domingo, 27 de septiembre de 2015

La Visita



Título Original The Visit (2015)
Director M. Night Shyamalan
Guión M. Night Shyamalan
Actores Olivia DeJonge, Ed Oxenbould, Deanna Dunagan, Peter McRobbie, Kathryn Hahn, Celia Keenan-Bolger, Samuel Stricklen, Patch Darragh




Fue en 1999 con el estreno de su tercer largometraje, El Sexto Sentido (no muchos saben que su aquí inédita ópera prima Praying With Anger y la posterior Wide Awake son sus dos primeros trabajos detrás de las cámaras) y su posterior éxito de crítica y público cuando se hizo conocido el nombre del cineasta norteamericano de origen hindú M. Night Shyamalan. Aquella historia sobre fantasmas con una puesta en escena brillante, un trío de actores (Bruce Willis, Haley Joel Osment y Toni Collete) magníficos y un soberbio guión que nos guardaba un inesperado, coherente y ya mítico giro final se convirtió en la carta de presentación de un director al que algunos se apresuraron a tildar de “el nuevo Steven Spielberg“. Sólo un año después volvió a aunar fuerzas con Bruce Willis, al que se sumó su compañero de reparto en Pulp Fiction y La Jungla de Cristal: La Venganza (Die Hard: With A Vengenace) Samuel L. Jackson, para dar una interesante vuelta de tuerca al cine protagonizado por superhéroes deudores del mundo del cómic con una cinta de culto como El Protegido, que por otro lado no dejó del todo satisfechos a aquellos que esperaban una continuación lógica de El Sexto Sentido. En 2002 llegó Señales, protagonizada por Mel Gibson y Joaquin Phoenix, y con esta pieza minimalista sobre extraterrestres que invaden nuestro planeta, que mezclaba con no siempre acertado tino el terror con la comedia, se confirmó la irregularidad en la impronta de su autor al afirmar el espectador encontrarse frente a una película que poseía momentos brillantes (ese grabación en el cumpleaños) alternados con otros que producían cierta vergüenza ajena (todo lo relacionado con el punto débil de los invasores era de una estupidez supina) y a partir de ahí la prometedora carrera de M. Night Shyamalan comenzó a ir preocupante descenso.




Ya en 2004 se rodeó de un magnífico reparto con jóvenes promesas como Bryce Dallas Howard o Adrien Brody y veteranos como William Hurt o Sigourney Weaver para narrarnos la historia de El Bosque, film vendido como una película de terror que resultó no ser y que, aunque aguantaba su primer twist de guión, se hundía con el segundo que remataba un libreto lleno de agujeros e incoherencias. La Joven del Agua llegó dos años después y ya tanto taquilla como prensa especializada le habían cogido el gusto a despellejar, unas veces con más motivo que otras, sus producciones. Este relato fantástico protagonizado, de nuevo, por la hija de Ron Howard a la que acompañaba Paul Giamatti entre otros, mereció más suerte, pero confirmó no sólo que Shyamalan no era el de antes por mucho que todavía fuera capaz de rematar escenas visualmente potentes sino también que su megalomanía (ese papel que se reserva a sí mismo como “cuentacuentos de sobrenatural talento”, una demostración de egolatría sonrojante) era directamente proporcional a la pérdida de calidad de sus trabajos. La insostenible El Incidente con Mark Whalberg y Zoey Deschannel, su infravalorada pero rudimentaria incursión en el cine familiar con la adaptación a imagen real que realizó de la serie animada de Nickleodeon, Airbender o la vapuleada After Earth protagonizada por Will Smith e hijo y en la que se eliminó su nombre de prácticamente todo el material relacionado con la promoción del film, confirmaron nada más y nada menos que ya tanto el público como la mayor parte de la crítica hacían leña con un árbol que llevaba más de una década caído y pateado.





Tampoco empezó Shyamalan muy bien el presente 2015 cuando vio cómo la serie de televisión que él mismo apadrinó, Wayward Pines, con un reparto de caras conocidas como Matt Dillon, Carla Gugino, Toby Jones o Melissa Leo y una temática deudora de Twin Peaks no pasaba de su primera temporada por culpa de la escasa audiencia que la cadena Fox consiguió con su emisión. Puede que por sentirse el punching ball de Hollywood, encadenando fracaso tras fracaso y habiendo perdido tanto a muchos de sus fans irredentos como la confianza de los productores, por fin decidió tomar una elección acertada con respecto a revitalizar su carrera como cineasta. Ejerciendo como productor, guionista y director puso en marcha un modestísimo proyecto adscrito al manoseado formato found footage (metraje encontrado o falso documental, nombre con el que se ha conocido siempre a este tipo de films) llamado La Visita que le ha devuelto, en gran parte, tanto el favor de la crítica como el del público. Una cura de humildad condensada en 94 minutos de metraje que nos devuelven, puede que no al M. Night Shyamalan más personal, pero sí a uno en plena forma, con ganas de experimentar con los límites del género contando una historia mínima, de una sencillez desarmante, que atesora en su interior una de las propuestas más interesantes de lo que llevamos de 2015, una rara avis dentro de la maquinaría de Hollywood que seguramente nunca hubiera sido gestada si su autor no hubiera decidió abordarla como una producción independiente y supuestamente menor. El resultado, contra todo pronóstico, es la mejor pieza salida de la mano del hindú desde los tiempos de Unbreakable.




