sábado, 7 de diciembre de 2013

JFK: Caso Abierto, don't forget your dying king



Título Original JFK (1991)
Director Oliver Stone
Guión Zachary Sklar y Oliver Stone basado en los libros de Jim Garrison y Jim Marrs
Actores Kevin Costner, Tommy Lee Jones, Gary Oldman, Joe Pesci, Kevin Bacon, Donald Sutherland, Jack Lemmon, Sissy Spacek, Michael Rooker, Jay O. Sanders, Wayne Knight, Laurie Metcalf, Gary Grubbs, Edward Asner, Brian Doyle-Murray, John Candy, Walter Matthau, Beata Pozniak, Vincent D'Onofrio, Pruitt Taylor Vince, Lolita Davidovich, Dale Dye, Ron Rifkin, Frank Whaley, Sean Stone, Tomas Milian, Bob Gunton




El pasado 22 de noviembre se cumplieron 50 años del asesinato de John Fitzgerald Kennedy y un servidor no podía dejar terminar este 2013 sin hablar de la película que mejor ha retratado lo que supuso para Estados Unidos aquel magnicidio llevado a cabo en Dallas. Hablo como no podía ser menos de JFK una de las mejores cintas de los 90, un análisis certero y esclarecedor sobre los hechos que ocurrieron durante aquel fatídico día y sobre todo la cumbre como realizador del norteamericano Oliver Stone, uno de mis autores cinematográficos favoritos que no pasa actualmente por su mejor época como director de ficción, siendo mucho más interesante su faceta de documentalista.




El 22 de noviembre de 1963 al igual que muchos de sus compatriotas americanos el fiscal del distrito de Nueva Orleans, Jim Garrison, recibió con estupor el asesinato del trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos. Tres años después Garrison descubrió las incontables irregularidades legales que cometió la Comisión Warren que llevó la investigación del magnicidio. El fiscal, con la ayuda de un grupo de colaboradores, intentó esclarecer qué sucedió aquel fatídico día interrogando a testigos, posibles implicados y personas cercanas a Lee Harvey Oswald, el supuesto único autor material del crimen. Jim fue descubriendo poco a poco que detrás de la muerte de Kennedy existía una compleja maraña de intereses y mentiras que llegaba a la cúpula más alta del gobierno de su país.




JFK: Caso Abierto fue un fenómeno mediático antes incluso de su estreno y la controversia le acompañó desde los primeros compases de su gestación. Basada en los libros On the Trail of the Assassins del propio Jim Garrison y Crossfire: The Plot That Killed Kennedy de Jim Marrs, escritor estadounidense experto en teorías conspirativas, esta obra fue un proyecto personal de Oliver Stone que co escribió, dirigió y financio en gran parte. La misma producción del film ya estuvo envuelta en una más que considerable polvareda que más que desacreditar las ideas de los autores del largometraje lo único que consiguió fue ofrecerles una publicidad gratuita ayudándoles a convertir la película en un éxito internacional bien recibido por la taquilla y aclamado por la crítica.




La novena película de Oliver Stone condensa todas sus virtudes como autor cinematográfico y prácticamente ninguno de sus fallos. Esta producción de 1991 posiblemente supone el momento clave dentro de la cinematografía contemporánea en el que la ficción y la realidad se cogieron de la mano para dar forma a un mastodóntico trabajo de cohesión narrativa y prodigio técnico en el que los mundos del séptimo arte y el documental formaron parte indivisible de un mismo todo. El director de Un Domingo Cualquiera consiguió amalgamar en una sola pieza una estructura tan rompedora como experimental en lo formal con un argumento vibrante, adulto, riquísimo en datos y revelaciones apuntalado por un guión que se muestra como un prodigio de profunda investigación política y judicial.




Si a día de hoy hay un largometraje que haya dado a Oliver Stone esa imagen de "conciencia de Estados Unidos" que lleva años asignándosele ese es sin lugar a dudas JFK. Porque a pesar de que el film aborda todas las mentiras que la Comisión Warren ideó para encubrir que detrás de la muerte de Kennedy existía una conspiración a nivel nacional, su misión final es más amplia y tan reivindicativa como paradójicamente estadounidense. Que el pueblo ponga en duda a su propio gobierno cuando la democracia está siendo pisoteada por  unos poderes fácticos que desde las sombras utilizan la política del miedo para conseguir sus propios planes. Abogando por algo tan americano como ser un tipo de patriota que por amor a su país sea capaz de poner en entredicho actos, decisiones e ideas de unos gobernantes, elegidos por el mismo pueblo, que puedan cercenar sus derechos más básicos como individuos.




