionan ante una realidad en la que se están cercenando de manera brutal sus derechos como ciudadanos. Pero por suerte De la Iglesia no trata de adoctrinar o entragarse a la solemnidad, y mientras situa esa lectura social como trasfondo en ningún momento deja de recurrir a un humor incisivo, unas veces inteligente y otras zafio, que recae en personajes como un esquizofrénico que habla por medio de letras de canciones de Alphonso, una atractiva y desenfadada chica con fama de gafe, una pareja de presentadores que se odian a muerte, un hijo y asistente personal con problemas de ansiedad que somatizan en afecciones cutáneas o un representante argentino con muy malas pulgas capaz de lo que sea por su cliente.
A que estos personajes funcionen en pantalla ayuda un casting extensísimo que convierte Mi Gran Noche en una obra totalmente coral con un desfile de estrellas jóvenes y veteranas que deja en evidencia los repartos de cualquier entrega de las correrías de nuestro José Luis Torrente. Aunque hacen acto de presencia delante de las cámaras habituales de la casa como los indispensables Santiago Segura, Terele Pávez o Enrique Villén, nuevos intérpretes fetiche para De la Iglesia como Hugo Silva, Carolina Bang, Jaime Ordóñez, Pepón Nieto o Carlos Areces y debutantes en el mundo de ficción del bilbaino como Ana Polvorosa, Carmen Machi, Tomás Pozzi o Carmen Ruíz sería injusto intentar destacar a alguno de estos secundarios por encima del resto cuando todos hacen una labor más que notable a la hora de robarse planos los unos a los otros con sus desfases y salidas de tono. Pero si algo hay que destacar del apartado artístico de la obra es el sentido del humor y la autoparodia que destilan todos y cada uno de los implicados, haciendo especial hincapié en los dos personajes principales. Mario Casas borda esa amalgama de cantantes latinos (Chayanne, Carlos Baute, David Bisbal) que desembocan en Adanne, una máquina de hacer éxitos pegadizos y estúpidos que aparenta tener sus pocas neuronas localizadas en la entrepierna. El gallego una vez más demuestra que es capaz de reírse del fenómeno fan que le acompaña desde que dio sus primeros pasos como actor adolescente ofreciendo un papel al que le entrega todo lo que lleva dentro, algo que se le agradece. Por otro lado tenemos al Alphonso de Raphael, ese cantante de vuelta de todo obsesionado con su imagen, déspota con subordinados y competidores (qué gran acierto diseñar su camerino y vestuario como si fuera Darth Vader) y campeón olímpico de la mentira. Aunque con el meritorio papel (ciertamente casi podriamos decir que no está interpretando) del linarense nace el mayor fallo de Mi Gran Noche que no ha sido mencionado en la promoción de la película y es que el rol del veterano cantante, aunque el más importante del relato, es más bien secundario teniendo en pantalla no demasiados minutos de metraje, eso sí, sabiendo aprovecharlos al máximo en todo momento, véase cómo saltan chispas cuando comparte plano con Carlos Areces o Terele Pávez. Detalle importante este que se ha obviado equívocamente por parte de los autores y promotores del film y que puede despertar la ira, sobre todo, de los fans de la estrella de la canción
Como hemos mencionado al inicio de esta reseña Mi Gran Noche no será recordada como una de las grandes películas de Álex de la Iglesia, pero tiene los suficientes alicientes como para ser considerada una interesante y divertida opción para elegir en la actual cartelera nacional y con ello pasar 100 minutos de fruición en los que el productor de Musarañas o Los Héroes del Mal recupera gran parte de ese gamberrismo que se convirtió desde sus inicios con Acción Mutante en una de sus más destacadas y reconocidas señas de identidad. Rodeado por unos equipos técnico y artístico de nivel, ofreciendo un proyecto punzante, satírico y sanamente ofensivo que no deja títere con cabeza, el vasco, paradójicamente, rinde tributo a un artista, una música y una época a la que reverencia y recuerda con nostalgia por mucho que quiera envolverla en comedia física, humor negro y su impronta esperpéntica, brutalizada y de naturaleza salvaje. Si este es el último papel en cine (realmente nunca dio vida a grandes personajes porque no protagonizó buenas películas, sólo vehículos para el lucimiento de sus cuerdas bocales) Raphael puede quedarse tranquilo, porque Álex de la Iglesia le ha regalado su Jackie Brown (allí Quentin Tarantino homenajeaba a Pam Grier, aquí el bilbaino lo hace con el cantante andaluz) una cinta con la que decir adiós al mundo del séptimo arte con la cabeza alta y a lo grande. Además, sólo por ver en los multicines la cara de los fans del intérprete de Yo Soy Aquel o Qué Sabe Nadie adentrados en la tercera edad poner cara de estupefacción al asimilar que lo que han visto no era lo que esperaban (y doy fe que en mi sala ha sido así) cuando se encienden las luces y salen los títulos de crédito finales ya merece la pena ver este tratado sobre lo decadente, falsario y grotesco que puede ser el mundo del espectáculo en España.
Crítica ideada originalmente en Zona Negativa
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