viernes, 19 de julio de 2013

The Master, I'm pulling your strings



Título Original The Master (2012)
Director Paul Thomas Anderson
Guión Paul Thomas Anderson
Actores Joaquin Phoenix, Philip Seymour Hoffman, Amy Adams, Laura Dern, Kevin J. O'Connor, Rami Malek, Jesse Plemons, Fiona Dourif, David Warshofsky, Lena Endre, Ambyr Childers





Junto a cineastas como Christopher Nolan, Darren Aronofsky o David Fincher el norteamericano Paul Thomas Anderson es una de las voces más personales e interesantes del Hollywood actual. Si bien con su ópera prima Hard Eight pasó bastante desapercibido ya con su segunda cinta, Boogie Nights, biopic no reconocido sobre el mítico actor del cine pornográfico John Holmes cuyo germen es un falso documental llamado The Dirk Diggler Story rodado por el director en 1988, que no dejaba de ser un homenaje al celuloide para adultos en particular y al séptimo arte en general, dio mucho que hablar. Dos años después, en 1999, estrenó la que para un servidor es su obra maestra, Magnolia, poderoso relato coral de mirada poliédrica sobre el azar en el que parecían darse la mano los mejores Martin Scorsese y Robert Altman.




Tras este éxito (sobre todo de crítica) se desmarcó realizando una entrañable comedia romántica titulada Punch-Drunk Love, protagonizada por el mejor Adam Sandler de la historia (¿el único?) y una adorable Emily Watson. Ya en 2007 estrenó There Will Be Blood psicodrama sobre Daniel Plainview, un ambicioso magnate del petroleo interpretado por un Daniel Day Lewis que deovaraba la cámara y al espectador. Con todo el largometraje no cumplió todas mis expectativas porque a un arranque digno de los mejores Stanley Kubrick o Terrence Malick y un nudo consistente así como lleno de interés se contraponía un desenlace renqueante en el que el guión y el montaje hacían aguas por culpa de unas bruscas elipsis narrativas y los actos un tanto ridículos por parte de los personajes.




Poco después de la puesta de largo internacional de la cinta terriblemente rebautizada en España como Pozos de Ambición (Angela Channing sonríe desde su tumba) en Hollywood empezó a hacerse eco la noticia de que el próximo proyecto de Thomas Anderson iba a ser un biopic sobre L. Ron. Hubbard, fundador de la iglesia de la cienciología. Evidentemente el cineasta no iba a usar el nombre real del artífice de la religión que profesan John Travolta, Tom Cruise o Forest Whitaker ni de sus familiares, evitando así acabar con sus huesos en los tribunales, pero queda bastante claro en The Master que nos habla de los enemigos de Xenu. Pero lo curioso es que el tema principal del film no es ni esta secta ni sus acólitos ya que los mismos son medios para llegar a otro fin bastante más profundo e interesante por parte del director.




Freddie Quell (Joaquin Phoenix) es un veterano de la Segunda Guerra Mundial inestable y obsesivo que se gana la vida como fotógrafo en unos grandes almacenes y destilando su propio alcohol. Un día conoce a Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman) persuasivo líder de una nueva religión llamada la Causa que empieza a tener un considerable eco en los Estados Unidos de la década de los 50. Con el tiempo Freddie se convertirá en la mano derecha de Lancaster y una pieza importante dentro de la secta, pero su turbia relación con el creador de la misma y la influencia que en este ejerce su esposa Peggy (Amy Adams) volverán a Freddie  más inestable psicológicamente llegando a convertirlo en una persona peligrosa y demente.




La sexta película de Paul Thomas Anderson es extraña y esa sensación es la que transmite al espectador. Es una obra imperfecta pero con momentos remarcables en su interior. El apartado técnico es notable y el reparto no puede llegar a cotas de talento más altas que las que expone en pantalla, pero al igual que en gran parte de There Will Be Blood la inconsistencia del guión juega en contra del cineasta y su criatura fílmica. En ocasiones el director no parece saber a ciencia cierta de qué nos quiere hablar o si lo sabe se anda con demasiados rodeos e interjecciones argumentales que sólo sirven para dispersar el conjunto del largometraje.




Pero aunque la estructura del libreto acentúa la inconsistencia como obra cinematográfica de The Master la profundidad del mismo se revela como uno de los mayores aciertos del proyecto. Ya que todo aquel que se acerque a la cinta que nos ocupa en busca de un retrato analítico e intenso de la cienciología o las sectas en particular se llevará una considerable decepción. Thomas Anderson usa esta amalgama de religiones (hay tanto de cienciologa como de otras, mismamente la de los Testigos de Jehová) al fundador de la misma y a sus seguidores como un acertado MacGuffin para realizar un retrato nihilista, duro e inmisericorde sobre la psicología humana.