La semana que dos hermanos adolescentes pasan alejados de su madre para conocer por primera vez a sus abuelos en Pensilvania es el campo de batalla donde M. Night Shyamalan irá colocando estratégicamente sus pocas pero potentes fichas para ofrecer un producto que auna calidad y comercialidad con intachable sabiduría aún siendo un proyecto que nace, más o menos, fuera de las fronteras del Hollywood más ortodoxo. Al poco tiempo de estar en la casa los dos niños comienzan a descubrir un extraño comportamiento en sus abuelos. Ella da paseos nocturnos arrastrándose por el suelo desnuda, golpeando el moviliario o arañando las paredes, mientras, él parece tener un comportamiento huraño, intrigante y pasando muchas horas del día en el misterioso cobertizo colindante a la casa familiar. En el proceso, Becca, la aspirante a cineasta que está rodando con su cámara un documental sobre la infancia de su madre estará completamente convencida que los comportamientos peculiares, peligrosos en ocasiones, de sus abuelos tienen lugar debido a su avanzada edad. Por otro lado Tyler, que se dedica a componer rap con sus vivencias y “líos con las nenas” no se quita de la cabeza que algo inusual está pasando con ellos y que lo que para su hermana son achaques por la edad para él son otra cosa más retorcida. Esta doble idea sobre lo que puede estar pasándole al matrimonio de ancianos es sobre la que se vertebra el largometraje y a pesar de su sencillez y la posibilidad de caer en la reiteración el guionista y director sabe aprovecharlo al máximo sacando oro de una idea tan aparentemente poco atractiva y tópica como esta.




En un gesto de valentía que le honra, Shymalan decide que su último largometraje sea tanto una cinta de terror como una comedia de humor negrísimo (al menos para el tono del que él solía utilizar en films como Señales o La Joven del Agua, que por su naturaleza más de ciencia ficción o fantasía son los films con más situaciones cómicas en sus respectivos metrajes de su carrera). Por lo tanto las situaciones en las que tememos por la integridad física y psicológica de los dos hermanos debido a compartir inmueble con dos peculiares ancianos a los que hasta ese momento no conocían son alternadas con las situaciones en las que el asombro producido por los surrealistas y rocambolescos actos de dichos miembros de la tercera edad despiertan la risa y hasta carcajada de la sala. Por ello es fácil que en pocos minutos el espectador de un respingo en la butaca con alguna escena de intriga bien ejecutada (con una en concreto un servidor se asustó como hacía años que no lo hacía en una multisala) para después llegar a lo descacharrante con alguna de las ocurrencias o acciones de los personajes. Sirva como ejemplo de síntesis para lo que comento la escena de la persecución debajo de la casa con momentos brillantes de control del tempo narrativo y la tensión para instantes después desembocar en un momento de catarsis cómica (esa falda subida que enseña más de lo que debe) que la platea recibe carcajeándose. Este equilibrio, que es mucho más sutil que recurrir al típico terror cómico del subgénero gore, es una de las mayores virtudes de La Visita gracias a el talento de Shyamalan por mantener en todo momento el suspense y la sensación de amenaza global pero aderezando estas ideas con situaciones descacharrantes que no rompen el tono, ni desequilibran la homogeneidad del film como producto cinematográfico compacto.




