Título Original Electric Boogaloo: The Wild, Untold Story of Cannon Films (2014)
Dirección Mark Hartley
Guión Mark Hartley
Actores Molly Ringwald, Tobe Hooper, Dolph Lundgren, Richard Chamberlain, Elliot Gould, Just Jaeckin, Franco Nero, Bo Derek, Franco Zeffirelli
A finales de la década de los 70 dos primos israelíes criados en Tel Aviv que durante su adolescencia se pasaban la vida de cine en cine y que más tarde decidieron convertirse en los productores de películas de su país más taquilleros con producciones como Polo de Limón (antecedente judío de lo que más tarde sería en USA la saga Porky’s) decidieron viajar a Estados Unidos para probar suerte en el mundo del cine yanqui. Menahem Golan y Yoran Globus llegaron a Norteamérica para hacer lo que mas les gustaba, rodar largometrajes. Una vez instalados allí decidieron comprar una productora de cine exploit llamada Cannon Group cuya filmografía navegaba, en líneas generales, entre sangrientos slashers y muestras de softcore con abundantes escenas de sexo y desnudos femeninos. De manera harto inteligente y aunque deseaban poder dar forma lo antes posibe a films con sello propio dedicieron seguir con la tónica habitual de la casa hasta ese momento con piezas como Schizoid, protagonizada por Klaus Kinski, o The Happy Hooker Goes to Hollywood, secuela de otra conocida cinta de la compañía llamada The Happy Hooker. Pero poco tardarían estos dos primos judíos en convertir su nueva criatura en la Cannon Films que todos conocemos desde los 80 y cuyas cuestionables producciones están siendo reivindicadas en la actualidad. Films de acción neoconservadora propia de los años 80 de la era Reagan protagonizados por Charles Bronson o Chuck Norris, productos de artes marciales con nuevas estrellas como Michael Dudikoff, ejemplos de celuloide de aventuras de intenciones supuestamente clásicas como El Desafío de Hércules o Las Minas del Rey Salomón y hasta trabajos de ciencia ficción de presupuestos considerables para una productora que labraba su futuro a espaldas de la meca del cine. Menahem Golan y Yoram Globus tocaron el cielo durante casi dos décadas para después caer en desgracia por culpa de las deudas contraidas por su frenético ritmo de producción.
Todo este proceso de comienzo humilde, rápido auge y caída en picado ha sido condensado y narrado con una pericia tronchante por el guionista y director australiano Mark Hartley (especializado en obras de no ficción centradas en el cine de Serie B como Not Quite Hollywood: The Wild, Untold Story of Ozploitation! o Machete Maidens Unleashed!) en el documental Electric Boogaloo: The Wild, Untold Story of Cannon Films editado en el mercado doméstico español el pasado 22 de Julio y que hace un repaso por toda la trayectoria de la inefable productora inciendiendo en sus grandezas y miserias. Poco después de poner sus manos en la Cannon Yoram Globus, que se ocupaba de la financiación y negociación de sus proyectos, y Menahem Golan, responsable del apartado “artístico” de los mismos dirigiendo personalmente algunos de los éxitos más sonados (Delta Force) y fracasos más estrepitosos (Yo, el Halcón) de la factoría, dieron forma a una copiosa producción de largometrajes de género de muy bajo coste que rendían lo suficientemente en taquilla como para poder seguir adelante con nuevos proyectos adscritos a dicha empresa. Desde bien pronto los primos israelíes pusieron las cartas sobre la mesa produciendo films de acción de corte filofascista como las varias secuelas de El Justiciero de la Noche (Death Wish) protagonizada por Charles Bronson y la mayoría de ellas rodadas a manos del director del film primigenio, el británico Michael Winner (al que se deja en el documental como a un enfermizo xenófobo amante de la violencia) los films de artes marciales cuya punta de lanza supuso Enter the Ninja, protagonizada por un Franco Nero que ninguna idea tenia de artes marciales, cine de corte adolescente con omnipresente sexo (aquella El Último Americano Virgen que era un remake de la ya mencionada Polo de Limón) películas de época con ciertas aspiraciones artísticas más ambiciosas como El Amante de Lady Chatterlay (adaptación de la novela de D. H, Lawrence dirigida por Just Jaeckin y protagonizada por Sylvia Cristel, artífices ambos de la plumbea y muy esnob Emmanuelle) y hasta coqueteos con el musical como se puede ver en La Manzana, dirigida por el mismo Menahem Golan que se dio un enorme batacazo con tan hortera propuesta que queriendo llegar a ser mejor que Tommy de Ken Russell y The Who no se llegó ni a mitad de camino.