Porque ahí es donde más fuerte se hace The Master, en el análisis de sus personajes, en cómo el director y guionista taladra en la mente del norteamericano de la posguerra y sobre todo triunfa a la hora de hacer un retrato sobre la dependencia, la manipulación y la inestabilidad mental de sus criaturas. El título del largometraje es todo un acierto porque el mismo no tiene género. ¿Es Lancaster el maestro al que se refiere el título, lo es Freddie con el que el líder de la Causa tiene una relación de toxicidad tanto intelectual como existencial en la que la simbiosis es un hecho o nos habla de Peggy, esa mujer manipuladora y en la sombra (enorme la escena de la masturbación) que dice qué debe hacer a su marido en todo momento?. 




Este es el tema que interesa a Thomas Anderson, la debilidad humana y sus miserias aunque si el director de Boogie Nights consigue llevar a buen puerto tal empresa es porque tiene un reparto en general y un protagonista en particular que le ofrecen en bandeja de plata el 80% la película con sus descomunales trabajos. Porque Philip Seymour Hoffman tiene el carisma, la presencia, la voz y la fuerza para encarnar a ese líder lavacerebros, manipulador, megalómano que mira por encima del hombro al prójimo y Amy Adams oculta detrás de su delicada figura una víbora malsana que mueve los hilos de su marioneta entre bambalinas sin que nadie lo sepa, dejando verse con este rol y el del resto de mujeres de la velada (busconas, manipuladoras, promiscuas) cierto tufo misógino en la obra que queda camuflado (intencionadamente o no) cuando vemos que independientemente del género todas las criaturas que pueblan The Master carecen de bondad.




Pero lo de Joaquin Phoenix ya es harina de otro costal. Decir a estas alturas que es posiblemente el mejor actor vivo del cine contemporáneo es innecesario, ahí tenemos cosas como I'm Still Here para confirmarlo, pero que se supera con cada creación es sencillamente incontestable. Freddie Quell es uno de los personajes más perturbadores que he visto en el cine reciente, el hermano del malogrado River Phoenix (al que hace años que superó como actor y eso que aquel tampoco andaba falto de talento) se ciñe la piel de una criatura bífida, reptante que huele a lascivia, a demencia y que transmite miedo porque nunca sabemos cuál va a ser su próxima locura. 




El actor de Gladiator se entrega tanto en su cometido que llega a dar y recibir golpes reales (enorme su ataque en la celda) dentro de su actuación (el método Stanislavski le queda pequeño a este señor) a dañarse físicamente, pero nunca a excederse o introducirse en la sobreactuación. Aunque entre tanto pensamiento enfermizo, hasta de violador en potencia, yace acurrucado en un rincón oscuro un pobre niño inocente, destrozado por una vida terrible y su paso por la guerra, un crío que no para de reírse (cuando el espectador es consciente de que cada una de esas carcajadas equivale a una lágrima que no puede derramar) y de vivir con lo puesto recordando un amor de adolescencia que nunca podrá recuperar. 




Este infante asustado que es Freddie sólo da la cara cuando se enfrenta a Lancaster, porque sin duda las sesiones que ambos comparten son lo mejor de The Master, un desfile de clases de interpretación de altos vuelos en las que la química explota en pantalla entre dos actores prodigiosos teniendo su culmen con esa canción y esa lágrima que por fin puede recorrer un rostro arrugado y lleno de surcos que son como el mapa de una vida miserable. Sólo por el tour de force interpretativo entre Seymour Hoffman y Phoenix y por el descarnado trabajo de este último tanto en el plano físico como el psicológico la última cinta de Paul Thomas Anderson merece no ser ignorada.




Menos consistente como largometraje que como dirección de actores o análisis de personajes The Master no consigue llegar a la excelencia a la que nos tiene acostumbrados su director, ni siquiera su poderosa inventiva con la cámara se deja ver más allá de un par de planos secuencia (el de la pelea con el cliente en el centro comercial es brillante) y como con There Will Be Blood (puede que un poco más) no me quedo del todo satisfecho con el film. Pero su visionado se antoja casi obligatorio sólo por ver a dos fuerzas de la naturaleza enfrentadas delante del entomólogo objetivo del director de Magnolia, el mismo que nos ofrece con la obra que nos ocupa uno de los retratos más acertados, incómodos e incisivos sobre la amoralidad humana.


1 comentario:

  1. Qué bien habla este chico siempre.

    Pues cuando vea Bronson y Valhalla Rising (Fear X no me llama tanto, puede esperar) me la busco y la veo que ahora tengo ganazas.

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