Título Original: Le Quatre Cents Coups (1959)
Director: François Truffaut
Guión: Marcel Moussy y François Truffat
Actores: Jean-Pierre Léaud, Claire Maurier, Albert Rémy, Guy Decomble, Georges Flamant, Patrick Auffay
Entrada cuatrocientos y una vez más (ya lo hice con la trescientos) bordeando el colmo del ingenio y la inventiva me dispongo a comentar, siempre desde mi humilde prisma de hombre de a pie, la ópera prima del universal director francés François Truffaut, Los Cuatrocientos Golpes (Le Quatre Cents Coups). Film, que por distintos motivos se erige como un punto de inflexión dentro del lenguaje del séptimo arte en general y del cine europeo en particular. Ya que con ella se dio a conocer un nuevo movimiento cinematográfico que revolucionaría en cierta manera algunos postulados con respecto a el acto de realizar películas. Hablo como no puede ser menos de la Nouvelle Vague.
La Nouvelle Vague, explicada en pocas y simples palabras vino a ser una nueva ola (nunca mejor dicho) de directores surgida a finales de los años 50 que querían revolucionar la manera de hacer cine apelando por la libertad de expresión en el plano artístico y técnico y tomando cierta conciencia social y política con sus discursos autorales que se vería reflejada (para bien o para mal) en sus obras cinematográficas. Junto a otros films como Hiroshima Mon Amour de Alain Resneis, Los Cuatrocientos Golpes supuso el pistoletazo de salida a tan atípico y novedoso movimiento cinematográfico.
A parte de ser, como ya he comentado, uno de los films pioneros de la Nouvelle Vague, Los Cuatrocientos Golpes también supuso la ópera prima y carta de presentación de un por aquel entonces jovencísimo François Truffaut. Posiblemente el más célebre y universal director que ha ofrecido el país vecino al mundo del arte cinemetográfico. Ya con su debut detrás de las cámaras consiguió no sólo acaparar muchas miradas de la prensa internacional, también conseguir el premio a la mejor dirección del festival de Cannes de 1959 y una nominación a los Oscars de ese año en el apartado de guión original.
Le Quatre Cents Coups es en gran parte una obra autobigráfica por parte de Truffaut. Antoine Donel es un niño parisino que vive una triste y apocada existencia moviéndose a diario entre la lacónica atmósfera de un hogar en el que su madre no le hace el debido caso y su padrastro lo trata con condescendencia y un aula en la que una estricta y encorsetada ley disciplinaria lo anula y oprime como el adolescente creativo que realmente es. Por eso no es de extrañar que el chico se embarque en una continua huida (física y mental) de su propia vida, que no comprende y que lo aboca inevitablemente a un constante estado de alienación
Con este fidedigno relato (la sombra del neorrealismo italiano es clara) sobre la vida de un infante instaurado en una familia de clase media baja, Truffaut no sólo hace un interesante análisis de personajes, sobre todo con el central, sino también y de manera más sutil un fresco sobre la Francia de la posguerra, sin didactismos ni dedos acusadores hacia instituciones concretas, pero con un matiz de desesperanza y crítica que sobrevuela todo el largometraje y del que tomarían nota más tarde los autores del Free Cinema inglés como el Tony Richardson de La Soledad del Corredor de Fondo cuyas referencias al film que nos ocupa son bastante claras y directas en ese largometraje.
La puesta en escena de Truffaut era completamente atípica para el cine francés de la época. Planos cenitales, sencillos pero efectivos travellings, picados, la admiración de Truffaut (y de otros autores de la Nouvelle Vague) por el estilo de realización de Orson Welles queda patente. Pero todo está aplicado en concordancia con una narración fílmica que fusiona de manera certera fondo y forma. No hay concesiones a que el aspecto visual del producto devore o solape la historia que el director y su co guionista Marcel Moussy nos están relatando, que es el centro neurálgico del largometraje, sin lugar a dudas.
He de admitir que soy más partidario de otro tipo de dramas sobre la infancia, los que se presentan más desgarrados ya sea por su contexto o planteamiento, hablo de obras tales como Los Olvidados de Luis Buñuel o Alemania, Año Cero de Roberto Rosellini y puede que la obra que nos ocupa esté en algún sentido sobrevalorada porque al hablarse de ella se antepone lo que representó a lo que ofreció cinematográficamente hablando, que ciertamente no es poco. Pero es imposible negarle el mérito a François Truffaut en una obra como la que nos ocupa que revolucionó el lenguaje del séptimo arte dando peso a la libertad artística y a un movimiento que nos regaló, sí, es cierto, en ocasiones pedantería, adoctrinamiento y pensamientos sectarios, pero también conciencia social, imaginación, crítica política, inconformismo y sobre todo gran cine. Como el de Truffaut, como el que nos ocupa, como Los Cuatrocientos Golpes.