Para que el terror tome forma en pantalla Shyamalan se hace fuerte con, posiblemente, la única identidad de su estilo que no ha perdido fuerza con el paso de los años y la realización de producciones fallidas y no es más ni menos que su magnífica puesta en escena. Hasta un producto tan irregular (puede que hasta fallido) como El Incidente contenía momentos en los que la fuerza visual de Shyamalan hipnotizaba con su impronta, como aquellos obreros saltando voluntariamente del rascacielos en construcción que sintetizaban con coherencia la conceptualidad de la obra o aquella mujer clavándose la aguja de punto en el cuello. En aquella producción de 2008 podíamos encontrar una secuencia brutal en la que una mujer de la tercera edad comenzaba a actuar de manera violenta autoinglingiéndose heridas golpeando su cabeza con las paredes y ventanas de su casa. Dicha escena es el germen de La Visita, una producción que utiliza a personas propias de la ancianidad que nos transmiten a un nivel social y emocional vulnerabilidad y candor para convertirlos aquí en individuos peligrosos, que realizan actos temerarios, violentos e incluso escatológicos (esos pañales y el uso que se hace con uno de ellos en el clímax final) y sin saber en ningún momento cuál será la próxima barbaridad que lleven a cabo. Pero no sólo del talento de cineasta se sirve la tensión acerada del proyecto que nos ocupa, a que esa inquietud se haga palpable, terrenal, mundana, ayuda la enorme labor de dos actores en estado de gracia como los semidesconocidos Deanna Dunagan y Peter McRobbie que dan vida a la pareja de abuelos hardcore de la cinta y que saben transmitir sin esfuerzo alguno intimidación física y psicológica cuando la historia lo requiere o falsa vulnerabilidad en momentos puntuales cuando la narración lo exige.




Pero en un triple salto mortal sin red Shyamalan decide por medio de la escritura que esta misma pareja también sea uno de los pilares sobre los que se sustenta el humor negro de La Visita. Las barbaridades que llevan a cabo esta “extraña pareja” en ocasiones son tan siniestras y descerebradas que despiertan las simpatías de un público que si entra en el juego de moderada morbidez y malignidad del cineasta hindú podrá disfrutar de momentos de alto voltaje cómico con situaciones que en la realidad tendrían más bien poca gracia. Pero no sólo en la tercera edad se sustenta el tono más hiriente y travieso de La Visita, ya que tenemos la presencia de una especie de Aaron Carter (y eso que odia las Boys Band con toda su alma) adolescente con ínfulas de rapero blanco, maniático de los gérmenes y tan dado a soltar palabras malsonantes (suponemos que debido a su alma de MC dedicado al hip-hop) que decide sustituir estas por el nombre de cantates pop que se lleva los mejores golpes de humor de la velada. El australiano Ed Oxenbolud es el descubrimiento de lo último de Shyamalan, un pequeño gran actor carismático, chulesco, gamberro que se gana al espectador con pasajes como ese “Me acabo de quedar ciego” después de ver a su abuela arañar de manera demencial las paredes de la casa en estado de desnudez, bromeando con su hermana Becca (una Olivia DeJonge competente, pero totalmente eclipsada por sus tres compañeros de reparto) a la hora de imitar a la anciana haciendo sus carreras nocturnas, tratando de poner buena cara durante el arranque del clímax final del film con la partida de dados o interviniendo durante los créditos finales de la película. Todo un cabroncete cuyas salidas de tono, barrabasadas y caras de asombro sirven como vía de escape al suspense que la trama central va tejiendo con sabiduría y contención.




Retorciendo tanto el subgénero found footage que en ocasiones llega a convertirse en una incisiva parodia de la saga Paranormal Activity, con una escritura tan inteligente y medida que cuando pensamos que la obra se va a convertir en una potente metáfora sobre la soledad a la que se ven abocada nuestros mayores cuando llegan a la senectud por medio del mejor y más acertado giro de guión de su filmografía en muchos años cambia totalmente su lectura y subtexto, tomando apuntes de distintos tipo de obras de ficción que van desde el terror oriental hasta las novelas (o sus adaptaciones catódicas) del escritor canadiense R.L Stine como las de la colección juvenil Goosebumps (Pesadillas, aquí en España) pasando por el humor cafre (aunque aquí adaptado para una calificación PG-13) de las producciones ideadas por Seth Rogen y Evan Goldberg, añadiendo breves apuntes de drama deudores de la visión de las familias desestructuradas que la influencia spielbergiana ha tenido a lo largo de toda su filmografía, M. Night Shyamalan vuelve con mucha potencia al terreno en el que se curtió como “eterna promesa”, tratando ahora de redimirse por tanta labor fallida desde principios de la década pasada. Por el camino nos quedamos satisfechos con esta La Visita que gracias a su valentía, modestia, naturaleza híbrida y mala baba se convierte en una de las propuestas más memorables de lo que llevamos de 2015. Un proyecto humilde, sin pretensiones, que el director hindú necesitaba como el respirar y del que otros cineastas que comenzaron en el cine independiente y que hoy driblan con megaproducciones que les han robado tanto la salud como la personalidad podrían tomar nota para encauzar sus erráticas carreras. El autor de un largometraje como este, que consigue algo tan complicado como que durante algún tiempo miremos con desconfianza a nuestros mayores, merece una nueva oportunidad para volver, puede que no a ser grande, pero sí un artesano respetado (y solicitado) nuevamente por la industria cinematográfica.


1 comentario:

  1. Reseña originalmente escrita para Zona Negativa

    http://www.zonanegativa.com/zncine-critica-de-la-visita-de-m-night-shyamalan/

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