domingo, 26 de julio de 2009

La Posesión, sacrosanta institución envenenada



Título Original: Possession (1981)
Director: Andrzej Zulawski
Guión: Andrzej Zulawski, Frederic Tuten
Actores: Isabelle Adjani, Sam Neill, Margit Carstensen, Heinz Bennent, Johanna Hofer, Carl Duering, Shaun Lawton





En el 1981 el director polaco, afincado en Francia, Andrzej Zulawski estrenó una de las películas más polémicas de su filmografía, casi siempre tocada por el don de la controversia, y de aquella década. La Posesión supone una extraña y atípica incursión dentro de distintos géneros como el drama, el terror, el suspense e involuntariamente la comedia. El largometraje cosechó por igual improperios y elogios, ganó premios César, Bafta o del cine europeo y la mayoría de ellos dedicados a su actriz protagonista, Isabelle Adjani, pero de eso hablaremos más tarde.




Possession es una rara avis. Un proyecto atípico y complejo capaz de fascinar o repeler en la misma medida de cara a distinto tipo de espectadores. Puede ser considerado un trabajo excesivo e hiperbólico, repleto de secuencias viscerales que buscan impactar psicologicamente a la platea. Se antoja una pieza del todo inclasificable al no pertenecer, de manera ortodoxa, a ningún género, pero poseyendo apuntes de todos ellos. Es anárquica, grotesca, brillante, genuina, pretenciosa e incluso pedante, bordeando casi siempre la imprudencia y los límites de lo permisivo.




La sombra del Igmar Bergman de producciones como Secretos de Un Matrimonio sobrevuela todo el metraje de La Posesión, pero pasada esta por un filtro mórbido y descarnado rayano en lo malsano. Andrzej Zulawski teje una irreal y perversa historia de amor y odio inyectada de simbolismo o dobles lecturas con esta historia sobre la profunda crisis en la que se ven inmersos Mark (Sam Neiil), un espía, y su esposa Anna (Isabelle Adjani) cuando el primero descubre que la segunda le está siendo infiel con Heinrich (Heinz Bennent) para más tarde descubrir que su esposa no está cometiendo adultero con él, sino con otra persona de la que desconoce su identidad.




Hablar de La Posesión es hacerlo de Isabelle Adjani. Pocas veces una actriz se ha entregado tanto a un papel sin miramientos, depositando toda su confianza en el director y embarcándose en un proyecto tan arriesgado como el aquí reseñado. Su papel es desgarrado, terrorífico, en ocasiones peligrosamente excesivo, pero la fuerza, la complejidad y el dolor que transmite atraviesan la pantalla. Es imposible que el espectador se sienta en momento alguno identificado con esu personaje como tampoco puede hacerlo con el de su marido, pero sí llegar a compadecer y nunca olvidarla después de ver la célebre e icónica escena en el pasillo del metro.




Curiosamente en un proyecto exagerado, distrófico, hiperbólico, megalómano y narrado con fuerza, pero de desigual manera, como Possession destaca una de las mejores puestas en escena del cine europeo de la década de los 80. Lo que Andrzej Zulawski captura con su cámara es de otro mundo. Su uso de la profundidad de campo, la steadycam, los grandes angulares o los travellings es de un virtuosismo del todo epatante y absorbente. Si su aportación al guión, compartido con Frederic Tuten, en ocasiones peca de irregular y y farragoso, su dirección en cambio es, como ya hemos apuntado, de un acabado formal intachable.




Definitvamente Possession es una mirada cruel y anticlerical sobre esa institución absorbente, y en ocasiones aterradora, llamada matrimonio. Un retrato sobre los demonios internos que la pueblan, como la infidelidad y los celos, haciéndolos, por medio de inolvidables imágenes, tomar una aberrante forma corpórea que todo lo devora, amor, pasión, familia, cordura o la vida misma. Es un producto que cumple su misión de no dejar indiferente a ningún tipo de espectador, pero también es la lectura de un loco visionario, desvergonzado, nihilista, con pasajes que incitan a cierto sonrojo, como todas las intervenciones del personaje de Heinz Bennent, y unos protagonistas moviéndose arriesgadamente entre lo sublime y lo ridículo.




Pero siempre que una obra incite al diálogo, a la indignación de los más conbservadores, a la sana polémica y a la reflexión, un servidor siempre estará en primera fila para ser testigo de las innovadoras imágenes, unas veces profundas y otras vacuas, que salgan de la mente de visionarios como Andrzej Zulawski, David Cronenberg, David Lynch, Gaspar Noé o Lars Von Trier. Del autor danés trataré de no perderme su Anticristo, que por los trailers apunta maneras para ser la evolución natural de esta La Posesión que nos ocupa, suponiendo en su época un sano y enfermizo revulsivo dentro del, a veces, autocomplaciente cine europeo de los años 80.



2 comentarios:

  1. Insoportable y pretenciosa hasta decir basta. Sólo merece la pena por la presencia de la bella y eficaz Adjani (que, efectivamente, está entregada).

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  2. Respetable (que no compartida, al menos en lo de insoportable) opinión la suya caballero. Aunque comparto lo de Adjani.

    Saludos.

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