La Nouvelle Vague, explicada en pocas y simples palabras vino a ser una nueva ola (nunca mejor dicho) de directores surgida a finales de los años 50 que querían revolucionar la manera de hacer cine apelando por la libertad de expresión en el plano artístico y técnico y tomando cierta conciencia social y política con sus discursos autorales que se vería reflejada (para bien o para mal) en sus obras cinematográficas. Junto a otros films como Hiroshima Mon Amour de Alain Resneis, Los Cuatrocientos Golpes supuso el pistoletazo de salida a tan atípico y novedoso movimiento cinematográfico.
A parte de ser, como ya he comentado, uno de los films pioneros de la Nouvelle Vague, Los Cuatrocientos Golpes también supuso la ópera prima y carta de presentación de un por aquel entonces jovencísimo François Truffaut. Posiblemente el más célebre y universal director que ha ofrecido el país vecino al mundo del arte cinemetográfico. Ya con su debut detrás de las cámaras consiguió no sólo acaparar muchas miradas de la prensa internacional, también conseguir el premio a la mejor dirección del festival de Cannes de 1959 y una nominación a los Oscars de ese año en el apartado de guión original.
Le Quatre Cents Coups es en gran parte una obra autobigráfica por parte de Truffaut. Antoine Donel es un niño parisino que vive una triste y apocada existencia moviéndose a diario entre la lacónica atmósfera de un hogar en el que su madre no le hace el debido caso y su padrastro lo trata con condescendencia y un aula en la que una estricta y encorsetada ley disciplinaria lo anula y oprime como el adolescente creativo que realmente es. Por eso no es de extrañar que el chico se embarque en una continua huida (física y mental) de su propia vida, que no comprende y que lo aboca inevitablemente a un constante estado de alienación
Con este fidedigno relato (la sombra del neorrealismo italiano es clara) sobre la vida de un infante instaurado en una familia de clase media baja, Truffaut no sólo hace un interesante análisis de personajes, sobre todo con el central, sino también y de manera más sutil un fresco sobre la Francia de la posguerra, sin didactismos ni dedos acusadores hacia instituciones concretas, pero con un matiz de desesperanza y crítica que sobrevuela todo el largometraje y del que tomarían nota más tarde los autores del Free Cinema inglés como el Tony Richardson de La Soledad del Corredor de Fondo cuyas referencias al film que nos ocupa son bastante claras y directas en ese largometraje.
La puesta en escena de Truffaut era completamente atípica para el cine francés de la época. Planos cenitales, sencillos pero efectivos travellings, picados, la admiración de Truffaut (y de otros autores de la Nouvelle Vague) por el estilo de realización de Orson Welles queda patente. Pero todo está aplicado en concordancia con una narración fílmica que fusiona de manera certera fondo y forma. No hay concesiones a que el aspecto visual del producto devore o solape la historia que el director y su co guionista Marcel Moussy nos están relatando, que es el centro neurálgico del largometraje, sin lugar a dudas.
He de admitir que soy más partidario de otro tipo de dramas sobre la infancia, los que se presentan más desgarrados ya sea por su contexto o planteamiento, hablo de obras tales como Los Olvidados de Luis Buñuel o Alemania, Año Cero de Roberto Rosellini y puede que la obra que nos ocupa esté en algún sentido sobrevalorada porque al hablarse de ella se antepone lo que representó a lo que ofreció cinematográficamente hablando, que ciertamente no es poco. Pero es imposible negarle el mérito a François Truffaut en una obra como la que nos ocupa que revolucionó el lenguaje del séptimo arte dando peso a la libertad artística y a un movimiento que nos regaló, sí, es cierto, en ocasiones pedantería, adoctrinamiento y pensamientos sectarios, pero también conciencia social, imaginación, crítica política, inconformismo y sobre todo gran cine. Como el de Truffaut, como el que nos ocupa, como Los Cuatrocientos Golpes.
No he visto la peli,pero quería dejar un comentario en tu entrada 400 ^^
ResponderEliminarQué jodía más adorable XD
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