"Antes del principio, después de la guerra entre El Cielo y El Infierno. Dios creó la Tierra y dio dominio sobre ella al habilidoso mono que llamó Hombre, y en cada generación nació una criatura de luz y una de oscuridad. Y grandes ejércitos se enfrentaron de noche en la antigua guerra entre El Bien y El Mal. La magia existía entonces, y la crueldad inimaginable. Así fue hasta el día en el que un falso Sol explotó sobre la Trinidad y el hombre cambió, para siempre, la maravilla por la razón"
Samson
En el año 2003 la prestigiosa e imprescindible cadena de televisión por cable americana HBO estrenó una ambiciosa serie ideada por el guionista Daniel Knauf sobre una feria ambulante llena de personajes pintorescos situada en la época de la depresión americana y en cuyo interior palpitaba una nueva visión de la ancestral lucha entre el bien y el mal. Los caros costes de producción dieron pie a que la serie fuera cancelada en su segunda temporada, acabando con su andadura, pero convirtiéndola en una obra de culto.
Al igual que muchos productos salidos de la HBO (The Wire, por poner un ejemplo) y debido principalmente a su complejidad, Carnivàle es una serie que no engancha a la primera. Desde el primer episodio somos conscientes de que es un producto de una indudable y notoria calidad, con una puesta en escena totalmente cinematográfica, pero hasta que no se asienta la personalidad del Hermano Justin, la serie no despliega totalmente su interminable gama de posibilidades narrativas y visuales.
Carnivàle tiene dos referentes claros, uno cinematográfico y el otro catódico. El primero es sin lugar a dudas el célebre clásico La Parada de los Monstruos (Freaks), del director americano Tod Browning. El segundo, bastante notorio también, es la serie Twin Peaks creada por David Lynch junto a Mark Frost y que comparte con el producto que nos ocupa, aparte de la tématica y el fondo, muchos de los guionistas, actores y directores que dieron forma a aquella. También hay, por extraño que parezca, ramalazos (incluso tramas idénticas) del genial cómic Predicador creado por Garth Ennis y Steve Dillon.
Otro de los temas clave en Carnivàle es la carga teológica que sobrevuela toda su trama. Curiosamente el bien está representado por un humilde joven de campo y el mal toma la forma de un clérigo, un siervo de dios que representa una alegoría del fanatismo religioso en el que se adentró norteamerica en la primera mitad del SXX por culpa de la carestía económica imperante en aquella época. A ese personaje, el Hermano Justin Crowe, le da vida un inmenso y aterrador Clancy Brown, al que es necesario ver en su voz original para disfrutar en toda su majestuosidad.
Esa eterna lucha entre la luz y la oscuridad que remite no sólo a la mencionada Twin Peaks (la Logía Blanca y la Negra, Cooper y Killer Bob), sino también a lo que parece ser que se nos está desvelando en la última temporada de Lost o de manera más solapada a Expediente X, sirve como nucleo para mostrar a los dos personajes antagónicos, Ben Hawking y Justin Crowe y las gestas que llevan a cabo, cada uno de ellos siguiendo su senda de realización existencial y extraterrenal, coincidiendo en principio ambos, sólo en ensoñaciones y finalmente enfrentados, de manera agradecidamente atípica, en los últimos episodios de la serie.
Carnivàle es un producto de una calidad incuestionable y una complejidad que el espectador no acomodaticio agradece. Sirve como fresco de una época terrible de la historia de Estados Unidos y como historia fantástica con sus ángeles y demonios, que en más de una ocasión no sabremos distinguir. Una relato crudo, metafórico y muy ambicioso sobre la dualidad del ser humano y su compromiso con una tierra vasta, cruel e inmisericorde que es mostrada como el campo de batalla de una guerra entre las luminosidad y las tinieblas que parece no tener fin.
Al igual que muchos productos salidos de la HBO (The Wire, por poner un ejemplo) y debido principalmente a su complejidad, Carnivàle es una serie que no engancha a la primera. Desde el primer episodio somos conscientes de que es un producto de una indudable y notoria calidad, con una puesta en escena totalmente cinematográfica, pero hasta que no se asienta la personalidad del Hermano Justin, la serie no despliega totalmente su interminable gama de posibilidades narrativas y visuales.
Carnivàle tiene dos referentes claros, uno cinematográfico y el otro catódico. El primero es sin lugar a dudas el célebre clásico La Parada de los Monstruos (Freaks), del director americano Tod Browning. El segundo, bastante notorio también, es la serie Twin Peaks creada por David Lynch junto a Mark Frost y que comparte con el producto que nos ocupa, aparte de la tématica y el fondo, muchos de los guionistas, actores y directores que dieron forma a aquella. También hay, por extraño que parezca, ramalazos (incluso tramas idénticas) del genial cómic Predicador creado por Garth Ennis y Steve Dillon.
Otro de los temas clave en Carnivàle es la carga teológica que sobrevuela toda su trama. Curiosamente el bien está representado por un humilde joven de campo y el mal toma la forma de un clérigo, un siervo de dios que representa una alegoría del fanatismo religioso en el que se adentró norteamerica en la primera mitad del SXX por culpa de la carestía económica imperante en aquella época. A ese personaje, el Hermano Justin Crowe, le da vida un inmenso y aterrador Clancy Brown, al que es necesario ver en su voz original para disfrutar en toda su majestuosidad.
Esa eterna lucha entre la luz y la oscuridad que remite no sólo a la mencionada Twin Peaks (la Logía Blanca y la Negra, Cooper y Killer Bob), sino también a lo que parece ser que se nos está desvelando en la última temporada de Lost o de manera más solapada a Expediente X, sirve como nucleo para mostrar a los dos personajes antagónicos, Ben Hawking y Justin Crowe y las gestas que llevan a cabo, cada uno de ellos siguiendo su senda de realización existencial y extraterrenal, coincidiendo en principio ambos, sólo en ensoñaciones y finalmente enfrentados, de manera agradecidamente atípica, en los últimos episodios de la serie.
Carnivàle es un producto de una calidad incuestionable y una complejidad que el espectador no acomodaticio agradece. Sirve como fresco de una época terrible de la historia de Estados Unidos y como historia fantástica con sus ángeles y demonios, que en más de una ocasión no sabremos distinguir. Una relato crudo, metafórico y muy ambicioso sobre la dualidad del ser humano y su compromiso con una tierra vasta, cruel e inmisericorde que es mostrada como el campo de batalla de una guerra entre las luminosidad y las tinieblas que parece no tener fin.
Simplemente brillante.
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