Porque, como en otras ocasiones, Stone utiliza como excusa argumental el relato de un personaje destacado de la historia de su nación (Ron Kovic, Jim Morrison, Richard Nixon) para realizar una radiografía tanto de lo grande como de lo deleznable que hay en Estados Unidos, y por efecto dominó en sus mismos habitantes, para despertar a un pueblo que debe hacer uso de sus derechos y deberes como ciudadanos sin dejarse someter por unos gobernantes cuya misión primera es velar por el beneficio de la nación y no aprovecharse de ella en aras de esa seguridad nacional por la que a veces se cometen actos inhumanos que se acercan a prácticas como el terrorismo de estado propio de las dictaduras, independientemente de la ideología que respalde a estas.




Pero como su propio título indica JFK tiene a la figura de John Fitzgerald Kennedy como epicentro y la misión de Stone y su co guionista Zachary Sklar es arrojar luz sobre unos hechos que nunca fueron analizados adecuadamente, porque detrás de los mismos se encontraban personalidades de las altas esferas del país. El director de Nacido el 4 de Julio analiza pormenorizadamente los hechos acaecidos aquel 22 de noviembre, pero también los previos y posteriores, aportando cantidades ingentes de información sobre el tema con declaraciones de testigos oculares del magnicidio o personas que conocían de primera mano a Lee Harvey Oswald, aunque posteriormente lo negaran tajantemente, como David Ferri o Clay Shaw, sólo peones dentro de un plan de mucha mayor envergadura en el que parecían estar implicados desde la mafia a sectores de la resistencia anticastrista, la CIA, el FBI o hasta el vicepresidente Lyndon B. Johnson a los que se acusa en el film de haber dado forma a un golpe de estado para derrocar a JFK.




Aunque Stone no da puntada sin hilo es consciente de que toda esta información que tiene en su poder, gracias a los libros de Garrison y Marrs, sobre el papel suena a rocambolesca y puede que exagerada se permite introducir apuntes de guión en los que los medios de comunicación (ese programa que se ríe de las teorías conspirativas del protagonista, para después impedirle proporcionar fotografías que son pruebas clave para entender la naturaleza de su investigación) e incluso algunos de sus colaboradores (el rol de Bill Brousard que siempre estuvo del lado de Garrison finalmente renuncia por culpa de la presión e incluso llega a traicionarlo a él y a sus ayudantes delatándoles al FBI) ponen en entredicho el material encontrado sobre el caso por el personaje principal. El director de El Cielo y la Tierra se cree a pies juntillas todos los datos incendiarios que tiene en su mano, pero también sabe ser equidistante a la hora de incluir personalidades que ponen en duda la investigación del fiscal del distrito de Nueva Orleans.




En el muy interesante pero formalmente rutinario, no deja de ser más que una entrevista, documental Oliver Stone: Un Director Detrás de las Cámaras (Oliver Stone's America)  el mismo autor afirma que: "La mente piensa deprisa. Pero la audiencia comprende. Ellos ven rápido". Con esta declaración el cineasta quiere justificar de alguna manera su estilo de realización (aquel que es indivisible a su impronta actualmente y que empezó a forjarse en Nacido el 4 de Julio, obra de transición dentro de su estilismo como narrador) en el que la puesta en escena se ve reforzada por el montaje y la utilización de distintos tipos de formatos. Porque si la historia que expone JFK: Caso Abierto es interesante y no se antoja plomiza durante sus más de tres horas de metraje, preferible ver el montaje del director de 198 minutos, con la cantidad de información que proporciona a la platea es precisamente por la manera que tiene el autor de Wall Street de contarla.




Posiblemente estemos hablando de la película con el mejor y más remarcable montaje de la historia del cine realizado a cuatro manos por unos inspiradísimos Joe Hutshing y Pietro Scalia que seguramente debieron pasar incontables penurias en la sala de edición para dar forma a esta monumental pieza cinematográfica. El trabajo de Oliver Stone y sus montadores llega a cotas de virtuosismo tales que cuando estamos sumergidos en la historia hay momentos en los que no distinguimos las imágenes de archivo con las dramatizaciones rodadas por el mismo director. A llegar a estas cotas de sofisticada confusión ayuda el excelso uso del blanco y negro para dar forma a los flashbacks (técnica, entre otras muchas, que utilizaría el mismo cineasta hasta el paroxismo en la recuperable y excesiva Asesinos Natos) el uso de cámaras lentas, teleobjetivos y demás recursos visuales no haciendo más que dar empaque y cohesión a todo el conglomerado del largometraje.




