En 1945 el director alemán Robert Siodmak con la ayuda al guión de Mel Dinelli realizó la primera y más lograda de las adaptaciones a la pantalla grande que se harían sobre la novela Some Must Watch de la escritora de novela criminal británica Ethel Lina White. Su título para la pantalla fue La Escalera de Caracol (The Spiral Starcase) y aún hoy puede considerarse como una ejemplar obra de arte que auna con atinada mesura el género melodramático, el de suspense e incluso apuntes del policíaco.
La trama del largometraje se desarrolla principalmente en una enorme mansión de corte victoriano situada en las afueras de una localidad en la que un peligroso asesino en serie está matando a jovencitas con problemas físicos (una coja) o psicológicos (una chica deficiente mental). En la enorme casa trabaja como criada una chica muda llamada Helen al servicio de la arisca dueña del inmueble, su díscolo hijo y su hijastro, bastante más centrado. La situación apunta a que por su enfermedad será la próxima víctima del criminal.
Toda esta trama, perfectamente llevada con pulso férreo, le sirve a Siodmak para dar forma a un deleite estético de altísimo nivel. La intriga, la tensión del argumento y las localizaciones de la mansión le sirven al director de La Dama Desconocida (Phantom Laidy) para lucirse a placer con la iluminación. Diseñando magníficos juegos de luces y sombras que ocultan figuras amenazantes que en principio parecen no serlo. Aprovechando al máximo la dirección artística de su proyecto, haciendo con ello un inteligente uso de angulaciones, planos generales o cadenciosos zooms que acrecientan la sensación de claustrofobia de la mansión (sobre todo el en sótano al que se accede por medio de la escalera del título del film) o creando una magistral atmósfera por medio de la omnipresente lluvia, con el añadido sonoro de los continuos truenos.
Como resultado de todo esto tenemos escenas inolvidables como la del primer asesinato (impresionante como dos manos retorcidas pueden transmitir tanto) un in crescendo narrativo que se desliza con sutil seguridad por todo el metraje y un clímax y resolución final que hoy puede verse manido, pero que en 1945 debió dejar a más de un espectador con la boca abierta y el corazón encogido. Porque a todos los hallazgos formales de la dirección de Siodmak hay que añadirle un guión que dosifica perfectamente la intriga de manera que el espectador a pesar de aceptar que la trama es previsible no pierde detalle del desarrollo de la misma.
Posiblemente en el único apartado en el que La Escalera de Caracol no me sorprende, ni deja del todo satisfecho es en actoral. Estando todos el reparto correcto. ningun actor me parece que haga un trabajo realmente remarcable. Ni siquiera el de Dorothy McGuire, que por su afección tiene más carga dramática por medio de la fisicidad, llega a transmitir demasiada veracidiad. La mejor de todos ellos es una muy profesional Ethel Barrymore (nominada al Oscar a la mejor actriz secundaria por su rol aquí), pero tampoco como para quitarse el sombrero con su labor.
Dos remakes vinieron tras ella. Uno en 1975 a manos de Peter Collison con un excelente reparto encabezado por Jacqueline Bisset y Christopher Plummer que tiene fama de tibio y otro para la televisión canadiense en 2000 del que sé poco o más bien nada. Por ahora quedémonos con la versión de Siodmak, que a un servidor le parece un clásico con todas las letras y una ejemplar cinta de intriga que nos demuestra que no sólo de Hitchcock vivía el Hollywood de la edad dorada para hacer este tipo de cine. Incluso Jack Clayton para su obra maestra Suspense (The Innocents), basada en al novela de Henry James, tomó apuntes de el film que nos ocupa y eso no es decir poco, todo lo contrario.
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