Título Original The Blackout (1997)
Director Abel Ferrara
Guión Marla Hanson, Christ Zois y Abel Ferrara
Actores Matthew Modine, Béatrice Dalle, Claudia Schiffer, Dennis Hopper, Sarah Lassez, Laura Bailey
Durante la segunda mitad de los 90 se puso de moda en el cine estadounidense utilizar en los argumentos de varios de sus films las grabaciones en vídeo como núcleo narrativo. Estas cámaras servían como confesionarios para los pensamientos más ocultos de sus personajes siendo utilizadas las grabaciones que con ellas se realizaban como una especie de expiadores de demonios. Algunas veces también tomaban el rol de testimonios fidedignos sobre hechos reales que los protagonistas tergiversaban por culpa de problemas de memoria principalmente inducidos por la culpa o el miedo.
Utilizando esta temática cinematográfica, con el vídeo como concepto central, algunos cineastas triunfaron y otros fracasaron irremediablemente. Porque si bien Carretera Perdida de David Lynch y Cosas que Hacer en Denver Cuando Estás Muerto de Gary Fleder supusieron dos de las mejores muestras salidas de la impronta de sus creadores, El Final de la Violencia de Wim Wenders o esta The Blackout de Abel Ferrara se revelaron como los puntos más bajos en las respectivas filmografías de ambos directores. Esta última, que es la que nos ocupa, se pueda tildar como el trabajo más endeble, ineficaz y recalcitrante salido de la mano del realizador de El Asesino del Taladro o El Rey de New York, una pieza con todos sus fallos como autor y casi ninguno de sus aciertos.
Matty (Matthew Modine) es una gran estrella de Hollywood que tras ser abandonado por su mujer, Annie (Beatrice Dalle) se embarca en una espiral de autodestrucción regida por el sexo, las drogas y el alcohol. Pero los intentos por evadirse de la realidad por parte de Matty son infructuosos, ya que la imagen de Annie no desaparece de su mente convirtiéndose en una obsesión para él. Un año y medio después Matty ha rehecho su vida junto a Susan (Claudia Schiffer) en New York y está completamanete rehabilitado, pero al recuerdo de Annie le sigue atormentando. Finalmente decidirá volver a Miami en busca de su ex mujer y con ello unir las piezas del puzzle que su memoria ha eliminado de manera voluntaria.
The Blackout es un anodino ejercicio de retoricismo lleno de resoluciones formales farragosas y un argumento inane sin apenas desarrollo y con planteamientos simplistas a medio gas. No sólo es la obra más fallida de Abel Ferrara (al menos de las que ha visto un servidor) también es la muestra palpable de que con ella llegaba la etapa en la que el italoamericano se emborrachó de presuntuosidad autoral, para más inri, localizando su historia en un contexto espacial que no tiene nada que ver con su voz como director, adentrándose en un mundo en el que parece estar de paso y sin querer ahondar mucho en el mismo para narrar su historia.
Porque Ferrara es el director de los ambientes sórdidos y la podredumbre urbana. Para nada van con él los edificios de diseño, los hoteles de cinco estrellas, él ha dado lo mejor de sí mismo entre fumaderos de crack, locales de mala muerte y callejones comidos de mierda. Pero lo peor es que muchas de sus señas de identidad están en The Blackout, aunque llevadas con una superficialidad plomiza y unas ínfulas de falsa modernez de naturaleza efectista, cutre y en ocasiones hasta videoclipera. Autodestrucción, redención, amor una visión turbia del mundo del cine, obsesión, carnalidad, todo está aquí, pero mal medido, pobremente dosificado y rematado con una torpeza insalvable.
The Blackout es una versión estúpida y etílica de la ya mencionada Carretera Perdida de David Lynch, (en ocasiones parece fusilar pasajes enteros de aquella, pero como ambas cintas se estrenaron en el mismo año puede que todo sea casualidad) pero si en aquella el director de Montana conseguía una atmósfera malsana y hermética, hilar una historia que enganchaba, mantener al espectador atento a lo que en la pantalla acontecía y perfilar unos personajes fascinantes en fondo y forma, en la obra que comentamos Ferrara parece abordar todo el entramado de su criatura con una condescendencia cool en la que parece entregarse a la improvisación narrativa con personajes que pululan a duras penas por la pantalla entre dinero, cocaína, rodajes cutres y mujeres de cuerpos neumáticos.
Ni siquiera el buen reparto puede levantar el proyecto. Matthew Modine se esfuerza y se entrega a un papel que cae antipático desde que abre la boca por primera vez delante de la pantalla, pero arrastrarse por los suelos, ingerir todo tipo de sustancias adictivas y poner cara de atormentado no es suficiente para ser creíble como persona a la que no le importa nada excepto acabar consigo mismo, hay que dar matices y profundidad al rol y eso lo hizo magistralmente Harvey Keitel en Teniente Corrupto, cinta que nadie pensaría que rodó el mismo director que esta The Blackout y que contiene, para el que suscribe, una de las mejores y más arriesgadas interpretaciones masculinas de la historia del cine a manos del ya mencionado protagonista de Reservoir Dogs.
Dennis Hopper personifica uno de esos papeles de pirado (en esta ocasión un efermizo director de cine erótico) que seguramente interpretó bajo los efectos de sabe dios cuántos estupefacientes e improvisando los diálogos sobre la marcha y como le venía en gana, marca de la casa. Del reparto de actrices decir que están ahí por su belleza física principalmente, no por sus dotes como intérpretes, pero es curioso destacar que la modelo Claudia Schiffer dando vida a la cándida Susan está mucho mejor que una carnal Béatrice Dalle en la piel de Annie. Aunque el descubrimiento del casting es Sarah Lassez, una belleza canadiense que sigue haciendo cine pero de la que poco sabemos actualmente.
Es curioso, hace años vi The Blackout y sin parecerme una de las obras más destacables de Abel Ferrara tenía un grato recuerdo de ella e incluso la defendía frente a aquellos que la criticaban. Supongo que ver con 15 años y en plena pubertad el festival de tetas que desfila a lo largo del film me hizo camuflar todos sus fallos y desaciertos, que no son pocos ni livianos. La revisión que le hice ayer me confirmó cuán equivocado estaba, ya que esta producción de 1997 es una hija de su tiempo ajena al autor que rodó 'R Xmas o The Addiction. Una pieza nacida por el capricho de un señor que tras el éxito de su magnífica El Funeral decidió dárselas de moderno abortando esta insufrible pieza mal ejecutada, que ni escandaliza, apenas erotiza, no incita a reflexión alguna y más que otra cosa aburre y sobrecarga.
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