lunes, 22 de julio de 2013

Bronson, a history of violence



Título Original Bronson (2008)
Director Nicolas Winding Refn
Guión Brock Norman BrockNicolas Winding Refn
Actores Tom Hardy, Matt King, Amanda Burton, James Lance, Kelly Adams, Katy Barker, Edward Bennett-Coles, June Bladon, William Darke, Andrew Forbes, Helen Grayson, Matt Legg






Pocos saben que muchos años antes de Drive el cineasta danés Nicolas Winding Refn ya había coqueteado con producciones internacionales. La primera vez que rodó un film en inglés y con actores de distintos países fue en 2003 con el poco conocido thriller Fear X, protagonizado por John Turturro, Deborah Kara Unger o James Remar, cinta de la que daré constancia a no mucho tardar. Pero no sería hasta que terminara su sobrevalorada trilogía Pusher que tomara contacto por primera vez con el celuloide británico, la televisión más concretamente. En 2007 rodó para la BBC Miss Marple: Nemesis un telefilm (remake de otro rodado en 1987 por David Tucker) que adaptaba la novela homónima de la escritora Agatha Christie con la pizpireta investigadora de la tercera edad como protagonista.




Cuando ya se afianzó en tierras inglesas y sólo un año después sacó adelante en pantalla grande el proyecto de llevar a imágenes un biopic sobre Michael Gordon Peterson, conocido con el nombre de Charles Bronson, tildado en su época como el preso más peligroso de Reino Unido, que pasó 34 años en prisión (30 de ellos en solitario). El resultado para el que suscribe es la, por ahora y de las que he visto, mejor obra cinematográfica del director de Valhalla Rising, una pieza rica a distintos niveles y que se revela como uno de los biopics más atípicos e interesantes del cine reciente precisamente por ir más allá de la simple biografía.




Michael Peterson nació en 1952 y fue un niño conflictivo desde su infancia. Con poco más de 22 años y ya con mujer e hijo atracó una joyería siendo detenido y teniendo que cumplir por ello una condena de 7 años en prisión. Así comenzó la vida entre rejas de Michael o más bien Charles Bronson, nombre del famoso actor norteaméricano que el presidiario tomó prestado. Junto a Charlie realizaremos un viaje por su vida a lo largo de decenas de cárceles en las que estuvo confinado y seremos testigos de los malos tratos que infligió y sufrió a lo largo de los 34 años que permaneció confinado sin haber cometido un sólo asesinato durante toda su carrera delictiva.




Bronson es lo más cerca que ha estado el cine contemporáneo de La Naranja Mecánica de Stanley Kubrick tanto en fondo como en forma. No es raro que cada lustro salga una película a la que la prensa especializada o el público tilda de ser la heredera de la obra maestra del director de Barry Lyndon. En los 90 se comentó mucho que tanto Asesinos Natos de Oliver Stone como Trainspotting de Danny Boyle eran dignas hijas de las correrías cinematográficas del inolvidable Alex DeLarge y si bien ambas tenían ideas y apuntes que nos recordaban a aquella polémica producción de 1971 ninguna de las dos estaban más cerca de su espíritu que la cinta de Nicolas Winding Refn que nos ocupa.




Con la adaptación de la novela de Anthony Burgess comparte la estilización de la violencia en pantalla (que el film se abra con la primera de muchas palizas al protagonista con The Electrician de The Walker Brothers sonando de fondo es toda una declaración de principios) haciendo una brutal crítica a la misma pero mostrándola al espectador como una elegante a la par que caótica coreografía de la agresión que más que repeler atrae. Esta idea no sólo viene de Kubrick, ya que esta manera de exponer escenas sobre violencia explícita son indivisibles a la carrera de Winding Refn desde sus inicios y que parece tener su culmen en la última Only God Forgives que veré y diseccionaré humildemente lo antes posible.




Pero también en su trasfondo se ven ecos de Alex y sus drugos. Bronson realiza un retrato inmisericorde de la ineficacia y métodos brutales de las instituciones penitenciarias y de cómo la reinserción social de criminales es un fracaso en Inglaterra. Violencia engendra violencia y una persona que se crió con la misma como modo de expresión no sabe (ni quiere) huir de ella porque para él es un medio de vida. Incluso siendo un personaje de moral totalmente reprobable Winding Refn simpatiza o se compadece de su criatura de la misma manera que lo hacían tanto Kubrick en imágenes como Burgess por escrito con las suyas, siendo conscientes de que sus protagonistas eran hijos de una sociedad tan o más deshumanizada que ellos.




