sábado, 6 de marzo de 2010

Calígula, el crepúsculo de los dioses

Título Original Calígula (1979)
Director Tinto Brass 
Guión Gore Vidal 
Reparto Peter O'Toole, Malcolm McDowell, Helen Mirren, John Gielgud, John Steiner, Paolo Bonacelli, Teresa Ann Savoy




Calígula es una de las películas más controvertidas de la historia del cine. Un proyecto cuya intención era marcar época cinematográficamente hablando por aunar sensualidad, violencia y rigor histórico mediante la unión de autores como el director de cine erótico Tinto Brass detrás de las cámaras, el célebre escritor americano Gore Vidal en el guión y un plantel de actores británicos de verdadero renombre en el reparto. Todo ello se vio empañado por la masacre fílmica que Bob Gucionne, dueño de la revista Penthouse y productor de la película, hizo con el proyecto por su propia cuenta y sin das explicaciones a nadie.

 


Cuando Tinto Brass terminó de rodar su film con los actores principales no dio crédito a lo que vio en el montaje final. Bob Guccione, tuvo la feliz idea de que una película como Calígula necesitaba más sexo todavía y explícito, por supuesto, de modo que cuando Brass y su equipo acababan un día de rodaje, el editor de Penthouse reconvertido en productor y su codirector, Giancarlo Lui, se dedicaban, de la manera más amateur y cutre posible, a grabar escenas de pornografía pura y dura con actores del cine para adultos que se alternarían con el metraje creado por el realizador de Salón Kitty.

 


Si el espectador obvia los planos de penes erectos, penes en estado de reposo, penes eyaculando, penes cercenados, vaginas abiertas, vaginas succionadas, vaginas velludas, vaginas penetradas, que ni siquiera coinciden con los actores del reparto artístico del film, es decir, que son secuencias fácilmente identificables, podrá disfrutar de un interesante y crudo peplum sobre los últimos 4 años de vida de Cayo Julio César Augusto Germánico, una trama bien construida con diálogos sobresalientes y un reparto en el que no sólo brillan los actores de más renombre (qué grandes y dignos Peter O'Toole y John Gielgud), ya que secundarios poco reconocidos como John Steiner dando vida a Longino o Guido Mannari en el papel de Macro hacen un trabajo muy acertado.


 

A pesar de las modificaciones, la sólida base argumental creada por Vidal se deja notar en el film. Intrigas palaciegas, conspiraciones, incesto, traición, muerte, sadismo, locura. El rigor histórico es bastante digno, la dirección artística intencionadamente teatral de Danielo Donatti, que remite indudablemente a la que construyó para Federico Fellini en Satyricon, resulta soberbia; pero si hay un lastre tecnicamente hablando, sin contar las ya mencionadas escenas fornicadoras, ese es la dirección de Brass.

 

El trabajo del autor de Los Burdeles de Paprika en su apartado técnico es el de siempre. Aburrido, estático, con una utilización inerte de la cámara, siempre con planos frontales y un abuso del zoom digno del fallecido y entrañable Valerio Lazarov. Este particular director italiano parece que nunca ha tenido la más mínima idea de lo que es un picado, un travelling o un plano cenital. Algunos dirán que su dirección es así por la naturaleza teatral del film, pero es que Brass siempre rueda así de mal, está tan pendiente de encuadrar en primer plano la anatomía de sus voluptuosas actrices que se olvida de dar vida a lo que está filmando.

 


Ahora voy a comentar uno de los motivos que hacen que valga la pena ver esta Calígula que nos ocupa, la labor de Malcolm McDowell. El protagonista de La Naranja Mecánica hace un trabajo mastodóntico, entre el amaneramiento y la más visceral de las crueldades, como puede verse en la escena del regalo de boda en la cocina. Sin pudor alguno el actor británico se introduce con fiereza en un papel que mezcla un lascivia demente con un infantilismo que goza con la visión de violencia y  pervesión. También destacar una muy carnal y poco aprovechada Helen Mirren, así como una atractiva en su fisicidad, pero facialmente estulta, Teressa Ann Savoy, cuyas dotes para la interpretación dejan mucho que desear.


 

Lo que pudo ser y no fue por culpa de unas intrigas y traiciones en la producción del film dignas de las que pueblan la trama del metraje. Caligula pasó de ser un peplum que iba a marcar época durante su gestación a una película softocore con ínfulas históricas y reparto de campanillas denostada por los aficionados al cine mal llamado conveniconal. A un servidor le resulta una cinta interesante que no se hace pesada a pesar de sus 155 minutos de duración, pero a la que le sobra todo el sexo explícito, que aun siendo defendido por algunos como la mejor muestra de lo excesivo que fue el reinado de Calígula, a mí el primer plano de una pene eyaculando en el climax de una felación me remite al cine pronográfico, no a Roma y su decadencia como imperio.


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