martes, 22 de mayo de 2018

El Gato Negro (1981), el secreto de sus ojos



Título Original Black Cat/Gatto Nero (1981)
Director Lucio Fulci
Guión Biagio Proietti, Lucio Fulci basado en el relato de Edgar Allan Poe
Reparto Patrick Magee, Mimsy Farmer, David Warbeck, Dagmar Lassander, Al Cliver, Bruno Corazzari, Geoffrey Copleston, Daniela Doria, Lucio Fulci






Adaptación muy libre del célebre relato homónimo de Edgar Allan Poe, publicado el 19 de agosto de 1843 en las páginas del periódico Saturday Evening Post de Filadelfia, a manos del cineasta italiano Lucio Fulci. El Gato Negro es una producción de 1981 rodada en tierras británicas y con un reparto internacional formado por rostros como los de Patrick Magee (La Naranja Mecánica), Mimsy Farmer (Cuatro Moscas Sobre Terciopelo Azul) o David Warbeck (El Más Allá). El resultado no es un dechado de virtudes o genialidad compositiva, pero se adscribe sin demasiados problemas o estridencias dentro de las mejores cintas de su autor, desplegando este prácticamente todas sus señas de identidad como narrador, aunque de un modo más mesurado, que pasaremos a mencionar a continuación mientras desgranamos esta modesta, pero interesante, muestra de cine de terror europeo.





Jill Travers (Mimsy Farmer) es una fotógrafa estadounidense que llega a un pueblo de la campiña inglesa para realizar un reportaje sobre unas ruinas localizadas en dicho emplazamiento. Su aparición coincidirá con una serie de accidentes mortales que comenzarán a sucederse llamando la atención de las autoridades locales, viéndose estas en la tesitura de reclamar los servicios del inspector Gorley (David Warbeck) de la Interpol. Todos estos hechos parecen estar relacionados con Robert Miles (Patrick Magee) un estudioso del mundo paranormal con poderes psíquicos y su mascota, un gato negro de aspecto siniestro. Jill entablará una peculiar relación de atracción y repulsa con Miles y gracias a ello descubrirá que el felino acompañante del uraño parapsicólogo es un personaje de vital importancia en las misteriosas muertes que están sucediéndose en la localidad desde que ella llegó a la misma.






En El Gato Negro Lucio Fulci ejecuta una amalgama de estilos. Por un lado hereda la esencia gótica del relato original a manos del autor de El Corazón Delator o El Cuervo habitando esta en el corazón mismo del largometraje, extendiéndose víricamente por toda su impronta y exponiendo una deuda clara con el literato originario de Boston, aunque ambas obras sean muy diferentes desde el punto de vista argumental. Por otro podemos encontrar aquí la convivencia armónica entre sordidez y cierta pátina poética propia del cineasta romano, aunque abordada desde una óptica más contenida y no tan descontrolada y excesiva como en otros productos adscritos a su filmografía como Nueva York Bajo el Terror de los Zombies (Zombie 2) o Miedo en la Ciudad de los Muertos Vivientes, pero dejando espacio para pasajes truculentos que bordean en no pocas ocasiones el gore y una violencia explícita de notable crudeza en la que el realizador se mueve a placer.






Hay una deuda notable en cuanto a la estructuración narrativa del largometraje y su tono con el giallo y el poliziottesco italiano, esta mixtura de géneros, que por otra lado discurrieron hermanados durante muchos años, alumbra una pieza que alterna la investigación detectivesca centrada en los personajes del inspector Gorley y la periodista Jill Travers con el trasfondo sobrenatural adherido al terror que tiene a Robert Miles como epicentro del relato. De esta manera Fulci juega a placer con una dualidad que no es ajena a su discurso y al de otros autores coetáneos como Umberto Lenzi, Dario Argento o Sergio Martino para hibridar una pieza que sin llegar a cotas de ingenio muy destacables posee las suficientes virtudes para ofrecer una sesión cinematográfica con agradecidas reminiscencias de Serie B consiguiendo despertar el interés del espectador gracias a la adecuada ejecución de todos sus apartados y a la sabiduría de su principal responsable detrás de la cámara.






Fulci insufla su saber hacer a un producto hecho a su medida compartiendo escritura con Biagio Proietti (El Asesino Ha Reservado Siete Butacas) para dar forma a una intriga que aunque toma como punto de partida e inspiración el relato de Allan Poe vuela libre, mucho, y se posiciona del lado de las inquietudes cinematográficas del autor de Siete Notas en Negro o Aquella Casa al Lado del Cementerio. En cuanto a la puesta en escena, como venía siendo habitual en la carrera del romano, esta se sustenta en una atmósfera mórbida y enfermiza deudora de un barroquismo tendente al exceso, pero siempre subyugante, orgánico, animalizado y, como previamente hemos apuntado, no tan dado a la exageración truculenta de algunos de sus otros trabajos en los que se entregaba al totum revolutum de hemoglobina y vísceras cuya naturaleza subversiva, en ocasiones innecesaria, aquí hubiera estado fuera de lugar.






Con este tipo de producciones italianas de género se hace difícil hablar de la labor de sus actores si tenemos en cuenta que eran doblados y redoblados para que el film se estrenara en inglés, debido al origen anglosajón de sus protagonistas de más peso, y que los secundarios, normalmente italianos, eran transformados por arte de gracia en británicos con una exquisita pronunciación londinense. A pesar de ello podemos afirmar que en líneas generales el reparto hace una encomiable labor en la que tanto Mimsy Farmer como David Warbeck se adecúan al perfil de sus personajes de reparto y sirven de complemento dramático para el que es el mejor intérprete y rol más destacado de El Gato Negro, ese Robert Miles al que da vida un Patrick Magee de mirada pérfida, enfermiza, sádica, pero también trágica, melancólica y autodestructiva, siendo Fulci consciente de ella y recreándose en la misma con primerísimos planos heredados del Sergio Leone de la Trilogía del Dólar.






Aunque queda lejos de algunas de las mejores adaptaciones de relatos Edgar Allan Poe extrapolados al celuloide o la televisión por autores tan variopintos y reconocidos como Roger Corman, D.W. Griffith, Jacques Tourneur o nuestro Narciso Ibáñez Serrador y tampoco podemos hablar con ella de una genialidad desde el punto de vista cinematográfico El Gato Negro muestra a un Lucio Fulci inspirado, efectivo y con sus cualidades como narrador en un notable equilibrio. Dentro de la filmografía del romano podemos considerarla una de sus obras más logradas o competentes y aunque han sido sus distintas incursiones en el género zombie, el giallo, la ciencia ficción o el western las que más fama le dieron son productos como el que nos ocupa los más recuperables dentro de su carrera como cineasta, aunque se antoje una pieza no tan personal como las pertenecientes a los subgéneros previamente mencionados.




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