miércoles, 29 de julio de 2009

La Tierra de los Muertos Vivientes, darwinismo en estado de descomposición



Título Original: Land of the Dead (2005)
Director: George A. Romero
Guión: George A. Romero
Actores: Simon Baker, John Leguizamo, Dennis Hopper, Asia Argento, Robert Joy, Eugene Clark, Shawn Roberts, Tony Nappo, Joanne Boland, Tom Savini





Después de una alarmante sequía creativa en los 90, el género zombie está conociendo una nueva edad de oro en la década que nos ocupa con obras como 28 Días Después de Danny Boyle y su secuela 28 Semanas Después a manos de Juan Carlos Fresnadillo, Planet Terror de Robert Rodriguez, [REC] de Jaume Balagueró y Paco Plaza, Amanecer de los Muertos de Zack Snyder, Homecoming de Joe Dante o incluso con parodias geniales como Shaun of the Dead de Edgar Wright




Pero claro, faltaba que el padre del género, George A. Romero, director de la pionera e inolvidable La Noche de los Muertos Vivientes, diera su visión actual del universo que él mismo creó en el año 1968 con su ópera prima. En 2005 la Universal puso en su manos un holgado presupuesto y una considerable libertad creativa para que diera forma a un film contemporaneo sobre muertos vivientes, su título Land of the Dead.




La Tierra de los Muertos Vivientes es un festín, un homenaje de Romero a todos los fans de su trilogía, formada por la ya mecionada La Noche de los Muertos Vivientes, Zombie (Dawn of the Dead) y El Día de los Muertos, un desfile de sangre, vísceras y pólvora, con actores de buen ver, escenas gore memorables y mucha mala baba, pero también es algo más que eso.




Sí, Land of the Dead es una cinta de zombies, pero con matices que la enriquecen a nivel intelectual (pero sin chuparnos las pollas, que este hombre no es Dreyer precisamente). Primeramente los muertos que protagonizan la cinta, evolucionan como especie, poco a poco comienzan a utilizar la lógica llegando incluso a pensar y actuar con raciocinio (el personaje de Big Daddy es la muestra certera de ello) y para colmo no son los enemigos reales dentro de la trama, sus cazadores tienen más pinta de ser una de esas milicias de extrema derecha que vigilan, con rifle en mano, la frontera entre Estados Unidos y México, que de víctimas de los ataques por parte de los no muertos a los que disfrutan matando, encarcelando y humillando, mostrándose más inhumanos que los propios bichos.




Destacar también que sólo las clases adineradas viven aisladas, rodeadas de altas medidas de seguridad para no ser blanco de ataque alguno, la lectura social del film es un hecho y que los mismos muertos vivientes vistan de obreros y porten como armas las herramientas que utlizaban en su trabajo da un matiz, seguramente no buscado, de corte socialista (la clase obrera rebelándose contra el capitalismo) que queda tan poco sutil como acertado.



Romero cumple con creces en la dirección, mezcla su toque clásico con una visión más vanguardista que recuerda mucho al John Carpenter de Vampiros y Fantasmas de Marte. El realizador de Creepshow tiene en sus manos los medios suficientes para convertirlo todo en una hecatombe zombie a lo bestia, pero sabiamente, dosifica la acción y no llena la trama de persecuciones frenéticas con montaje epiléptico, ni confusas batallas campales. Los personajes son meros estereotipos que sólo sirven para impulsar el desarrllo del film, pero se agradece la presencia de la morbosa Asia Argento, de tipos como John Leguizamo, Simon Baker, el gran Robert Joy o el impagable Dennis Hooper como el solvente (monetariamente hablando) y rastrero señor Kaufman.




La Tierra de los Muertos Vivientes (que me ha gustado más al revisionarla, que la primera vez que la degusté) no marcará época en el cine de terror y no es la mejor cinta cinematográficamante hablando de su director (ese privilegio lo posee esa pequeña joya cronenbergiana titulada Atracción Diabólica), pero nos muestra a un entrañable abuelete de 70 años en plena forma y con muchas ganas de seguir haciendo películas como esas Diary of the Dead y Survival of the Dead en las que sigue dale que te pego con estos entrañables seres en descomposición que reflejan el lado más horrible y paradójicamente humano, de nuestra sociedad.


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