Poco tardaron en ganarse Menahem Golan y Yoram Globus fama en Hollywood de productores de celuloide mediocre, cutre, paupérrimo en un plano creativo, cuestionable en lo moral, de ser unos mercachifles de mal gusto y más que cuestionable gusto cinematográfico. Pero sin lugar a dudas ganaban mucho dinero con sus proyectos, cada vez más, eran unos expertos a la hora de vender su mercancía internacionalmente y eso a la meca del cine no le gustaba que sucediera a sus totalitarias espaldas. Los dos primos nacidos en Tel Aviv sabían lo que el público americano quería y no hacían otra cosa que dárselo al menor coste posible y recaudando el máximo en taquilla. Cundo comenzaron a a ofrecer a Chuk Norris films bélicos convirtiéndolo en uno de los pioneros de los action heroes de la Era Reagan con piezas como Desaparecido en Combate (descacharrante la anécdota que asegura que al rodarse las dos entregas seguidas y ver los productores que la 2 era la buena cambiaron el título de ambas y estrenaron antes la segunda que la primera) a resucitar la carrera de un decadente Charles Bronson a base de matar a sus familiares y allegados para que él “limipiara las calles de indeseables” y a descubrir a nuevos talentos ya fuera dentro del cine de artes marciales como el Michael Dudikoff que protagonizó la saga El Gran Guerrero Americano (American Ninja) o en el de época como aquella preciosa Brooke Shields que protagonizó otro batacazo de la casa como Aventuras en el Sáhara no fueron pocos los actores con cierto renombre que decidieron ponerse a sus servicios. Ahí tenemos el caso de Bo Derek a la que financiaron (a ella y a su marido, el director John Derek) la inenarrable Bolero (enorme como las mismas actrices del film, entre ellas Olivia d’Abo, se ríen de lo ridícula que era aquella cinta de toreros castrados y con nuestra impagable Ana García Obregón de actriz secundaria) o viejas glorias como Christopher Lee, Peter Cushing, Vincent Price y John Barrynore que con la intención de reverdecer aterradores laureles compartieron pantalla en La Casa de las Sombras del Pasado (House of the Long Shadows) aquel producto que de entrañable producía más risa que miedo. Por aquel entonces la fama y los réditos de la Cannon Films comenzaron a crecer y con ellos sus aspiraciones y megalomanía.
En la segunda mitad de los años 80 llegó el declive. Cuando la productora estaba en lo más alto, con sedes en distintos países (Golan y Globus vendiendo sus productos en el festival de Cannes y dando la nota con una imagen que les hacía parecer secundarios del reparto de Los Soprano) del globo comenzó la debacle. Por aquel entonces la Cannon decidió contratar a Tobe Hooper para unos cuantos proyectos a cual mas fallido. La hoy por desgracia envejecida Fuerza Vital (Lifeforce) supuso el film de mayor presupuesto de la productora, su mezcla de astronautas, vampiros intergalácticos y cine de catástrofes no cuajó y eso que el tanto el equipo técnico como el artístico estaban a la altura. Luego llegó el remake de Invasores de Marte que dio pie a la mejor anédota con Globus y Golan de todo el documental cuando estos durante el screening test de Quatermain en la Ciudad Perdida del Oro (secuela de Las Islas del Rey Salomón con Richard Chamberlain y Sharon Stone) confundieron este film con el de Hooper para la indingación de la pareja de primos. Finalmente y tras dos fracasos le propusieron realizar una tardía secuela de su exitosa La Matanza de Texas con Dennis Hooper en el papel de cazador a la busca y captura de la familia antropófaga que tiene en el desquiciado Leatherface a su miembro más célebre. El inenarrable despropósito en el que el realizador de Salem’s Lot o Poltergeist inyectó un supuesto humor negro que sólo pareció entender él hizo entrar en cólera a Golam y Globus que vieron cómo desde ese mismo momento sus carreras irían cuesta a abajo y sin frenos. Por mucho que Golam produjera films de calidad como la versión de la ópera Othello, inspirada en la obra de William Shakespeare, a manos del italiano Franco Zeffirelli (posiblemente el único participante en el documental que no tiene una sola queja de los primos de Tel Aviv), la biografía sobre el escritor Charles Bukowski que el iraní Barbret Schoreder rodó con Mickey Rourke y Faye Dunaway en Barfly o algunos de los últimos trabajos de pesos pesados como John Cassavetes o Jean Luc Godard (finalmente se descubrió que Golan tenía un muy buen gusto para las artes, pero ya era un poco tarde) su afán por intentar recuperar pérdidas abultando cada vez más el presupuesto de films que al final no rendían en taquilla como Masters del Universo o recibiendo de rebote sagas en decadencia a las que terminaban de rematar a pesar de su potencial comercialidad de cara a la taquilla como sucedió con la indescriptible Superman IV: En Busca de la Paz la Cannon poco a poco fue muriendo y aunque todavía experimentó algunos repuntes como los de Contacto Sangriento (Bloodsport) o Kickboxer protagonizadas por el belga Jean Claude Van Damme, la nueva estrella de la factoría, la criatura estaba muerta en vida y dio su estertor final a principios de los 90 dando pie a que ambos primos se separaran de manera poco amistosa.