Pero no sólo del director de La Chaqueta Metálica vive el realizador danés. En Bronson se puede ver la pasión que Winding Refn siente por la figura de ese cineasta, guionista de cómics, psicomago, clown y flipado en su tiempo libre que responde al nombre de Alejandro Jodorowsky. Desde esa narración en forma de actuación en un teatro (excusa para que el personaje rompa la cuarta pared y hable directamente con el espectador, junto a los pasajes en los que se dirige desde una celda sin luz directamente a la cámara) que nos recuerda a las obras pánicas que compartía con sus colaboradores Fernando Arrabal y Roland Topor hasta esa media hora final en la que el protagonista se entrega al arte pictórico (puede que ahí se desinfle un poco el conjunto del film aunque remonta en el clímax) y en la que vemos una considerable influencia de la abstracción y el simbolismo de producciones como Fando y Lis o El Topo todo es un homenaje a ese chileno considerado un genio por unos y un vendehumos por otros pero por el que un servidor profesa una considerable simpatía porque me transmite una entrañable vitalidad cada vez que abre la boca.




Todo este entramado y cúmulo de referencias podría caer en saco roto si Winding Refn se hubiera equivocado de actor protagonista, por suerte Tom Hardy realiza una labor descomunal regalando a la platea el mejor papel de su por ahora no muy extensa carrera. Con toda seguridad esta fue la película que convenció a Christopher Nolan para darle al británico el papel del soberbio Bane de The Dark Knight Rises porque su composición de Charlie Bronson es sencillamente brillante, utilizando no sólo la fisicidad que exige una desnudez interpretativa de esta naturaleza, también modulando la voz, remarcando la gestualidad pero sin entrar en lo impostado o la sobreactuación y bordando momentos que van desde la intimidación física al humor pasando por el patetismo. Si Bronson es remarcable como obra cinematográfica es en gran parte por la entrega de Hardy al frente de ella, pero no sólo por esto.




Ya que aquí sí podemos reconocer ya al poeta de la violencia, al esteticista que retrata con elegancia lo descarnado, aquel que nos ofreció la memorable y recurrente Drive. Winding Refn utiliza distinto tipo de composiciones, movimientos de cámara (enorme el travelling que pasa delante de Charlie sin que nos demos cuenta) planos cenitales, ofreciendo una puesta en escena atípica, estilísticamente caprichosa pero siempre acorde con la historia que nos narra. Introduciendo momentos irónicos (esas portadas de periódicos, esos dibujos que nos remiten a los que realizó Terry Gilliam en el mítico programa Monty Python's: Flying Circus) violencia cruenta en contraposición a momentos de doliente soledad y desesperación pero siempre realizando una unión armónica entre imagen y banda sonora. Enorme esta con temas como ese It's a Sin de los Pet Shop Boys sonando en el manicomio, la omnipresente Glass Candy de los Digital Versicolor o esas piezas clásicas que una vez más nos traen a la mente bombines, bastones, ultraviolencia y Beethoven.




Bronson fue la confirmación del talento de Winding Refn, un director más danés que una caja de pastas que supo adaptarse al cine británico y realizar una cinta con genuino aroma inglés. Con la ayuda de una historia cuyo punto de partida de por sí era interesante, un actor en la plenitud de sus dotes interpretativas dando vida a un personaje real, una mirada crítica que se mueve entre la denuncia y la sátira y un guión que en vez de transitar los caminos más fáciles decide bifurcarse por otros mucho más complicados el cineasta de moda (para alabarlo o ponerlo de vuelta y media indistintamente) ofreció la que para un servidor es por ahora su mejor película (ya veremos cuando me enfrente a vikingos y tailandeses si cambio de opinión) y el biopic más brutal e incisivo sobre un criminal desde aquella recuperable Chopper de Andrew Dominik con memorable Eric Bana de protagonista que también merece ser revalorizada.



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