viernes, 26 de marzo de 2010

La Obsesión, no prayer for the dying



Título Original: The Premature Burial (1962)
Director: Roger Corman
Guión: Charles Beaumont y R. Wright Campbell, basado en la novela de Edgar Allan Poe
Actores: Ray Milland, Hazel Court, Richard Ney, Heather Angel, Alan Napier, John Dierkes, Dick Miller, Clive Halliday, Brendan Dillon




Roger Corman es un veterano director al que le profeso un especial cariño y admiración. Un señor que con el mínimo presupuesto para sus producciones era capaz de rodar varias películas al año. Mismamente en 1962 (fecha de el estreno del film que nos ocupa) realizó otras tres cintas más, todas de una excelente calidad para ser productos de serie B y poseedoras una elegancia fuera de toda duda.




Corman era un maestro dentro del terror gótico y su especialidad era adaptar a imágenes relatos del célebre escritor Edgar Allan Poe. Cintas como El Péndulo de la Muerte o La Tumba de Liegia, dieron muestra de la destreza del americano para llevar al celuloide el mundo literario del autor de Los Asesinatos de la Calle Morgue, pero también es cierto que no siempre acertaba, como dejó patente la floja La Máscara de la Muerte Roja, que pecaba de psicodélica en detrimento del clasicismo, que era lo que en verdad hacía grandes estos films.




A diferencia de la mayoría de adaptaciones que Corman hizo de Allan Poe, Premature Burial, no estaba protagonizada por el inmenso Vincet Price. Su lugar lo ocupó el prestigioso actor, también inglés, Ray Milland, que hizo un trabajo, puede que no tan exquisito, pero sí más acentuadamente dramático, perfecto para el papel de Guy Carrell, el hombre obsesionado con sufrir la agonía de ser enterrado vivo por culpa de que creía poder llegar a padecer la catalepsia que supuestamente había heredado de su padre.




La dirección de Corman, como siempre exquisita, con una utilización tan fluida de los encuadres que parece que la cámara no fuera intermediaria entre las imágenes y el espectador. Los contrapicados desde el exterior de la mansión, los planos generales del cementerio, los leves travellings en las escenas de los frondosos y oscuros bosques, el delicioso carácter naïf de las ensoñaciones de Guy sobre su encierro en la cripta o la efectiva atmósfera, muy acertada gracias a la dirección y el uso de la música que acentúa el terror psicológico, sencillo pero eficaz, que da forma al relato.




En los 60 no sólo de la inolvidable Hammer Films vivía el cine de terror. Un director americano al otro lado del charco nació para dar lecciones de como hacer cine de género exquisito y económico. Pero que nadie se engañe, Roger Corman no era un simpático Jesús Franco, que por mediocre resultaba entrañable. El director de The Raven era un auténtico artesano, un realizador de raza que podía codearse con la élite de directores asiduos al cine de terror de la época y que para colmo en su labor como productor nos descubrió a inmensos talentos como Francis Ford Coppola, Martin Scorsese o Jonathan Demme. El mundo del cine le debe mucho a este genio, más de lo que mucha gente cree.


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