Por otro lado y, una vez más, como en Nacido el 4 de Julio Stone consigue con su film aunar en un mismo proyecto dos visiones cinematográficas distintas. Por un lado un cine de denuncia moderno, vívido, lacerante, ágil, con todos los recursos visuales y narrativos que los 90 ponían a disposición del cineasta. Por otro el director de Hablando Con la Muerte no se olvida de una larga tradición de cine clásico estadounidense político y judicial hundiendo las raíces de su largometraje en obras maestras como Caballero Sin Espada (Mr. Smith Goes to Washington) de Frank Capra, ese hombre honrado sólo contra un sistema corrupto, o Matar a Un Ruiseñor de Robert Mulligan, esa escena con sus hijos sentado en el columpio de su porche o su monólogo final ante el jurado, con las que comparte más de una idea. Incluso podríamos decir que Mr X es un personaje puramente hitchcockiano (basado en la realidad en Leroy Fletcher Pourtry, antiguo coronel de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos) en forma de acertado MacGuffin para que Garrison pueda seguir con su lucha.




Porque en el año 1991 Stone ya era un perro viejo y sabía que para contarnos una historia tan compleja e incómoda para sus conciudadanos debía hacerlo por medio de un fiscal sureño tradicional de misa diaria y tarta de manzana con vaso de limonada la tarde de los domingos. Cierto es que la subtrama familiar de Garrison se antoja en ocasiones un poco sensiblera y el espectador a veces está deseando que esos pasajes vuelen para volver al thriller político y judicial que vertebra todo el entramado del film, pero también le sirve a Stone para realizar un interesante paralelismo entre la vida de su protagonista y la de Kennedy que, como es sabido, en lo profesional era un hombre de considerable éxito, pero en lo personal vivía asentado en un caos familiar interno lleno de mentiras, infidelidades y envidias.




Nada falla en una obra maestra contemporánea como JFK: Caso Abierto. Desde su dirección y guión hasta su reparto (mencionaría alguno de los secundarios, pero sería imposible a la par que injusto porque todos están brillantes) comandado por un Kevin Costner inolvidable, pasando por la épica música de John Williams o la soberbia fotografía de Robert Richardson esta pieza indispensable de la cinematografía de los 90 que consiguió que el gobierno de Estados Unidos aprobara en 1992 una ley de "revelación de materiales sobre asesinatos" tras el revuelo mediático que supuso su estreno es un dechado de virtudes cinematográficas. Por desgracia el Oliver Stone de esta época nunca volverá porque su etapa dorada (como la de Martin Scorsese, Francis Ford Coppola o Brian de Palma) ya pasó, pero por suerte obras como la que nos ocupa son testimonios de que en su momento fue uno de los cineastas más brillantes del Hollywood contemporáneo.




Con respecto a la filmografía de Oliver Stone prefiero la poética desgarrada de la inolvidable Platoon o la redención y conciencia de la para mí muy especial Nacido el 4 de Julio, pero sería de necios negar que JFK es el trabajo más grande salido de la mano de un hombre apasionado del cine, la política y la conciencia social. Un señor que a día de hoy se ha vuelto un entrañable viejo carca que espeta declaraciones, unas veces inspiradoras (ahí está esa maravillosa serie documental para la cadena de pago Showtime titulada The Untold History of United States que nadie debería perderse) y otras vergonzosas, pero que nos recordó hace 22 años por mediación de la investigación de un asesinato brutal e injusto que, hoy más que nunca, como pueblo nunca olvidemos de donde venimos para saber hacia donde nos encaminamos.



2 comentarios:

  1. Cuando uno ve las imágenes reales y ve salir a los guardaespaldas con Harry y el fusil más cutre de todo el mercado americano, ya sabes que la versión oficial es lo que es. Y a las pruebas me remito, pues Oswald ha quedado como el mejor tirador de todos los tiempos pues todo aquel que ha intentado repetir su hazaña, ha fracasado a lo grande. Que hubo al menos dos tiradores, se nota en el movimiento de cabeza del presidente y seguramente el tercero fallo.

    Y luego las ganas que hay de resolver el asesinato, que con las técnicas actuales podríamos saber el arma y desde donde dispararon, y a partir de ahí, ¿Quién sabe? Pero no, se echa tierra sobre el asunto y se acabo.

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    1. Es que independientemente de si había una conspiración a gran escala detrás del atentado el vídeo de Abraham Zapruder deja claro y de manera cristalina que Oswald no puedo hacer tres disparos (con un fúsil de mierda, como bien comentas) desde un sexto piso y acertarle a Kennedy como le acertó, ya que el tiro mortal (ese que le vuela la tapa de los sesos) está claro que no viene de atrás sino de frente o más bien un lateral.

      Hasta el año 2029 (si mal no recuerdo) no se desclasificará el material sobre la investigación original del caso, de modo que por ahora sólo podemos especular, pero creer que hubo un sólo tirador es de ilusos o hipócritas.

      Un saludo!

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