martes, 24 de diciembre de 2013

Santa Sangre, mater tenebrarum



Título Original Santa Sangre (1989)
Director Alejandro Jodorowsky
Guión Claudio Argento, Roberto Leoni y Alejandro Jodorowsky
Actores Axel Jodorowsky, Blanca Guerra, Guy Stockwell, Thelma Tixou, Sabrina Dennison, Adan Jodorowsky, Faviola Elenka Tapia, Teo Jodorowsky





Santa Sangre es la quinta película como cineasta del chileno de origen judio-ucraniano Alejandro Jodorowsky, escritor, compositor, filósofo, guionista de cómics, actor, psicomago, tarotista, titiritero, entrañable y vitalista flipado en su tiempo libre y por supuesto director de cine. El largometraje fue producido (y coguionizado) por el italiano Claudio Argento, hermano menor del celebre realizador Dario Argento y productor de la mayoría de sus films detrás de las cámaras. El resultado es uno de los mejores trabajos cinematográficos del autor de Fando y Lis o La Montaña Sagrada y aunque posee prácticamente todas sus constantes autorales también de los más convencionales en un plano conceptual y narrativo.




Fénix trabaja en el circo de su padre, Orgo, que a parte de ser el dueño del mismo también es lanzador de cuchillos. La madre del chico, Concha, es una mujer que pertenece a una congregación religiosa llamada Santa Sangre que idolatra la imagen de una niña a la que arrancaron los brazos mientras la violaban brutalmente. Fénix es testigo durante su adolescencia del odio que se profesan mutuamente sus progenitores por culpa de las infidelidades del cabeza de familia con una mujer tatuada que trabaja en el circo y que tiene tutelada a una pequeña niña sordomuda llamada Alma que mantiene una especial relación con el chico. Un trágico arrebato de celos llevado a cabo por Concha dará un giro radical a la vida de Fénix que se embarcará en un viaje lleno de dolor y desgracias que finalmente le llevarán a ser recluido en un manicomio.




Entre el Luis Buñuel de Los Olvidados y el Federico Fellini de La Strada, entre el Tod Browing de La Parada de los Monstruos (Freaks) y Garras Humanas (The Unknown) pasando por Las Manos de Orlac de Robert Weine (o las posteriores revisiones de la misma por parte de de Karl Freund y Edmond T. Gréville) y con todo el microcosmos obsesivo y simbólico de Alejandro Jodorowsky, pero sin tanta intención por entregarse a la autofelación artística de sus films previos, Santa Sangre es un arrebatado y pasional relato sobre legados familiares malditos, tóxicas relaciones edípicas que bordean el incesto más enfermizo, destrucción de la inocencia y el abrupto y desgarrado pasó a la madurez. Todo localizado en un delirante y barroco circo repleto de personajes marginales y con el trasfondo de una iglesia nacida del dolor y la sangre (en gran parte como la cristiana) que convierte al personaje de la madre en una fanática radical consumida por sus creencias.




A pesar de ser un producto de encargo Santa Sangre contiene todas las constantes del discurso autoral de Alejandro Jodorowsky. Desde su amor por el circo y el teatro (con ambos tuvo relación en su infancia y adolescencia) hasta la violencia implícita y explícita (esta última en ocasiones nos recuerda al giallo italiano, como en la escena del brutal apuñalamiento de uno de los miembros del espectáculo circense perpetrado por un desconocido del que sólo vemos sus manos enguantadas portando el arma blanca, no está Claudio Argento como productor y coguionista del film por nada) una fuerte carga simbólica (la sangre como portadora de vida y muerte, el fanatismo religioso como entidad destructora, el símbolo de la iglesia con los brazos cruzados que recuerda al de la masonería) travestismo, ambigüedad tanto moral como sexual, fascinación por disminuidos físicos y psicológicos portadores de una pureza que se verá corrompida por una sociedad quebrada y corrupta, folklore y esoterismo o pasión por los títeres y las marionetas, idea esta última perfectamente apuntada en cómo usa Fénix sus brazos para ocupar el lugar de los de su madre tanto en la vida profesional como en la personal viéndose enfermízamente ligado a ella sin poder escapar de sus metafóricas garras




El largometraje se divide en dos partes diferenciadas. La mejor es la que narra a modo de flashback la infancia de Fénix en el Circo Gringo donde veremos la relación de dependencia y odio entre Orgo (¿adulteración de la palabra "Ogro"?) y Concha y cómo el pequeño infante se encuentra en medio siendo el principal perjudicado. Seremos testigos de su especial relación con algunos de los miembros del circo como el enano o Alma, la niña sordomuda que será su amor platónico durante años así como su tristeza ante la muerte del elefante (bellísima la escena del funeral del paquidermo) o su paso a la madurez mediante el tatuaje del águila (esa misma que sobrevuela el circo en el poderosísimo plano aéreo que abre el film) que su padre le realiza en el pecho con uno de sus cuchillos bautizándolo en sangre y dolor que le perseguirán a lo largo de toda su vida. 




En la segunda parte del metraje, más arriesgada formalmente pero menos rica en lo argumental, seguiremos a Fénix al escapar del manicomio y volviendo a caer en las redes de su maniática madre que aprovechará la herencia de violencia que Orgo dejó en su hijo (genial detalle que Fénix se vaya convirtiendo físicamente poco a poco en su padre) para transformarlo en un asesino en serie supeditado a las necesidades de su progenitora (él es sus brazos, pero realmente es Fénix el que sufre una terrible dependencia de ella y no al revés). Si bien la recta final se vuelve algo caótica (la aparición de los luchadores de wrestling se antoja poco cohesionada y disparatada en exceso) Jodorowsky vuelve a agarrar con fuerza las riendas para entregar un clímax tan perturbador como preciosista que cierra una narración circular en el que la eternamente buscada libertad personal, física y psíquica, del protagonista por fin le redime como persona y eterno niño encerrado en el cuerpo de un adulto.




Retorcido y paradójicamente bello vodevil a ritmo de Mambo, salsa y ranchera, pieza de corte autobiográfico por parte de su autor y declaración de principios llena de ruido y furia sobre el choque entre la perversión y la pureza, el bien y el mal, el mundo real y el onírico, menos críptica que Fando y Lis, no tan arriesgada y ecléctica conceptualmente que El Topo, Santa Sangre se revela por ahora como el más completo largometraje de Alejandro Jodorowsky de los que un servidor ha visto hasta la fecha. Más accesible, que no simplista o comercial, la quinta película del guionista de El Lama Blanco o La Casta de los Metabarones merece el título de obra de culto que posee y sería un posible testamento artístico por parte del chileno si no fuera porque su adaptación al celuloide de la primera parte de su autobiografía La Danza de la Realidad huele a despedida vital por todos y cada uno de sus fotogramas, De ella y el resto de films del director se hablará aquí, posiblemente de hasta los que reniega (Tusk y El Ladrón del Arcoiris), al igual que de ese Alejandro Jodorowsky's Dune que tan bien fue recibido en Sitges y que narra a modo de documental por qué nunca llegó a buen puerto aquella mastodóntica adaptación de la novela de Frank Herbert que iba a cambiarlo todo en el panorama del séptimo arte.



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