Aunque Electric Boogaloo: La Loca Historia de Cannon Films es un dechado de humor, sorna, autocrítica y anécdotas que de puro rocambolescas en ocasiones son difíciles de creer tiene un fallo bastante notable y es que como documental destila en casi todo momento excesiva inquina y bilis hacia sus dos protagonistas principales. Menahem Golan y Yoram Globus se negaron a participar en el film de Mark Hartley (aunque hay en el metraje de la obra incontable material de archivo en el que dan lo mejor de sí mismos) porque ellos estaban inmersos en su propio proyecto autobiográfico titulado The Go Go Boys (que como bien reza la cinta que nos ocupa en su final se estrenó tres meses antes, los dos primos siendo ellos mismos hasta el final) y no sabemos si por este motivo u otro prácticamente todos los “bustos parlantes” que son entrevistados tienen demasiadas palabras de desprecio, no sabemos si con motivo o sin él, para ellos tildándolos de fabricantes de basura de gustos toscos y formas rudas para comercializar su mercancia. Pero es un hecho contrastado que también dieron trabajo a muchísimos profesionales del medio durante años, descubrieron y relanzaron la carrera de muchos actores y sobre todo ofrecieron fruición en forma de cine (mediocre y hasta reprobable en ciertos aspectos ideológicos, sí pero cine después de todo) de modo que poco se les podía reprochar como creadores de productos de entretenimento efectivos. Golan (que falleció hace poco menos de un año) y Globus fueron dos tipos muy avispados, hombres de su tiempo que supieron ver qué demandaba la taquilla y dárselo en cantidades industriales (ahí está el éxito de Break Dance: The Movie, que puso de moda el famoso estilo de baile y cuya estrambótica secuela Break Dance 2: Electric Boogaloo da nombre al documental que estamos comentando) ser pioneros en variantes de subgéneros americanos de baja estofa pero copiosos resultados recaudatorios como el de los “ciudadanos honrados que se toman la justicia por su propia mano”, el de artes marciales con todas sus variantes posibles, las comedias adolescentes picantonas y hasta un cine de aventuras con cutre aroma a Serie B más autoimpuesto que elegido de manera voluntaria, unos tipos tan estrafalarios como entrañables capaces de hacer la premiere de Invasión USA con Chuck Norris como protagonista en el parking de un edificio. Con todo al final del metraje prácticamente todos los entrevistados admiten lo importantes que fueron Golan y Globus para que el cine que se hace a espaldas de Hollywood se abriera camino y para que gente como los hermanos Harvey Weinstein y Bob Weinstein los tomaran como ejemplo para saber qué hacer o no para llegar a lo más alto. Por suerte a día de hoy nuestra nostalgía hacia estos subproductos se ve colmada cuando vemos que de vez en cuando en la cartelera la productora Nu Images de Avi Lerner se revela como la heredera natural de la Cannon Films con trabajos como las sagas Ninja The Expendables o films como John Rambo, u Objetivo: La Casa Blanca confirmándonos, para bien o para mal, que aquellos primos que amaban las películas más que al sentido común siempre tendrán su pequeña parcela dentro de la historia del cine reciente.
Crítica extraida de la web Zona Negativa
ResponderEliminarhttp://www.zonanegativa.com/zncine-critica-de-electric-boogaloo-la-loca-historia-de-cannon-films-de-mark-hartley/